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David Bolles
 

Combined Dictionary-Concordance of the Yucatecan Mayan Language

CAPITULO QUINTO.

Prenden los indios al mestizo Vilvao que se huyó,

y lo que respondió el general á los religiosos.

Con gran desconsuelo estaban los religiosos habiéndo de dejar aquellos hijos, y en especial por tener yá bautizados cincuenta y siete niños; pero forzábales la ocasion presente, y así estando yá domingo doce de mayo por la tarde acabando de prevenir su salida para el lúnes siguiente, presumiendo que el español que llevaba las cartas iria yá muy adelante por haber trece dias que salió de Nohhá, volvió un indio de los que fuéron con él á llamar uno de los religiosos que le confesase porque quedaba muy malo en el monte. Ofrecióse <590> el mestizo Vilvao de ir á traerle, poniendo grandes dificultades del camino por el monte porque el padre Fr. Simon no fuese, viendo que ofreció de ir luego á confesarle. Los indios industriados del mestizo dijeron lo mismo; pero el padre Fr. Simon dijo al mestizo que instaba en ir, que el español pedia confesion y el no le habia de oir de penitencia; que así no habia necesidad de que fuese, y á los indios que por donde ellos iria, aunque fuese doblado el trabajo de lo que decian. Viendo su resolucion, se determinaron diez y seis indios á ir en su compañía, y el cacique, un alcalde y dos regidores.

No estuvieran tan resueltos con el engaño del mestizo, si hubieran recibido respuesta del adelantado á la carta que el padre comisario le escribió desde el pueblo de Tenozic, cuando le vieron la primera vez los indios y dijeron que habia hambre en su tierra, porque con enseñar la respuesta á los indios, trataran mejor á los religiosos, y al mestizo no temieran ni obedecieran tanto; pero tardó tanto que cuando llegó yá nuestro Señor lo habia remediado. Pondré el primer párrafo de la respuesta para que se vea la experiencia que tenia yá del mestizo el general, el cual decia así: "Con dos de V. paternidad que he recibido, me he alegrado mucho, y con ver cuanto se acerca la llegada á Nohhá tiéneme con notable alivio de sus afectos siempre fogosos en órden al fin que todos deseamos. Holgueme de ver las dos cartas del cabildo y de Vilvao que hasta ahora no me habia dicho hubiese en el pueblo quien supiese escribir, porque ha hecho estudio de tratarme con cautela perpetuamente. Tambien reo por la carta del mismo (escrita en caldeo) la malicia de decir á V. paternidad con tanta ponderacion las dificultades del camino, que es largo, desierto y que no están los caminos abiertos, de donde consta su mala intencion, en lugar de ofrecer llevar á VV. paternidades en hombros <591> él y todo el regimiento, principales y pueblo. Pero no puede dejar de manifestar el ánimo, que habla de abundancia del bendito corazon, que se figuraba señor perpétuo, absoluto y disoluto de toda esa provincia. Hame indignado notablemente, y mire V. paternidad que no le crea apariencias de humildad falsas, y que es menester (como dicen) mirarle á las manos siempre y sin fiarse de él." Y despues de haberle advertido otras cosas al padre comisario, dice: "Juzgo que para saber cualquiera cosa que convenga de las que Vilvao quiere encubrir, será el mejor medio el de los indizuelos que sirven á VV. paternidades."

Salió el padre Fr. Simon de Nohhá para confesar al español (como iba diciendo) y estando yá lejos del pueblo, les dijo á los indios: "Hijos, ¿cómo vosotros no quereis ser cristianos? ¿Qué han de decir el rey nuestro señor, el general y nuestros prelados de que no quereis tener sacerdotes? Mirad que ahora nos echais, vendrá despues la guerra y podrá ser que os hagan esclavos, puesto que por via del santo evangelio no quereis reduciros á la iglesia y á la obediencia del rey." Respondió el cacique: "padre nosotros no os echamos ni queremos que os vais. Este mestizo nos mandó que no os tengamos, y ahora ántes de embarcarnos nos habló y dijo No le digais nada al padre, y si os dijere en el camino como los dejais ir á otras cosas, decid que no los podeis tener ni sustentar, y los demas indios confirmaron lo que el cacique decia." Conociendo el padre Fr. Simon por estas razones que los indios les tenian voluntad, se animó á persuadirles como cuanto hacia el mestizo era maldad, y que si le prendia verian el castigo que en el ejecutaba el general por lo que hacia con ellos y como los trataba. Con esto se animaron los indios, y le dieron palabra de prenderle y guardarle muy bien en volviendo al pueblo, hasta que el general ordenase lo que se habia de hacer. <592>

