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Combined Dictionary-Concordance of the Yucatecan Mayan Language
CAPITULO QUINCE.
De algunos señalados religiosos que murieron con la peste.
El P. Fr. Juan Fernández natural de Tarifa, habiendo sido desde su niñez inclinado á la milicia, se halló muy muchacho, que aun no podia jugar las armas en la batalla naval, cuando el Sr. D. Juan de Austria humilló la soberbia del turco en el mar de Lepanto. Siendo yá de mas edad siguió esta carrera de las Indias, y fué soldado en la Florida, hombre de mucho valor y fuerzas. Recibió el hábito de nuestra religion en el convento de Mérida de esta provincia. Profeso ocupó el valor de su ánimo en servir á la religion, haciendo muchos viajes á la Nueva España por la obediencia, corriendo diversos naufragios en este golfo mexicano tan proceloso. Dando ejemplo de religioso observante llegó á la senectud, y le encomendaron el cuidado de la portería del convento de Mérida donde cuidaba con mucha caridad de los pobres. Solicitaba muchos sufragios y oraciones por las ánimas del purgatorio. Era muy querido de los religiosos y seculares, y éstos le hacian algunas limosnas, pero él lo daba todo para que se dijesen misas por las benditas ánimas, y aun el pan de trigo y algun regalo de dulce ó otra cosa, que como á viejo le daban, se lo daba á los coristas porque rezasen por ellas responsos ó oficios de difuntos. Llegó á estar impedido en la enfermería, que no podia moverse, mas no lo estuvo para proseguir esta santa devocion hasta que murió, que fué mediado agosto con achaque de la peste. Tenia de edad mas de 84 años.
El P. Fr. José de Orozco fué natural de la ciudad de Cuenca. Enviáronle sus padres á estudiar á la universidad de Alcalá de Henares: viéndome á mí ir á recibir el hábito de nuestra sagrada religion en el santo convento de S. Diego, le pidió tambien y nos le dieron <652> juntamente último dia de marzo de mil seiscientos veinte y nueve años, siendo él de edad de catorce y medio. Profesó y diéronle estudio por ser muy hábil, y estando oyendo la teología paso á esta provincia el año de treinta y ocho, y en ella la acabó de oir comenzando yo á leerla. Despues fué maestro de estudiantes de ella, leyó un curso de filosofia, y acabado se le dió leccion de teología. Supo la lengua de los naturales mas que medianamente, y así les predicaba con facilidad cuando se ofrecia. Predicó mucho á los españoles en la ciudad de Mérida (sin estorbarle el leer) y le oian con aplauso y aceptacion. En la enfermedad de la peste trabajó mucho, acudiendo al socorro espiritual y corporal de los ciudadanos enfermos. Habiéndose llevado la santa imágen de nuestra señora de Izamal (como se dijo) el dia octavo de su Asuncion, en su presencia predicó un sermon muy espiritual y devoto con que se enterneció todo el auditorio, y mas oyéndole en él pedir perdon á todos del mal ejemplo que podria haber dada el tiempo que habia vivido en la ciudad, y que Dios sabia si les predicaria otro sermon. Habiendo subido al púlpito sano y bueno, bajó de el con el accidente de la peste, y le hubieron de llevar fuera del convento á curar. Al octavo dia le trujeron á él para sepultarle, habiendo vivido 33 años y media, y los diez nueve y cinco mesas en la religion. Téngale Dios en su gloria y á los demas con él.
El R. padre Fr. Pedro Navarro, natural de Villoslada en las montañas de Cameros, recibió nuestro santo hábito para lego en el real convento de Esperanza en la villa de Ocaña provincia de Castilla. Pasó á esta el año de seiscientos y quince, y en el convento de Mérida fué sacristan mayor algunos, cuidando con singular aseo y limpieza de todo lo perteneciente al culto divino. Por haber necesitado de sacerdotes y ver en el suficiencia para serlo, se le dió licencia para ser ordenado. Vivió <653> siempre como religioso muy observante, y así fué estimado en toda esta tierra por su buen ejemplo. Fué de los primeros fundadores del convento de recoleccion de la Mejorada, y quien casi le fabricó todo, y desde los cimientos su iglesia que es de las hermosas y bien adornadas fábricas que hay en estos reinos de la Nueva España. Considerada la cortedad de las haciendas y caudales de esta tierra, admiraba donde hallaba limosnas para tan grandes gastos como en ella hizo. Acuérdome que decia el síndico muchas veces que cada mes cuando el ajustaba las cuentas hallaba que le debia la obra, y en ajustándolas con el P. Fr. Pedro solia alcanzarle el crédito de la obra al síndico, y que como era no lo alcanzaba; pero atribuíalo á obra de nuestro Señor. Fué religioso muy prudente, y aunque no letrado muy apropósito para el gobierno, por cuya causa fué guardian del convento principal de Mérida y difinidor de la provincia. Confesaba á lo mas noble de la ciudad, y siendo tercera vez guardian de la Mejorada sucedió la peste, y acudiendo á las necesidades de los ciudadanos le dió la enfermedad con que murió en su convento á siete de setiembre de aquel año de cuarenta y ocho, teniendo como cincuenta y cinco de edad, treinta y siete de religion, y servido treinta y tres á esta provincia.
El R. P. Fr. Juan de Alcocer, natural de la villa de Alcocer en la Mancha, habiendo ido á estudiar á Alcalá de Henares, pidió nuestro santo hábito, y le fué dada en el convento de recoleccion de S. Antonio de la Cabrera, provincia de Castilla. Pasó á esta el año de seiscientos treinta y ocho, y luego le ocupó la obediencia en oficio de maestro de novicios, que crió con toda educacion religiosa. Supo poca lengua de los indios, pero trabajó contínuamente confesando los demas fieles, y todos hallaban consuelo espiritual en él, especialmente los enfermos, á cuya necesidad caritativo acudia á <654> cualquiera hora que fuese, ayudándolos hasta morir. Habiendo sido difinidor, fué electo guardian del convento principal de Mérida, y siéndolo sucedió la peste. Fué el eclesiástico que mas trabajó de dia y de noche acudiendo á las necesidades espirituales y corporales de los ciudadanos enfermos, y al consuelo de todos los que quedaban vivos, no faltando á la misericordia de enterrar los difuntos. Admiraba verle incansable al parecer, pero habíale dada nuestro Señor de mas de su buen espíritu, un natural muy robusto para tolerar cualquier trabajo corporal. Mitigada la enfermedad algun tanto en los seculares, fué Dios servido diese á los religiosos, con que asistiendo á todos se le aumentó el trabajo, hasta llegar á rajar la leña con que se les guisaba de comer por no hallarse un indio para servicio del convento. Quince religiosos habia Dios llevado para sí cuando enfermó el guardian, á quien tengo por cierto quiso su Divina Majestad pagar luego de contado la fervorosa caridad con que en semejante ocasion sirvió á todos estados de personas. Recibidos todos los Sacramentos, pasó de esta vida á diez y siete de setiembre de aquel año, sentida su muerte de todos porque todos se reconocian obligados por algun camino á su buen celo. Murió de cuarenta y cuatro años de edad, diez y ocho de religion, y ocho de esta provincia.
