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David Bolles
 

Combined Dictionary-Concordance of the Yucatecan Mayan Language

CAPITULO QUINCE.

Trabajos y peligros de los religiosos y indios,

hasta volver á la villa de Salamanca.

Habiendo desatado á los religiosos y al indio Lázaro Pech, los echaron del pueblo de Hubelná con tantas voces y silbos como cuando sacan un toro á una plaza, <518> diciéndoles baldones y afrentas, haciéndoles muecas, poniendo los dedos en la boca, y con todos modos de confusion y afrenta, en tanto grado que dice la relacion que no es posible sino que quien los viese dijera: ¡Es posible, que unos bárbaros sepan hacer esto! Y el padre comisario dice que no lo creyera ni aun entendiera de unos maceguales, sino lo hubiera visto y pasado por él. Que con menos inhumanidad los trataron al santo padre Fr. Juan de Orbita y á él los gentiles itzaes cuando los echaron de su tierra, habiéndoles quebrantado el ídolo. Al tiempo que los echaban, parecieron los tres indios de Bacalar ó Salamanca, que desde la noche ántes tenian por huidos, y habia sido causa de no parecer haberlos cogido los rebeldes, y atados los amenazaron con la muerte porque habian llevado á su tierra á los religiosos. Juntos yá los bajaron con indios flecheros por tierra á la huerta de cacao en Zahzuc (Zac Zuuc?), de donde los llevaron á Hubelná, y otros desde allí por el riachuelo de Yaxteel Hau al paraje de la embarcacion en que habian venido. En el camino un indio que debia de ser menos malo que los otros, les dió el cáliz, ara, misal y crismeras, con que tuvieron gran consuelo, ciertos que no lo profanarian con sus abominables idolatrías.

Allí se embarcaron sin bastimento alguno porque la poca provision que habian dejado, la habian alzado los rebeldes, que al parecer intentaron muriesen en el camino con la hambre. El rio iba crecido con las lluvias, la canoa era pequeña para seis personas que iban, con que llevaban gran riesgo de perecer todos, pero nuestro Señor los favoreció. Luego que del rio de Tepú salieron á tierra, los indios de Salamanca temiendo á los rebeldes, hicieron caminar á los religiosos con tanta prisa por aquel monte, que lo que andaban en dos dias á la ida, les hacian ahora lo caminasen en uno. Decian que era la causa saber que todo estaba rodeado de indios <519> alzados para avisar á los de Hubelná, y estos á los de Tepú para si iban españoles enviados por el gobernador. Dijeron tambien que los alzados habian enviado á amenazar al D. Pedro Noh y sus indios que habian de ir á hacerles el pechní (pechh ni), que es abollarlos las narices y despues matarlos, porque dieron sus canoas para que los padres fuesen á Zahzuc (Zac Zuuc?), y porque no se habian hallado con ellos á ayudarlos cuando maltrataron á los religiosos y el saco que hicieron de su ropa.

Con estos sobresaltos, cansancio y falta de comida, llegaron víspera de S. Buenaventura por tierra á Boxelac (Boxel Ac), y el dia siguiente pasaron al rio Cancanilla y al Pinal, á cuya entrada habian dejado la falca en que salieron de Salamanca. Como iban tan fatigados de hambre y cansancio, enviaron por delante á lázaro y á Andres Pech, para que les tuviesen cocidos unos pocos de frijoles y maiz, de que habian dejado algo en la falca. Cuando entendieron tener este leve sustento para poder llegar á Salamanca, se hallaron con la falta que ántes, y mas peligro del que imaginaban. Habian los indios rebeldes quemado la falca, y arrojado la provision que en ella habia, llevándose la sal que es de lo que mas carecen. Allí entendieron perecer miserablemente, pues no tenian con que sustentarse, ni embarcacion en que pasar adelante, siendo forzoso hacer el viaje por la laguna grande de Laimaná. Cuando volvieron los indios y dijeron lo que habia, viéndose aislados y destituidos de todo remedio humano, se encomendaron á Dios que manifesto su misericordia con ellos.

