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David Bolles
 

Combined Dictionary-Concordance of the Yucatecan Mayan Language

XLIII

Por qué Cosas Hacían Otros Sacrificios los Indios.

Las fiestas que en el calendario de esta gente atrás queda puesto, nos muestran cuáles y cuántas eran y para qué y cómo las celebraban. Pero porque eran sus fiestas sólo para tener gratos y propicios a sus dioses, sino era teniéndolos airados no (las) hacían más sangrientas; y creían estar airados (los dioses) cuando tenían necesidades o pestilencias o disensiones o esterilidades u otras semejantes necesidades; entonces no curaban de aplacar <115> los demonios sacrificándoles animales, ni haciéndoles solamente ofrendas de sus comidas y bebidas o derramando su sangre y afligiéndose con velas y ayunos y abstinencias; mas olvidada toda natural piedad y toda ley de razón, les hacían sacrificios de personas humanas con tanta facilidad como si sacrificasen aves, y tantas veces cuantas los malvados sacerdotes o los chilanes les decían era menester, o a los señores se les antojaba o parecía, Y dado que en esta tierra, por no ser mucha la gente como en México, ni regirse ya después de la destrucción de Mayapán por una cabeza sino por muchas, no hacían así tan junta la matanza de hombres, ni por eso dejaban de morir miserablemente hartos pues tenía cada pueblo autoridad de sacrificar los que el sacerdote o chilán o señor le parecía y para hacerlo tenían sus públicos lugares en los templos como si fuera la cosa más necesaria del mundo a la conservación de la república. Después de matar en sus pueblos, tenían aquellos dos descomulgados santuarios de Chichenizá y Cuzmil donde infinitos pobres enviaban a sacrificar o despeñar al uno, y al otro a sacar los corazones; de las cuales miserias tenga a bien por siempre librarlos el señor piadoso que tovo por bien hacerse sacrificio en la cruz al padre de todos.

¡Oh señor dios mío, hombre, ser y vida de mi alma, santa guía y camino cierto de mis costumbres, consuelo de mis consuelos, alegría interna de mis tristezas, refrigerio y descanso de mis trabajos! ¿y qué me mandas tú, señor, que trabajo se puede llamar y no mucho mejor descanso? ¿A qué me obligas que yo no pueda muy cump]idamente hacer? ¿Por ventura, señor, ignoras la medida de mi vaso y la cantidad de mis miembros y la calidad de mis fuerzas? ¿Acaso, señor, me faltas tú en mis trabajos? ¿No eres tú cuidadoso padre de quien dice tu santo profeta en el salmo, "con él soy en la tribulación y trabajo, y vo le libraré de ella y le glorificaré"?

Señor, sí, tú eres, y tú eres aquel de quien dijo el profeta lleno de tu santísimo espíritu, que finges trabajo en tu mandamiento, y es así, señor, que los que no han gustado de la suavidad de la guarda y cumplimiento de tus preceptos, trabajo hallan en ellos; pero, señor, trabajo fingido es, trabajo temido es, trabajo de pusilánimes es, y témenlo los hombres que nunca acaban de poner la mano al arado de cumplirlos, que los que se disponen a la guarda de ellos, dulces los hallan, en pos del olor de sus ungüentos se van, su dulcedumbre los refrigera a cada paso, y <116> muchos más gustos experimentan cada día (que les sabe discierne nadie), como otra reina de Saba; y así, señor, te suplico me des gracia que a ejemplo tuyo, dejada la casa de mi sensualidad y el reino de mis vicios y pecados, haga del todo experiencia de servirte y guardar tus santos mandamientos, para lo que en más me enseñare la experiencia de su guarda; que de sólo leerlos y tratarlos, halle yo el bien de tu gracia para mi alma, y así como creo ser tu yugo suave y leve, te haga gracias por haberme puesto debajo de su melena, y libre del (pecado) en que veo andan y han andado tantas muchedumbres de gentes, caminando para el infierno: lo cual es tan grave dolor que no sé a quién no quiebra el corazón ver la mortal pesadumbre e intolerable carga con que el demonio ha siempre llevado y lleva a los idólatras al infierno; y si esto, de parte del demonio que lo procura y hace, es crueldad grande, de parte de Dios es justísimamente permitido para que, pues si no se quieren regir por la luz de la razón que él les ha dado, comiencen en esta vida a ser atormentados y a sentir parte del infierno que merecen, con los trabajosos servicios que al demonio de continuo hacen con muy largos ayunos y vigilias y abstinencias, con increíbles ofrendas y presentes de sus cosas y haciendas, con derramamientos continuos en su propia sangre, con graves dolores y heridas en sus cuerpos, y lo que es peor y más grave, con las vidas de sus prójimos y hermanos; y con todo esto nunca el demonio se harta y satisface de sus tormentos y trabajos, ni de llevarlos con ellos al infierno donde eternalmente los atormenta, cierto, mejor se aplaca Dios y con menos tormentos y muertes se satisface: pues a voces dice y manda al Gran Patriarca Abraham que no extienda su mano para quitar la vida a su hijo, porque está su Majestad determinado a enviar al suyo al mundo y dejarle perder en la cruz la vida de veras, para que vean los hombres que para el hijo de Dios eterno es pesado el mandamiento de su padre, aunque a él (sea) muy dulce y fingido a los hombres de trabajo.

Por lo cual quiten ya los hombres la tibieza de sus corazones y el temor del trabajo de esta santa ley de Dios, pues es su trabajo fingido y en breve se vuelve dulcedumbre de las almas y de los cuerpos, cuanto más que, allende de que es digno Dios de ser muy servido y se lo debemos en justísima deuda, es todo para nuestro provecho, y no sólo eterno, sino aun temporal; y miremos todos los cristianos, especialmente los sacerdotes, <117> que en esta vida es gran vergüenza y confusión, y en la venidera lo será mayor, ver que halle el demonio quien le sirva con increíbles trabajos para ir, en pago de ellos, al infierno, y que no halle Dios apenas quien en guarda de tan suaves mandamientos le sirva fielmente para ir a la eterna gloria. Por lo cual, tú, sacerdote de Dios, dime si has mirado con advertencia el oficio de estos sacerdotes tristes del demonio, y de todos los que en las divinas letras hallamos lo fueron en los pasados tiempos, cuán enojosos y largos y muchos, eran sus ayunos, más que los tuyos: qué tantos más continuos en las vigilias y en sus míseras oraciones que tú; cuán más curiosos y cuidadosos de las cosas de sus oficios que tú del tuyo; con cuánto mayor celo que tú entendían en enseñar sus pestíferas doctrinas, y si de esto te hallaras en alguna culpa, remédiala y mira que eres sacerdote del alto señor que con sólo el oficio te obliga a procurar vivir en limpieza y cuidado, limpieza del ángel cuanto más del hombre.

XLIV

Producción de la Tierra.

Yucatán es una tierra la de menos tierra que yo he visto, porque toda ella es una viva laja, y tiene a maravilla poca tierra, tanto que habrá pocas partes donde se pueda cavar un estado sin dar en grandes bancos de lajas muy grandes. La piedra no es muy buena para labores delicadas, porque es dura y tosca; empero, tal cual es, ha sido para que de ella hayan hecho la muchedumbre de edificios que en aquella tierra hay; es muy huena para cal, de que hay mucha, y es cosa maravillos a que sea tanta la fertilidad de esta tierra sobre las piedras y entre ellas.