Mas contento proseguia yá su viaje el padre Fr. Simon, y habiendo caminado siete dias por aquellos montes llegaron al sitio donde el indio habia dejado al español, y no le hallaron. Estaban en aquel paraje dos indios y dos indias de la guardia de Zahcabchen (pueblo el último acá en la provincia) que andaban huidos por aquellos montes, y dijeron que habia tres dias paso el español adelante y les dejo dicho que si llegaba allí un padre buscándole le dijesen que se volviese, que yá iba bueno. Con esta nueva se volvieron de allí á Nohhá, llevando consigo los indios fugitivos de Zahcabchen. Los montes de este camino son de muchos y grandes cedros, caobanas, árboles de copal (que yá se ha dicho es á modo de incienso) mucha caza de monte, y miel en los árboles á cada paso.

Luego que el padre Fr. Simon salió para confesar al español, se fué el mestizo á una huerta suya de cacao que estaba apartada del pueblo, y se llevó los indios con él. Dejó á uno que era sacerdote de ídolos con el cargo de administrar justicia en el pueblo, y mandó que no diesen de comer al padre comisario, ni hiciesen cosa alguna que les dijese. La Divina Providencia que por caminos no imaginados provee á sus siervos de remedio en las necesidades, socorrió al padre comisario en esta ocasion tan apretada, por medio del indio que quitaron de la horca, llamado Miguel Kuyoc. Este viendo lo que pasaba, venia de noche y le traia tortillas de maiz y una olla con carne para sustento del dia. Continuó esto catorce que tardó el padre Fr. Simon en volver al pueblo. Recibióle el padre comisario con gusto (yá se deja conocer) y refirióle con lágrimas en los ojos cuán mal le habian tratado aquellos dias, y las libertades que le habian dicho algunos de los indios; pero habiendo sabido la determinacion con que volvia el cacique, se consoló. A otro dia como llegó el padre <593> Fr. Simon, vino el mestizo á verlos; y afeándole el padre comisario sus maldades, y refiriéndoselas todas, se enfureció respondiendo que le sacaria maniatado del pueblo y que así los echaria de él. Dió voces llamando á los indios para que ejecutasen su sacrilega determinacion, y á ellas se junto el pueblo. Salió el padre Fr. Simon, que estaba de la parte de adentro, y animó á los indios diciéndoles que yá era tiempo de hacer lo que le habian prometido. Cumplieron su palabra, y así los que habia llamado el mestizo para amarrar á los religiosos, le prendieron á él. Viéndose con aquella suerte contraria, se echaba á los pies del P. comisario pidiéndole perdon, y es de corazon tan sencillo que yá queria que le dejasen. Instó el P. Fr. Simon con los indios para que no le soltasen, y así le llevaron preso. Sin duda no lo acertaba el P. comisario, porque si le hubieran soltado se tiene por cierto hubiera muerto á los dos religiosos conociendo que sabian con certidumbre cuanto habia hecho, y que por último habia de ser castigado como merecia; pero tuvo traza para huirse, aunque mas cuidaban de él los indios. Díjose que se fué hácia Chiapa, y que despues le mataron los indios del mismo Nohhá, viniendo á Tenozic.

Preso se descubrieron otras muchas mas maldades que hacia porque compelia á los indios le diesen tributo de cacao, achiote y tabaco que lo hay en abundancia, muertes de indios á quien habia dado garrote y ahorcado. Era idolatra, porque tenia en su aposento un ídolo fierísimo de palo, que era de una india montaraz con quien tenia trato deshonesto, y declararon los indios que todo el pueblo y él adoraban aquel ídolo, y se emborrachaban delante de él con una bebida llamada balché. Tambien dijeron que el dia de Ceniza se ponia una estola, y la bendecia y daba á los indios. La Domínica de Ramos bendecia palmas y las repartia. La Semana Santa hizo <594> monumento y puso el ídolo de su india en el, el Sábado Santo hizo la bendicion de la pila bautismal. Todas estas cosas y otras que no son decibles (dice el padre Fr. Simon en la relacion que hizo mandado por santa obediencia á instancia mia) hacia este malvado, que tenia un misal de los padres domínicos y un ornamento entero y un cáliz. Solamente decir misa no hizo.