Cuando al padre comisario se lo dijeron, iba yá tan fatigado y sin aliento, que apénas podia moverse, y si se sentaba para descansar no podia levantarse, sino ayudado de otros dos. Fué Dios servido que habiéndose encomendado á su Divina Majestad, se halló con tanto aliento y fuerzas como si no hubiera pasado trabajo alguno, y dice que con tanta ligereza, que si fuera <520> necesario romper los montes para salir á algun pueblo, le parece que aunque era mucha la distancia pudiera hacerlo, y así al siguiente dia llegaron á Colmotz (Col Motz), puerto de la laguna donde dejaron su falca. Hallaron seña de que los frijoles y maiz lo habian echado al agua, y buceando los indios sacaron algo de ello, con que repararon la hambre que llevaban. Faltábales embarcacion, pero la Divina Majestad que como padre de misericordia y Dios de toda consolacion, socorre á sus siervos en los trances mas apretados, lo hizo en este, pues destituidos de todo humano auxilio, andando los indios por el monte cercano á la playa, hallaron dos canoillas, aunque mal paradas y rotas, que habian dejado allí los rebeldes cuando se alzaron. Los de Salamanca las aderezaron con pedazos de otras viejas que hallaron por allí, y con resíduos de una casa vieja que antiguamente hubo en aquel pinal (por haber un horno donde sacaban brea): con algunos clavos que hallaron las clavaron calafeteándolas con trapos viejos de sus vestidos, y les dieron carena con una tierra que hay en aquella playa á modo de greda, que sirvió de brea. Miéntras los indios trabajaron en esto, coció Fr. Juan de Estrada unos pocos de frijoles y maiz que comieron despues todas.

Pasado el medio dia salieron de Colmotz (Col Motz), y eran tan pequeñas las canoas, que en la mejor no cupieron mas que el Francisco Chablé en la popa por piloto, gobernándolo el padre comisario asentado tras él, asegurándose con las manos en ámbos bordos, su compañero achicando el agua que hacia, y Lázaro por delante bogando con un mal remo; y los otros indios entraron en la otra. Tiene esta laguna grande de Laimaná otra al norte de ella, en que hay mucha pesca y tortugas, y así acordaron ir á ella á coger alguna, y tambien por aquellos despoblados á buscar si habia algunos plátanos que les sirviesen de pan, porque cosa ninguna llevaban <521> que comer. Dieron seña á los indios del paraje donde los habian de aguardar, y así se apartaron ellos á buscar los plátanos, y los religiosos con el Chablé prosiguieron so viaje derecho. Habiendo llegado junto al pueblo de Laimaná, le pidieron que amarrase la canoa y saldrian un poco á tierra á esperar á los compañeros, porque iban muy fatigados de la hambre, abrasados con el calor del sol, y comidos de mosquitos, que es la mayor plaga de aquel viaje. El D. Francisco Chablé respondió que no le parecia bien, y les dijo: Padres, no conoceis á los indios como yo. Pasemos adelante, y naveguemos, no sea que hayan ido á buscar á los de Laimaná, que tienen allá parientes, y vengan esta noche y nos maten. Aunque contradecian los religiosos, hubieron de hacer lo que el D. Francisco decia porque era de condicion áspera, y temieron no hiciese alguna temeridad con el recelo que llevaba. Por esto hubieron de pasar á dormir mas de cuatro léguas adelante de donde habian dicho esperarian á los que iban á pescar.

Llegando éstos despues al despoblado de Lamainá y no hallando allí á los religiosos, estuvieron dos dias aguardándolos presumiendo no habrian llegado; pero viendo que no parecian prosiguieron su viaje bogando á toda fuerza, por si podian darles alcance habiendo pasado adelante, pero por mucha que hicieron, tardaron cuatro dias en alcanzarlos. Tenia yá tanta tardanza con recelo á los religiosos no se hubiesen quedado con los alzados de Laimaná, hasta que un dia habiendo salido á tierra á hacer fuego con los palillos de que le sacan los indios, vieron venir para ellos una canoa. Temieron al principio, no pudiendo saber con certidumbre si eran sus indios ó otros de los alzados, hasta que acercándose conocieron ser la de sus pescadores. Llegados se saludaron y abrazaron con mucho contento por el recelo con que unos y <522> otros estaban. Trajeron algunas tortugas y racimos de plátanos por madurar. Con una tortuga y un racimo de plátanos maduros, que Dios deparó á los religiosos llegando á Holpatin á la orilla del rio, comieron todos aquel dia. y se consolaron dando gracias á Dios que los habia proveido en necesidad tan apretada.