Todo lo que en ella hay y se da, se da mejor y más abundantemente entre las piedras que en la tierra, porque sobre la tierra que acierta a haber en algunas partes ni se dan árboles ni los hay, ni los indios en ella siembran sus simientes, ni hay sino yerbas; y entre las piedras y sobre ellas siembran y se dan todas sus semillas y se crían todos los árboles, y algunos tan grandes y hermosos que maravilla son de ver; la cause de esto creo que es haber más humedad y conservarse más en las piedras que en la tierra. <118>

En esta tierra no se ha hallado hasta ahora ningún género de metal que ella de suyo tenga, y espanta (que) no habiendo con qué, se hayan labrado tantos edificios porque no dan los indios razón de las herramientas con que se labraron; pero ya crue les faltaron metales, proveyólos Dios de una sierra de (puro) pedernal contigua a la sierra que según dije en el primer capítulo, atraviesa la tierra, y de la cual sacaron piedras de que hacían los hierros de las lanzas para la guerra y los navajones para los sacrificios (de los cuales tenían buen recaudo los sacerdotes); hacian los hierros para las saetas y aun los hacen, y así les servía el pedernal de metal. Tenían cierto azófar blanco con alguna poca mezcla de oro, de que hacían las hachuelas de fundición y unos cascabelazos con que bailaban, y una cierta manera de escoplillos con que hacían los ídolos y agujeraban las cerbatanas como esta figura del margen, que mucho usan la cerbatana y bien la tiran. Este azófar y otras planchas o láminas más duras, las traían a rescatar los de Tabasco por las cosas (de Yucatán, que eran) para los ídolos, y no había entre ellos algún otro género de metal.

Según el sabio, una de las cosas a la vida del hombre más necesaria es el agua, y es tanto que sin ella ni la tierra produce sus frutos ni los hombres se pueden sustentar, y con haber faltado en Yucatán la abundancia de ríos que sus tierras vecinas tienen en mucha abundancia, porque sólo dos tienen, y el uno es el río de Lagartos (Hol Coben) que sale por un cabo de la tierra a la mar, y el otro el de Champotón, ambos salobres y de malas aguas, la proveyo Dios de muchas y muy lindas aguas, unas por industria y otras proveídas de naturaleza.

La naturaleza obró en esta tierra tan diferentemente en lo de los ríos y fuentes, que los ríos y las fuentes que en todo el mundo corren sobre la tierra, en ésta van y corren todos por sus meatos secretos por debajo de ella. Lo cual nos ha enseñado que casi toda la costa está llena de fuentes de agua dulce que nacen dentro en la mar y se puede de ellas, en muchas partes, coger agua (como me ha acaecido a mí ) cuando de la menguante de la agua queda la orilla algo seca. En la tierra proveyó Dios de unas quebradas que los indios llaman zenotes (dzonot), que llegan de peña tajada hasta el agua, en algunos de los cuales hay muy <119> furiosas corrientes y acaece llevarse el ganado que cae en ellos y todas estas (corrientes) salen a la mar de que se hacen las fuentes dichas.

Estos zenotes son de muy lindas aguas y muy de ver, que hay algunos de peña tajada hasta el agua y otros con algunas bocas que les creó Dios, que causaron algunos accidentes de rayos que suelen caer muchas veces, o de otra cosa; y por dentro con lindas bóvedas de peña fina y en la superficie sus árboles, de manera que en lo de arriba es monte y bajo zenotes, y hay algunos (en) que puede caber y andar una carabela y otros más o menos. Los que éstos alcanzaban bebían de ellos; los que no, hacían pozos; y como les había faltado herramienta para labrarlos, eran muy ruines. Pero ya no sólo les hemos dado industria para hacer buenos pozos sino muy lindas norias con estanques de donde, como en fuentes, toman el agua.

Hay también lagunas y todas son de agua salobre y ruin para beber y no son corrientes como zenotes. Tiene una cosa esta tierra en toda ella maravillosa en esto de los pozos, y es que en todas las partes de ella que se cave, salen muy buenas aguas de manantiales y algunas tan hermosas que se sume una lanza por ellas y en todas las partes que se han cavado se ha hallado medio estado antes del agua, un banco de conchas y caracolillos de la mar, de tantas diferencias y colores, grandes y chicos, como los que están a la orilla de la mar y la arena ya convertida en dura peña blanca. En Mani, pueblo del rey, cavamos un pozo grande para hacer una noria a los indios y al cabo de haber cavado siete u ocho estados en una peña fina, hallamos un sepulcro de siete buenos pies de largo, lleno de tierra bermeja muy fresca, y de huesos humanos, y todos estaban ya casi convertidos en piedra; faltaban dos o tres estados por llegar al agua y antes de ella había una bóveda hueca que creó Dios de manera que estaba el sepulcro metido dentro de la peña, y se podía andar por debajo hasta donde (estaba) el agua; no pudimos entender cómo fuese esto si no es que digamos que aquel sepulcro se abrió allí por la parte de dentro, y después, con la humedad de la cueva y el mucho tiempo, vino a congelarse la peña y crecer y así cerrarse aquello.

Además de los dos ríos que he dicho bay en esta tierra, tiene una fuente a tres leguas de la mar, cerca de Campeche, y es salobre y no hay en toda la tierra otra ni otras aguas. <120> Los indios de hacia la sierra, por tener los pozos muy hondos, suelen en tiempo de las aguas tracer para sus casas concavidades en las peñas y allí recoger agua de la llovediza: porque en su tiempo llueven grandes y muy recios aguaceros y algunas veces con muchos truenos y relámpagos; los pozos todos y en especial los cercanos al mar crecen y menguan cada día a la hora que crece y mengua el mar, lo cual muestra más claro ser todas las aguas de ríos que corren debajo de la tierra hacia el mar.

Hay una ciénaga en Yucatán digna de memoria que tiene más de setenta leguas de largo y es salina toda ella; comienza desde la costa de Ekab (Ecab), que es cerca de la Isla de Mujeres, y síguese muy junto a la costa del mar entre la misma costa y los montes, hasta cerca de Campeche; no es honda porque no le da luger el no haber tierra, pero es male de pasar yendo de los pueblos a la costa o viniendo de ella a los pueblos, por los árboles que tiene y mucho loco. Esta ciénaga es tan saline que Dios ha criado allí de la mejor sal que yo he visto en mi vida, porque molida es may blanca y para sal dicen los que lo saben es tan buena, que sale más medio celemín de ella, que uno de otras partes. Cría la sal Nuestro Señor en esta ciénaga del agua llovediza y no del mar, que no le entra, porque entre el mar y la ciénaga va una costa de tierra a lo largo todo lo que dura ella, que la divide del mar. En tiempo, pues, de aguas, se hincha esta ciénaga y se cuaja la sal dentro de la misma agua, en terrones grandes y pequeños que no parecen sino pedazos de azúcar cande. Después de pasadas las aguas cuatro meses o cinco, y ya que la laguna está algo enjuta, tenían los indios antiguamente costumbre de ir a sacar sal, la cual sacan cogiendo aquellos terrones dentro del agua y sacándolos a enjugar fuera. Tenían para esto sus lugares señalados en la propia laguna, que eran los más fértiles de sal y de menos loco y agua, y acostumbraban a no tracer esta cosecha de la sal sin licencia de los señores, que en estos lugares de ella tenían, por su cercanía, mas acción; a los cuales todos los que por sal venían, hacían algún servizuelo o de la propia sal o de las cosas de sus tierras; y porque probó esto un principal llamado Francisco Euan, natural del pueblo de Caucel y probó (además) que el régimen de la ciudad de Mayapán había puesto a sus antepasados en la costa, con cargo de ella y del repartimiento de la sal, la Audiencia de Guatemala les mandó, a los que a sus comarcas la fuesen a coyer, <121> dar ahora lo mismo. Cógese ya mucha en el tiempo de ella para llevar a México y a Honduras y a la Habana. Cría esta ciénaga, en algunas partes de ella, muy hermosos pescados y aunque no grandes, de muy buen sabor.

