|
Combined Dictionary-Concordance of the Yucatecan Mayan Language
CAPITULO VEINTE Y UNO.
Informa el gobernador sobre la innovacion
pretendida por el señor obispo, al rey.
Informó el señor marques de Santo Floro á S. M., que Dios guarde, lo que tenia acerca de la publicacion del edicto del señor obispo y acerca de lo que en él pretendia, y porque el segundo informe contiene á la letra el primero, le referiré como dice, que es así:
"Señor. A instancia de la orden de S. Francisco hice á V. M. el informe del tenor siguiente. Señor. El doctor D. Juan Alonso Ocon obispo de esta provincia, en veinte y ocho <555> de febrero de este presente año, publicó un edicto en la santa iglesia catedral de esta ciudad, mandando por excomunion á los clérigos y religiosos, que hacen oficio de curas en dicha provincia, no recibiesen ni pidiesen las limosnas que los indios ha mas de cuarenta años que acostumbran á dar en géneros propios de sus mismas cosechas, en la celebracion que hacen en las fiestas de sus pueblos, y conmemoracion de sus difuntos. Los religiosos se han dada por agraviados por entrambas cosas. Lo primero por haber pronunciado mandato con censuras á los religiosos, diciendo no tiene autoridad ni poder para ello, ni por cédulas de V. M., mas que para corregirlos en lo tocante solo á oficio de curas, sin que á esto precede el rigor del castigo ni mandato de censuras, dejando como deja el castigo para esto necesario (como son las mismas censuras) á sus propios prelados. Lo otro, dice, son exentos por privilegios que tienen de la Sede Apostólica, para que debajo de ningun pretexto les puedan mandar cosa alguna los ordinarios con penas de censuras, sino en ciertos casos que dicen los expresa el Santo Concilio, y que al presente no es allí contenido. Lo segundo porque se han dada por sentidos es por pervertir con este mandato lo que ha mas de cuarenta años que poseen quieta y pacíficamente con sabiduría, ciencia y conciencia de sus antecesores, sin que ninguno de ellos haya innovado ni pretendido innovar en que los indios en las celebraciones de sus fiestas no diesen sus limosnas en los géneros de sus propias cosechas, por serles mas fácil á ellos el hacerlo y á los religiosos mas conforme á su estado de recibirlo, que no en reales. Hanme pedido informe. á V. M. de lo que en esta parte, segun la experiencia larga que tengo de esta provincia, y así lo hago, por estar á mi cargo el gobierno de ella en nombre de V. M."
"Digo que llevar á ejecucion (caso que se les pueda <556> mandar con censuras) el auto sobredicho del obispo de esta provincia, lo juzgo no solo por novedad, sino que no es servicio de Dios ni de V. majestad. Porque si se hace por alivio de los naturales, los considero mas cargados con la ejecucion de él. Porque para haber de sustentar á los religiosos, que en esta provincia no tienen cosa alguna, de la caja de V. M. como en otras les acuden, como han acudido de mas de cuarenta años á esta parte con los géneros que de su propia cosecha tienen, como mas conforme al estado regular que profesan con las limosnas dichas, que son el varon una libra de cera y la mujer una pierna de patí, que es una tela de algodon de una braza de largo y dos palmos de ancho, y el comun precio así de la libra de cera como de la pierna de patí es un real entre los indios. Con estas limosnas se sustentan los religiosos, reedifican los templos y proveen las sacristías de ornamentos y lo demas necesario, para que con decencia puedan administrar y enseñar con ejemplo á estos naturales. Y si estas limosnas así dadas se les quitan como manda el obispo en su auto, ni á lo uno ni á lo otro será posible que puedan acudir, y así para su sustento y para el ornato y servicio del culto divino es fuerza hayan de recurrir á V. M. Lo otro que si se lleva á debida ejecucion dicho mandato, se han de experimentar gravísimos inconvenientes. Y tambien porque para haber de tener estos reales que manda el obispo den á sus ministros, es fuerza por la pobreza de la misma provincia, no teniéndolos ellos como no les tienen, los pidan á los españoles, mulatos y otro género de gentes. Estos no se los han de dar sino por los intereses que de ellos tienen, y si al tiempo de cobrarlos no se los dan muy crecidos y abonados, los maltratan, y de ordinario les hacen vender las pobres alhajas de sus casas, y ausentarse muchas veces de sus propios naturales, porque les falta el arrimo y guia del ministro que les enseña, y se dan al vicio <557> llevados de la ociosidad, y de aquí vienen á idolatrar como cada dia acontece, de que pueden nacer grandes inconvenientes y deservicio de Dios y de V. majestad. Lo cual se obviará dejándolos en el antiguo estilo que tienen de dar sus limosnas en las cosechas y géneros propios suyos, pues hasta ahora lo han hecho sin repugnancia alguna, y sin que para esto haya sido necesario el favorecerlos, porque lo han tenido por devocion y costumbre. Y como los indios ven que estos géneros y limosnas los gastan en el ornato del culto divino y reedificacion de sus iglesias, acuden con mucho gusto á darlas sin repugnancia ni fuerza alguna."
"Si esto de prohibir que las limosnas se den en géneros (que á los indios no les cuesta sino muy moderado trabajo, y que por materia de estado muy justa es bien que no estén ociosos) redundara en beneficio de ellos, importara poco. Mas esté cierto V. majestad que no es sino en el de los tratantes, y que ha de resultar mucho mal tratamiento de los indios, pues de la dicha gente se han de valer para que les empresten el dinero que han de dar de limosna, y por cada real han de volver dos y quizá mas. Y es mejor que los religiosos y eclesiásticos (que tambien lo han sentido harto y están bien quejosos) si hay útil le tengan, pues se convierte en el servicio del culto divino, pues para ello no les han de hacer mal tratamiento ni agravios. Creo cierto que el intento del obispo ha sido sano y bueno; mas como ha poco que conoce la tierra, quizá á los que oye de ella no tienen tan santas entrañas que no le hablen por sus particulares intereses, que de esto hay mucho en ella porque se hace á veces sin atender á otra cosa que al útil propio."
"Tambien en el edicto pone el obispo de pena á los caciques, alcaldes y mandones treinta dias de cárcel si recogieren ni dieren la limosna, sino en dinero. Pareciéndome esto contra la jurisdiccion de V. majestad le <558> hablé en ello, mostrándome muy sentido, pues él no puede poner penas á los legos en tales cosas. Díjome era para cuando sucediese el caso pedirme el auxilio. Díjele no lo daria de ninguna suerte pues yá el yerro á mi parecer estaba hecho. Que si dijera en el edicto que si los caciques no lo hacian se me pediria á mi los castigase, era lo que convenia."
"Aseguro á V. M. me parece lo es que se prosiga así en religiosos como en clérigos con lo acostumbrado hasta aqui en esto de los géneros, y que si en algunas cosas de las limosnas de bautismos, casamientos y entierros ó de otras cosas se excede á lo justo los unos ú los otros ú todos, es razon que se haga un arancel que todos observen. Y puedo certificar á V. majestad con toda verdad que desde poco tiempo llegado á esta ciudad el obispo, que se empezó á hablar algunas de estas cosas de si se daban mas limosnas de las justas, el provincial que era y el presente de ahora aun habiéndoselo dicho y ofrecido así al obispo, de que acabada su visita, el arancel que le pareciese justo poner á los clérigos, ellos le harian guardar inviolablemente de sus religiosos como fuese cosa general para los unos y los otros, y que tanto el un provincial como el otro vinieron á mi para que yo dijese al obispo (como lo dice) que lo guardarian puntualmente. Y el provincial que es hoy uno de los dos Fr. Diego de Cervantes despues y muchas veces y ahora me ha dicho está con la misma opinion y que lo guardará y cumplirá, de suerte que de su parte y de su religion está llano á todo lo justo. Y lo de dar en géneros y no en dineros, vuelvo á asegurar á V. majestad lo tengo por útil y benéfico de los indios. La católica persona de V. majestad guarde nuestro Señor &c. Mérida de Yucatan en once del mes de abril de mil seiscientos cuarenta y tres años. El marques de santo Floro."