Salieron del paraje donde se habian reparado de la hambre que llevaban, al cual sitio llaman Bolon Kak, que es lo mismo que nueve fuegos, y fueron navegando todo aquel dia. y gran parte de la noche. Al siguiente salieron á la mar por el rio que los indios llaman de los Zuluinices, que es lo mismo que rio de los españoles, y en la boca de él tomaron puerto. Desde allí no se atrevieron á pasar la travesía en las canoillas por ser tan pequeñas, y así enviaron á lázaro con otro indio llamado Andres Chí á Bacalar, para que dijesen cómo estaban en aquel paraje, y les enviasen embarcacion segura para pasar sin tanto peligro y algun refresco de comida de que carecian. Aunque habian determinado esto, pareciendo á la tarde que aquel tiempo estaba sereno y la mar sosegada, (¿quién fia de su inconstancia?) se resolvieron pasar adelante á otro rancho. Salieron como á las cinco de la tarde, y luego se levantó un vientecillo de la parte que en Castilla llamamos Gallego, y arreciando empezó á llover, y la mar á alterarse, de suerte que si con toda presteza no alcanzaran á barar en tierra, sin duda peligraran. Amarraron la canoa fuertemente, porque la fuerza del agua no la llevase, y en la playa hicieron un ranchillo que les sirvió de albergue aquella noche y el dia siguiente, que dice pasaron con algun descanso, por no haber mosquitos ni tábanos, que la fuerza del viento los habia alejado, lo cual no les habia sucedido en otros parajes.

Comenzando á salir de allí abrigados con la tierra por no verse en el peligro que la vez pasada, descubrieron <523> á vista larga de la otra parte del mar y travesía, hácia la de la boca del rio grande, á una embarcacion que yá habia desembocado, y venia hácia un puerto que llaman el rancho del Obispo. Sucedió lo que entendieron, y era que venia por ellos, y así se animaron los indios á bogar con fuerza, aunque el tiempo no era muy bueno, y los de la embarcacion, habiendo descubierto la canoa, bogaron tambien para ella, con que les excusaron algun trabajo. Era una gran piragua que los religiosos compañeros despacharon de Salamanca luego que llegó Lázaro con la nueva de dónde dejaba á su comisario. Venian en ella dos españoles y seis indios, con buen refresco de comida y chocolate, para que pudiesen llegar con aquel refrigerio. Junta la piragua con la canoilla, se embarcaron en ella con alegria de unos y otros, y pasaron la travesía. Subieron por el rio á la laguna, y ántes de llegar descubrieron dos embarcaciones en que iban los padres Becerril y Tejero á recibir á su comisario. Iban con ellos unos españoles que llevaban algunos arcabuces, y les hicieron una buena salva cuando se juntaron, y no sin lágrimas de gozo de verlos venir vivos se saludaron unos á otros, y así navegando llegaron á la villa de Salamanca.

 

CAPITULO DIEZ Y SEIS.

Dase noticia de los sucedido al gobernador, y lo que

sucedió á los padres Becerril y Tejero con otros indios.

Como yá sabian los vecinos de la villa de Salamanca que el P. comisario Fr. Bartolomé de Fuensalida y su compañero Fr. Juan de Estrada venian por <524> la laguna, todos estaban yá cuando llegaron en el desembarcadero para recibirlos. Fué grande el contento que tuvieron con verlos, porque recelaron mucho que los indios rebeldes los habian de matar, como yá tenian tan experimentada su porfia obtinada. Saludábanlos y abrazábanlos con gran gusto, y los religiosos agradecieron mucho la voluntad con que los recibian, y subiendo á la villa que está luego cercana mucho á la ribera, dejaron en la casa de su hospicio lo poco que tenian que dejar, y luego fueron á la iglesia á hacer oracion, dando gracias á nuestro Señor que los habia librado de tantos peligros, despues que los indios los echaron de Hubelná, y conformándose con la voluntad divina en lo demas que no habia sucedido como deseaban, pues los ocultos juicios de la Divina Providencia son investigables. Despues dieron cuenta á los vecinos de todo lo que les habia sucedido en el viaje, del cual considerando el padre comisario los peligros que en el tuvieron de hambre, navegacion y de los infieles, dice estas palabras: "Cierto que es verdad que todo este viaje fué un milagro continuado de mas de cuarenta dias que gastamos en la ida y venida á Bacalar." Y porque no será razon dejar de decir lo mucho que el indio Lázaro Pech que llevaron los religiosos los sirvió en este viaje, y lo mucho que trabajó, demas del riesgo en que puso su vida por ayudar á la conversion de aquellos rebeldes apóstatas, pues parece fuera ingratitud omitirlo y hacer aceptacion de personas, referiré lo que el padre comisario dice en su relacion, mostrándose agradecido al indio, y dando gracias á nuestro Señor por ello con estas palabras: "Fué por nuestro compañero, y tan bueno, que fué ángel para nosotros, segun lo que nos sirvió, y para mi en particular, como lo iré diciendo en esta nuestra relacion." Y en otra parte dice: "Fué este indio tan bueno y de tanta caridad, que las ciénegas y arroyos y riachuelos que hay <525> en todo el camino de Cancanilla, y otros atolladeros y malos pasos, llevando él su carga, la pasaba primero de la otra parte, y luego volvia por mi y me cargaba en sus espaldas y pasaba hasta que saliamos de ellos. Cosa es esto que admira en un indio que no se yo que cristiano español hiciera esto sino algun santo, porque aun mas es el verlo que decirlo aqui ó leerlo."