XLV

Péces de Yucatán.

No hay sólo pescado en la laguna pero es tanta la abundancia que en la costa hay, que casi no curan los indios de lo de la laguna, si no son los que no tienen aparejos de redes, que éstos suelen, con la flecha, como hay poca agua, mater muchos pescados; los demás hacen sus muy grandes pesquerias de que comen y vendee pescado a toda la tierra.

Acostúmbranlo salar y asar y secar al sol sin sal, y tienen su cuenta cuál de estos beneficios ha menester cada género de pescado, y lo asado se conserve (varios) días, que se lleva a veinte y treinta leguas a vender, y para comerlo tórnanlo a guisar, y es sabroso y sang.

Los pescados que matan y hay en aquella costa son lisas muy excelentes y muy gordas; truchas, ni más ni menos en el color y pecas y sabor, y son más gordas y sabrosas de comer, y llámanse en la lengua uzcay (uz cay); robalos muy buenos; sardines, y con ellas acuden lenguados, sierras, caballos, mojarras e infinitas diversidades de otros pescados pequeños; hay muy buenos pulpos en la costa de Campeche; tres o cuatro castes de tollos muy buenos y sanos, y especialmente unos a maravilla sanos y en las cabezas diferentísimos de los otros que las tienen redondas y muy llanas que espanta, y por la parte de dentro (tienen) la boca y en las villas de lo redondo, los ojos: llámanse estos alipechpol (ah li pech pol?). Matan unos pescados muy grandes que parecen mantes y (los) conservan a trozos en sal; muere a las villas de la redonda, y es muy buena cosa (mas) no sé si es este pescado (la) raya.

Hay muchos manatís en la costa entre Campeche y la Desconocida, de los cuales, allende del mucho pescado o came que tienen, hacen mucha manteca y (es) excelente para guisar de comer; de estos manitís se cuentan cosas de maravillar: en especial cuenta el autor de la Historia General de las Indias que <122> crió en la Isla Española un señor indio uno en un lago, tan doméstico, que venia a la villa del agua en llamándolo por su nombre que le habian puesto, y que era "Matu". Lo que yo de ellos digo (es) que son tan grandes que se saca de ellos mucha más came que de un buen becerro grande, y mucha manteca; engendran como los animales y tienen para ello sus miembros como hombre y mujer, y la hembra para siempre dos y no más ni menos, y no pone huevos como los otros pescados; tienen dos alas como brazos fuertes con que nadan, el rostro tiene harta semejanza al buey y sácanle fuera del agua a pacer yerba a las villas, y los suelen picar los murciélagos en una jeta redonda y llana que tienen, que les da vuelta al rostro, y mueren de ello porque son may sanguíneos a maravilla y de cualquiera herida se desangran como el agua. La carne es buena, especialmente fresca; con mostaza, es casi como buena vaca. Mátanlos los indios con arpones de esta manera: búscanlos en los esteros y partes bajas (que no es pescado que sabe andar hondo) y llevan sus arpones atados en sus sogas con boyas al cabo; hallados, los crponean y suéltanles las sogas y las boyas y ellos con el dolor de las heridas huyen a una y otra parte por lo bajo y de poca agua, que jamás van a lo hondo de la mar ni saben, y como son tan grandes van turbando el cieno y tan sanguíneos (que se) van desangrando; y así con la señal del cieno los siguen en sus barquillos los indios y después los hallan con sus boyas y (los) sacan. Es pescado de mucha recreación y provecho, porque son todos came y manteca.

Hay otro pescado en esta costa al cual llaman ba, y es ancho y redondo y bueno de comer, pero muy peligroso de mater o de topar con él: porque tampoco sabe andar en lo hondo y es amigo de andar en el cieno donde los indios lo matan con el arco y flecha; y si se descuidan andando con él o pisándolo en el agua, acude luego con la cola que la tiene large y delgada y hiere con una sierra que tiene, tan fieramente, que no se puede sacar de donde la mete sin tracer muy mayor la herida, porque tiene los oientes al revés, de la manera que aqui está pintada. De estas sierrjtas usaban los indios para cortar sus carnes en los sacrificios del demonio, y era oficio del sacerdote tenerlas, y asi tenían muchas: <123> son muy lindas porque son un hueso muy blanco y curioso hecho sierra así de aguda y delicada, que corta como cuchillo.

Hay un peccadillo pequeño tan ponzoñoso que nadie que lo come escape de morir hinchado, todo muy en breve, y burla a algunos hartas veces, aunque es conocido en que es algo tardio en morir fuera del agua y se hincha mucho todo él. Hay muy gentiles ostiones en el río de Champotón y hay muchos tiburones en toda la costa.

XLVI

Iguanas y Lagartos.

Demás de los pescados cuya morada son las aguas, hay algunas cosas que juntamente se sirven y viven en el agua y en tierra como son muchas iguanas, las cuales son como lagartos de España en la hechura y grandeza y en el color, aunque no son tan verdes; éstas ponen huevos en mucha cantidad y andan siempre cerca de la mar y de donde hay aguas, indiferentemente se guarecen en el agua y en la tierra, por lo cual las comen los españoles en tiempos de ayuno y la hallan muy singular comida y sane. Hay de éstas tantas, que ayudan a todos por la cuaresma; péscanlas los indios con lazos, encaramadas en los árboles y en agujeros de ellos, y es cosa increible lo que sufren el hambre, que acaece ester vivas, después de tomadas, veinte y treinta dies sin comer bocado y sin enflaquecer; y he oido que hay experiencia hecha, que si les frotan las barrigas con arena engordan mucho. El estiércol de éstas es admirable medicine para curer nubes de los ojos, puesto fresco en ellas.

Hay tortugas a maravilla grandes, que las hay muy mayores que grandes rodelas y son de buen comer y tienen harto qué; ponen los huevos tan grandes como de gallina, y ponen ciento cincuenta y doscientos, haciendo en la arena, fuera del agua, un gran hoyo y cubriéndolos después con la arena y allí sa]en las tortuguillas. Hay otras diferencias de tortugas en la tierra, por los montes secos y en las lagunas.

Un pescado vi en las costas, algunas veces, que por ser de concha todo, lo dejé para poner aqui. Es, pues, del grandor de una tortuga pequeña y cubierto por arriba de una concha <124> delicada, redonda, de hermosa hechura y verde muy claro; tiene una cola de lo mismo de la concha, muy delgada, que parece punzon y larga como un jeme; por debajo tiene muchos pies y todo lleno de menudos huevos que no tiene qué comer de él sino huevos y cómenlos muchos los indios; llámanle en su lengua mex.

Hay muy fieros lagartos, los cuales aunque andan en el agua, salen y están mucho en tierra, y comen en tierra o (con) la cabeza fuera del agua porque carecen de agallas y no pueden mascar dentro del agua. Es animal pesado y no se aparta mucho del agua y tiene furioso ímpetu en el acometer a algo, o en la huida. Es muy tragón, que cuentan de él cosas extrañas; y lo que yo sé es que uno nos mató, cerca de un monasterio, a un indio, bañándose en una laguna; y fue luego de allí a un rato un religioso con los indios a matarle a él y para matarle tomaron un perro no muy grande y metiéronle un fuerte palo por la boca hasta el sieso, hecho así, con sus puntas, y atáronle por las tripas del perro una muy recia soga y echando en la laguna el perro salió luego el lagarto y lo tomó en los dientes y se lo tragó; y tragado tiró la gente que con el fraile iba y lo sacaron con gran trabajo y dificultad atravesándosele el palo en el cuerpo; abriéronle y halláronle la mitad del hombre en el buche a más del perrito. Estos lagartos engendran como los animales, y ponen huevos, y para ponerlos hacen grandes hoyos en la arena, muy cerca del agua, y ponen trescientos huevos y más, grandes más que de aves, y déjanlos allí hasta el tiempo que les ha Naturaleza enseñado que han de salir y entonces ándanse por allí aguardando y salen los lagartillos de esta manera: salen del huevo tan grandes como un palmo y están aguardando la ola de la mar que bate cerca de ellos, y así como la sienten, saltan de su lugar al agua y todos los que no alcanzan quedan muertos en la arena que como son tan tiernos y ella está muy caliente del sol, abrásanse y mueren luego. Los que alcanzan el agua esc-apan todos y comienzan luego a andar por allí, hasta que acudiendo los padres los siguen; de esta manera escapan muy pocos aunque ponen tantos huevos, no sin divina providencia que quiere sea más lo que nos aprovecha que lo que nos daña y podría tanto perjudicar, como estas bestias, si todas saliesen a la luz. <125>

XLVII

La Manera que hay de Serptentes y otros Animales Ponzoñosos.