"Despues de haber escrito este informe á V. majestad <559> he sabido cómo el padre provincial Fr. Diego de Cervantes luego como supo que el año no habia sido bueno de algodon, envió á todos los padres guardianes patente para que ninguno apremiase á los indios les diesen la limosna en patíes, sino en aquello que pudiesen (pena de privacion de los oficios) ó que mas cómodo les fuese al real. Y en la lengua envio patente á todos los indios para que supiesen lo que habia ordenado á los dichos padres guardianes. Y saliendo despues á su visita ordinaria, halló que uno de los guardianes habia hecho en esta materia exceso muy moderado, y le privó de ella y envió otro; con que se prueba con evidencia que cuando en estas limosnas se conoce penalidad en los indios, los prelados de la religion cuidan de su reparo, conmoviéndose por sus necesidades y trabajos. Y esta razon no milita cuando tienen sus cosechas de algodon, pues no les cuesta mas del trabajo moderado en el cultivarlo, y la mujer ó hija aunque sea pequeña, en cuatro ó seis dias (sin estorbar á otros menesteres de su casa, marido y hijos) hila y teje dicha pierna de patí, con que viene á ser mas fácil y menos cargoso dar esta pierna de patí, que no un real como mandaba el obispo en su edicto. Y desde el dia que dí la primera cuenta á V. M. hasta hoy, he reconocido que los indios propios con mas gusto dan las limosnas en géneros de la tierra que no, en dinero, porque siempre el buscarle les habia de ser mas penoso y pasar por muchas demasías de los que se lo diesen, y así me lo han informado muchos de ellos. Y vuelvo á decir á V. M. que aunque el celo del obispo seria muy bueno, no sé si con toda justificacion se redujo á obrar como lo hizo, ó los malos lados le pusieron en ello. Y así es cierto que si V. M. fuere servido, puede mandar con toda seguridad que así á los religiosos como á los beneficiados, se prosigan sus limosnas que les dan por las fiestas en la misma <560> forma que por lo pasado tantos años, pues fuera del bien de los indios redunda en el aumento del culto divino para adorno de él, que sin dada es cosa muy conocida en dichos religiosos y sus conventos, que para la perseverancia de los indios lo tengo por muy necesario, y de lo contrario podria haber inconvenientes. V. M. ordenará en todo lo que mas fuere su servicio, que eso será lo justo. Guarde Dios la católica persona de V. majestad. Mérida de Yucatan á primero del mes de diciembre de mil seiscientos cuarenta y tres años. El marques de Santo Floro."
Tal fué el informe que el gobernador hizo á S. M., en que con el conocimiento de la materia y de la tierra manifesto los inconvenientes que el señor obispo no quiso dar á entender conocia cuando escribió al padre provincial diciendo: "No puedo yo asegurar el suceso con prevision de los inconvenientes que V. Rma. me representa." Por muy inminentes los tuvo el gobernador pues los declaró á S. M. como se ha vista. Y si se da licencia al discurso, por lo menos manifestó que al buen celo del alivio de los indios acompañó otro motivo, pues dice en la misma carta: "Basta para no culparme que es opinion de algunos doctores pues para pretender un prelado jurisdiccion sin que parezca temeridad el intentarlo, basta ser el punto probable." Pero pasando el intentar la jurisdiccion al que no lo era, no paso por ello el gobernador, negando el auxilio real justamente, á lo que presumió prudentemente no podia haber hecho persona tal con inadvertencia en materia tan grave. Bien notorio es que nunca ha habido queja de los indios en esto, aunque algunos (Dios sabe con qué intencion) han querido diversas veces que la haya. Por una y otra parte se remitió la materia al consejo; pero desde que hubo buena cosecha, siempre han dado los indios sus limosnas como acostumbraban sin darse por gravados en ello. <561>
CAPITULO VEINTE Y DOS.
De algunos religiosos graves yá difuntos en estos tiempos.
El R. padre Fr. Pedro Henriquez, natural de la villa de Fuensalida en el reino de Toledo y hijo de la santa provincia de Castilla, paso á esta de Yucatan el año de mil seiscientos quince. Fué en ella gran lengua y predicador de estos naturales, y habiendo necesidad de religiosos ministros, fué enviado á España para que los solicitase, no solo con título de procurador sino honrado con la voz y voto de custódio de esta provincia para el capítulo general que se celebró en Toledo el año de 1633. Luego que se tuvo el capítulo general fué juntando religiosos para esta provincia, á la cual trajo el año siguiente de treinta y cuatro una mision de veinte y cinco, entre los cuales vine yo el menor en todo. Salieron de ella muy aventajados lenguas y maestros que han sido de ella, enseñándola á los que despues han venido, lucidos predicadores de españoles y lectores de filosofia y teología. Habiendo despues vivido cinco años en esta provincia, pasó á mejor vida en el convento de Ticul á veinte y tres de noviembre de mil seiscientos treinta y nueve años, recibidos todos los Sacramentos y ejercitando muchos actos de virtudes teologales en su enfermedad, con que edificó mucho á todos los padres de esta provincia que estaban en aquel convento con causa de la junta que se dijo hizo el R. padre Fr. Antonio Ramirez, siendo provincial, para extinguir algunas discordias como lo consiguió. Murió el R. padre Fr. Pedro Henriquez de casi cincuenta altos de edad y veinte y cuatro de esta provincia.
En la mision que el antecedente vino el padre Fr. Juan Gutierrez natural de Madrid, y hijo tambien de la provincia de Castilla. Fué en esta gran lengua de los naturales, aunque les predicaba <562> pocas veces, con temor (que nunca pudo vencer) de subir al púlpito. Siendo guardian del convento de Zahcabchen, mataron los indios á cuatro ó cinco españoles que en aquel pueblo estaban, y se dice que por malos tratamientos que de ellos recibian. Ejecutadas las muertes, viendo los indios que habian de ser castigados, levantaron el pueblo, y retirándose á lo interior de las montañas le dejaron casi desierto. Sintió su doctrinero el suceso como era justo, y procurando su reduccion, aunque fuese á costa de su vida, se confesó y encomendó á Dios; y dispuesto á morir por el bien de las almas de aquellos indios, entró por los montes hácia donde estaban, á buscarlos. Cuando le descubrieron, se vinieron á él algunos, y dudó si era para matarle. Esforzóse y recibiólos con blandas palabras, y ellos le hicieron muy buen hospedaje. Propúsoles el fin de su venida, y ellos á él la causa de su retiro. Convinieron en que si los perdonaban se volverian al pueblo, con que se despidió de ellos. Vino y ajustóse la materia con el gobernador D. Diego de Cárdenas lo mejor que se pudo, y aunque no deja de haber algun castigo, se redujo el pueblo por media del P. Fr. Juan Gutierrez. Fué secretario de la provincia y guardian muchas veces. Siéndolo del convento de Ticul, saco desde los cimientos de la iglesia nueva que hay se ve, quedando en su tiempo las murallas hasta la cornisa. Dejo labrado el retablo que en ella está, obra de un gran artífice español maestro de escultura que habia entónces en esta tierra. Hallóle al P. Fr. Juan la muerte muy dispuesto, para dar en la presencia divina buena cuenta de su vida, porque habia algun tiempo prevenídola ántes que le diera la enfermedad con que murió, habiendo recibido todos los Santos Sacramentos en el convento de Telchac á treinta de marzo de mil seiscientos cuarenta años, con cincuenta de edad y veinte y cinco de esta provincia.