Viéndose yá en Salamanca el padre comisario, determinó escribir al marques, obispo y provincial dando razon á todos de lo que le habia sucedido. dió las cartas al P. Fr. Juan de Estrada para que lo refiriese como quien lo habia pasado, y tambien porque se curase porque de los trabajos del camino venia enfermo. Escribió lo que se, un Dios sentia de aquella gente, y que justísimamente se les podia hacer guerra para sujetarlos con las armas, porque en ellos no habia señal alguna por donde se pudiese entender se darian con medios de paz ni voluntariamente á la obediencia que debian. Que de no enviar quien los pacificase así, que la asistencia de los religiosos en Bacalar era sin esperanza de fruto alguno, y que podria volverse á su beneficio el P. Gregorio de Aguilar. Pero que si los superiores gustaban que entrase otra y otras veces en Tepú, que no se excusaba ni rehusaba el trabajo. Que tambien los dos padres sus compañeros estaban del mismo parecer, y que irian siempre que les fuese mandado. Porque como dice Cristo ¿Señor nuestro en su Evangelio, doce horas tiene el dia, y podria ser que aquellos apóstatas se arrepintiesen y recibiesen la paz que se les ofrecia. Que aguardando quedaban lo que se les mandaba, prontos á obedecer en todo.

Llegó el P. Estrada á la ciudad de Mérida, y habiendo dado las cartas que llevaba, se determinó hacer una junta donde asistiesen los Sres. marques, obispo, muy RR. PP. comisario general Fr. Juan de Prada (que <526> acababa de visitar la provincia) y el provincial, para que el P. Estrada refiriese todo lo sucedido, y oido deliberar qué resolucion se tomaria en la materia. Túvose la junta, y en ella hizo la relacion que se le mandaba, y aunque fué algo molesto por ser tardo de lengua, le oyeron con voluntad, por la sinceridad y llaneza de palabras con que decia la verdad de lo acontecido. Todos sintieron, como era justo, la rebeldía de aquellos indios, y el gobernador parece se mostró desabrido de que hubiesen ido los religiosos á Tepú tan presto. A esto satisfizo el P. Estrada diciendo que en el ir allá no se les habia dada orden particular ni asignado tiempo, que á tenerla la hubieran observado puntualmente. Que habian ido luego, porque empezando yá las aguas, era muy factible que despues aunque quisiesen ir no pudiesen por los rios, ciénegas y atolladeros que el camino tiene. Tratando el P. comisario de este disgusto que manifestó el gobernador, dice estas palabras: "No sé si tenia razon, mas nosotros hicimos segun Dios por el tiempo y la ocasion que hubo, que no se la hemos de poner á la misericordia de Dios, siéndolo siempre de que el pecador se convierta, y no difiera de dia en dia ni tarde de convertirse al Señor &c." Autoriza estas razones con muchos lugares de la Sagrada Escritura, doctrina de Santos Padres y derechos, que por no hacer prolija esta narracion omito, aunque los refiere con mucho espíritu y sentimiento de ver la obstinacion de aquellos desdichados.