De culebras o serpientes es grande la diversidad que hay, de muchos colores y no dañosas; salvo dos castas de ellas que son muy ponzoñosas víboras, y mayores mucho que las de acá de España. Llámanlas taxinchan (taxin chan). Otras hay también muy ponzoñosas y muy grandes y con cascabel en las colas, otras muy grandes que se tragan un conejo o dos y no son dañosas, y es cosa de ciecir que hay indios que con facilidad toman las unas y las otras sin recibir de ellas perjuicio.

Hay una casta de lagartijas mayores que las de acá, de las cuales es maravilla grande el temor que los indios tienen, porque según ellos dicen, en tocándola la persona, suda un sudorcillo el cual es mortal ponzoña. Hay muchos alacranes entre las piedras y no son tan ponzoñosos como los de acá de España. Hay un género de hormigas grandes cuya picada es mucho peor y duele y encona más que la de los alacranes, y tanto, que dura 8U enconación más del doble que la del alacrán, como yo he experimentado.

Hay dos géneros, de arañas, la una muy pequeña y muy pestífera, la otra es muy grande y toda cubierta de espinitas muy delicadas, negras, que parecen vello y tienen en ellas la ponzoña, y así se guardan mucho de tocarlas los indios donde las hay.

Hay un gusanito colorado del cual se hace ungüento muy bueno, amarillo, para hinchazones y llagas, con no más de batirlos o amasarlos juntos y sirve de óleo para pintar los vasos y hace fuerte la pintura.

XLVIII

De las Abejas y su Miel y Cera.

Hay dos castas de abejas y ambas son muy más pequenas que las nuestras. Las mayores de ellas crían en colmenas, las cuales son muy chicas; no hacen panal como las nuestras <126> sino ciertas vejiguitas como nueces de cera, todas juntas unas a otras, llenas de la miel. Para castrarlas no hacen más que abrir la colmena y reventar con un palito estas vejiguitas y así corre la miel y sacan la cera cuando les parece. Las demás crían en los montes, en concavidades de árboles y de piedras, y allí les buscan la cera de la cual y de miel abunda esta tierra mucho, y la miel es muy buena salvo que como es mucha la fertilidad del pasto de las abejas sale algo tocada del agua y es menester darle un hervor al fuego y con dárselo queda muy buena y de mucha duración. La cera es buena salvo que es muy humosa y nunca se ha acertado cual sea la causa, y en unas provincias es muy más amarilla por razón de las flores. No pican estas abejas ni hacen (nada) cuando las castran mal.

XLIX

La Flora de Yucatán.

Mucha es, y muy de notar, la diversidad de yerbas y flores que a Yucatán ornan en sus tiem,nos, así en los árboles como en las yerbas y muchas de ellas a maravilla lindas y herrnosas y de diversos colores y olores, las cuales, allende el ornato con que a los montes y campos atavían, dan abundantísimo mantenimiento a las abelitas para su miel y cera. Pero entre ellas pondré aquí alqunas, así por su preciosidad de olor y hermosura, como por el provecho que de ellas los moradores de aquellas tierras tienen.

Hay ajenjos muy más frescos y olorosos que los de acá y de más largas y delgadas hojitas y críanlos los indios para sus olores y recreación, y he visto que se hacen más hermosos con echarles las indias, al pie, cernada.

Hay una yerba de muy anchas hojas y de altas y gordas ramas, de singular frescura y fertilidad, porque de pedazos de las ramas se dan tanto, que crecen (a) la manera y muchedumbre de las mimbreras, aunque en nada les son de comparar; tratada un poco la hoja entre las manos, tiene el verdadero olor del trébol. aunque lo pierde después de seca; es may buena para frescura de los templos en las fiestas, y (para) esto sirve.

Hay tanta albahaca, que están los montes llenos de ella en <127> algunas partes, y con nacer en aquellas peñas es muy fresca, hermosa y olorosa, aunque no se compara a la que se cría en las huertas, llevada de acá, que es cosa de ver lo que cría y ensancha cada pie.

Hay una flor que llaman tixzula (x- zula) del más delicado olor que yo he olido y mucho más que los jazmines; es blanca y la hay morada clara, y (como) su tronco es de cebollas gordas se podría traer a España. Es, pues de esta manera: echan sus cebollas unas espadañas altas y gruesas muy frescas, que duran todo el año y dan en medio una vez al año, un mástil verde, ancho como de tres dedos, y gordo y tan largo como las espadahas; y en el cabo de este mástil salen las flores en un manojo, cada una de un jeme de largo con (todo y) pezón, abiertas, que dan cinco hojitas largas y abiertas, y ciérralas por lo bajo una tela blanca, delicada, y en medio tienen unas telitas amarillas (y estas flores son) a maravilla de hermosas de blanco y amarillo. Cortado este vástago y puesto en un jarro de agua, dura con suave olor muchos dias, porque no se abren las flores juntas, sino poco a poco.

Hay unas azucenitas muy blancas y olorosas y que duran mucho en agua, y fáciles de traer acá, porque son también de cebolla y en todo semejantes a las azucenas, salvo que el olor es más suave y no danoso a la cabeza, y no tienen en medio lo Pmaril]o de las azucenas. Hay una rosa llamada ixioul que me han dicho que es de mucha hermosura y olor.

Hay también un género de árboles que llaman nicté que llevan muchas rosas blancas y otras amarillas y otras, en medio, moradas: son de mucha frescura y olor y hacen de ellas galanos ramilletes y los que quieren, (hacen) letuario. Hay una flor que llaman Kom, la cual es de mucho olor y arde de gran calor cuando huele; podríase fácilmente traer acá, y son sus hojas a maravilla frescas y anchas. Sin estas flores y yerbas olorosas hay otras muy provechosas y medicinales entre las cuales hay dos maneras de yerba-mora muy fresca y muy linda.

Hay mucha doradilla y culantrillo y una yerba con cuyas hojas cocidas y agua se quitan a maravilla las hinch azones de los pies y piernas. Hay otra muy singular para curar llagas viejas que llaman iaxpalialché (yax halal che). Hay también otra que tiene el mismo sabor del hinojo y se come y es muy buena para cocer agua y para curar llagas, puesta así cruda como la pasada. Hay en lo de Bac-halar (Bak Halal) zarzaparrilla. <128>

Tienen cierta yerba que crían en los pozos y en otras partes, triangulada como la juncia, pero muy más gorda, de la cual hacen sus ceras y la suelen teñir de colores y hácenlas muy lindas a maravilla. Tienen una yerba silvestre, que también la crían en sus casas, y es mejor, de la cual sacan su manera de cáñamo de que hacen infinitas cosas para su servicio. También crían en algunos árboles, sin ser de su cosecha, un cierto género de yerbas las cuales echan unas frutas como pequeños cohombros, de los cuales se hacen sus gomas o colas con que pegan lo que han menester.