Con la falta del mestizo acudian los indios con mucho gusto al servicio y sustento de los religiosos, que daban muchas gracias á Dios por haberles quitado aquel impedimento tan nocivo para la cristiandad de los indios. Escribieron al general todo lo sucedido, el cual sabiéndolo, para que los religiosos satisfaciesen á los indios, les respondió estando en Campeche á veinte y ocho de junio, año de cuarenta y seis, una carta en que decia al padre Fr. Simon.

"La carta de V. paternidad de primero de este mes (que acabo de recibir) me ha sacado de grandísimo cuidado, porque temia mucho que el fugitivo traidor, yá que no pudiese echar de esa plaza de armas á VV. paternidades, les habia de urdir alguna traicion con veneno, como se lo dió al que traia las cartas, en el chocolate que le presentó para el camino, que fué causa de haber estado á la muerte y escapó de milagro. En él obró Dios lo de aquellas palabras Et si mortiferunt quid biberint, non eis nocebit. Sea alabado infinitamente, que ni permitió tuviese efecto tan grande alevosía, ni que VV. PP. me desamparasen la tierra, que con su doctrina se convierte en cielo. Pero estoy por tomarme amorosa licencia, y decir: O modice fidei. Que ni las amenazas de aquel vil sacrílego, ni los terrores del demonio debeo perturbar la fé y valor con que V. PP. se resolvieron á esta apostólica empresa, ni los ángeles de su guarda lo habian de permitir."

Mucho siento que se me halla escapado sin castigo <595> aquel descomulgado (que debia de ser idólatra con los indios) y estimo en el alma el valor, inteligencia y predicacion con que V. Paternidad descubrió sus marañas, y convendrá que V. paternidad se sirva de escribírselas á D. Pedro de Medina, beneficiado de Tila y el Palenque, á quien el mismo Vilvao tenia muy engañado con su falsa lábia. Estimo en mucho que por extenso me haya V. paternidad referido (en esta y la otra carta) las traiciones y embaimientos con que embaucaba á esos miserables indios, en quien yo no le dí jurisdiccion alguna ni mas ministerio que ser intérprete y enseñarles la doctrina que el mestizo debia de ignorar. Buen modo era de atraer los no adquiridos haciendo tributarios á los de Nohhá desde luego y con tantas maneras de tiranía. Suplicó á V. paternidad se sirva de ponderar á esos nuevos feligreses estos desengaños, y decirles que en todo y por todo fué falso, traidor, quebrantador de mis órdenes. Fué lastimosa remision y cruelísima piedad, aprisionarle irremisiblemente en la ocasion que quiso engallotar y rebelar la gente, que yo dispusiera el castigo sin riesgo de irregularidad, y fuera ejemplo para otros y mayor firmeza para los engañados &c. Despues prosigue dando todas las buenas disposiciones que requieren los sitios donde se ha de poblar, segun los que han escrito de la materia, y luego termina su carta diciendo: "A mi me parece allanar la tierra, y á VV. paternidades predicar el Santo Evangelio sin riesgo, que éstos son para mi; pero de todos me ha de sacar el divino poder." <596>

 

CAPITULO SEXTO.

Va otro religioso al Próspero, y con él un español.

Lo que éste hizo, y violencia con que echaron á los padres.

Con sosiego estaban vá los indios y religiosos, y cuando entendieron tenerle mayor con este desengaño del general, satisfaciendo á los indios, y con la noticia de que iba á hacerles compañía otro religioso, les sobrevino mayor peligro. El religioso era Fr. Bartolomé de Gabaldá de nacion catalan y hijo del convento de Mérida de esta provincia donde recibió el hábito para lego, y enviábales con el reverendo padre provincial algunas cosas de que necesitaban. El español que habia ido con las cartas para el general, negocio con él en Campeche le diese título de cabo de doce soldados que dijo tenia juntos, y llevaria á su costa á la vuelta del Próspero. Engaño al general, porque ni tales hombres habia juntado ni tenia con que llevarlos á su costa. Vióse bien, pues le hubo de ir sustentando Fr. Bartolomé por el camino para volver al Próspero, y no llevó hombre alguno consigo como habia prometido. Este español, que hasta entónces se habia reputado por compañero de los religiosos, desde que llegó á Nohhá con el negro título que el general le habia dado, les dió muchas ocasiones de merecer, y aun para cumplir á costa de los indios la palabra de llevar los doce hombres, los puso en contingencia de alzarse.