No se determinó el gobernador á que se les hiciese guerra, por decir no tenia orden del rey para ello, pero envióseles á las religiosos de que perseverasen en Bacalar, hasta que se les mandase otra cosa. Por haber dicho el P. Estrada como el P. comisario Fr. Bartolomé de Fuensalida quedaba falto de salud, y que le parecia necesitaba de venir á la provincia á curarse por no haber en Salamanca médico ni medicinas, determinó <527> el R. P. Fr. Diego de Cervantes, que yá era provincial, se viniese al convento de la ciudad de Mérida á curar, y que entónces se quedase en la enfermería el P. Estrada para medicinarle un hipo contraido en el viaje, y de que no mucho despues murió, como se dice en el capítulo décimoctavo siguiente. Llevó el despacho el hermano Juan Pascual donado, y patente con autoridad para que el P. comisario dejase en su lugar de los dos que quedaban al que mas gustase. Recibido este orden, nombro por comisario al P. predicador Fr. Bartolomé Becerril, así por ser mas antiguo, como porque el P. predicador Fr. Martin Tejero gusto mucho de ello. Dia de las llagas de nuestro P. S. Francisco salió el P. comisario para venir á Mérida, y llegó á la ciudad despues de entrado octubre, donde fué bien recibido así del prelado como de los demas religiosos, aunque sintieron ver la poca salud que traia. Dió razon al provincial de su viaje y pidió licencia para darla á los Sres. gobernador y obispo, que le oyeron agradecidos, si bien renovando el sentimiento de ver el poco fruto que se cogia de la paz, y partidos tan aventajados que por tenerle habian ofrecido á aquellos indios. Así quedaron entónces en tan desventurada obstinacion, y en ella se están hoy año de cincuenta y seis, porque ningun gobernador ha tratado de reducirlos como es necesario con las armas. Dicen (habiéndolo tratado yo en conversacion con algunos de los Sres. gobernadores) que ni hay orden de S. M. para ello, ni dineros para el gusto; pero tampoco he oido decir se le haya pedido la tal licencia para sujetarlos con ellas. Esta omision los que entienden la materia la juzgarán, y si ha sido con seguridad de conciencia de los que han gobernado, pues han tenido obligacion de conservarle á S. M. sus vasallos, y atraerlos á la obediencia que le deben por todos los caminos que les hayan sido posibles, cuando no moviera la caridad cristiana á sacarlos <528> del notorio peligro en que están aquellas almas. El año pasado de cincuenta y cinco se dijo que los de Tepú pedian al padre beneficiado que los fuese á administrar, y se congregarian en su pueblo; pero no se efectuó porque no debia de ser con buena voluntad. Ha permitido nuestro Señor que estos años los gentiles itzaes les hacen cruel guerra; y este año de cincuenta y seis se dice la hacen mas viva, persiguiéndolos notablemente. Podrá ser ordene esto la clemencia divina, para que viéndose tan acosados por aquella parte que era su refugio, conozcan su yerro y se reduzcan.

Miéntras el padre comisario habia estado en el territorio de Tepú, el padre Fr. Bartolomé Becerril hizo grandes diligencias con los principales de algunos pueblos de Bacalar, para que le llevasen á otros de los que estaban alzados, y no lo pudo acabar con ellos, porque decian que los habian amenazado con la muerte si iban ó llevaban algun religioso. Con todo eso, de algunos que fué Dios servido que redujese, pobló los sitios y pueblos antiguos de Zoité y Cehaké, y dice que hallo allí unos indios gentiles del Campin (que dista veinte léguas de Zoité) á los cuales catequizó y bautizó; y habiéndoles predicado á todos, de su voluntad le trujeron gran cantidad de ídolos de barro y piedra de abominables figuras, y otros instrumentos con que ofrecian sacrificio al demonio; y habiéndolos quemado, los consoló y exhortó á que perseverasen en nuestra santa fé.

Despues en el mismo año el padre Fr. Martin Tejero redujo los indios del pueblo de Maná, que eran de los que estaban alzados, y los pobló en una isla que los indios llaman Zulá, porque ellos la escogieron para poblarse. Bautizó algunos niños de mas dos años, y administró los Santos Sacramentos á los demas. Padeció grandes trabajos en este viaje, y en particular un viento norte le arrojó á una isleta, donde estuvo trece dias sin recurso <529> humano, de que enfermo tan gravemente que estuvo á peligro de morir. Anegóse el pueblo de Maná, con que desampararon el sitio los indios, y volviendo el padre Fr. Martin para poblarlos en parte mas á propósito, y en su compañía un español llamado Lucas de San Miguel, los cogió un corsario holandes, y llevándolos consigo, saqueó los pueblos de Zoité y Cehaké que habia poblado el padre Becerril. Al padre Fr. Martin y al español tuvo prisioneros muchos dias, en que les hizo padecer hartos trabajos y hambre. Con esto los indios de aquellos pueblos quisieron desampararlos, así por la molestia del enemigo, como por haber quedado sin bastimentos. Los religiosos los consolaron y socorrieron con algun maiz, frijol y sal de lo que en Bacalar tenian para su sustento, con que por entónces se quietaron y quedaron en los pueblos recien poblados.