El R. P. Fr. Bernardo de Sosa, natural de la ciudad de Mérida en este reino, y hijo de padres nobles, recibió el hábito de la religion en nuestro convento de la misma ciudad, siendo de diez y siete años de edad. Profesó, estudio la filosofia y teología saliendo muy lucido predicador de españoles, y así lo fué muchas veces conventual de la ciudad y villas de esta tierra. Fué cuidadoso ministro de la enseñanza de los naturales, y descubrió algunas idolatrías á que puso saludable remedio. Era de natural muy apacible y modesto, atento en sus acciones, de poco hablar, y en todo de buen ejemplo. <655> Granjeóle esto que la provincia le eligiese por su custódio, y acabando aquel oficio, en provincial sin faltarle un voto, como se ha dicho, el año de cuarenta y siete. Al siguiente de cuarenta y ocho, despues de traida la santa imágen de Izamal á su iglesia, se fué al convento del pueblo de Tella, tres léguas distante, y allí le dió la enfermedad de la peste, con que al quinto dia, siendo el décimo nono de setiembre, recibidos todos los Sacramentos, pasó á mejor vida, quedando sepultado su cuerpo en aquel convento, y sentida su muerte en igual grado del gusto que hubo en su eleccion de provincial. Murió con cuarenta y tres años de edad, y los veinte y seis de religioso.
Otros muchos religiosos murieron aquellos dias en diversos conventos con la enfermedad de la peste, que para escribir sus singularidades era necesario libro aparte. En el convento de Champoton murió por junio el padre Fr. Francisco Daza, guardian de él y comisario del santo oficio de la jurisdiccion de Campeche. En el de Mérida Fr. Nicolas Polanco lego recien profeso, Fr. Miguel de Aspe lego anciano, Fr. Francisco Benites predicador conventual, Fr. Melchor Guerra sacerdote, Fr. Francisco Camarena predicador y Fr. Diego de Espinosa confesor religiosos antiguos, Fr. José Lázaro padre de la provincia de santa Elena de la Florida, Fr. Juan Hermua predicador y teólogo, Fr. Luis del Valle y Fr. Diego de Vega legos, Fr. Francisco Pérez confesor y actual maestro de novicios, Fr. Alonso Jimenez lego y buen cirujano, Fr. Miguel Núñez corista estudiante, Fr. Domingo de la Guardia novicio que profesó al morir, y Fr. Francisco Gonzalez sacerdote estudiante. En el convento de la Mejorada el P. Fr. Luis de Mata, confesor anciano. En Izamal el P. Fr. Damian Guerrero, guardian del convento de Tella. En el de Tekantó Fr. Antonio de San Buenaventura, sacerdote. En el de Calkiní Fr. <656> Agustin del Mármol, predicador. En el de Dzidzantun Fr. Alonso Dias, guardian. En este de Tekax (donde lo escribo) el R. P. Fr. Francisco Jimenez, padre de esta provincia, que habia sido secretario general de esta comision, guardian de dicho convento. En el de Maxcanú el P. Fr. Melchor de Sequera, confesor anciano; y en el de Tekantó tambien el R. P. Fr. Juan de Sequera P. de esta provincia y guardian de él. Despues en los dos años que perseveró la enfermedad murieron otros muchos en todos los conventos. A unos y otros haya dada nuestro Señor su gloria.
CAPITULO DIEZ Y SEIS.
De los reverendos padres Fr. Luis de Vivar,
Fr. Diego de Cervantes y Fr. Gregorio Maldonado.
El reverendo padre Fr. Luis de Vivar fué natural de la ciudad de Toledo, hijo de padres nobles, y recibió el hábito de nuestra religion siendo de quince años de edad en el insigne convento de S. Juan de Los Reyes. Estudió despues de profeso, y salió de los lucidos teólogos que aquella santa provincia tenia en su tiempo. Sucedióle á un hermano suyo una desgracia que le obligó á salir de España y pasar á esta América, sin saber sus parientes á qué reinos de ella hubiese venido. Amábale mucho, y pareciéndole que estaria con riesgo, alcanzó licencia del prelado general, que con la buena opinion que de él tenian se le dió con facilidad, y mediante ella la del rey, para pasar á los reinos del Perú. Fué, y habiendo vivido algun tiempo en el convento de Lima y otros, y no hallando noticia <657> de su hermano, se volvia á España. Salió del puerto de la Habana en los galeones que siendo general el Sr. marques de Cadereita con aquel tan recio temporal se derrotaron al salir de la canal de Bahama, y el en que iba vino á dar á estas costas en el puerto que llaman del Cuyo. Quebrantado de tan gran naufragio, resolvió quedarse por entónces en esta tierra; y así se vino á la presencia del provincial que le recibió caritativamente, y le señaló convento donde viviese. Estudio la lengua de los indios, y aunque no fué en ella tan copioso como otros, supo su arte con mucha perfeccion, y le solia leer despues de provincial. Incorporóse en esta provincia el capítulo del año de mil seiscientos veinte y cuatro, y conociendo en él sus muchas prendas de virtud y letras, fué maestro de novicios del convento de la Mejorada recoleccion entónces. Despues fué guardian del convento de Maxcanú, predicador conventual de Valladolid, secretario de la provincia y guardian del principal de Mérida, y siéndolo al año y media que se celebró capítulo fué electo provincial, como yá se dijo. Fabricó (siéndolo) el de profundis y refectorio nuevo del convento de Mérida, y deja principiada la enfermeria que despues se hizo.
Acabado su oficio le dió comision el muy R. padre comisario general Fr. Luis Flórez para que visitase la santa provincia de Goatemala y celebrase capítulo en ella. Llevóme en su compañía aquel viaje, y tuvo el capítulo á trece de febrero de mil seiscientos y treinta y ocho años, donde procedió tan religiosamente, que volviendo yo á ella doce años despues á la celebracion de otro capítulo, se acordaban los padres, y me lo referian como si hubiera sucedido el dia antecedente. Pasara desde allá á visitar la provincia de Nicaragua si no enfermara, como yá se dijo en otra parte, y así en convaleciendo nos venimos á Yucatan, donde permaneció hasta el fin de su vida. <658>
Fué en lo natural de ingenio muy vivo, de buena disposicion de cuerpo, blanco y enjuto de carnes, de muchas fuerzas, y el rostro no muy lleno. En lo moral religioso celoso de la observancia regular, muy modesto y de buen ejemplo, gran seguidor de la comunidad y muy continuo en el coro. Dormia poco, y así decia que le era comodidad ir á maitines á media noche. Desde que fué provincial favorecia mucho á los que se ocupaban en los estudios, así á lectores como á estudiantes, y desde donde quiera que vivia les socorria sus necesidades en cuanto podia. Lo mismo hacia con los que ejercitaban la predicacion de los españoles y con los que con cuidado trabajaban en el idioma de los indios; y así se sabia que para tener su favor estos eran los medios eficaces. Era muy caritativo con los pobres religiosos dándoles lo que tenia, y con los indios compadeciéndose de sus trabajos y miseria, especialmente de los enfermos. Era muy aficionado sobremanera al ornato del culto divino y su limpieza, y así en su trienio de provincial se hicieron lucidísimos aumentos para este fin en todas las sacristías de la provincia, y S. P. hizo muchas considerables para la de Mérida. Despues de provincial, viviendo en los conventos de doctrinas, acabada la misa mayor solia salir á la iglesia y por su mano aderezar los altares con los ornamentos de la festividad siguiente para que estuviesen mas curiosos. Aun viviendo en Mérida salia muy poco fuera del convento, y continuamente estaba ocupado con los libros, en especial los que trataban de moral y sagrados cánones, á cuya leccion se habia dado mucho desde que dejó la teología escolástica.