El padre Fr. Diego de Figueroa ó Santa Maria, hijo <563> de la santa provincia de Andalucía, y educado en los conventos de recoleccion de ella, pasó á esta en la mision que vino el año de mil seiscientos veinte y cuatro. Fué algunas veces maestro de novicios que crió enseñándoles con todo cuidado la perfeccion de vida que profesamos. Supo medianamente la lengua de los indios porque vino yá de edad crecida hombre hecho, y la ocupacion dicha no le dió lugar á mas; pero suplia esta falta asistiendo al confesonario para los españoles y á otros ministerios que se le encomendaban. Habiendo algunas veces sido guardian murió en el convento de Mérida á trece de diciembre de mil seiscientos cuarenta y dos años, dispuesto como hijo de nuestro padre S. Francisco.
A pocos dias le sucedió en la muerte en el mismo convento el R. padre Fr. Francisco Jimenez de Santa Marta, hijo de la santa provincia de San Miguel, que le trajo de España, siendo comisario de aquella mision el dicho año de veinte y cuatro. Era religioso de natural muy apacible y llano á lo labrador sin dobleces ni reparo en los cumplimientos mundanos que se usan. Habiendo recibido todos los Sacramentos, paso de esta vida á veinte y nueve de diciembre de aquel año de cuarenta y tres en el convento de la ciudad de Mérida.
El padre Fr. Juan Sanchez Tablada, nacido en tierra de Búrgos, recibió el hábito de nuestra sagrada religion en el santo convento de S. Diego de Alcalá de Henares, habiendo ido á estudiar en la insigne universidad de aquella villa Despues de profeso salió de los estudios de la religion aventajado filósofo y teólogo, y lo que es mas principal muy observante religioso, que con opinion de uno y otro era mirado con singular atencion de la provincia, donde se tiene por cierto no le dieron cátedra en que leyese por la entereza de su condicion, y no sujetarse á pedirla. Pasó á esta provincia <564> el año de mil seiscientos y treinta y ocho, en una mision que vino de sugetos muy lucidos, con título y patente de lector de filosofia, y aquel mismo año celebrándose capítulo se le dió la posesion. Vió logrado su trabajo con muy buenos estudiantes que salieron de su curso. Habiéndole concluido, y leyendo yá la sagrada teología, le dió un accidente de que quedó perlático y casi imposibilitados los movimientos naturales de todo el lado derecho. Entendióse que mejorara, y celebrándose capítulo el año de cuarenta y uno, fué electo guardian del convento principal de Mérida. La Majestad Divina dispone las cosas como mas conviene; y fué servida que sobre aquel accidente le diese un mal aire, que sin entenderse le dementó totalmente. Movió á todos á lástima esta desgracia, por sucedida en un sugeto docto, virtuoso y mozo, que pudiera ilustrar mucho esta provincia. A tercera vez que le cogió otro mal aire le llevó nuestro Señor para si en el convento de Mérida á trece de febrero de mil seiscientos cuarenta y cuatro años. Fué general el sentimiento por su muerte, no solo de los religiosos sino del estado secular que veneraba en el sus letras y virtud. Seria de edad de treinta y cinco años, y casi los veinte de religion ocupados continuamente en el estudio de las letras divinas y humanas, y así era muy elocuente retórico y mas que medianamente noticioso de la ciencia astrológica y sus anexas.
El reverendo padre Fr. Rodrigo de Segura, natural de la villa de Moguer, (en lo que en España llaman el condado de Andalucía), vino á esta reino de Yucatan muy niño. Creciendo algo la edad, se inclino á ser religioso nuestro, y recibió el hábito en el convento de Mérida. Salió de los estudios muy gran predicador de españoles de aquel tiempo, y así lo fué conventual en la ciudad y villas muchas veces con aplauso de los oyentes. En el idioma de los indios fué muy aventajado, <565> (hallóselo sabido casi sin trabajo por haber venido tan niño) y continuo predicador suyo y muy celoso ministro en la enseñanza de su cristiandad. En lo religioso observante, gran seguidor de la comunidad, así en el coro como en los demas actos, pues aun siendo predicador conventual iba todas las noches á maitines como si estuviera muy desocupado del continuo trabajo de la predicacion. Siendo guardian del convento de Mérida, pareció demasiadamente rigoroso por la puntualidad que solicitaba en todos los actos de comunidad, y observancia de las ceremonias religiosas, y de verdad era celo de la religion y no demasía (aunque fué de condicion algo áspera) lo que la tibieza de algunos reputaba por rigores. Esto se tuvo por cierto fué causa para no ser electo provincial de esta provincia porque todos los demas oficios de ella tuvo, acabándolos con loable aprobacion de los prelados; Fué de natural muy robusto y rara vez le hallaran sin alguna ocupacion. El santo tribunal de la inquisicion le honró con el oficio de comisario suyo, que tuvo algunos años, y siendo yá de edad de sesenta y tres, le dió la enfermedad con que pasó de esta vida dispuesto como verdadero religioso en el convento de Campeche á diez de febrero de mil seiscientos cuarenta y cinco años.
El R. P. Fr. Cristóbal de Rivera natural de Cádiz y hijo de la santa provincia Andalucía vino á esta de Yucatan el año de mil seiscientos y cinco. Fué en ella aprobado ministro de los indios y gran reparador de los conventos, y aun hizo dos desde los cimientos, que son el de Oxkutzcab y Cacalchen. Era tan agradable para con los indios, que acudian con singular gusto á cuantas fábricas obraba, sin que por ocasion de ellas ni por otra alguna se quejase un indio de él en toda su vida. No fué menos bien recibido entre los españoles y religiosos, que de todos era amado, y socorria á los necesitados así unos como otros en cuanto <566> podia. Yo fuí uno de ellos siendo lector actual: págueselo nuestro Señor en la gloria la caridad que me hizo. Muchas veces fué guardian, y en el capítulo del año de mil seiscientos treinta y dos fué electo difinidor de esta provincia. Siendo despues guardian de Maní, comenzó á fabricar una iglesia muy capaz de tres naves para los indios. Atajó el progreso de ella la enfermedad con que murió, y despues con las grandes y contínuas calamidades que ha padecido esta tierra cesó aquella obra, que no se ha puesto mas mano en ella. Falleció en aquel convento á doce de julio de mil seiscientos cuarenta y cinco años, habiendo recibido la santísima Eucaristía por viático, aunque no se le pudo dar la Santa Extrema-Uncion cuando se entendió porque la enfermedad le dejaba poder andar sin hacer continua cama, y dió su espíritu al Señor cuando se le esperaban mas dias de vida. Paso á la eterna de mas de sesenta y cuatro años de edad y cuarenta de provincia, habiendo sido algunos calificador del santo oficio. <567>
LIBRO DOCE
DE LA HISTORIA DE YUCATAN.
CAPITULO PRIMERO.
Gobierno de Francisco Núñez Melian.
Vida y muerte del dean D. Gaspar Núñez de Leon.
Prorogado el tiempo del gobierno del marques de Santo Floro, proveyó el rey por gobernador de Yucatan al general D. Luis Fernández de Córdova, y ántes que pusiese en ejecucion su viaje, le promovió al gobierno de Cartagena de las Indias. Por lo cual se dió este á Francisco Núñez Melian. Hízole el rey la merced en Cuenca á veinte de junio de mil seiscientos y cuarenta y dos años. Fué recibido en Mérida á treinta y uno de diciembre del año de cuarenta y tres, y gobernó hasta trece de abril del de cuarenta y cuatro. Lo que de el se experimentó en este poco tiempo fué mucha llaneza en el trato de comunicacion con los vecinos, que aun pareció demasiado en esto, y en igual grado se temió su codicia, porque segun el trato y contrato que comenzó con los indios, se tuvo por cierto nada dejara á los españoles en que pudieran granjear para sustentar la vida. En este poco tiempo, dia veinte de enero, se vio el estado eclesiástico en gran turbacion en la ciudad de Mérida, porque, no me acuerdo yá sobre que fué, envio el gobernador cantidad de soldados que prendiesen al canónigo Santos, que estaba en un beneficio no lejos de la ciudad, y habiéndole prendido se decia le <568> enviaba á Campeche con aquella guarda para desterrarle; pero fué nuestro Señor servido que se compusiese aquel disgusto.