 

CAPITULO DIEZ Y SIETE.

Lo que sucedió al padre Fr. Martin con unos

indios infieles, y como saqueó el enemigo á Salamanca.

Habiendo vuelto de su prision el padre Fr. Martin Tejero á la villa de Salamanca, y desde allí socorrido á los indios de Zoité y Cehaké robados del enemigo, saliendo otra vez á visitar aquellos indios le dijeron como los de Campin (que yá se ha dicho son infieles) pedian que les llevasen allá nuestros religiosos porque se querian bautizar y poblar donde les señalasen, y no querian otros. Decian esto porque el padre Fr. Francisco de Triana, de la orden de nuestro padre Sto. Domingo, entró á visitarlos desde la Vera Paz, y estuvo <530> con ellos mas de quince dias, y no le quisieron admitir á que quedase con ellos. Sin celo de contencion, y con el de la salvacion de aquellas almas, se lo escribió el padre Triana al padre Tejero, sabiendo que estaba en Zoité, diciéndole que fuese sin poner dilacion, porque aunque á él no le habian admitido, sabia que querian religiosos nuestros, y pues importaba tanto á la salud de aquellas almas, no se excusase.

Certificado con esto el padre Fr. Martin, envio á los de Campin una embajada con D. Diego Canché, cacique de Zoité que solia comunicarlos, y en menos de ocho dias trujo la respuesta, que decia fuese luego, y que entrase por la mar á su rio, que en la boca de él le estarian aguardando con su piragua. El idioma ó lenguaje de aquellos indios es diferente del yucateco, y sabíale el D. Diego Canché. Hay desde Zoité á la boca de aquel rio por mar mas de cuarenta léguas, aunque por tierra serán veinte pero despobladas y muy trabajosas para caminarse, y por eso le enviaron á decir fuese por la mar. Resolvióse el padre Fr. Martin á hacer el viaje, y fué como se lo habian pedido, y así llegando á la boca del rio halló que habian cumplido lo prometido, porque le esperaban con la piragua, y le recibieron con mucha alegria y regocijo de todos. De allí le llevaron á un rancho que estaba á la ribera del rio, donde hallo hasta diez indios, y entre ellos dos cristianos de los indios antiguos que estaban poblados, que segun estos dos dijeron al padre Fr. Martin, habia veinte y cinco años que no los habia visitado su ministro que tuvieron, ni otro alguno, y en este tiempo habian muerto los que eran fieles bautizados.

Estaba aquel rancho pegado á unas sierras muy altas, y aquellos dias dijeron al padre Fr. Martin que detras de la que parecia mas alta estaba una rancheria de todos sus compañeros, y que tenian un ídolo grande de mas de vara, y que se le querian traer. Díjoles que fuesen <531> á llamar á todos sus compañeros con los niños que tenian, y que no les diese cuidado cosa alguna, que despues cuando los visitase y poblase, les diria y se haria lo que era mas del servicio de nuestro Señor. Fueron á llamarlos, y se quedaron en la ranchería el P. F. Martin, el cacique y uno de los dos indios cristianos. Pasado un dia y una noche, no viniendo, parecióle al P. Fr. Martin que tardaban para tan poca distancia; mas díjole el cacique D. Diego que eran tantas las ciénegas por las muchas aguas (era octubre año de cuarenta y dos) que no tardaban, que no recelase de ellos, que por eso no venian. A otro dia por la mañana llegaron sesenta y tres personas entre varones, mujeres y niños, á los cuales acarició mucho el P. Fr. Martin con algunas cosillas, y en especial piernas de una tela de algodon que se llama patí, para cubrirse sus partes de la puridad. Estuvo en aquel paraje nueve dias, diciendo en todos misa y catequizando aquellas almas. Fué tanta la instancia con que le pedian el santo bautismo para sí y para sus niños, y que los casase segun el órden de la iglesia, que viendo habian pasado tres dias sin ejecutarlo, le dijeron al P. Fr. Martin que si iba á burlar de ellos, y que como no les cortaba las cabelleras al uso de los cristianos que traia consigo, pues ellos lo habian de ser tan presto como entendian, y que no los debia de querer bien pues no lo hacia. Consolólos cuanto pudo, diciéndoles que no era cosa que se habia de hacer con tanta prisa, que era necesario creyesen primero lo que habian de observar, y que entónces los pondria como estaban los otros cristianos. Sabiendo esto, se juntaron todos con sus mujeres y hijos, y con gran fervor le dijeron que ellos creian en Dios fiel y verdaderamente, y que así que los bautizase. Tanta fué la instancia que le hicieron, que hubo de bautizar, aunque no estaban á toda su satisfaccion catequizados como <532> quisiera, los casó con las mujeres que ellos tenian, que segun esto no usan mas de una. Pidiéronle que les señalase santo por su patron, y mostróles tres imágenes que llevaba, una de S. Miguel Arcángel, otra de S. Gerónimo y otra de nuestro P. S. Francisco, y no determinándose á nombrarle por su eleccion, echó suertes de los nombres de algunos santos, y un niño sacó tres veces continuadamente el nombre de nuestro P. S. Francisco, con que los indios quedaron alegrísimos, y aquella noche se cortaron unos á otros las cabelleras.