Ocasionado de algunos escrúpulos renunció el voto de difinidor perpétuo que por provincial mas antiguo le competia. Era guardian del convento de Ticul el año de cuarenta y ocho, y poco ántes que la enfermedad de la peste comenzase, renunció la guardianía, quedándose <659> por morador en el mismo convento. Sucedió morir el R. padre provincial Fr. Bernardo de Sosa, y saliendo del convento de Ticul para el de Izamal á tener en él junta del R. difinitorio para elegir vicario provincial, llegando al pueblo de Chapab dos leguas de Ticul le dió el accidente de la peste. Volviéronle con el á Ticul y desde aquel punto se dispuso para morir, recibiendo todos los Santos Sacramentos, con que pasó á mejor vida á diez y ocho de octubre de aquel año de cuarenta y ocho, y fué su cuerpo sepultado en aquel convento. Reparóse mucho que mas de doce horas despues que dió su espíritu al Señor salió de su cuerpo un sudor copioso. Vivió sesenta y cinco años, los cincuenta en la religion, y mas de veinte y cuatro en esta provincia, y algunos siendo calificador del santo tribunal de la fé.
El R. padre Fr. Gregorio Maldonado, natural de Alcalá del Rio en Andalucía, recibió el hábito de nuestra religion, siendo yá hombre hecho, en el insigne convento de nuestro padre S. Francisco de México. Tengo por cierto habia yá estudiado en el siglo, aunque en la religion pasó sus cursos de filosofia y teología. Necesitó esta provincia de un religioso que leyese, y pedido al muy reverendo padre comisario general, le escogió para que se ocupase en este ejercicio. Leyó su curso de filosofia y de teología, y jubilóle la provincia. Era religioso ejemplar y observante temeroso de nuestro Señor, y de conciencia muy escrupulosa que le hacia reconciliarse muy amenudo, tanto que si decia alguna palabra con que cualquiera podia recibir algun disgusto, se iba á los pies del confesor, ó ántes buscaba al que se la habia dicho, y aunque no fuese cosa de que necesitaba pedirle perdon, movia conversacion de materia agradable Rara si tenia algun sentimiento quitársele. Fué muy versado en la moral y cánones sagrados, y así con tantas prendas de letras y virtud estimado <660> no solo de los religiosos pero del estado secular. Fué guardian del convento principal de Mérida, del de Izamal, y siéndolo del de Ticul acabó su iglesia, calificador del Santo Oficio y difinidor de esta provincia. Estando en el convento de Oxkutzcab le dió el achaque de la peste, y recibidos todos los Sacramentos, dió su alma al Señor á ocho de noviembre del dicho año de cuarenta y ocho, habiendo estado en esta provincia veinte y cuatro.
El R. P. Fr. Diego de Cervantes, natural de Lucena en Andalucía, pasó seglar á la Nueva-España, y habiendo estado allí algun tiempo, vino á Yucatan, donde le llamó Dios á nuestra sagrada religion, y recibió el hábito en el convento de Mérida, año de mil seiscientos veinte y ocho, siendo de veinte y cinco de edad. Desde luego que profesó anduvo casi siempre en compañía de los prelados superiores de esta provincia, porque era excelente escribano y hábil para cualquier despacho que se ofrecia. Ordenado de sacerdote á poco tiempo fué electo guardian del convento de Mama, de donde le sacó el provincial al año y medio para secretario de la provincia. Fué custódio, y despues provincial como yá se dijo, ejercitando el oficio muy á satisfaccion de todos, porque era muy prudente y caritativo para los religiosos pobres que como tales dependen de la piedad del prelado. Cuidó mucho de los enfermos, y fabricó el cuarto nuevo que hay sobre la enfermería. A los seculares necesitados hacia cuanto bien podia, y como era muy estimado de los gobernadores y obispos, se valian de su intercesion para conseguir bueno y breve despacho en sus pretensiones, con que todos le amaban. El santo tribunal de la inquisicion le nombró su comisario del territorio y jurisdiccion de la ciudad de Mérida. Siendo despues guardian del convento de Motul, subió las murallas de la iglesia, cubrió la capilla mayor de media naranja y el cuerpo de la <661> iglesia de cañon de bóveda que es muy hermoso edificio, aunque faltando no mas que lo que coge el coro por cubrir enfermo del achaque comun de la peste. No le hallo descuidado, porque mucho antes trataba de ajustar su conciencia por medio del Sacramento de la penitencia muy á menudo como yo lo vi. Luego que se sintió enfermo, pidió con mucha instancia todos los Sacramentos, y recibidos con afecto y devocion, acabo el curso de su vida a. diez y seis de noviembre de aquel año de cuarenta y ocho en el convento de Motul. Murió de cuarenta y cinco años cumplidos.
A quince del diciembre siguiente murió en el mismo convento el P. Fr. Márcos de Menzieta religioso lego natural de Vizcaya que habiendo pasado secular á estos reinos adquirió de los que llaman bienes de fortuna los que bastaron para tenerle por hombre rico y de caudal considerable. Tratáronsele algunos casamientos nobles en esta tierra y á ninguno asintió, antes cuando menos se presumia, pidió el hábito de nuestra religion para lego. Recibióle en el convento de Mérida, y experimentóse que fué su vocacion del Señor, porque hasta que murió fué muy observante religioso, verdaderamente pobre de espíritu, humilde descalso sin usar lienzo aunque parecia tener al"unos achaques, obediente con prontitud á cuanto los prelados le mandaban. Sin haber sido arquitecto, parece que en premio de su obediencia le concedia el Señor gracia para trazar cualquiera obra, y así estaba por cuenta de su cuidado la de la iglesia de Motul cuando pasó de esta presente vida en que habia sido estimado de todos, especialmente despues que fué religioso, por su conocida virtud. Aquella iglesia la acabó despues como está el R. P. Fr. José Narvaez siendo guardian de aquel convento. <662>
CAPITULO DIEZ Y SIETE.
Viene á gobernar segunda vez D. Enrique Dávila y Pacheco.
Muerto el gobernador D. Estéban de Azcárraga, entraron en el gobierno los alcaldes ordinarios, y en la ciudad de Mérida lo eran el maestre de campo D. Juan de Salazar Montejo cuarto nieto del adelantado D. Francisco de Montejo, y el capitan D. Juan de Rivera y Gárate, que gobernaron desde ocho de agosto hasta quince de diciembre de aquel año de cuarenta y ocho. Con tantas muertes como en él hubo, quedo la ciudad y toda la tierra muy trocada, en especial el estado secular que con las vacantes de las encomiendas de los indios muchas familias que ricas vieron el principio de aquel año, le terminaron pobres y sin tener que comer ni vestir que era cosa lastimosa, y por el contrario otras que no lo tenian se vieron con alivio. En este particular sucedió una cosa que por parecerme materia tocante á la conservacion del comun la referiré, para que si fuere conveniente enmendarla en ocasiones que puedan suceder, la hayan entendido los señores que hubieren de gobernar estos reinos, y provean en ella lo que juzgaren mas conveniente. Vacaron muchas encomiendas cuantiosas, y los alcaldes ordinarios que entónces no les estaba prohibido encomendarlas (como yá lo está y se ha dicho en su lugar,) las dividieron entre muchos, dando á cada uno una parte para ayuda á sustentarse, dando por conveniencia para esta division que de esta suerte hacian bien á muchos necesitados. No censuro si fué buena política, porque no es de mi profesion; pero aunque parece bueno hacer aquella parte de bien á los que de él gozan, es tan poco que ninguno puede con él tener el lucimiento que pide el comun <663> de una república en algunos particulares, que con caudales y rentas mas crecidas que otros la ilustran en los actos públicos, y asimismo con ellas ayudan á pasar la vida á otros muchos. El lucimiento de las personas de esta tierra depende de estas encomiendas, pues es notorio no haber en ella otros géneros de juro, rentas ni haciendas permanentes para el lustre y decencia de las familias nobles descendientes de los conquistadores, á quien por tantas cédulas reales (como en estos escritos se han referido) son mandadas preferir. Divididas en muchos pocos, ninguno queda que pueda ilustrar el comun como necesita una república en tantos actos públicos como cada dia se le ofrecen. yá he dicho que no es materia de mi instituto, y así solamente la dejo propuesta para cuya es.