Tuvo presto desgraciada y repentina muerte en ocasion de gran regocijo, porque habiendo mandado por bando que todos los españoles de la jurisdiccion de Mérida se juntasen en sus banderas para trece de abril con ocasion de hacer reseña general de armas, aquella mañana dejó dispuesto para la tarde formar un escuadron, como suele acostumbrarse. A la tarde entraron en la plaza mayor las compañias y tomaron sus puestos, quedando la de caballos en una esquina, para que cuando escaramuzasen envistiese como á romper el escuadron. Entró el gobernador en la plaza (aunque viejo, galan y airoso): dado principio á la escaramuza le dió acaudillando la caballería, y al llegar junta á una pieza de artillería hizo seña que la disparasen. Hallóse cercano cuando se disparó, y el caballo, ó por el estruendo ó por lo que Dios fué servido, quiso partir; pero detúvole con tal violencia, que al caballo rebentó la cincha de la silla, y al buen viejo el cinto de un braguero que traia. No pudiendo pasar de allí, iba á apearse á un zaguan de las casas reales, y entrando por el y bajándole un negro del caballo yá estaba difunto. Salió en breve la voz de que habia muerto, y aunque habia algunos confesores en el corredor pegado al zaguan, ninguno llegó á tiempo que pudiese absolverle. Tocóse á rebato, que atribuyeron los que no se hallaron en la plaza á accion de la fiesta. Oyeron sucesivamente clamor solemne (como de gobernador) con que se alboroto la ciudad, hasta que se supo la causa. Con esta muerte las compañías que entraron alegres salieron con las banderas arrastrando y cajas destempladas, y al siguiente dia fué sepultado en la santa catedral, habiendo sido su teniente el licenciado Pedro Angel de Matos. Por su muerte del gobernador tomaron luego <569> la posesion del gobierno el capitan Alonso Magaña Padilla y el capitan D. Agustin de Várgas, que gobernaron desde trece de abril hasta veinte y ocho de junio que llegó sucesor á este gobierno.
Aunque duró tan poco el gobernador, se trató en su tiempo de reducir muchos indios que andaban ausentes de sus pueblos con gran daño de sus almas, porque así no acuden á doctrina, de los encomenderos por los tributos que les faltan, y de los pueblos porque las cargos de trabajos caen sobre todos los que quedan. Hízose sin costa de los encomenderos ni del rey, porque el maestro de campo D. Juan de Salazar y el capitan D. Gaspar de Salazar y Antonio Dorantes se encargaron de hacer la reduccion á su costa. Con el maestro de campo D. Juan de Salazar, que fué á lo oriental, fué por ministro de doctrina el padre Fr. Martin Tejero, del cual se trato en el libro antecedente, y redujeron cinco mil y ochenta y una personas. Con el capitan D. Gaspar de Salazar á lo occidental el padre Fr. Bartolomé Becerril de quien tambien se trato, y remitieron dos mil cuatrocientas y cuarenta y dos personas. Con Antonio Dorantes á lo meridional, volviendo á Bacalar, el padre Fr. Juan de la Peña hijo de la santa provincia de Andalucía, y remitieron mil y novecientas personas, que entre los tres parece haberse reducido nueve mil cuatrocientas y veinte y tres personas, y aun no se acabaron de correr todos los territorios, porque cesó con la muerte del gobernador.
Faltó aquel año de cuarenta y cuatro un ejemplarísimo eclesiástico digno de que su memoria no falte á estos escritos. Fué el doctor D. Gaspar Núñez de Leon, natural de Las Montañas, hijo de personas nobles y calificadas, como lo mostraba la ejecutoria de hidalguía que tenia, y no he hallado donde formó sus estudios y se graduó de doctor: será posible lo <570> diga el muy erudito maestro Gil Gonzalez Dávila en su Teatro Eclesiástico. Pasó de España á Yucatan el año de mil seiscientos nueve, habiéndole hecho el rey merced de la chantría de la santa catedral de este obispado, y el libro de su cabildo que he visto no tiene el dia en que le fué dada la posesion. A veinte y siete de agosto de mil seiscientos diez y nueve se le dió la del arcedianato, y despues fué dean.
Aunque vino mancebo de España, fué siempre su compostura y modestia muy grave, que con ser tanta la que en sus facciones tenia por los años en que paso de esta vida, se decia ser la misma que se le vio desde que llegó á esta tierra. La asistencia del coro para la celebracion de los oficios divinos, fué siempre muy continua, y la gravedad, majestad y decencia para el culto divino siempre grande. Satisfecha la obligacion del oficio mayor rezaba el menor de nuestra Señora de rodillas con otras muchas devociones: por espacio de muchos años trajo los lúnes, miércoles y viérnes un cilicio de cadenas de hierro con puas para las carnes y un jubon de cerdas asperísimas que cubria lo restante del cuerpo, á que no alcanzaba el hierro, y estos dos no se quitaba en todo el tiempo de la cuaresma.
Fué muy templado en el comer y beber, y gran limosnero, virtud que manifestó nuestro Señor le era acepta por un caso que sucedió. Recien venido el marques de Santo Floro á gobernar esta tierra, hubo un año gran falta de maiz, y algunos, ó por necesidad ó codicia, le robaron á este venerable varon el granero de su casa sin dejar en él aun media fanega de Castilla. Vió un criado suyo llamado Bonilla la falta que habia por el robo hecho, y dióle noticia de ella. Sintiólo grandemente por estar cercano al sábado, dia en que repartia la mayor cantidad de esta limosna á los pobres, y para no faltarles solicitó por cuantos modos pudo, <571> aunque, fuese por cualquier costo, tener para darles aquel dia. Acudió nuestro Señor á este buen deseo, porque siendo yá viérnes y no habiéndole traido maiz alguno, acaso fué el mismo Bonilla á la troje, y habiéndola visto ántes vacía halló en ella mas de cincuenta cargas de maiz con que se pudo el sábado siguiente socorrer la necesidad de los pobres. Otra vez en otra de cacao, que tambien les repartia, una noche le enviaron una partida de donde no esperaba ni presumia, con que les hizo mucho bien, porque valia muy caro.
En habiendo discordias en la ciudad, no perdonaba solicitud alguna por concordar las voluntades para extinguir los odios que de ellas se siguen. Dormia cerrando por fuera la cuadra su criado Bonilla, de suerte que no podia salir sino llamando, y nunca criado suyo le vió desnudar ni vestir; con que se puede entender hacia algunas penitencias ocultas. No se le oyó jurar vez alguna el santo nombre de Dios, sino fué en una ocasion de un gravísimo disgusto que (habiendo muerto el gobernador Melian) hubo entre uno de los dos alcaldes ordinarios y el marques de Santo Floro, de que se temió algun grave mal en la ciudad entre los valedores de ámbas partes, y por quietar al alcalde, que hizo un juramento con la cólera, el dean echo otro con celo de la paz que solicitaba. A la noche hizo una gran disciplina y penitencia, y desde aquel punto fué tal la melancolía que despues tuvo algunos meses que vivió, que nunca mas se le vio el rostro alegre. Acudia á todos los actos literarios que le convidaban y arguia en ellos, honrando cuanto podia, así entónces como, en las demas ocasiones, á los profesores de letras. Fué comisario del santo oficio de la Santa Cruzada y gobernador de este obispado, y en concluyendo con los despachos á que estos oficios le obligaban, lo restante del dia ocupaba en rezar y tratar de oracion. <572>
Enfermedad de melarchía ocasionó su muerte, disponiéndose para ella: tres dias ántes recibió el Santísimo Viático de la Eucaristía con tanta devocion y ternura, que movió á lágrimas á los que se hallaron presentes, y á otro pidiendo la Santa Extrema-Uncion se le dio. Pidió á su criado Bonilla que nadie sino él le amortajase, ni dejase ver sus carnes á persona alguna: esto encarecidamente, y que le enterrase con la ropa que le hallase, sin quitarle cosa que tuviese. Antes de amanecer el dia siguiente, le apretó el accidente, y fuéron á asistirle el provincial (por haber sido muy devoto de nuestra religion) el padre rector de la compañía de Jesus, y otras muchas personas por lo mucho que le estimaban. Habiéndosele dicho una misa, que oyó vestido y sentado, recibió el Santísimo Sacramento, y despues como pasado un cuarto de hora dió su espíritu al Señor en veinte y siete de setiembre de aquel año de mil seiscientos cuarenta y cuatro. A la tarde de aquel dia fué sepultado en la Santa Catedral de Mérida con grande asistencia de ámbos estados, eclesiástico y secular, honrando su cuerpo difunto, como él habia procurado honrar á todos miéntras vivió. Fué enterrado con el cilicio que tenia pegado á las carnes, tan denegridas y curtidas que nadie dijera que eran de español, desde la cintura al cuello. Dejó fundada una capellanía de tres mil pesos de principal, y otros cuatro mil para que lo que rentasen se diese á sacerdotes que llevasen las varas del palio cuando el Santísimo va á los enfermos, y para las chirimias que le acompañan, y que esto se ejecutase primero que su capellanía. Lo restante de sus bienes mandó se diese á pobres, y perdonó mas de tres mil pesos que le debian personas á quien las muchas obligaciones de su familia haria trabajoso el pagarlos.