Las simientes que para la humana sustentación tienen, son: muy buen maíz y de muchas diferencias y colores, de lo cual cogen mucho y hacen trojes y guardan en silos para los años estériles. Hay dos castas de habas pequeñas, las unas negras y las otras de diversos colores, y otra que han llevado los españoles, blanquillas y pequeñas. Hay de su pimienta; muchas diferencias de calabazas, algunas de las cuales son para sacar pepitas para hacer guisados, otras para comer asadas y cocidas y otras para vasos de sus servicios; tienen ya melones, y muy buenos, y calabazas de España; los hemos puesto a coger mijo, que es huen mantenimiento; tiene una fruta a maravilla fresca y sabrosa que se siembra y la fruta es la raíz que nace como nabo gordo y redondo: cómense crudas con sal; la otra raíz que nace debajo de tierra sembrándola, que es grande mantenimiento, y es de muchas diferencias, que hay moradas, amarillas y blancas, cómense cocidas y asadas y son buena comida, y tiran algo a castañas, y ayndan, asadas, a beber. Hay otros dos géneros de raíces y son mantenimiento de los indios. Otras dos raíces silvestres hay que se parecen algo a las dos que primero he dicho, y ayndan en tiempos de necesidad de hambre a los indios, que sin ella no curan de ellas. Tienen un arbolillo de blandas ramas y que tiene mucha leche, las hojas del cual se comen guisadas, y son como berzas de comer y buenas con mucho tocino gordo. Plántanlo los indios luego do quiera van a morar, y en todo el año tiene hoja que cogerle. Hay muy frescas achicorias, y criábanlas en las heredades aunque no las saben comer.

Cosa es de mucho alabar a Dios con el profeta que dice: "admirable es, Señor, tu nombre en toda la tierra", por la muchedumbre de árboles que en esta tierra Su Majestad crió, to.dos tan desemejantes de los nuestros, que hasta hoy (no) se ha visto <129> uno que conozca, digo en Yucatán, que fuera sí he visto, y de todos tienen sus servicios y provechos los indios y aun los españoles. Hay un árbol de cuya fruta, que es como una calabaza redonda, hacen los indios sus vasos, y son muy buenos y hácenlos ellos muy pintados y galanos. De esta misma casta hay otro que lleva la fruta más pequeña y muy dura y hacen de ella otros vasillos para ungüentos y otros servicios. Hay otro, el cual lleva una frutilla como avellana de cuesco, de la cual se hacen buenas cuentas, y con la cáscara se lava la ropa como un jabón, y así hace su espuma.

Criaban mucho el árbol del incienso para los demonios, y sacábanselo hiriendo con una piedra el árbol en la corteza para que allí corriese aquella goma o resina; es árbol fresco, alto y de buena sombra y hoja, pero su flor hace negra la cera donde lo hay. Hay un árbol que crían en los pozos, muy hermoso de alto, y fresco de hoja, y que es maravilla lo que extiende sus ramas, las cuales nacen en el tronco por mucho orden, que nacen de tres en tres o más, a trozos, a la redonda del árbol, y así se van extendiendo ellas y la guía creciendo.

Hay cedros, aunque no de los finos. Hay una casta de palo algo amarillo y vetoso como encina, a maravilla fuerte y de mucha dur(ez)a y tan recio, que lo hallamos en las puertas de los edificios de Izamal, puesto por batientes y cargada la obra toda sobre él. Hay otro, fortísimo, y hacían de él los arcos y las lanzas y es de color leonado. Otro hay de color anaranjado oscuro, de que hacían bordones; es muy fuerte y creo se dice esbrasil. Hay muchos árboles de los que dicen son buenos para la enfermedad de bubas, y llámanle zon. Hay un árbol que lleva leche la cual es rejalgar y llaga cuanto toca, y su sombra es muy pestífera, especial(mente) si se duerme a ella. Hay otro que todo él está lleno de pares de espinas largas y muy duras y gordas, que no hay ave que en él repose jamás ni se pueda en él asentar; tiene unas espinas agujereadas por el tronco y llenas siempre de hormigas. Hay un árbol de muy gran altura y grandeza; lleva una fruta como algarrobas llena de unos piñones negros, y que en tiempo de necesidad hacen de ella comida los indios, y con sus raíces hacen cubos para sacar agua de los pozos y norias.

Otros árboles hay de cuyas cortezas hacen los indios cubillos para sacar agua para sí, y otros de que hacen las sogas, y otros, de cuyas cortezas majadas, hacen un caldo para bruñir <130> con él los encalados, y los hace muy fuertes. Hay may hermosas moreras y es buena madera, y tienen otros tantos árboles y de todo servicio y provecho, que espanta. Tienen en los campos y montes muchas diferencias de mimbres, de los cuales hacen cestas de todas maneras y con los cuales atan sus casas y cuanto han menester, y es muy grande a maravilla el servicio que de esto tienen. Hay un árbol cuya leche es singular medicina para encarnar los dientes. Hay otro que lleva cierta fruta grande, llena de lana mejor para almohadas que las estopas de la Alcarria.

Temiendo hacer agravio a la fruta o sus árboles los he acordado poner por sí, y primero diré del vino como cosa que los indios mucho estimaban y por eso lo plantaban casi todos en sus corrales o espacios de sus casas. Es árbol feo y sin más fruto que hacer de sus raíces y miel y agua, su vino. Hay en esta tierra ciertas parras silvestres que llevan uvas comestibles; hay muchas en la costa de Kupul (Cupul). Hay ciruelos de muchas diferencias de ciruelas y algunas muy sabrosas y sanas y diferentísimas de las nuestras, que tienen poca carne y gran cuesco, al revés de las que acá hay; a qué comprar (las) echa este árbol las frutas antes que las hojas; y sin flor sino la fruta. Hay muchos plátanos y los han llevado los es pañoles, que no los había antes. Hay un árbol muy grande, e] cual lleva una fruta grande, algo larga y gorda cuya carne es colorada, y muy buena de comer; no echa flor sino la propia fruta, muy pequenita y va creciendo muy poco a poco. Hay otro árbol muy frondoso y hermoso y que nunca se le cae la hoja, y sin echar flor, echa una fruta de tanta y más dulzura que la de arriba, pequeña, muy golosa y gustosa de comer y muy delicada, y hay unos mejores que otros, y tanto mejores que serían muy preciados si los tuviésemos: llámanlos en la lengua Ya (ya). Hay otro muy hermoso y fresco árbol que nunca pierde la hoja y lleva unos higuillos sabrosos que llaman Ox (ox). Hay otro árbol a maravilla hermoso y fresco y lleva la fruta como huevos grandes. Cógenla verde los indios y madúránla en ceniza, y madura, queda a maravilla y al comer(la) es dulce y empalaga como yemas de huevo. Otro árbol lleva otra fruta así amarilla y no tan grande como esta otra y más blanda y dulce que ella, la cual comida, queda el cuesco como blando erizo todo, que es de ver. Hay otro muy fresco y hermoso árbol que lleva una fruta ni más ni menos que las avellanas con su cáscara; tienen debajo (de) aquella cáscara <131> una fruta como guindas, y su cuesco (es) grande; llámanlas los indios Vayam y los españoles Guayas. Hay una fruta que los españoles han llevado, de buen comer y sana, que llaman Guayabas.