Cuando murió el gobernador D. Estéban de Azcáraga, gobernaba yá la Nueva España el obispo de Yucatan D. Márcos de Torres y Rueda, á quien como presidente de aquella real audiencia pertenecia nombrar gobernador para esta tierra en el ínterin que venia propietario por el rey nombrado. Aunque en la ciudad de México habia muchos caballeros á quien poder dar este; gobierno, como estando en Mérida habia oido alabar mucho el proceder que en él tuvo el general D. Enrique Dávila y Pacheco, le dió el título de él en nombre de S. M. á dos de octubre, y á quince del diciembre siguiente con grande alegria de toda esta tierra fué recibido por gobernador en la ciudad de Mérida aquel año de cuarenta y ocho. Enfermo á breves dias del achaque de la peste, y estuvo muy de peligro; pero fué Dios servido de darle salud con que gobernó esta segunda vez á Yucatan hasta diez y nueve de octubre de mil seiscientos cincuenta que llegó gobernador propietario El acierto de su gobierno de este caballero le manifesto el cabildo de la ciudad de Mérida habiendo yá acabado su tiempo y salido de esta tierra, <664> que es lo mas digno de notarse, escribiendo á S. M. (que Dios guarde) una carta que decia así:
"Señor. En grande obligacion se hallan las ciudades de agradecer á sus príncipes el acierto de sus gobernadores, y á ellos el deseo y celo con que han cumplido con la suya. Dicha es de esta ciudad de Mérida poder satisfacer á ámbas con estos renglones, cuando se confiesa por la primera obligada á nuestros servicios. Avisar, pues, á V. M. que su gobernador le ha servido como debió, cumpliendo con el dificil empeño del gobierno, y administrando con igualdad de justicia, siendo este el principal deseo de V. M. verle tambien ejecutado, le será sin duda de mucho gusto para la ciudad, ocasionándole con su aviso satisfaccion en parte de su agradecimiento, teniéndola tambien el buen ministro, asegurándose sus aumentos en la remuneracion de la grandeza de V. M., luego que llegan á su noticia sus méritos. A los muchos del general D. Enrique Dávila y Pacheco, caballero del órden de Santiago, (de que la tendrá V. M. muy cumplida) ha añadido en su servicio haber gobernado dos veces esta ciudad y su provincia por nombramiento de los vireyes de Nueva España en nombre de V. M. La primera ejerció este cargo con tan pública aceptacion, que ni para el bien de la ciudad ni para el servicio de V. M. pudiera desearse mas; con que los deseos de todos para que otra vez la gobernase fuéron... y sus siempre mayores méritos eficaz solicitud para el segundo nombramiento. Y si la dificil arte del gobernar se suele acertar enmendado los yerros de las primeras ocupaciones, debiéndole siempre mucho el acierto á la peligrosa experiencia, el general D. Enrique que en el primer gobierno cumplió perfectamente con las obligaciones de su cargo, no teniendo que enmendar en el segundo, trató solo de excederse á si mismo, quedando yá sus acciones por seguro ejemplar para el acierto de sus sucesores, <665> y siempre para mirarlas. Y aunque suele ser para los gobernadores bastante y aun extraordinaria aprobacion no hallarse haber faltado á las obligaciones del oficio, y conocerse esto por la pesquisa de las residencias; de las que se han hecho al general D. Enrique en ámbos gobiernos, ni le ha resultado cargo ni se le ha puesto demanda. Y adelantándose mas su celo en el gobierno político ha puesto particular cuidado en el mayor aumento de la fé en los naturales de estas provincias, y cómo sean mas bien administrados en ella procurando con toda instancia su conservacion y mejor tratamiento, atendiendo con singular afecto al patronazgo y jurisdiccion de V. M., y á ejercerla con la autoridad y decencia debida. En el cobro del haber de V. M. ocupó particular cuidado debiéndose al suyo haberse hecho grandes cobranzas en breve término y con toda suavidad, que si estaban perdidas, y menos que con su desvelo ó no se cobraran ó fueran muy dificiles en muchos años, pero venció al tiempo su cuidado. Y no faltando este á quien tambien le ocupaba (aunque siempre le pareciera breve á esta ciudad si la gobernaba largos años) cuidando de la quietud y sosiego público, puso toda seguridad en los puertos y costas de la provincia para la resistencia del enemigo, de quien es muy de ordinario infestada, y aseguro esta ciudad con militar disposicion y prevencion prudente, trayendo á ella mucha cantidad de artillería que proveyó de cureñas, pólvora y balas buscando para ello efectos su diligencia sin tocar al haber de V. M. ni tener propios esta ciudad; con que quedó asegurada no solo de los enemigos extraordinarios sino de los que se pudiera temer naturales ejercitando sus vecinos en disciplina militar para que ocurriesen con mayor prontitud á las ocasiones que se ofreciesen. Y en el gobierno judicial administró justicia á todos con tanta igualdad y satisfaccion de las partes, que para no buscarla en otras instancias los que por no tenerla <666> perdian el pleito, les parecia bastante desengaño haberlo determinado el general D. Enrique. Y así cumplió en ámbos gobiernos con su obligacion, no teniendo otro fin que el mayor servicio de Dios nuestro Señor y de V. M., imitando á los ascendientes de su muy noble casa. Y así agradecida esta ciudad avisa V. M. sus acciones como mas interesada en ellas &c."
Pero lo que mas admira es que estando yá este caballero en España, y muriendo en la ciudad de Mérida el señor conde de Peñalva (que esté en gloria) que con título de S. M. habia venido á gobernar en estas provincias, no solo el cabildo secular, pero el eclesiástico y las religiones que hay en esta tierra, todos con uniforme voluntad escribieron á S. M. (que Dios guarde) pidiéndole como singular favor y merced fuese servido de enviar para gobernador de estas provincias á este caballero, pareciéndoles que su venida seria remedio de tanto menoscabo como en ella se veia por los muchos indios que con la hambre que hubo el año de cincuenta y siguiente de cincuenta y uno murieron, y exterminio de los pueblos por los muchos que á título de la hambre se habian ausentado de ellos, vivian á su gusto y voluntad, como se verá presto. Detuviéronse mucho las cartas en la Habana, aunque la ciudad envio persona que las llevase, y se entiende hubo fuera de esta tierra alguna cautela en el caso por pretension de este gobierno, con que cuando llegaron le habia yá hecho el rey merced del gobierno de la Nueva Vizcaya, donde está al presente. <667>
CAPITULO DIEZ Y OCHO.
De dos elecciones de vicario provincial de esta provincia,
y muerte del R. P. Fr. Juan Coronel.