CAPITULO SEGUNDO.
Gobierno de D. Henrique Dávila y Pacheco,
y sucesos de una armada que estuvo á la vista de Campeche.
Constando al Excmo. señor conde de Salvatierra virey de la Nueva-España la muerte del gobernador Francisco Núñez Melian, proveyó para este gobierno á D. Henrique Dávila y Pacheco, caballero de la órden de Santiago, muy cercano deudo del señor marques de Villena (que le trujo consigo cuando vino por virey) y, general que habia sido de las naos de China. Dióse el título á veinte y tres de mayo de aquel año de cuarenta y cuatro, y fué recibido en Mérida á veinte y ocho de junio. Gobernó hasta cuatro de diciembre del año siguiente de mil seiscientos cuarenta y cinco. Trujo por su teniente general al licenciado D. Nicolas de la Redonda Bolivar, abogado de la real audiencia de México, confirmado su nombramiento con título del señor virey. Procedió en su gobierno este caballero como tal y visitó toda la tierra en el tiempo que en ella estuvo proveyendo algunas cosas importantes en los pueblos de los indios y sacó de ellos algunos españoles que les eran molestos informándose del proceder con que vivian. A todos oia sin detenerlos, y si podia despacharlos lo hacia luego con brevedad; y si no podia hacer lo que le pedian ó no era justo, con la misma los despedia y decia que no se cansasen porque no lo habia de hacer. Ahorraba con esto á los pretendientes las molestias que se les suelen seguir entreteniéndolos cuando no han de conseguir su intento, y á los que los alcanzan los gastos que de la dilacion se les ocasionan. Fué muy asistente á la celebracion de las festividades y sermones que en ellas se predican, dando buen ejemplo á los vecinos y autorizándolas con su presencia. Muchas veces salia por las tardes á pasear las calles de la ciudad á caballo, y en <574> su compañia algunos ciudadanos, que corriendo parejas despues en la plaza mayor se alegraba la ciudad. El proceder de su gobierno se podrá colegir por su residencia, en que solo se le puso una demanda que segun entiendo no montaba veinte pesos, y se decia que en medio pliego de papel se habia escrito toda. Porque presto adelante he de tratar otra vez de este caballero no digo mas por ahora.
Habiendo venido á Yucatan, como he dicho, por junio, despues el mes de setiembre de aquel año dió vista á estas costas una armada inglesa de trece urcas, en que venian mil y quinientos infantes, y por general un caballero ingles llamado don Jacobo Jackson que se intitulaba conde de Santa Catalina. Dió cuidado á esta tierra, recelándose alguna invasion, y el gobernador dispuso la mejor defensa que fué posible á todos los puertos de mar. Especialmente envió socorro de los encomenderos al de Campeche, que era hácia donde mas contínuo andaba, y aun se supo de algunos prisioneros que cogieron en tierra (donde ellos nunca lo presumieron) venian con determinacion de dar saco á aquella villa.
Fué nuestro Señor servido que no la invadieron porque supo la mucha defensa con que de presente se hallaba. Pocas veces se han vista en aquel puerto tantos bajeles de diversas partes juntas, y sin la gente de la tierra, se decia haber mas de trescientos gachupines, que á diversas cosas habian venido por aquel tiempo de resulta de la llegada de flota, y me parece los debió de traer la divino Providencia para librar la villa de la invasion que se le pretendia. Como no se resolvian á entrar en Campeche, pasaron hácia Champoton, y la poca gente que allí habia se escondió, viendo todos los bajeles que se acercaban. Salieron algunos de los enemigos á tierra, y arcabuceando algunas reses de ganado mayor hicieron carne, sirviéndose de <575> la iglesia para tan indecente ejecucion, y especialmente de la pila bautismal. Maltrataron las santas imágenes, y á una de nuestra Señora, con quien los indios tienen singular devocion, le despedazaron la cabeza de un alfanjazo, y le robaron las joyas y vestidos que tenia.
Entre algunos indios que cogieron hubo uno ladino que dijo á los enemigos cómo el guardian de aquella cabecera llamado el padre Fr. Antonio Vázquez, y su compañero Fr. Antonio Navarra, estaban dos léguas del pueblo de Zihó en una estancia (que es la de la cofradia de N. Señora) retirados porque no los cogiesen. Llevando una compañía de cien ingleses por guia al indio que se lo dijo, fueron á la estancia, y llegando como á las dos de la mañana á diez de setiembre, dia de S. Nicolas, prendieron á los dos religiosos, maltratándolos con palabras y obras, quitándoles lo que tenian y desnudándoles sus hábitos con grandísimo escarnio de nuestra religion, de la católica romana y sacerdocio santo. Lleváronlos al pueblo de Zihó donde estuvieron tres dias y despues los pasaron á bordo. Por poco les costara la vida decir el guardian (ignorando lo que en estas ocasiones se practica) que los rescatarian á el y su compañero, dándoles licencia para escribir al provincial y á sus parientes, porque era natural de la ciudad de Mérida. Diéronsela; pero no surtió efecto, porque aunque el provincial por piedad diera el rescate, contribuyendo para él todos los conventos por ver libres á nuestros hermanos, no daba lugar la atencion al estado del comun, ni el gobernador diera licencia para ello. Sabido por los enemigos, saliendo la mar afuera para irse, quisieron lanzarle á ella los soldados y marineros de la urca en que los llevaban, diciendo que los habia engañado. Otras veces querian matarle, y yá que no lo hicieron, apénas les daban de comer ni beber: trabajábanlos mucho y golpeábanlos mas, diciéndoles continues afrentas con que <576> pasaron entre ellos una desdichada parte de tiempo. Socorriólos Dios, porque tuvo órden el padre Fr. Andres Navarro para escribir al general el mal pasaje que se les hacia, el cual luego que lo supo mandó castigar á los culpados (que recibieron en pago muy buenos azotes con rebenques bien breados) y que se les diera mejor de comer por el capitan de la urca, y aun envió socorro de agua y biscocho que les diesen, piedad que parece trae consigo la nobleza.
Retirados de estas costas con menoscabo de tres urcas que bararon en las Arcas (que llaman) fueron á las de la Habana. Antes de salir de la canal de Bahama les dió un temporal tan récio, que á vista de los de la urca donde iban los religiosos se fueron las otras nueve al fondo pereciendo gente y bajeles juntamente. La que quedo echó á los dos religiosos y ocho españoles que llevaban prisioneros en tierra en la costa de la Florida. A poco rato vieron como la urca de donde los habian sacado se fué tambien á fondo sin parecer ni verse mas cosa alguna de ella, que parece la conservó Dios mientras estuvieron los verdaderos católicos y sacerdotes, y que aquella sumersion fué castigo de las inquietudes y blasfemias de la confusion babilónica que componia aquella armada. Componíase segun dice el padre Fr. Andres Navarro de hugonotes, calvinistas, arrianos, sacramentarios, protestantes, zuinglianos y otras diversas sectas, y lo mas lastimoso que habia entre ellos algunos católicos romanos.