En las sierras hay dos géneros de árboles. El uno lleva unas frutas tan grandes como una buena pera, muy verdes, y de gorda corteza, las cuales maduran aporreándolas todas en una piedra, y son después de muy singular sabor. El otro lleva unas frutas muy grandes, de la hechura de las piñas, y tienen gustoso comer, que son aguanosas y acedas, y tienen muchos cuescos, pequeños, pero no son sanas. Hay un árbol el cual se da siempre en los rasos, y nunca entre los árboles sino solos ellos, cuya corteza es muy buena para adobar cueros y sirve (como) zumaque; lleva una frutilla amarilla sabrosa y golosa mucho para las mujeres. Hay un árbol muy grande y fresco al cual llaman los indios On; lleva una fruta como calabacillas grandezuelas de gran suavidad que parece a sabor de manteca y es mantecosa, y es de muy gran mantenimiento y substancia. Tiene gran cuesco y delicada cáscara, y cómese cortado (en) rebanadas como melón y con sal.

Hay unos cardos muy espinosos y feos, y crecen a trozos siempre pegados a otros árboles, revueltos con ellos. Estos llevan una fruta cuya corteza es colorada y semejante algo a la hechura de la alcachofa y blanda de quitar y sin ninguna espina. La carne que dentro tiene es blanca y llena de muy pequeños granos negros. Es dulce y delicada a maravilla y aguanosa que se deshace en la boca; cómese a ruedas como naranjas y con sal, y no hallan los indios tantas por los montes cuantas comen los españoles.

Hay un árbol fofo y feo aunque grande, que lleva cierta manera de fruta llena de tripas amarillas muy sabrosas y cosquezuelos como cañamones y muy mayores, los cuales son muy sanos para la orina. De esta fruta hacen buena conserva y echa el árbol la hoja después de pasada la fruta. Hay un árbol algo espinoso penueño, el cual lleva una fruta de hechura de delgados pepinos y algo larga. Tiene alguna similitud su sabor con el cardo, y cómese así, con sal, partida en rebanadas, y los cuescos son como los del cohombro, muchos y tiernos. Si acierta a tener esta fruta algún agujero por algún accidente estando en el árbol, en él se le recoge una gomilla (de) muy fino olor de algalia. Hay otro árbol coya flor es asaz de suave olor, y cuya fruta es la que acá en España llaman del manjar blanco, y hay muchas diversidades de ellos en el llevar fruta buena y mejor. <132>

Hay un arbolito que suelen los indios criar en sus casas, el cual lleva unos erizos como las castañas, aunque no son tan grandes ni tan ásperos. Abrense cuando están en sazón y tienen dentro unos granillos de los cuales usan, aun los españoles, para dar color a los guisados, como lo da el azafrán, y (es) tan fino el color que mancha mucho. Bien creo se me deben quedar más frutas, pero todavía diré de la de las palmas, de las cuales hay dos castas. Las unas sirven sus ramas (para) cubrir las casas, y son muy altas y delgadas, y llevan unos muy grandes racimos de una golosilla fruta negra como garbanzos (a las que) son muy aficionadas las indias. Las otras son unas palmas bajas y may espinosas, y no sirve su hoja de nada, que es muy cortilla y rara. Llevan unos grandes racimos de una fruta redonda, verde, tan grande como huevos de paloma. Quitada la cáscara le queda un cuesco de gran dureza, y quebrado, sale de él una pepita redonda tan grande como una avellana, muy sabrosa y provechosa en tiempos estériles, que hacen de ella la comida caliente que beben en las mañanas, y a falta, se guisaría con su leche, que es como de las almendras, cualquier manjar.

Cógese mucho algodón a maravilla, y dáse en todas las partes de la tierra, de lo cual hay dos castas: la una siembran cada año y no dura más que aquel año su arbolito, y es may pequeño; la otra dura el árbol cinco o seis años y (en) todos da sus frutos que son unos capullos como nueces con cáscara verde, los cuales se abren en cuatro partes a su tiempo y allí tiene el algodón.

Solíase coger grana, y dicen que era de la mejor de las Indias por ser tierra seca, y todavía cogen en algunas partes alguna, los indios. Colores hay de muchas diversidades, hechos de tintas de, algunos árboles, y de flores, y porque los indios no han sabido perfeccionarlos con las gomas para que les den el temple que han menester para que no desdigan, desdicen. Pero los que cogen la seda han ya buscado remedios y dicen se darán tan perfectos como en las partes que más perfectos se dan.

L

Aves de la Tierra y el Mar

La abundancia que tiene esta tierra de aves es a maravilla grande, y tan diversas, que es mucho alabar al que de ellas las <133> hinchió como de bendición. Tienen aves domésticas y que crían en las casas como son sus gallinas y gallos en mucha cantidad, aunque son penosos de criar. Hanse dado a criar aves de España, gallinas, y crían muchas a maravilla, y en todos los tiempos del año hay pollos de ellas. Crían algunas palomas mansas, de las nuestras, y (se) multiplican mucho. Crían para la pluma cierta casta de anadones blancos grandes, que creo les vinieron del Perú, y así les pelan muchas veces las barrigas, y quieren aquella pluma para las labores de sus ropas.

Hay muchas diversidades de pájaros y muchos muy lindos, y entre ellos hay dos castas de tortolillas muy saladas, y las unas muy chiquitas y domésticas para criar, mansas. Hay un pajarito pequeno, de tan suave canto como el ruiseñor, que llaman Ixyalcha. mil; anda en las paredes de las casas que tienen huertas y en los árboles de ellas. Hay otro pájaro grande y muy lindo, de color verde muy oscuro, que no tiene en la cola más de dos plumas largas, y con no más de la mitad, y al cabo, (unos) pelos en ellas, y su morar es en los edificios, y no anda sino a las mañanas. Hay otros pájaros que en las travesuras y cuerpo son como las picazas y grandes gritadores a la gente que pasa por los caminos, que no la dejan ir secreta(mente). Hay muchos avioncillos (sic) o golondrinas, y yo he creído que son aviones porque no crían en las casas como las golondrinas.

Hay un pájaro grande y de muchos colores y hermosura, el cual tiene gran pico y muy fuerte, y anda siempre en ]os árboles secos, asido con las uñas, agujereando las cortezas aherronadas con el pico tan recio que se oye buena pieza, para sacar los gusanos de la carcoma, de los cuales se mantiene; y es tanto lo que agujerean estos pájaros, que están los árboles que crían estos gusanos, de arriba abajo, hechos una criba de agujeros.

Hay muchas aves del campo, buenas todas para comer, que hay tres maneras de muy lindas palomitas pequeñas. Hay unas aves en todo semejantes a las perdices de España, salvo que son de muy altas piernas, aunque coloradas, y tienen ruin comer; son, empero, a maravilla domésticas, si se crían en casa. Hay muchas codornices a maravilla, y son algo mayores que las nuestras, y de singular comer; vuelan poco y tománlas los indios con perros, encaramadas en los árboles, con lazos que les echan al pescuezo, y es muy gustosa caza. Hay muchos faisanes pardillos y pintados y de razonable tamaño, y no tales para comer como los de Italia. <134>

Hay un pájaro grande como las gallinas de allá que llaman Cambul, muy hermoso a maravilla y de gran denuedo y buen comer Hay otro que llaman Cox, tan grande como él, de furioso paso y meneo, y son los machos negro.s todos como un azabache, y tienen unas coronas muy lindas de plumas, crespas, y los párpados de los ojos amarillos y muy lindos. Hay muchos pavos que aunque no son de tan hermosas plumas como los de acá de España, las tienen muy galanas y son a maravilla hermosos, y tan grandes como los gallos de los indios y de tan buen comer.

A todas las grandes matan los indios, en los árboles con las flechas, y a todas les hurtan los huevos y los (empollan; sus gainas, y se crían muy domésticas. Hay tres o cuatro castas de papagayos pequeños y grandes y tantas banda(da)s de ellos, que hacen mucho daño a las sementeras

Hay otras aves nocturnas, como son las lechuzas, mochuelos, y gallinas ciegas, que es cosa de pasatiempo caminar de noche pues se ven grandes piezas en el camino, poniéndose a vuelos delante de los hombres. Amohinan mucho a los indios y tiénenlas por aguero, y lo mismo tienen a otros pájaros.