Yá queda dicho cómo con la enfermedad de la peste murió en el convento de Tella (Te Ya) el R. P. Fr. Bernardo de Sosa provincial de esta provincia, y así segun las constituciones de nuestra sagrada religion fué necesario elegir nuevo superior que la gobernase. Hubo alguna controversia sobre á qué padre se habian de entregar los sellos y que juntase el difinitorio para la eleccion, porque los RR. PP. Fr. Diego de Cervantes y Fr. Gerónimo de Prat decian que pertenecia esto al R. P. Fr. Antonio Ramirez que tenia el voto de difinidor perpétuo por la renunciacion que de él habia hecho el R. padre Fr. Luis de Vivar, que aun era vivo y era provincial mas antiguo. Por el contrario el R. padre Fr. Antonio Ramirez decia que no le competia la accion por dimanar de diverso principio convocar en tal ocasion el difinitorio del que habia para ser difinidor perpétuo, y que por haber renunciado éste no era vista haber perdido el derecho que tenia al otro pues eran distintos y separables. Para evitar discordia y escrúpulo cedió á la accion que le pudiesen querer dar y remitió los sellos al dicho R. Fr. Luis de Vivar para que convocase el difinitorio y presidiese á la eleccion. Habiéndolos recibido y salido del convento de Ticul para hacerla en Izamal murió (como se ha dicho) con que hubieron de volver los sellos á mano del R. padre Fr. Antonio Ramirez y presidir en la eleccion. Hízose en el convento de Izamal á veinte y uno de octubre de aquel año de cuarenta y ocho, y salió electo vicario provincial el R. padre Fr. Diego de Natera Altamirano, natural de Campeche y que habia sido difinidor de esta provincia. Quedóse en el convento de Izamal <668> desde donde gobernaba la provincia. Estaba achacoso cuando le eligieron, y mas sin duda de lo que se entendia, pues cuando menos se presumió pasó de esta presente vida muy aceleradamente en el mismo convento de Izamal á catorce de febrero del año siguiente de cuarenta y nueve, habiendo, sido vicario provincial tres mesas y veinte y cuatro dias. Téngale Dios en su gloria.
Por su muerte fué necesario convocar segunda vez al difinitorio que junta en el convento de Izamal (como la antecedente) á seis del marzo siguiente eligió en vicario provincial al R. padre Fr. Sebastian de Quiñones natural de la ciudad de Mérida, y que votó en el capítulo general antecedente celebrado en Toledo por el ministro provincial de esta provincia. En este capítulo general confirmando la alternativa, se ordenó tambien con nulidad de lo contrario que en la primera eleccion en que se habia de elegir superior de los religiosos que han recibido el hábito en esta provincia, fuese electo hijo originario de esta tierra, y en esta conformidad no solo en el capítulo provincial, que era en la que se mandaba, sino en estas dos, se continuó, para que no se dijese se faltaba á la intencion del capítulo general, que parece haber sido que tuviesen un padre que hubiese sido provincial y cesase toda ocasion de queja que se daba, diciendo habia muchos años que de los nacidos en esta tierra, no se habia elegido provincial alguno. Luego que el reverendo padre vicario provincial fué electo, se fué al convento de la ciudad de Mérida donde estuvo hasta la congregacion que se celebró en aquel convento á quince de octubre de aquel año de cuarenta y nueve. Gobernó la provincia en paz y quietud, y hizo algunos reparos á aquel convento de la ciudad. Duró en el oficio algo mas de dos años consultado para ello nuestro Rmo. P. comisario general de Indias Fr. José Maldonado, y así de capítulo <669> á capítulo pasaron en esta ocasion cuatro años para que la parte de los hijos originarios de esta tierra quedase con padre de la provincia, y porque poco despues de la congregacion murió el R. P. Fr. Juan Coronel, digno de particular memoria, la dejaré de su virtud en este lugar.
Fué el R. y venerable Fr. Juan de Coronel natural de la villa de Torrija en la Alcarria, y enviándole sus padres á estudiar á la universidad de Alcalá de Henares, le llamó Dios á nuestra sagrada religion, cuyo santo hábito recibió en el convento de S. Diego de aquella villa, siendo de quince años de edad. Despues de profeso pasó á esta provincia con deseo de la salvacion de estos indios; aunque no he podido ajustar en qué mision vino, si fué la del año de 1593 que trajo el P. Fr. Pablo Maldonado, ó la antecedente del año de 84. Estudió el idioma de estos naturales con tan singular cuidado, que en breve tiempo les predicaba con gran facilidad y elocuencia. Ordenado de sacerdote (porque pasó corista) fué uno de los ministros mas celosos de la cristiandad de los indios que tuvieron aquellos tiempos, conservándole Dios para nuestro ejemplar hasta los de ahora. Solicitó mucho siempre que los religiosos de las misiones que venian de España estudiasen luego en llegando el idioma de los naturales con todo cuidado. Para facilitar este trabajo, redujo el arte antiguo á mas breve método, y le leyó muchos años, siendo maestro de su enseñanza, y yo fuí uno de sus discípulos cuando llegué de España, que vino del convento de Mama (donde era guardian) al de la Mejorada de Mérida solo para léernosle. Dió á la estampa en México el arte que abrevió, un confesonario, una cartilla de toda la doctrina cristiana, y un tomo de diversas pláticas espirituales, todo en el idioma de los indios.
Fué religioso muy observante y ejemplar, recogido, que no salia de los conventos de doctrina, sino era <670> para administrar los Santos Sacramentos á los indios, y cuando vivia en Mérida, rara vez para alguna necesidad religiosa. Era tan casto que nunca ni por palabra se entendió de el cosa contraria á la pureza de esta virtud. Nunca usó mas lienzo que los paños menores, anduvo descalzo hasta que la vejez y achaques de ella le hicieron calzarse, habiendo padecido muchos años los dolores que el ser quebrado ocasiona, y en ellos riesgos de la vida. Yo vi algunas veces salírsele por la rotura las tripas en tanto grado que se dudaba mucho poder volver á su natural lugar, y tolerarlo con singular paciencia, y sin traer con causa tan grave mas ropa ni vestuario que la forma de nuestro santo hábito. Amó mucho la santa pobreza, pero con discrecion, que cuando era guardian no le hiciese parecer miserable, socorriendo muy cumplidamente las necesidades de sus súbditos, aunque para sí se estrechaba como muy pobre.
En todos los conventos donde fué guardian cuidó mucho del ornato del culto divino, y para el dejaba grandes aumentos en las sacristías. Fué muchísimas veces guardian, una difinidor de la provincia, y no llegó á ser provincial por parecer demasiadamente rígido, aunque de verdad era muy celoso de la observancia regular, y deseaba se conservase con la entereza que en aquellos tiempos antiguos cuando él vino florecia, cosa que le mereció á esta provincia renombre de santa. En el capítulo que se celebró el año de treinta y cinco, se recogió al convento de Mérida porque sus achaques no le daban yá lugar á poder acudir á la administracion de los indios, pero allí les predicaba á los del pueblo de S. Cristóbal (que son de nuestra administracion) cuantas veces podia. Aunque se habia recogido con ánimo de no admitir mas oficios, á la congregacion del año de treinta y seis le obligó la obediencia á que fuese guardian del convento de la recoleccion <671> de la Mejorada; pero luego que pudo se volvió á su principal deseo de encomendarse á Dios en la quietud de súbdito. Interrumpiósele vacando la guardianía del convento principal donde estaba, y fué nombrado presidente guardian de él. Presto solicitó que le exonerasen de aquel cuidado para estarse quieto en la celda. En ella vivió hasta el año de cincuenta y uno, y casi lo mas del tiempo padeciendo diversas enfermedades que le tenian muy ordinario en cama, pero sin usar lienzo sino unas mantillas de algodon por sábanas. Toleró los achaques con mucha paciencia y conformidad con la voluntad divina. En estos tiempos le oia yo de penitencia confesándole, y rara vez entré á verle (siendo muchas las que le visitaba) que no le hallase ó leyendo en un libro de devocion que tenia ó orando, y á mi parecer en sublimada contemplacion algunas, segun la elevacion de rostro que tenia, levantados los ojos al cielo, aunque estaba en cama, y hallarle de esta forma daba lugar ser algo falto de oido, con que no me sentia cuando entraba. Agravados los achaques, y recibidos con mucha devocion todos los Santos Sacramentos, pasó á la vida eterna á catorce de enero de mil y seiscientos y cincuenta y un años, y fué sepultado en el convento de Mérida, dejando opinion de varon perfecto, reverenciado por tal de todos estados de gente. Vivió ochenta y dos años, los sesenta y siete en la religion, sesenta y dos en esta provincia, y mas de cuarenta y ocho ocupado continuamente en la enseñanza de la cristiandad de estos indios. <672>
CAPITULO DIEZ Y NUEVE.