Refiriendo los trabajos que padecieron miéntras fueron prisioneros dice lo siguiente, que lo refiero á la letra, porque cada uno discurra como la piedad le dictare. "Lo que nos sucedió con ellos en ese mar de Cristo, es para nunca acabar: solo diré á V. R. en esta, que lo crea, que no lo crea (por ser en alabanza y grandeza de la vírgen Maria nuestra Señora lo pongo y digo) como yo era muy devoto de nuestra Señora <577> de Champoton, me encomendaba muy de veras á ella y á las once mil vírgenes. Juraré con juramento afirmativo que ví á nuestra Señora de Champoton con las vírgenes, que anduvieron en el combés riñendo con los ingleses cuando todos ellos se ahogaron y no quedó sino es nuestro navio en que ibamos entreambos frailes. Y á mi ver fué porque despedazaron de un alfanjazo la cabeza de nuestra Señora y saquearon á la santa imágen y á todo cuanto tenia, y el castigo que dignamente merecieron fué el ahogarse todos sin quedar ninguno á vida sino es nosotros &c." Cuatro meses menos ocho dias estuvieron los religiosos en poder de los ingleses, y dice el P. Fr. Andres que el guardian deseó mucho padecer muerte por la confesion de nuestra santa fé católica romana, y á el le decian que le querian llevar á Inglaterra para que dijese misa á la reina, que se la decian todos los dias. Llegaron con grandes trabajos de hambre y sed á la Habana donde los socorrieron, y despues volvieron á esta provincia. Tal fué el fin que tuvo aquella armada; con que quedaron estas costas sin el peligro que se recelaba.
CAPITULO TERCERO.
De un capítulo provincial, y cómo fueron religiosos
á la nueva conversion del reino del Próspero.
Aunque esta eleccion fué ántes de la venida del gobernador D. Henrique Dávila, la diferí por seguir mejor sus consecuencias á ella. Cumplíase el trienio del reverendo padre Diego de Cervantes, y vino á visitar esta provincia segunda vez el muy reverendo padre Fr. <578> Juan de Prada comisario general, y habiendo satisfecho á esta obligacion, celebró capítulo en la ciudad de Mérida á catorce de mayo de mil y seiscientos y cuarenta y cuatro años; y porque la provincia se inclinaba á uno, y el padre comisario tenia por su compañero y secretario á otro religioso que pertenecia á esta provincia, no se echó voz por alguno, sino que entraron los vocales á elegir segun su dictámen (raras veces sucede esto) y así eligieron al que deseaba la provincia, que fué el reverendo padre Fr. Gerónimo de Prat, lector jubilado y difinidor actual que era. Difinidores los reverendos padres Fr. Diego de Honorato, Fr. Pedro de los Reyes, Fr. Juan de Alcocer y Fr. Juan Sánchez. Custódio fué electo el reverendo padre Fr. Bernardo de Sosa, y comisario provincial (para votar en el capítulo general siguiente por el provincial de esta provincia) el padre predicador Fr. Sebastian de Quiñones. Despues celebró el provincial su congregacion en el convento de Maxcanú á veinte y uno de octubre de mil seiscientos cuarenta y cinco años.
Habia capitulado con su majestad (que Dios guarde) D. Diego Ordoñez de Vera y Villaquiran, natural de la imperial ciudad de Toledo y caballero de la orden de Calatrava, la conquista de las naciones que hay de indios infieles entre esta tierra y Goatemala, con título de adelantado del reino del Próspero (que este nombre se la daba al todo de aquella conquista) y otras mercedes para despues de conseguida la pacificacion de aquellos naturales. Diósele entónces la alcaldía mayor de Ciudad-Real de Chiapa de españoles, para que desde allí con esta comodidad hiciese la entrada. Aunque en el tiempo que estuvo en aquel oficio la comenzó, fué tan poco lo que adelantó en ella que solamente le quedó conocimiento de lo mas cercano, y hizo una poblacion de algunos indios que se le dieron, á quienes <579> catequizó un religioso domínico de la provincia de Chiapa, aunque sabia poca ó ninguna lengua, porque hablan la de Yucatan y no la de Chiapa ó Vera-Paz, que es de su administracion, y él sabia. Acabó su oficio este caballero y quedó pobre, porque procedió en él muy cristiana y desinteresadamente (como es fama, y yo lo oí en aquella ciudad pasando por ella) y aunque tenia buena encomienda de indios que era la de Mita en Goatemala, la renta entraba en la caja real de aquella ciudad, asentado así por la capitulacion, para que cuando se ejecutase con todas veras la entrada, estuviese como en depósito para el gusto que se habia de hacer en ella.
Aconsejáronle, y bien, que desde esta tierra de Yucatan era donde mas directamente se puede ir, y que la mayor ayuda eran los ministros religiosos de esta provincia por saber la lengua, la cual ignoran los de otras, y siguiendo este consejo vino á Yucatan el dicho año de cuarenta y cinco. Comunicó con el R. P. provincial su intento, y prometióle de parte de la religion cuanto fuese posible ayudarle en servicio de nuestro Señor y de S. M. Andando en estos tratados llegó por fines de aquel año el gobernador D. Estéban de Azcárraga, y comunicándole el fin con que estaba en esta tierra, le prometió cuanta ayuda pudiese dar. Con tan buen acogimiento de gobernador y provincial publicó el general y adelantado D. Diego de Vera la capitulacion, dió oficios militares, arboláronse banderas y comenzó á alistarse gente para la jornada. Pidió al padre provincial que pues veia yá la disposicion en que estaba, le diese religiosos que fuesen por delante, porque de sus amonestaciones y predicacion confiaba mas que de las otras prevenciones militares que se quedaban disponiendo. Aunque se ofrecieron muchos, quedaron escogidos los padres predicadores Fr. Hermenegildo Infante, natural de la ciudad de Granada y hijo de la santa provincia de Andalucía, con título de comisario de <580> aquella nueva conversion, y el padre Fr. Simon de Villasis, natural de la ciudad de Mérida en esta tierra, gran lengua de estos naturales y muy cuidadoso en su administracion y doctrina.