Hay unas aves muy carniceras que llaman los españoles auras y os indios kuch, las cuales son negras y tienen el pescuezo y cabeza como las gallinas de allá, y el pico larguillo con un garabato. Son muy sucias; casi siempre andan en los establos en lugares de la purgación del vientre comiéndolas y buscando carnes muertas para comer. Es cosa averiguada no habérsele hasta ahora conocido nido ni saber dónde crían por lo cual dicen algunos (que) viven vidas de doscientos años y más, y otros creen (que son) lós verdaderos cuervos. Huelen tanto la carne muerta que para hallar los indios los venados que matan y se les huyen heridos, no tienen remedio sino subidos en altos árboles mirar adonde acuden estas aves, y es cierto hallar allí su caza.

De aves de rapiña es a maravilla mucha ia diversidad que hay porque hay águilas pequeñas, hay muy lindos azores y muy grandes cezadores, hay gavilanes muy hermosos y mayores que los de aca de España. Hay alcotanes y sacres, y otros que, como no soy cazador, no tengo memoria.

En el mar es cosa que admira la infinidad, la variedad y la iversidad y muchedumbre que hay de aves y pájaros, y la hermosura de cada una en sus géneros. Hay unos pájaros tan grandes como avestruces, pardos y de mayor pico; andan siempre en el <135> agua buscando que pescar y así como sienten al pescado, álzanse en el aire y caen con gran impetu sobre la pesca con aquel picazo y pescuezo, y jamás echan lance vacío, y quédanse, en haciendo el golpe, nadando y tragando al pez vivo sin más lo guisar ni escamar. Hay unos pájaros grandes, flacos y que mucho y muy alto, los cuales dividen la cola en sus dos puntas, la enjundia de los cuales es a maravilla medicinal para señales de heridas y para pasmo de miembros por causa de heridas. Hay unos anadones que se sustentan grandísimo rato debajo del agua, para pescar de comer, y son muy sueltos y tienen en el pico un garfio con que pescan. Hay otros anadoncitos pequeños y de mucha hermosura que se llaman Maxix; son muy mansitos y se crían en casa, y no se saben huir.

Hay muchas maneras de garzas y garcetas, unas blancas, otras pardas, unas grandes, otras pequeñas; en las Lagunas de Términos hay muchas encarnadas muy claras que parecen de color de polvo de grana, y tantas maneras de pajarillos chicos y grandes, que ponen admiración su muchedumbre y diversidad, y más el verlos a todos cuidadosos de buscar de comer en aquella playa, unos entrando tras la ola en la reventazón del mar, y después huyendo de ella, otros buscando comida a las orillas, otros quitándola a otros con llegar más presto a ella, y lo que más admira: ver que a todos los provee Dios (y) que los hinche de bendición.

LI

Otros Animales de Yucatán.

De muchos animales han carecido los indios; y especialmente han carecido de los que más necesarios son para el servicio del hombre; pero tenían otros de los más, de los cuales se aprovechaban para su mantenimiento, y ninguno de ellos era doméstico salvo los perros, los cuales no saben ladrar ni hacer mal a los hombres, y a la caza sí, que encaraman las codornices y otras aves y siguen mucho (a) los venados y algunos son grandes rastreadores. Son pequeños y comíanlos los indios por fiesta, y yo creo se afrentan y tienen (hoy) por poquedad comerlos. Dicen que tenían muy buen sabor. <136>

Hay dantas en sólo un cornijal de la tierra que está detrás de las sierras de Campeche; y hay muchas, y hanme dicho los indios que son de muchos colores, que hay rucias y oberas, bayas y castañas, y muy blancas y negras. Andan más en este pedazo de tierra que en toda ella, porque es animal muy amigo de(l) agua y hay por allí muchas lagunas de aquellos montes y sierras. Es animal del tamaño de medianas mulas, muy ligero y tiene zapata hendida como el buey, y una trompilla en el hocico en que guarda agua. Tenían los indios por gran valentía matarlas y duraba para memoria el pellejo, o partes de él, hasta los biznietos, como lo vi yo; llamanla Tzimin, y por ellasahen puesto nombre a los caballos.

Hay leoncillos y tigres, y matánlos los indios con el arco, encaramados en los árboles. Hay un cierto género de oso o quier (sic) que es a maravilla amigo de castrar colmenas. Es pardo con unas manchas negras y largo de cuerpo y corto de piernas y cabecirredondo.

Hay cierta caste de cabrillas monteses, pequeñas y muy ligeras y hosquillas de color. Hay puercos, animales pequeños y muy diferentes de los nuestros, que tienen el ombligo en el lomo y hieden mucho. Hay muchos venados que es maravilla, y son pequeños y la came de buen comer. Conejos hay infinitos en todo semejantes a los nuestros, salvo el hocico que lo tienen largo y no nada romo, sino como de carnero; son grandes y de muy buen comer. Hay un animalito tristísimo de su natural y anda siempre en las cavernas y escondrijos, y de noche; y para cazarlo le arman los indios cierta trampa y en ella le cogen; es semejante a la liebre y anda a saltos y encogido. Tiene los dientes delanteros muy largos y delgados, la colilla aun menor que la liebre y el color xeloso (sic) y muy sombrío y es a maravilla manso y amable y llámase Zub (tzub).

Hay otro animalito pequeño, como un lechoncillo recién nacido, y así (tiene) las manezuelas y el hocico y (es) gran hozeador, el cual está todo cubierto de graciosas conches que no parece sino caballo encubertado, con sólo las orejuelas y los pies y manos fuera, y su pescuezo y testera cubiertos de conches; es muy bueno de comer y tierno.

Hay otros animales como perrillos pequeños; tienen la cabeza de hechura de puerco y large cola, y son de color ahumado y a maravilla torpes; tanto, que los toman muchas veces de la cola. Son muy golosos y andan de noche en las casas y no se les escape gallina en poco a poco. Paren las hembras catorce y dieciocho hijuelos <137> como comadrejuelas y sin ningún abrigo de pelo y a maravilla torpecillos; y proveyó Dios a las madres de una extraña bolsa en la barriga en que los amparan, porque le nace a todo lo largo en la barriga, por cada parte y encima de las tetas, un cuero, y cuando lo junta uno con otro, quedan cerradas las tetas, y cuando quiere lo abre, y allí reciben los hijos, cada uno, el pezón de la teta en la boca, y cuando los tienen todos asidos échales aquellas ijadas o cueros encima y apriétalos tan fuertemente que ninguno se le cae, y con ellos, así cargada, va por ahí a buscar de comer; críalos así hasta que tienen pelo y pueden andar.

Hay zorras en todo como las de acá, salvo que no son tan grandes ni tienen tan buena cola. Hay un animal que llaman Chu (chic) a maravilla travieso, tan grande como un perrillo, de hocico como lechón. Críanlo las indias, y no les dejan cosa que no les hozen y trastornen, y es cosa increíble que son a maravilla amigos de burla con las indias, y las espulgan y se llegan siempre a ellas, y no pueden ver al hombre más que a la muerte. Hay muchos de éstos y andan siempre a manadas en hilo, uno tras otro, encajados los hocicos (de) los unos debajo de la cola de los otros, y destruyen mucho la heredad de maíz donde entran.