Cómo se halló una imágen de nuestra Señora,
milagrosa, que no se sabe su orígen.
Habiéndose padecido en esta tierra las calamidades y miserias que una peste ocasiona, y para consuelo de otras que se dirán, tuvo por bien la Majestad divina de favorecer á sus fieles, manifestando una imágen de su Santísima Madre la Vírgen María Señora nuestra, hallándola unos pobres indios pescadores del pueblo de Jampolol en la forma que se verá. Viérnes siete de mayo de 1649), (como á las cuatro de la tarde) dos indios del pueblo de Jampolol, llamados Luis Ná y Lorenzo Balam, venian juntas de pescar de un riachuelo llamado en su lengua Joctun, y se sentaron á la sombra de unos árboles, recostándose á descansar. Mirando á un árbol llamado en su lengua pich que está sin hojas todo quemado, al pié del árbol vieron una imágen pequeña de poco mas de un palmo, derecha y enterrada por el pié, como hasta cuatro dedos. Fuéron adonde estaba, y hallaron la tierra en circuito muy blanda y mullida, y reconocieron ser imágen de la Madre de Dios del Rosario, con un niño en los brazos. Besaron con veneracion la Santa Imágen, y poniéndola en el mismo lugar donde la hallaron, fuéron á su pueblo y dieron noticia al alcalde llamado Juan Cocom y á los demas indios del hallazgo de la Santa Imágen. Prevenidos todos con candelas de cera, fuéron al sitio donde estaba, y luego que llegaron viendo á la Santa Imágen, encendieron las candelas y la sacaron de allí y pusieron en una piedra labrada (de que se hallan muchas por los campos y las llaman zimitun (zim tun?)) y con luces encendidas se estuvieron allí velándola toda la noche.
Sábado siguiente á ocho, salido el sol, fuéron el alcalde <673> y los principales, y al pié de una puentezuela que está en el camino real hicieron una ramada y debajo de ella un altar, con que compuesto aquello trajeron la Santa Imágen en unas ándas, y la colocaron con muchas luces de cera, asistiéndola casi todo el pueblo. Domingo, no determinándose los indios que harian con ella, fuéron el alcalde y un regidor al convento de Campeche, á cuya administracion está sujeto aquel pueblo, y dijeron al padre Fr. Bernardo de Santa Maria, que era guardian, cómo habian hallado aquella Santa Imágen junta á un manantial de agua, distante media légua de su pueblo, y donde la dejaban puesta con mas veneracion, y venian para que determinase lo que se habia de hacer con ella. Dudaba el guardian de la verdad de lo que decian, pero los indios hicieron tanta instancia, que resolvió ir con ellos, aunque le hubieron de llevar en una hamaca por estar muy enfermo. Dió noticia a algunas personas principales de la villa, y corrió la voz de lo que pasaba, con que le acompañaron los capitanes D. Iñigo de Figueroa, Diego de Heredia, D. Antonio de Figueroa, Juan Gonzalez de Ulloa procurador general de la villa, otros vecinos y mas gentío de mestizos y mulatos.
Llegaron al pié de la puentezuela donde estaba la Santa Imágen, y halláronla puesta con mucha veneracion, adornado el sitio con rosas y ramos verdes, y como mas de setenta indios y indias que la hacian compañía, y los mas de ellos con candelas de cera encendidas. Reconoció el guardian la Santa Imágen y halló en ella todas las señales que los indios le dijeron que tenia, y venerándola todos con mucha devocion besaron la orla que hace el ropaje, y encendiendo hachas de cera, que el guardian llevaba, y otras muchas luces, con gran regocijo de chirimías y trompetas cargaron los españoles las ándas en que estaba colocada, y en ordenada procesion, caminando con ella á pie, la llevaron á la <674> iglesia del pueblo de Jampolol donde llegaron á prima noche, y puesta allí se quedaron los mas y otros muchos que despues vinieron toda la noche en la iglesia velando en presencia de aquella Santísima Señora.
Desde luego manifestó la Majestad Divina que este precioso hallazgo era para hacer mercedes y beneficios á sus fieles, porque aquella misma noche en presencia de todos sucedió el milagro siguiente. Antonio Zimá y Andrea Coyí, indios, tenian de legítimo matrimonio un hijo de nueve años llamado Pablo Zimá, el cual habia tres años que jugando con otros muchachos de su pueblo de Jampolol, se le quebró la pierna derecha por el muslo de que le resultó hinchársele la pierna y pié, de suerte que en la planta de él se le hizo una apostema con grandísimo tumor. Cuatro dias ántes que se hallase esta Santa Imágen, ocurrieron al muchacho tan grandes dolores que noche ni dia podia sosegarse, y aunque la madre (como lo declaró despues en informacion jurídica) habia procurado remedios para la salud de su hijo, no los hallaba en lo natural. Sucedió traer la Santa Imágen como se ha dicho, y la india con toda fé llevó su hijuelo, que fué media gateando á la iglesia. Puesta de rodillas ante la Santa Imágen, con lágrimas le pidió la salud de su hijo, ofreciéndole unos pocos de cacaos que llevaba. Oyó la Majestad Divina sus ruegos, y la madre de misericordia la uso con aquella afligida India, que testifico como inmediatamente a su oracion y pobre oferta, se le abrió al muchacho la apostema por la planta del pie, quedando sano y libre de la lesion que antes tenia, y á vista de todos el muchacho se levantó sano y bueno. Conocida esta maravilla dieron gracias á nuestro Señor, y fué mayor su devocion y la veneracion que tuvieron á la Santa Imágen, como uno y otro declararon en informacion jurídica.
Por estar distante de Campeche cuatro leguas, salieron <675> de aquel paraje como á la una de la noche con la imágen en procesion, llevando las ándas en hombros los indios principales de Jampolol, y acompañándola otros muchos y indias con luces de cera y mucha alegria de danzas á su modo. En el camino encontraron muchos indios y indias que iban á verla, y en llegando encendian sus candelas y se juntaban con la procesion. Con esta devocion llegaron á la entrada de Campeche, y donde está una cruz hallaron á los demas religiosos del convento que con capa, cruz alto y gran festejo habian salido á recibir el precioso hallazgo y procesion con que venia venerado. A este recibimiento salió con los religiosos gran concurso de pueblo, y allí cargaron los españoles las ándas, y en sus hombros llevaron la Santa Imágen hasta ponerla en la capilla mayor de nuestro convento donde se colocó con la mayor decencia y reverencia que fué posible.