Salieron del puerto de Campeche segunda semana de Cuaresma por el mes de febrero, año de mil y seiscientos y cuarenta y seis, sin poder haberlos ayudado el general con cosa alguna para su viaje, y aquella noche con viento récio que se levantó, se ahogaran si una fragata que salia para la Nueva España, no les echara su chalupa, con que aportaron al pueblo de Lerma una legua de Campeche. Saliendo de allí á otro dia los maltrató otro norte, y así con estos temporales llegaron á un paraje que se llama el Baradero porque allí es forzoso sacar las canoas á tierra y pasarlas un corto trecho á una vuelta que hace la mar en lo que llaman Laguna de terminos. Allí se les huyó el indio que llevaban por piloto, con que quedaron muy desaviados, y sirviendo á ratos cada uno de los religiosos de remero, llegaron á una estancia donde hallaron un español, llamado Juan Zetina, que iba á aquel viaje para el último beneficio de Yucatan, que es el de Uzumasinta, á vender alguna hacienda suya. Aunque se desacomodó, dió á los religiosos un indio de sus canoas, y los fué sustentando con su matalotaje hasta el beneficio, porque no llevaban sino un poco de biscocho, un queso y una poca harina de maiz. Tardaron en llegar á Uzumasinta veinte y cuatro dias con harta penuria de bastimentos y no pocos infortunios del tiempo. Habia pasado el general á aquel beneficio, dejando en Mérida los oficiales de milicia para que juntasen la gente, y le llegaron martes santo, que llegaron con solos dos criados y su mujer doña Angela. Recibiólos con mucho contento, pero no estaba tan necesitado que no les pudo dar de comer ocho dias que allí estuvieron. Regaló mucho el padre beneficiado Juan Velázquez <581> de Arismendi á los religiosos, y ellos en agradecimiento confesaron á los mas de sus feligreses y españoles que allí habia, y predicaron aquella Semana Santa. El padre beneficiado continuando su caridad, les dió provision de bastimentos para lo que les faltaba, y pago la embarcacion en que habian de ir desde allí por el rio hasta donde se camina por tierra. No tuvo el general que darles sino un perro y una perra que les hiciesen compañia; pero yá que no pudo mas, dióles una como provision sellada con el sello de sus armas en que mandaba á los indios recibiesen y regalasen á los religiosos, y á un capitan mestizo llamado Juan de Vilvao, que habia quedado allá, que los asistiese en todo, y el mandato decia así:
"Capitan Juan de Vilvao, cacique D. Pedro Xix, alcaldes, justicias y regimiento y tatoques (tlatoque) del pueblo de Nohhá, mi plaza de armas con las del rey nuestro señor (Dios le guarde) en este reino del Próspero. Yá su Divina Majestad ha sido servido que hayan llegado á este pueblo de Uzumasinta los dos RR. padres comisario Fr. Hermenegildo Infante y Fr. Simon de Villasis, que á instancia mia vienen enviados del muy R. padre Fr. Gerónimo de Prat de la seráfica órden de S. Francisco, para la predicacion del Sagrado Evangelio y dar la luz divina en esas almas y las demas que en ese reino se fueren pacificando. Yo os mando en nombre del rey nuestro señor, y en virtud de sus reales cédulas, que hagais el recibimiento, festejo y agasajo á sus paternidades que pudiera hacer á mi persona, y que recibidos los aposenteis en las casas reales entre tanto que se labra viviendo cómoda para la habitacion de sus paternidades. A quien entregad luego la iglesia de ese pueblo con todas sus imágenes, calices, ornamentos y lo demas que hubiere dedicado al culto divino. Para cuya celebridad, frecuentacion y doctrina de todos, os mando que deis y hagais dar todo el favor, ayuda y asistencia <582> que os pidieren sus paternidades, y veneraréis sus personas, y los agasajaréis y atenderéis como á ministros de Dios que como apóstoles sagrados van á representar á los de Cristo nuestro Señor. Todo lo cual cumpliréis y ejecutaréis sin réplica ni excusa alguna, so pena de traidores á la corona real, y de que con mano armada enviaré á castigar vuestra inobediencia, que así conviene al servicio de S. M., para cuyo efecto dí esta órden firmada de mi mano y sellada con el sello de mis armas. En este pueblo de Uzumasinta á tres de abril de mil seiscientos y cuarenta y seis años. El general perpétuo del Próspero. D. Diego de Vera Ordoñez de Villaquirán."
Con este despacho se despidieron del general y salieron de Uzumasinta mártes de pascua de resurreccion á tres de abril, acompañándolos el beneficiado (y algunos españoles) hasta el último pueblo de su beneficio que se llama Tenozic, donde hallaron veinte indios del pueblo de Nohhá que habian venido á recibir á los religiosos. Desde esta primera vista de sus nuevos hijos, comenzaron á experimentar nuevas necesidades y trabajos, pues cuando entendieron traian algun bastimento para llevarlos por el despoblado que hay desde Tenozic á su pueblo Nohhá, en acabando los indios de saludarlos pidieron á los religiosos que les diesen de comer, diciendo venian con necesidad porque en su tierra habia hambre. Preguntáronles si habia por el despoblado y camino agua, y respondieron que no, y lo mismo era á cuanto les preguntaban. Esto era ficcion en que los habia puesto el mestizo Vilvao, para que los religiosos atemorizados con tan malas nuevas no pasasen adelante, y el por qué despues se verá.
Como habian yá los religiosos ofrecido sus vidas á Dios desde el principio de este viaje, no fué inconveniente lo referido, ántes dijeron á los indios que de cualquier modo habian de pasar, y que con lo que los <583> indios se sustentaban vivirian ellos, pues no habian salido á buscar regalos, sino la salud de sus almas y de las de sus compañeros. Así se determinaron á pasar adelante con un poco de pescado que el beneficiado les dió por no hallarse allí con otra cosa de regalo. Viérnes á trece de abril, dia del glorioso rey mártir S. Hermenegildo, pidieron al beneficiado su bendicion, y para recibirla se pusieron de rodillas en tierra. Diósela con no pocas lágrimas de devocion, así él como los españoles que se hallaban presentes, viéndolos ir á un tan santo y apostólico ejercicio como evangélicos predicadores, confiados solamente en la clemencia y bondad divina, pues les habian dicho los indios lo que se ha visto, y á todos pidieron los encomendasen á Dios que diese buen suceso á su pretension para gloria y honra suya. Despidiéronse y salieron de Tenozic guiándolos los indios por donde no habia agua, pudiendo ir por donde hay muchas lagunas, y anduvieron aquel dia cinco léguas fatigadísimos con el gran calor del sol, falta de agua y caminar á pié. Pasaron así hasta un ranchillo cerca de una aguada donde estuvieron aquella noche, y al siguiente dia fué al contrario porque á cada pequeño trecho hallaban lagunas y arroyos de buena agua, y así con mas descanso llegaron á la hora del medio dia á otro pequeño rancho, donde estaba el mestizo Vilvao con el cacique de Nohhá aguardándolos. El camino de este dia era bueno, cercado de alta arboleda de cedros, caobanas y otros árboles muy crecidos que hacian sombra al camino, muchas frutas de tierra caliente, y gran cantidad de monos de los grandes barbados y de los pequeñitos que son muy juguetones y graciosos. <584>
CAPITULO CUARTO.
Las religiosos llegan al pueblo de Nohhá,
y lo que allí padecieron siendo la causa el mestizo Vilvao.
Luego que el mestizo Vilvao saludó á los religiosos, comenzó á manifestar su intencion, diciéndoles que si tenian aburridas las vidas, pues iban á estar entre indios tan malos y que no los podian sustentar por haber hambre en su tierra. Que el general los habia engañado, y otras cosas á este modo que pudieran entibiar su buen proposito. A todo le respondian que Dios proveeria lo necesario como padre de misericordia; pero él no los quisiera tan confiados en la divina bondad. Caminaron á la tarde como dos léguas, y pasaron á hacer noche junto á un arroyo de buena agua, cercano á unas sierras muy altas, habiendo sido hasta allí todo el camino llano. Comenzaron á otro dia á subir una muy agria, que los fatigó mucho como iban á pié y con tan gran ardor del sol, y así no pudieron andar mas que tres léguas, y temprano se acomodaron para pasar aquella noche en la falda de otra sierra mas alta por donde corria un arroyo de agua muy buena. Vieron aquel dia por toda aquella serranía muchas arboledas de cacao, pucuz, copal, bálsamo y vainillas de las olorosas que se echan en el chocolate. El lúnes siguiente caminando por aquella serranía desde la cumbre de ella descubrieron como á la una del dia una gran laguna, en cuya ribera les dijeron estaba el pueblo de Nohhá donde iban á hacer su residencia por entónces, cosa que les dió gran contento por verse yá tan cerca de donde deseaban, y á la tarde llegaron al pueblo.
A la entrada de él hallaron á todos los indios, indias, niños y niñas con ramos en las manos, que habian salido á recibirlos, y todos juntos fueron en procesion á la iglesia con gran júbilo de verse yá con sus <585> nuevos hijos, que les hizo olvidar todo el trabajo pasado en el camino. Llegados á la iglesia hicieron oracion, y despues el padre Fr. Simon en una breve plática les dió razon de su venida, como era en nombre del rey nuestro señor, que Dios guarde, y como nuestros prelados movidos del bien de sus almas, los enviaban á predicarles la ley de Dios, y enseñarles la doctrina cristiana. Citólos para el dia siguiente en que se lo diria mas por extenso, con que los despidió, quedando al parecer los indios muy consolados con la llegada de los religiosos.