Con toda resolucion pidió á cada indio un jiquipil de cacao y seis libras de cera, diciendo lo habia menester para ir á traer lo soldados que su comision decia, como di con tan inicuo concierto pudiera haberse dado. Apretó tanto á los indios que (aunque pudieran porque lo tenian) no queriendo dárselo, fuéron á los religiosos diciéndoles: ¿cómo nos habeis engañado? "Cómo nos habeis dicho que no habiamos de dar tributo tan <597> presto, y aquel español qué ha venido con vosotros nos le pide? Vosotros debeis de ser parte en ello, que sino no lo hiciera. Si mas nos lo pide nos huirémos á los montes, y enviarémos algunos de nuestros principales que digan al general por qué nos huimos." Sintieron esto los religiosos como era justo, y prometieron quitarlo. Llamaron al español y le dijeron cómo hacia una cosa tan injusta que no era posible pasar por ella, pues demas de ser en sí tal, estaban á riesgo manifiesto de alzarse los indios por lo menos, cuando no los matasen. La respuesta que dió fué decir muy indignado á los religiosos que tan idólatras debian de ser como los indios, pues volvian tanto por ellos, y otras libertades que no son para escritas, hasta decirles con palabras bien indecentes que ni aun á sus necesidades corporales habian de ir sin su licencia. Y yo digo que puede servir de advertencia esto á quien hubiere de hacer esta conquista, para que si se necesitare de enviar á alguien por delante, se mire primero bien quién es, porque será raro el que no le mueva mas algun interes temporal particular suyo, que el bien de todo el comun de la conquista.

Yá se ven segunda vez los religiosos perturbados, yá aquella conversion está segunda vez en punto de perderse; pero habia el padre Fr. Bartolomé de Gabaldá que quedase á hacer compañía al padre comisario, y el peligro pedia presto y eficaz remedio: resolvieron que viniese el padre Fr. Simon á la provincia, donde al presente estaba el general, para que le pusiese. Dióle cartas el padre comisario, con que salió luego de Nohhá, y el español luego que lo supo en su seguimiento. Enfermó el padre Fr. Simon en el camino, y así habiendo salido por principios de octubre, llegó por el mes de diciembre á la enfermeria del convento de Mérida, desde donde envió las cartas al reverendo padre provincial, que estaba en el de Mocochá, y se quedo curando. Dilatóse <598> tanto su achaque que no pudo volver al Próspero; porque cuando llegó á estar sano, yá los indios se habian alzado, como se dice luego. Vivió este religioso despues hasta el mes de junio del año de cincuenta y tres, que siendo guardian del convento de Telchac le llevó nuestro Señor, dispuesto como religioso, á la vida eterna donde le habrá premiado los trabajos que padeció en este viaje por el bien de aquellas almas.

Habia venido el general D. Diego de Vera á la ciudad de Mérida, y con la ayuda y calor que daba á lo tratado el gobernador D. Estéban de Azcárraga, se animaron algunos ciudadanos á lo mismo, y así se juntaban mas soldados. Entrado el año de cuarenta y siete, teniendo yá alguna gente alistada, se despachó el general y salió de la ciudad de Mérida para ir con ella á Nohhá, donde habia de aguardar la que se iba juntando. Pero aunque buen cristiano este caballero y de muy capaz inteligencia en lo especulativo, era desgraciado en la ejecucion y práctica de lo que resolvia, á que se ejecutaba ser áspero de condicion, con que se veian dos sujetos diferentes en él, uno acertado en el discurrir y otro contrario en el ejecutar. En este tiempo lo pasaban bien los religiosos con los indios, que parecia estaban contentos. El general llegó al beneficio de Uzumasinta, y hizo allí alto sin querer pasar adelante diciendo que aguardaba la que se quedaba alistando, y escribó al padre comisario cómo quedaba allí. Entiéndese que esta detencion fué causa de perderlo todo, porque con ella dió lugar á los indios para que viéndose sin quien los apremiase á conservar la fé que habian profesado, ó yá por temor de las armas que sabian estar cercanas, ó por poco afecto á la cristiandad, y esto me parece lo mas cierto por lo que al fin diré, se huyeron y desampararon el pueblo.