Hay un animalito como ardilla, blanco y de unas cinchitas amarillas oscuras cercado alrededor, que llaman Pay, el cual se defiende de los que le siguen o dañan con orinarse, y es de tan horrible hedor lo que echa, que no hay quien lo pueda sufrir ni cosa en que caiga se puede más traer. Hánme dicho que no es aquello orina sino un sudorcillo que tree en una bolsita detrás. Sea lo que fuere, sus armas le defienden, y por maravilla matan uno de ellos los indios. Hay muchas ardillas muy lindas, y topos y comadrejas y muchos ratones como los de España, salvo que son de muy largos hocicos.

LII

CONCLUSIÓN.

No han los indios perdido sino ganado mucho con la ida de la nación española, aun en lo que es menos, aunque es mucho, acrecentándoseles muchas cosas de las cuales ban de venir, andando los tiempos, a gozar por fuerza, y ya comienzan a gozar y usar de muchas de ellas. Hay ya muchos y buenos caballos y muchas <138> mulas y machos; los asnos se dan mal, y creo lo ha causado el regalarlos, porque sin falta es bestia recia y que la daña el regalo. Hay muchas y muy hermosas vacas, puercos muchos, carneros, ovejas cabras y de nuestros perros que merecen su servicio, y que con ellos se ha, en las Indias, hecho contarlos entre la s cos as provechosas. Gatos que son muy provechosos y allá necesarios, y los quieren mucho los indios. Gallinas y palomas, naranjas, limas, cidras, parras, granadas, higos, guayabos y dátiles, plátanos, melones y las demás legumbres; y sólo los melones y calabazas se dan de su simiente, que las demás es menester simiente fresca de México. Dáse ya seda y es muy buena.

Hanles ido herramientas y el uso de los oficios mecánicos, dánselas muy bien. El uso de la moneda y de otras muchas cosas de España, que aunque los indios habían pasado y podido pasar sin ellas, viven sin comparación con ellas más como hombres y más ayudados a sus trabajos corporales y a la relevación de ellos que según la sentencia del filósofo, el arte aynda a la naturaleza.

No ha dado Dios acrecentamiento a los indios con la nuestra nación Española de las cosas dichas tan necesarias al servicio del hombre, que por solas ellas no pagan con lo que dan o darán a los españoles, tan solamente; pero les han ido sin paga las que no se pueden comprar ni merecer, que son la justicia y cristiandad y paz en que ya viven; por lo cual deben más a España y a sus españoles. y prmcipalmente a los muy católicos reyes de ellas — que con tan continuo cuidado y con tan grande cristiandad de estas dos cosas los han proveído y los proveen—, que a sus primeros fundadores. malos padres que los engendraron en pecado e hijos de ira, qué la cristiandad los engendra en gracia y para gozar la vida eterna. Sus primeros fundadores no les supieron dar orden (para que) careciesen de (los) errores tantos y tales como en los que han vivido. La justicia los ha sacado de ellos mediante la predicación, y ella los ha de guardar no tornar a ellos; y si tornaren, los ha de sacar de ellos con razón, pues, se puede gloriar España en Dios, pues la eligió entre otras naciones para remedio de tantas gentes, por lo cual ellas le deben mucho más que a sus fundadores ni genitores que si como el bienaventurado San Gregorio dice, no nos fuera de mucho provecho nacer si no viniéramos a ser de Cristo, bien nuestro, redimidos. Ni más ni menos ¿qué fruto — podemos decir con Anselmo — nos trae el ser redimidos si no conseguimos el fruto de la redención que es nuestra salvación? Y así, yerran mucho los que dicen que porque los indios han recibido agravios, vejaciones y malos ejemplos de los españoles, hubiera sido mejor no los haber descubierto, porque vejaciones y agravios mayores eran los que unos a otros se hacían perpetuamente matándose, haciéndose esclavos y sacrificándose a los demonios. Mal ejemplo, si lo han re¿ibido o de algunos lo reciben ahora, el rey lo ha remediado y remedia cada día con sus justicias y con la continua predicación y perseverante contradicción de los religiosos a quienes los dan y han dado; y cuanto más es evangélica la doctrina, los malos ejem plos y los escándalos son necesarios, y así creo lo han sido entre esta gente para que ella supiese, apartando el oro del lodo y el grano de la paja, estimar la virtud como lo han hecho, viendo con el filósofo que resplandecen las virtudes entre los vicios y los virtuosos entre los viciosos, y el que mal ejemplo o escándalo les ha dado, su terrible ¡guay! tiene si no los satisface con (algo) bueno; y tú, carísimo lector, pídelo así de tu parte a Dios y recibe mi poco de trabajo perdonando los defectos de él, y acordándote, cuando con ellos topares, que no sólo no les defiendo, como San Agustín dice (que) decía de sí Tulio, el cual decía nunca había dicho palabra que la quisiese revocar, y no agradó al santo por sei tan propio el errar de los hombres; pero al principio, antes que los topes, los toparás revocados o confesados en mis introducciones o prólogos, y así juzgarás con el bienaventurado Agustín en la epístola a Marcela, la diferencia entre quien confiesa su yerro o falta y el que las defiende, y perdonarás las mías como dice el profeta hace Dios (con) las mías y las tuyas, diciendo: Señor, yo dije que confesaré mi maldad e injusticia, y luego tú la(s) perdonaste.

El historiador de las cosas de las Indias, a quien (se) le debe mucho en ellas por su trabajo y por la lumbre que la dio, dice hablando de las cosas de Yucatán que usaban honda en la guerra y varas tostadas; y de las cosas que en la guerra usaban ya lo dejo dicho y no me espanto le pareciesen a Francisco Hernández de Córdoba y a Juan de Grijalva, de honda las pedradas que les tiraban los indios, cuando en Champotón los desbarataron, pero no saben tirar con honda ni la conocen, aunque tiran muy certera y recta una piedra, y encaran con el brazo izquierdo y el dedo índice a lo que tiran. Dice hay liebres: como no sean las que hallarás en el párrafo II del capítulo LI. Dice hay perdices y que tales, y como sean, (las) hallarás en el párrafo I del capítulo L. Dice más nuestro historiador: que hallaron en el cabo de Cotoch (c'otoch) cruces entre <140> los muertos y los ídolos, y que no lo cree porque si fueran de los españoles que de España se despoblaron cuando se perdió, tocaran de fuerza primero en otras tierras, que hay muchas. Yo, no por esta razón que no me convence, no lo creo porque no se sabe de las otras partes que podían reconocer y a dónde antes que a Yucatán podían llegar, si llegaron o no, tampoco como en estas de Yucatán. Pero por lo que no lo creo es porque cuando Francisco Hernández y Grijalva llegaron a Cotoch (c'otoch), no andaban a desenterrar muertos sino a buscar oro entre los vivos, y también creo de la virtud de la cruz y de la malicia del demonio que no sufriera ver cruz entre los ídolos, en peligro de que milagrosamente algún día su virtud se los quebrantara y a él le ahuyentara y confundiera como hizo a Dagón el area del testamento con no ester consagrada con sangre del hijo de Dios y dignificada con sus divinos miembros, como la santa cruz. Pero con todo eso, diré lo que me dijo un señor de los indios, hombre de muy buen entendimiento y de mucha reputación entre ellos: hablando en esta materia un día y preguntándole yo si había oído algún tiempo nuevas de Cristo, Nuestro Señor, o de su Cruz, díjome que no había oído jamás nada a sus antepasados de Cristo ni de la Cruz, mas de que desbaratando un edificio pequeño en cierta parte de la costa, habían hallado en unos sepulcros, sobre los cuerpos y huesos de los difuntos, unas cruces pequeñas de metal, y que no miraron en lo de la cruz hasta ahora que eran cristianos y la veían venerar y adorer, que habían creído lo debían ser aquellos difuntos que allí se habían enterrado. Si esto fue así, es posible haber allí llegado alguna poca gente de España y consumídose en breve, y no haber podido quedar, por eso, memoria de ello.

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