Creció mucho la devocion y afecto á esta Santa Imágen, y así como por reliquias santas cogieron muchas personas de la tierra donde la hallaron, y de las raices del árbol donde estaba. Obró nuestro Señor por intercesion de su santísima Madre, y para confirmar su devocion, muchas maravillas. Da. Magdalena de Figueroa, hija legítima de D. Iñigo de Figueroa y Da. Ana Maria de Castro Polanco vecinos de Campeche, y nieta del gobernador D. Antonio de Figueroa, estando enferma en su cama, le dió un accidente con que perdió la habla y se le trabaron las quijadas, de suerte que para darle alguna cosa debida con que se sustentase, era necesario abrirle la boca con una cuchara de plata y con un embudo pasarle la bebida á la boca. Llegó a estar totalmente sin natural remedio, y certificado de los que curaban a los enfermos en Campeche que era imposible vivir, habiendo yá estado la enferma diez dias de aquel modo. A este tiempo se trajo esta Santa Imágen a Campeche, y el capitan D. Iñigo como habia <676> vista en Jampolol el milagro que se ha referido, pidió al padre guardian un poco de la tierra en que la hallaron. Llevóla, y llegado á su casa la echó en un poco de agua, y se la hizo beber á la enferma por el embudo que solia las otras bebidas. Dentro de un instante testificaron el capitan D. Iñigo y su mujer que durmió la enferma como tiempo de una hora, y al cabo de ella despertó bostezando y hablando con sus padres y hermanos, y pidió de comer y que se le pusiese un paño caliente en el vientre. Desde entónces prosiguió continuándose la mejoría de su salud, hasta que sanó sin hacerle otro remedio alguno natural, con que sin duda todos lo tuvieron por milagro de la Vírgen Santísima.
Isabel de Aranda, mujer legitima del capitan Diego de Heredia, testifico en la informacion que recien traida á Campeche esta Santa Imágen, le sobrevino á la dicha Isabel de Aranda un tumor muy grave en el rostro y garganta, con tan gran dolor que no sosegaba. Habia traido su marido de la tierra referida, y la enferma con toda fé y devocion tomó un poco de ella, y mascándola la humedeció en la boca, y poniéndola por la parte de fuera sobre el tumor, se halló inmediatamente sin él y sin dolor, lo cual reconoció por milagro.
Tenia esta señora por aquel tiempo un hijo llamado Diego de Heredia, muy enfermo de cuartanas con fuertes calenturas, grave dolor de estómago, y en él un bulto que le afligia mucho y á veces le dejaba sin habla. Oyendo el enfermo lo que con la tierra habia sucedido á Da. Magdalena de Figueroa, y vista el suceso de su madre, la pidió le diese á beber en agua un poco de la tierra. Diósela la madre, y luego el enfermo quedo sano y libre de aquellas enfermedades que padecia mas habia de seis mesas.
Habia en la misma casa una criada mestiza llamada <677> Ana Estéban, que por mas de seis mesas habia estado enferma con grandísimos dolores de cuerpo y coyunturas, que dia ni noche sosegaba, habiéndose hecho cuantos remedios se supieron. La dicha Isabel de Aranda deshizo un poco de aquella tierra en agua ardiente, y le fué untando todas las coyunturas á la enferma, y lo que sobró se lo dió á beber. Bebiólo y quedó luego sana de los dolores y enfermedad que tanto la molestaban, atribuyendo el suceso á milagro de la Vírgen.
Domingo Gonzalez español, vecino de Campeche, tenia un gran dolor de estómago habia mas de cuatro mesas, y cuando pareció esta Santa Imágen tuvo noticia y testificó que fué allá á verla con ánimo y devocion de pedirla le quitase aquel dolor, y habiéndola visto y encomendádose á ella, luego se halló mejor, y continuó de tal modo la mejoria que hasta once de julio de aquel año en que lo testifico no habia sentido mas el dolor, de que dió y daba gracias á Dios y á su madre bendita.
CAPITULO VEINTE.
De otros milagros que nuestro Señor obró
por la invocacion de esta Santa Imágen.
Una india llamada Méncia Uz, servia á Úrsula de Alfaro viuda del sargento Diego Márquez. Llegó á tiempo de parir la india, y habiendo echado la criatura, no pudo en mas de una hora expeler la superfluidad de la naturaleza, quedando con grandes congojas y peligro de la vida. Acordóse la ama en aquella afliccion que tenia de la tierra donde se halló esta Santa Imágen, deshizo una parte de ella en una poca de agua <678> pidiéndolo tambien la india, y con devocion la bebió, y luego al instante sin otro remedio natural hizo la expulsion, quedando libre del peligro en que estaba.
A diez y siete de mayo recien traida la Santa Imágen, habiendo bebido un jarro de agua Maria de Heredia mujer de Juan Dominguez, vecinos de Campeche, repentinamente se sintió pasmada y con un dolor que desde el estómago la subia á la garganta que la ahogaba. Acordóse que Gonzalo Dominguez su cuñado la habia dada un poco de esta tierra de la Vírgen, y deshaciéndola en agua fria la bebió, y luego fué reconociendo mejoria, y al dia siguiente por la mañana se sintió libre del pasmo y dolor, teniéndolo por milagro de la Vírgen por el afecto con que dijo que bebió aquella tierra.
A Ana Gutierrez, mujer del capitan Antonio Pérez, alcalde ordinario aquel año en Campeche á principios de junio, despues de traida la Santa Imágen, le dió un dolor desde la sien que le corria por todo el rostro, y la tuvo afligidísima sin poder sosegar. Habíale dada el reverendo padre Fr. Antonio Gracia (padre de esta provincia, y que despues hizo estas informaciones) un pedacito de piedra de donde se apareció esta Santa Imágen, y la enferma dándose un baño con agua tibia, se puso la piedrecita en la parte del dolor, y luego inmediatamente quedó sana como lo estaba a quince del dicho mes cuando lo testificaron ella y su marido.
Testificó tambien Ana de Aycó, mujer de Antonio Dominguez, vecino de Campeche, que dando un poco de aquella tierra deshecha en agua fria á un muchacho de dos años llamado Domingo, estando en peligro de morir de unas calenturas que habia un mes que le afligian, y estando actualmente con la calentura, luego que la bebió se le quitó y quedo bueno y sano. Tenia otro muchacho indio llamado Juan Hó muy al cabo de la vida con calentura, y el dia que al antecedente, por la <679> tarde, le dió á beber de la forma que al otro un poco de la tierra, y luego sano de la enfermedad. A un niño llamado Francisco, nieto suyo, le dió á beber otro poquito de tierra y quedo sano de un flujo de vientre que le tenia a punto de morir, siendo de edad de seis mesas.
Magdalena Gómez, vecina de Campeche, habiendo tenido en su casa tiempo de cinco mesas á un sobrino suyo llamado Joaquin Salmon, de edad de catorce años, enfermó al principio de unas calenturas, y despues le daban con frio todos los dias, de que llegó á estar muy enfermo y hinchársele el rostro y piernas. Habíale dado el padre guardian á la dicha Magdalena Gómez un poco de aquella tierra un dia que llevó al sobrino enfermo á hacer oracion ante la Santa Imágen. Víspera de la festividad de la institucion del Santísimo Sacramento dió al enfermo un poco de aquella tierra en agua fria, y bebiéndola luego empezó á tener mejoría hasta quedar sano, como lo testificaron ámbos despues á quince de junio de aquel año, dando gracias á Dios y á su Madre Santísima por la salud que milagrosamente le habian dada.