Llegó la festividad de la institucion del Santísimo Sacramento, y celebróla el padre comisario en Nohhá <599> con toda la solemnidad que pudo, y el otro dia faltaron del pueblo nueve familias que se huyeron. El dia de San Juan se juntaron todos los que habian quedado (porque siempre iban faltando) que serian trescientas personas con mujeres y niños, y hicieron un convite general donde bebieron balché, bebida acostumbrada en sus idolatrías, y acabada la junta vinieron como á la una del dia. y dijeron al padre comisario: "Padre, hemos juntádonos para determinar qué habiamos de hacer de nosotros y de tí, porque no queremos estar en el pueblo á aguardar á los españoles, ni que tú quedas tampoco con nosotros. Queriamos matarte á tí y á tu compañero, pero viendo que no nos habeis hecho mal, nos dió en el corazon no hacerlo como vosotros os querais ir luego y ese español mancebo que está en vuestra compañía, (era un mancebito sobrino del padre comisario que fué á verle) que nosotros os sacarémos la ropa una legua de aquí." Admirado el padre comisario de esta mudanza repentina cuando los juzgaba muy contentos, quiso persuadirlos á suspender la ejecucion; pero no pudo, ántes le amenazaron que de no conformarse con lo que le decian, peligraria su vida y la de su compañero. Sin oirle mas cogieron luego la ropa y la sacaron, y á ellos obligaron aunque sin maltratarlos á que saliesen luego al monte, donde les llevaron la ropa y ornato del culto divino, y los indios se salieron todos del pueblo.

Tan inopinadamente se hallaron los religiosos y español en el monte sin que comer en aquel despoblado sino las frutas silvestres que hallasen, ni quien los guiase al pueblo de Tenozic, que era lo mas peligroso. Viéndose sin otro remedio, dejo el padre comisario al padre Gabaldá en el monte para que guardase la ropa mientras que iba á Uzumasinta á dar noticia al general de lo sucedido, y con el español se puso luego en camino, encomendándose á Dios que los guiase. Dolíale <600> dejar á su compañero en aquel monte, pero juzgó que con venir presto algunos españoles se apaciguaria aquello, porque los indios se habian dejado en sus casas cuanto tenian, y estaban cercanos en sus milpas. Con esta resolucion, en aquella noche y tres dias anduvieron treinta y cinco leguas que hay hasta donde el general estaba, lloviéndoles tanto que por causa de un estero que se suele pasar por puente, y se habia anegado, hubieron de ir casi nadando mas de media legua; pero nuestro Señor los favoreció y dió fuerzas para que llegasen á la presencia del general. Refirióle el padre comisario lo sucedido, y díjole que con veinte hombres que le diese volveria los indios al pueblo de Nohhá por haberse ido á sus milperías no mas, y dejado lo que tenian en sus casas. Respondió el general que no queria sino ir él personalmente, y pregonó un bando con pena de la vida que ninguna persona pasase á Nohhá. Tardó en ejecutar su ida veinte y cinco dias, y viendo los soldados que tenia cuan remisa estaba, se le huyeron en aquel tiempo, que solos cinco quedaron en su compañía.

Con la tardanza del general paso todos aquellos dias el pobre religioso lego Fr. Bartolomé de Gabaldá en el monte sin mas comida que tres tortillas de maiz que tenian cuando los echaron de Nohhá y las frutos silvestres que buscaba, estando á las inclemencias del rigor del sol, contínuas lluvias que yá habian comenzado, humedad de la tierra, serenos de las noches, y sin con que hacer fuego. Con estas incomodidades juntas se le hincharon las piernas y el vientre, diéronle unas graves y continuas calenturas de que llegó á verse tan fatigado que entendió se acercaba su última hora. Con esta presuncion cavó un hoyo en la tierra, donde pudiese caber su cuerpo, si acaso moria, y se puso junto á él para que cuando se sintiese muy debilitado echarse allí á dar el último aliento, y que le <601> sirviese de sepultura. Conservóle nuestro Señor la vida quizá para consuelo de los religiosos que van enfermos á la enfermería de la ciudad de Mérida, donde era enfermero y lo ha sido despues hasta el tiempo presente, con mucha caridad y cuidado.