Predicóles el padre Fr. Simon el dia siguiente, y acabado el sermon, los indios abrazaron á los religiosos y despidiéndose muy contentos se fueron acompañado al mestizo Vilvao á su casa. Al dia siguiente no dieron india que moliese el maiz para las tortillas que habian de comer los religiosos en lugar del pan que en otras partes se come, y diciéndoselo al Vilvao mandó llamar á una india y dijo á los religiosos: padres, esta india les ha de hacer siempre pan. Faltó al otro dia. y diciéndoselo la trajeron y hizo como que la reñia por la falta, pero era fingido, porque allí en su presencia dijo un indio que no la tenia él en su casa sustentándola para que sirviese á los padres. Hizo tambien como que reñia al indio por la libertad con que habló, y mandó traer otra para que hiciese pan. Viendo los religiosos que aun á esto, sin que no podian vivir, les acudian tan mal, determinó el padre comisario escribirlo al general para que mandase poner remedio en ello, y dió las cartas á unos indios para que las llevasen, esperando con su respuesta tener algun alivio. Supo el mestizo como escribian, y quitando las cartas á los indios, los oculto para que los religiosos entendiesen que habian ido, y el general no tuviese noticia de lo que pasaba. Con estas ocultas trazas solicitaba que los religiosos se fuesen, enfadados <586> de ver que los indios los trataban con tantas señales de poca voluntad. Permitió nuestro Señor que de una traza que dió el mestizo para desacreditar á los religiosos, redundase que los indios conociesen la bondad y sinceridad de su proceder, y juntamente se les manifestase la mala intencion del Vilvao.
Para ejecutarla, luego que llegaron los religiosos prendió á un indio del pueblo, y puesto yá en la cárcel hizo hacer una horca, diciendo que le habia de colgar en ella, y cuando le pareció llamó al padre Fr. Simon para que le confesase y ayudase á bien morir. Fué el padre Fr. Simon á la cárcel, y preguntándole al indio y á otros que por que le ahorcaba el mestizo, dijeron que no sabian, pero que no habia cometido delito alguno digno de muerte. Lastimado del miserable indio, vino y se lo dijo al padre comisario, y ámbos (con un español que allí estaba) fueron y le rogaron con toda instancia perdonase al indio. Dificultó mucho el perdon, y por último dijo que por lo ménos le habian de llevar por las calles del pueblo y subir á la horca, y que estando allí le pidiesen los religiosos puestos de rodillas no ejecutase su muerte, y que entónces le bajarian de la horca. Humilláronse los religiosos á cumplir la condicion (aunque manifestaba en ella tanta soberbia el mestizo) por la vida de aquel indio, al cual sacaron de la cárcel, y llevándole por las calles á la horca, le iba acompañando el padre Fr. Simon y animándole que no moriria. Estando yá en la horca se pusieron de rodillas los religiosos ante el mestizo (presente todo el pueblo) y le pidieron no se ejecutase la muerte del indio; con que dijo que le bajasen de la horca. El miserable estaba yá casi mortal con el susto (porque mal creeria al padre Fr. Simon habiendo sucedido lo que luego diré, aunque le iba diciendo que no moriria) y lleváronle á la iglesia donde en gran rato no volvió en su acuerdo. <587>
Estaban con él los religiosos, y habiendo recobrado sus sentidos les dijeron él y otros indios que allí estaban como luego que llegaron habia prendido el mestizo aquel indio, diciéndoles que la prision y el ahorcarle era por mandato de los religiosos, y que por allí verian como no eran buenos ni iban por su bien. Pero que habiendo visto cómo por ellos no murió, conocian que el mestizo era el malo, y que ellos habian ido por su bien. Entónces declararon tambien cómo habia dicho á los indios que salieron á Tenozic á recibirlos que fingiesen habia hambre en su tierra, y los llevasen por malos caminos para desanimarlos, y que se volviesen, y que si porfiando llegasen á Nohhá que no los comunicasen, y les diesen mal de comer y no les diesen servicio, y que si él los riñese, estuviesen advertidos que no era de veras, sino solo por cumplir con los padres; que con eso se irian porque habian ido á engañarlos para hacerlos despues esclavos. Que lo que el padre Fr. Simon les habia predicado no lo creyesen porque era mentira y engaño. Miéntras los que allí estaban dijeron esto, vinieron algunos de los que le acompañaron á su casa, que dijeron como luego que llegó á ella les dijo: ¿veis cuanto poder tengo, pues los padres se arrodillaron delante de mí en presencia de todos vosotros? Y que con esto que les dijo habian quedado mas temerosos de él que estaban ántes. Supieron tambien en esa ocasion cómo habia cogido las cartas escritas al general, y ocultado los indios. Esto dió mas pena á los religiosos, pues cuando entendian les venia yá algun remedio, le veian tan dificil por la malicia y poder con que se habia introducido con los indios el mestizo.
Considerando que del mismo modo impediria otros que despachasen, resolvieron que el español que estaba en su compañía llevase las cartas al general. Pidiéronle indios para que guiase al español, y diólos al parecer <588> de buena gana; pero yá que no pudo impedir la salida del español, dió tres indios flojos y perezosos á quien dijo que le dejasen en el monte para que allí pereciese, no sabiendo salir de él, y entendió ayudar á esto teniendo modo como echar veneno en el pinole que habia de beber por el camino; con que despues estuvo muy cercano á morir, aunque fué Dios servido mejorase. Tambien mando á los indios escondiesen las canoas con que habia de pasar el rio, pero llegando el español se las quito á los indios y paso, aunque se excusaban diciéndole que Vilvao lo mandaba. Cuando supo habia pasado, azotó á los indios, y luego fué muy disimulado, y dijo al padre comisario: "V. paternidad y su compañero están aquí en gran peligro, y el general los engañó. Mejor es que se vayan y entren cuando él venga, porque de entrar aqui gente española, este hombre no los he admitir, porque si quieren venir han de entrar á costa de su pellejo. Y así V. paternidad trate con su compañero de irse." Fué el padre comisario muy triste á referir al padre Fr. Simon lo que le habia dicho el mestizo, y consolóle diciendo que pues Dios los habia llevado allí proveeria de remedio, que no tardaria mucho habiendo ido el español con las cartas al general.
Otro dia por la mañana vino el mestizo, y habiendo saludado á los religiosos les dijo como aquella noche habian los indios quemado los graneros del maiz de la comunidad por no sustentarlos. diciendo que eran pocos y no podian acudir á darles carne necesaria para su sustento, y que así no gustaban estuviesen con ellos. Conocieron su mala intencion, porque lo que les daban era un puerquezuelo montes de que hay grandísima copia por aquellos montes de buenas carnes de diversos animales y muchas áves que con facilidad cogen los indios cuando quieren. Llegó á tanto, que ni aun monos para comer les daban, pero tolerábanlo esperando <589> en Dios tendria presto remedio. Viendo el mestizo que tan mal tratamiento no bastaba para que los religiosos se fuesen, vino un dia á decirles que ni aun maiz habia yá que darles, y que si no querian perecer de hambre se fuesen. Que advirtiesen entraba yá el tiempo de las lluvias, y no podrian salir despues á Tenozic. Que allí no habia don de recurrir para socorrerse; que él y los indios los llevarian y á su ropa hasta el pueblo de Tenozic. Por entónces no le respondieron cosa alguna, pero despues considerando bien que el estar allí era de poco fruto, y el peligro de morir (pudiendo guardarse para mejor ocasion) estaba casi patente, resolvieron de irse donde estaba el general. Dijéronselo al mestizo que quedó con esto muy alegre, entendiendo estaba yá sin los religiosos, pero Dios lo dispuso como se dice en el capítulo siguiente.
COGOLLUD.TM2 Continued
Return to top of page |