Corrió la voz de tantas maravillas, y para que quedase de ellas instrumento cierto, se pidió por peticion presentada ante los señores doctores D. Pablo de Sepúlveda y Figueroa, chantre de la Santa Catedral de Mérida, juez provisor y vicario general y comisario subdelegado de la Santa Cruzada, y D. Juan Muñoz de Molina, maestrescuela y calificador del Santo Oficio, gobernadores de este obispado por el Sr. obispo D. Márcos de Torres y Rueda, que como se ha dicho estaba gobernando la Nueva España, que se hiciese informacion jurídica del hallazgo de esta Santa Imágen, y milagros que Dios habia obrado por ella. Mediante la peticion dada por procurador de la provincia, proveyeron los dichos dos señores doctores dando su comision <680> plenaria en nueve de mayo del dicho año, para que el bachiller Juan Sánchez de Cuenca, cura vicario de la villa de Campeche y comisario del Santo Oficio en ella, y el reverendo padre Fr. Antonio de Gracia, padre de esta provincia, averiguasen la verdad de todo lo sucedido en esto, y la informacion original se remitiese para guardar en el archivo de la Santa Catedral. A los quince del mes de junio siguiente estaba todo lo que hasta aquí se ha referido auténtica y jurídicamente comprobado por los dichos comisarios, como consta de la informacion que hicieron, de la cual lo saqué para escribir en este lugar.
Por el testimonio que quedó de la visita y vista de esta Santa Imágen que hicieron los dos comisarios, se vera de la forma que es, y por eso y estar con otras particularidades dignas de memoria, me pareció ponerle á la letra, el cual dice así: "Estando en la iglesia del convento de Señor S. Francisco extramuros de la villa y puerto de S. Francisco de Campeche, en once dias del mes de junio de mil seiscientos cuarenta y nueve años, su merced el bachiller Juan Sánchez de Cuenca, cura, vicario y juez eclesiástico en esta villa y comisario del santo oficio de la inquisicion en ella, y reverendo padre Fr. Antonio de Gracia, predicador y padre de esta provincia, presidente guardian del convento de Hechelchacan, por ante mí el infrascrito notario, en ejecucion y cumplimiento de su comision certifican en la forma que pueden, y de derecho deben, cómo habiendo venido á este dicho convento, pidieron y requirieron al padre fray Bernardo de santa Maria, predicador y guardian de este dicho convento les mostrase la imágen que habia traido á esta dicha iglesia y convento de la ramada de la puente del pueblo de Jampolol, que los indios principales le habian dada noticia habia parecido en el manantial de agua dulce del dicho pueblo. Y habiéndola el dicho padre guardian <681> mostrado, y en particular vístola su merced y reverendo padre, hallaron y vieron ser la dicha imágen de una cuarta y un dedo de alto con la corona real, con un niño en la mano izquierda tambien con corona real en cuatro divisiones, y mano izquierda de la Vírgen se señala por la pierna izquierda del niño como teniéndole la mano tambien izquierda en la cual tiene un mundo el cual tiene en medio de la cruz que tiene señalada una pastilla de barnis, y se ve el barro colorado. La mano derecha de la Vírgen está teniendo un rosario, y en sí incluye la mano derecha del niño. Tiene el rostro de color trigueño, ojos negros, algo deslustrado el rostro y la punta de la nariz un poco comida como la del niño, y tiene señalada su gargantilla de color negro. Es por la espalda el manto de color verde y negro con unas manchitas azules, y por delante entre blanco y azul. La túnica es del mismo color del barro que tira á colorado. Tiene toca debajo del manta, tocado antiguo á modo de repulgo por la parte de la frente, y el manta sobre la cabeza el cual coge y ciñe la corona. La punta del pié izquierdo se señala por encima del ropaje cuatro dedos desde la parte del pié que tiene de hueco, los cuales están deslustrados que parece que ha estado enterrada, y á donde hace la proporcion de la rodilla le falta un pedazo del lado izquierdo que parece ha sido cortada con algun machete ó cuchillo, de que se debió de originar el quebrarla, porque lo está en el largor de los cuatro dedos dichos por estar pegada con alguna resina de color negro. Es de materia de barro colorado á modo de piedra por lo duro y pesado, que se conoce el no ser de esta tierra, teniendo señales de muy antigua hechura, y todas las partes referidas, así de nuestra Señora como del niño Jesus, son hechas de una pieza sin que se conozca haya division alguna."
De esta forma es esta Santa Imágen, y de ello dicho dia dió fé y público testimonio Francisco de Manganel <682> notario público, en presencia de testigos, firmándolo juntamente ámbos comisarios. Hay desde el pie del árbol quemando, llamado pich, al manantial del agua veinte y una varas y media, y hasta el camino real que va á Mérida como cuarenta varas. Desmontóse de los muchos matorrales que tenia aquel sitio por algun espacio, y al pie del árbol seco, que tiene de grueso cuatro varas, se pusieron tres cruces en forma de calvario para que quedase con alguna decencia. La devocion de los fieles cortó muchas astillas de aquel bronco y de sus raices, llevando tierra con ellas que ha obrado las maravillas referidas para que sea bendita la Majestad Divina que tales beneficios nos hace, y nos manifestó tan precioso tesoro que no se pudo averiguar qué origen haya tenido, quién ni cuándo la pudo poner en aquel sitio que siendo continuamente frecuentado de arrieros del camino real para Mérida y de los indios de aquel pueblo, nunca se vió hasta este tiempo que aquellos pobres indios la hallaron.
Gozaban de ella con gran consuelo en la villa cuando inopinadamente á veinte de diciembre del mismo año de cuarenta y nueve, no se halló en el tabernáculo y lugar que estaba colocada, sin saber qué se hubiese hecho, y hubo presunciones de que habia sido robada; pero no pudo haberlo hecho la persona que se entendia segun se vió despues, porque no habiendo aún vuelto á esta tierra, pareció. Pasó sin saberse donde estuviese espacio de mas de nueve mesas, hasta que tambien inopinadamente fué hallada una noche en la peana de una cruz, manifestándose (con la luz que salia de ella) á un indio que se lo vino á decir al reverendo padre fray Juan de Olano, que hay es provincial, y entónces guardian del convento de Campeche. Fué S. P. con el padre fray Pedro de Herrera, que estaba allí, y despues con la noticia que corrió mucha gente, y la trajeron á la iglesia del convento. Estaba <683> la cruz en un solar que cae detras de nuestra huerta, donde habia una ermita en que se guardan algunas cosas de la cofradía de nuestra Señora. Fué esta segunda aparicion á veinte y siete de setiembre del año siguiente de mil seiscientos cincuenta. Colocóse despues en el medio del altar mayor, por no haber comodidad para hacérsele capilla aparte, y porque estuviese con mas veneracion y decencia. La villa hasta ahora le celebra festividad particular todos los años a nueve de mayo, por haber llegado aquel dia al convento. Unos la titulaban nuestra Señora del Rosario, por el que se la halló pendiente de la mano como se ha dicho, y otros nuestra Señora de la Laguna, por la que hace el manantial de agua junta adonde se apareció la primera vez á los indios referidos, y este último es el título con que quedo, llamándola nuestra Señora de la Laguna.
COGOLLUD.TM2 Continued
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