Encomiendaba el padre comisario continuamente á Dios la reduccion de aquellas almas, y á veinte y cuatro de julio vino á Uzumasinta el cacique de Nohhá y otros cuatro indios á pedir perdon al general de lo que habian hecho, y dijeron que ellos solos estaban en el pueblo. Con esta nueva salió el general para Nohhá con solos cinco soldados, su persona y la del padre comisario, y hallaron al religioso lego tan trabajoso como he dicho; pero aliviando algo su necesidad tan extrema, llegaron al pueblo último dia de aquel mes. Desde Tenozic dió aviso al padre comisario al nuevo provincial que yá habia, que era el R. P. Fr. Bernardo de Sosa (y tambien la dió el beneficiado de Uzumasinta) de lo que iba sucediendo, y entre otras razones, dice. "En estando dentro avisaré á V. P. R. de todo, me hará caridad de enviarme siquiera un sacerdote gran ministro, para que se arroje conmigo entre estos indios á reducirlos por el santo Evangelio, porque no hay gente que entre ahora, aunque el general dice envia por dineros y gente á Chiapa. Dios N. S. lo guie todo, que es causa suya, y todos estos montes están llenos de almas, que eso me hace sufrir á este caballero general y padecer tantas desdichas. Tres veces me ha querido matar, y no quiere Dios N. S. darme esa corona, hasta que trabaje con estas almas &c." Y el beneficiado por su carta de seis de agosto (que tambien tengo original en mi poder) dice al provincial tratando del general. "Hubo de resolverse á entrar cuando no tuvo mas que cinco hombres que le acompañasen, que aunque fueron seis, el uno no fué por soldado. Hallaron muy poca gente, á cuya causa padecen <602> grandísimas necesidades en el sustento, y viven con grandes recelos, porque los amigos son pocos y los enemigos muchos y cercanos, porque estamos los que vivimos en este partido muy cuidadosos, y solo nos consuela que Dios N. S. ha de ver con ojos de piedad este negocio por las oraciones de aquellos benditos religiosos, pagándoles el celo apostólico con que están diligenciando la conversion de aquellas almas &c." Y remata su carta con que los dará bastimentos.

 

CAPITULO SEPTIMO.

Va el general á Nohhá, y desgraciado fin de esta conquista.

Dícense algunas cosas de la tierra, y sus indios.

Con los ruegos que el padre comisario continuamente pedia al provincial un compañero ministro, se habia ofrecido y alcanzado licencia para ir el padre Fr. Juan de Elizondo, natural del valle de Bastan en Navarra, hijo en la religion de nuestro convento de la isla española y incorporado en esta provincia de algunos años ántes. Llegó al beneficio de Uzumasinta, donde el padre beneficiado le regaló y proveyó de lo necesario para hasta el fin de su viaje, y encargo á los caciques de su beneficio le aviasen con toda caridad y cuidado. Con este socorro salió de allí á 16 de agosto en seguimiento de su comisario y el general que habian entrado en Nohhá último de julio antecedente. Siempre habia pedido en todas sus cartas á los religiosos que publicasen entre los indios iba con pujanza de armas y soldados, y así se habia hecho (como parece por ellas que las tengo originales en mi poder) y ahora se resolvió <603> á entrar tan desacompañado, que si acertó en ello lo puede censurar cualquier discurso. Aunque el cacique dijo que él y los cuatro indios que habian ido á Uzumasinta estaban solos, hallaron alguna gente mas, pero poca.

El general estaba falto no solo de gente sino de dineros para todo lo necesario, y así á dos dias de llegado el padre Elizondo, salió el padre comisario para Goatemala á solicitar se le acudiese con algo de lo que tenia en la real caja. Yendo su viaje, en el pueblo del Palenque distante treinta léguas de Nohhá recibió cartas con que el general le llamaba por haber enfermado. En estos dias habia sucedido que el general apretó tanto al cacique para que le diese bastimentos, que le amenazó con pena de horca. A vista de este rigor se alzaron los indios, y quemaron el pueblo; con que hubo de salir huyendo el general, y dejando su ropa en poder de los indios salió al pueblo de Petenecté, que es tambien del beneficio de Uzumasinta y distante de él veinte y dos léguas. Con noticia que tuvo el padre comisario torció para allá el camino, y allí halló al general muy enfermo y tan desbaratado. Con todo esto determinó ir á Nohhá (aunque con el riesgo que se deja entender) por sacar los ornamentos y demas cosas de la iglesia, y si hallaba algo del general. Ofreciéronse cinco indios á ir con el para traerlo; pero poco ántes de llegar á Nohhá le dejaron solo con un indizuelo que le servia. Así entró en el pueblo sin hallar persona alguna, al Ave Maria, por ser yá hora, y despues á las ánimas, pero nadie pareció. Halló en la iglesia arrojadas al suelo las imágenes de Cristo R. N. y el ára del altar: toda la ropa de la sacristía y el oro, joyas y vestidos de la mujer del general se habian llevado los indios cuando se alzaron.

Pasó aquella noche el padre con recelo (yá se puede ver) y á la mañana parecieron los indios de Petenecté, <604> que venian á ver si los de Nohhá le habian muerto; pero hallándole viva cargaron lo que pudieron y se volvieron á su pueblo. Quedáronse ochenta armas de fuego, y hubiera vuelto por ellas el P. comisario á no suceder otra desgracia. Habíanse huido del pueblo de Petenecte veinte indios con sus mujeres por molestias que un hijo del alcalde mayor de Tabasco les hacia en los tratos y contratos que tenia con ellos, y dando con los de Nohhá los mataron á todos, con que mas claramente se declararon por rebeldes. El P. comisario quedo en Petenecté con el general, y porque dijo el P. Elizondo no podia tolerar el padre su condicion, hubo de hacer el viaje á Goatemala.

Apretó el achaque al general y hizo testamento, sustituyendo las capitulaciones en el gobernador D. Estéban de Azcárraga conforme al poder que de S. M. tenia, y tambien mediante él nombró al padre comisario por abad del Próspero, atendiendo á lo mucho que en aquella conversion habia trabajado, aunque habia tan poco logro como se ha visto. Despachóle con el testamento y estos nombramientos para que los trujese al gobernador D. Estéban; y habiendo venido el padre comisario con ellos y entregándoselos, murió el general D. Diego de Vera poco despues por el mes de abril año de mil seiscientos cuarenta y ocho en el pueblo de Petenecté donde quedo sepultado. El mismo año murió con la peste el gobernador D. Estéban en Mérida; con que no se prosiguió aquella pacificacion, aunque lo está solicitando en el consejo el maestre de campo D. Pedro de Azcárraga su hermano como heredero del derecho que á ella tenia. Quedose el padre comisario en la provincia, y volviendo el P. Elizondo de Guatemala con quinientos pesos, era yá muerto el general, y así se hizo entrego de ellos á su mujer, que poco despues murió en la ciudad de Chiapa. El P. Elizondo se vino á la provincia, y habiendo vivido hasta veinte y nueve de enero <605> del año de seiscientos cincuenta, pasó á mejor vida en la enfermería del convento de Mérida.

Los indios del Próspero todos traen las orejas horadadas y las narices; en éstas puesta una vainilla olorosa ó rosa, y en aquellas encajado un palo labrado. Todo el cuerpo hasta la cintura rayado en forma de jubon muy gayado, y de la cintura abajo rayado una figura de balones, y andan desnudos. Traen cabelleras largas, y recógenlas mas aseadamente que las mugeres, con tocados curiosos acayrelados de pluma. Las mujeres traen unas enaguas cortas, bien ajustadas y blancas desde la cintura á la media pierna, y son de tela de algodon. En las narices usan lo que los varones, y los tocados parecen mal porque son grandísimos, y no usan cintas sino que los cogen con hilo torcido de algodon.

No tienen todos los indios ídolos, solo el sacerdote de ellos los tiene, y no le ayudan á la administracion de sacrificios y oblaciones mas de tres personas. Un indio que llaman Ahkulel que sirve de maestro de ceremonia, otro á quien llaman Ahkayom, y una doncella que tortea pan, que ha de ser hija de uno de éstos, dedicada á este solo ministerio. Ofrecen á sus ídolos hombres y mujeres á quien despues se comen, no han de ser éstos sacrificados de su nacion de los del pueblo, sino forasteros á los cuales en cogiéndolos los estacan, y ántes que mueran les sacan el corazon que ofrecen al ídolo. A falta un perrillo, que tambien se le comen. Todos los indios van siempre á la adoracion del ídolo: las mujeres no se hallan presentes, sino solo la doncella que hace el pan á los ministros del demonio.

Al indio ó india que cogen en adulterio acusan ante el sacerdote, y el los sentencia. A la india la amarran lejos fuera del pueblo á un palo en parte que haya mucha piedra, y allí va todo el pueblo. El sacerdote toma una piedra grande y se la echa sobre ella, y tras el otra su marido de la adúltera; y si el que <606> pecaba con ella era casado, su mujer de éste le echa otra; y así va siguiendo todo el pueblo hombres y mujeres hasta que la dejan cubierta de piedras. Al varon le amarran á otro palo, y el sacerdote le tira una flecha al corazon y el agraviado otra, y luego todo el pueblo. Despues saca el marido de la adúltera el cuerpo de entre las piedras, le echa un lazo al cuello y la lleva arrastrando lejos, donde dejan el cuerpo sin sepultar para que lo coman fieras, y despues se casan el marido de la adúltera con la mujer del que le ofendia; y en casamiento no acostumbra el varon tener mas que una mujer, y la mujer un varon, y se quieren mucho de ordinario.

Hay una nacion de los serranos que llaman de arriba, que en muriendo la persona para sepultar el cuerpo le doblan las piernas y ponen la cara sobre las rodillas, líanlo muy bien para que esté así, abren en tierra un hoyo redondo, y pónenlo de suerte que quede como derecho. Al rededor le ponen mucha vianda, una jícara, un calabazo con atole, salvados de maiz y unas tortillas grandes de lo mismo que han llevado juntamente con el cuerpo, y así lo cubren despues con tierra. Lo restante de los indios los sepultan como nosotros, pero con la vianda referida. El calabazo de atole dicen que es para que beba en el camino: los salvados de maiz para dar á los animales que comió miéntras vivia porque en la otra vida no le hagan mal; y las tortillas para los perros que mató y comió porque allá no le muerdan. Con que se ve que no solo creen la inmortalidad del alma racional, pero aun las de aquellos brutos.

Hay muchas poblaciones que, segun decian al padre Fr. Simon, son mas que las que hay acá en Yucatan, y hablan la lengua yucateca, sino es la nacion que llaman Locén, que quiere decir aparta. Son de muchas naciones diversas los que estaban con los religiosos, y sus <607> comarcanos los locenes, los de Cinchil (Kinchil), los de Mopan, los lacandones, los ahcibes, los canules, tulunquies (Tulum Ci), cehaches, chinamitas y itzaes. Un indio fiscal de Nohhá habia estado tres ó cuatro veces con los de Locén, y decia que son los indios y indias mas blancos que esotros, y de buenas caras, que son siete ó ocho poblaciones, y la principal que se llama Locén tenia ochocientas casas, y confinan con los lacandones, y que traian cuentas de oro al cuello. El idioma que estos hablan se llama lengua chol. Tienen las casas embarradas como estos de Yucatan, y así tienen gran nombre entre aquellas naciones de mas políticos, porque ellas no cubren con tierra el embarrado con que cercan la casa.

Por aquellos montes hay muchos edificios antiguos grandiosos (como los que hoy se ven en Yucatan) y en ellos muy grandes ídolos de piedra. Todas estas naciones hacen sal de una palma que llaman xacxam, y es de la forma y tamaño del árbol llamado guanoqueman, el tronco verde de la palma; y de aquella ceniza remojada como la de la legía, cogen el agua y la cuecen, de que sale una peya de sal que es muy mordicante, y los religiosos la comian porque la usaban los indios con quien estaban en Nohhá.

La tierra es de montes llanos y sierras, rios y lagunas, muy fértil, que da dos cosechas de maiz al año, y todo él frijoles y chile. Hay mucha miel y cera en los árboles de los montes á cada paso y muy grandes arboledas de cacao bueno, aunque las cultivan poco. Cogese gran cantidad de achiote y tabaco muy bueno, porque lo cultivan y gastan de él. Hay árboles muy grandes de bálsamo cuya corteza es de buen olor para sahumerio y medicinal para curar cámaras de sangre. Mucho copal por todos los montes y pimienta como la de Tabasco, majas que se echan en el chocolate, y vainillas de las olorosas para el, y muchas bellotas, por que hay encinas, robles y pinales muy grandes. Hay <608> todas las frutas que en Yucatan y con mas abundancia, y en especial muchas piñas y capulíes y cañaverales gruesísimos. No tienen animal doméstico de los nuestros sino es el perro: de los demas comestibles ninguno, pero mucha caza de monte, puercos de los que tienen el ombligo en el espinazo, venados, cabras monteses que son muy bermejas pero pequeñas. Hay muchos leones y antas, y á estas llaman tuultzimin, y otras especies de animales, águilas, guacamayos verdes y todas las áves y pájaros que hay en Yucatan.

Viniendo el padre Fr. José Gordo de Chiapa de ordenarse, le salieron al camino á decir deseaban ser cristianos, pero que no habian de ir españoles, y que en señal de ello tenian guardada la campana. Y el año pasado de cincuenta y cinco vinieron unos á Petenecté, y á cuatro de mayo escribieron una carta á los padres comisario y Gabaldá, dirigida por mano de Simon Rodriguez, pidiéndoles encarecidamente que fuesen allá; pero habiéndoles respondido, y juntamente escrítoles el R. padre provincial Fr. Juan de Olano que irian pasadas las lluvias, que les atasen casa y volviesen á escribir, porque no saldrian de otro modo, para conocer las veras con que lo pedian; nunca han respondido, ántes se han retirado mas que solian. El padre comisario dice que tiene por cierto no serán cristianos, si no entran á sujetarlos las armas del rey nuestro señor á cuyo nombre, cuando le oian, dice el padre Fr. Simon en su relacion que hacian gran acatamiento. <609>

COGOLLUD.TM2 Continued
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