Determinó el P. Fr Martin volver á la villa de Salamanca, y díjoselo á los indios dándoles palabra que volveria despues de año nuevo á formarles pueblo y ponerles justicia y gobierno, como se acostumbra entre los cristianos. Fué gran de el sentimiento de los indios cuando oyeron que queria irse, y mayor cuando se despidió de ellos, abrazándole con muchas lágrimas y repitiéndole: "mira, padre, que te aguardamos, no dejes de venir á vernos;" con que despedido de ellos se volvió á Salamanca. Es tan grande la fuerza de los raudales de un rio por donde fué, que afirma que al ir tardó dos dias en subir con la canoa yendo arrimados siempre á tierra y con gran fuerza y mucho trabajo, asiendo de bejucos y de las ramas de los árboles, en lo que despues tardó menos de tres horas sin trabajo alguno, con solo dejarse llevar de la corriente de las aguas, gobernando la canoa para que no se fuese al medio impetuoso de los raudales.

Dice el P. Fr. Martin (en la relacion que de esto me dió, jurando en ella in verbo sacerdotis escribia la verdad de lo que le peso) que es aquella tierra muy alegre, poblada de pinos muy crecidos, rios y muchos arroyos, sierras y llanos al modo de España. La gente mas dócil y humilde (segun aquellos que vio) que ha tratado de indios. Son de estatura altos, algo blancos, cari-largos, barba larga al uso de letrados. Despues <533> de venido el P. Fr. Martin, entró el enemigo hasta donde los habia dejado, y les robó lo que tenian, con que se ahuyentaron otra vez á los montes; y no fué esto solo el estorbo para no volver á verlos como les habia dado palabra, sino la invasion que el enemigo hizo luego en la villa de Salamanca.

Habiendo venido á ella á dar razon de lo principiado en Campin, hubo de venir al pueblo de Pacha á decir misa. á los indios y administrarles, miéntras se hacia tiempo para volver á aquella nueva conversion. Era yá entrado el mes de noviembre, y despues de haber el enemigo ahuyentado aquellos indios del Campin á los montes, vino sobre la villa de Salamanca de Bacalar el capitan mulato llamado Diego (el que se dijo dió saco á Campeche) que andaba por estas costas al pillaje con setenta hombres de diversas naciones, segun lo que se pudo entender. Cogió para entrar unas canoas, porque no se puede llegar á la laguna si no es en lanchas ó vasos pequeños, porque el rio de ella aunque sale por una boca á la mar hasta juntarse allí, se divide en algunos brazos que tienen muy poco fondo: en una de las embarcaciones que cogió iba pliego del rey para el reino de Goatemala. Entró la gente de noche en la villa, y como de cosa no esperada por aquella via y parte donde los nuestros eran tan pocos, aprehendió á algunos, y otros se huyeron al monte que yá estaba muy próximo con la falta de los indios y no cultivarse aquello, porque en esta tierra en dejando de cultivarla tres ó cuatro años, se cierra con espesos matorrales que la ocultan. Robó lo que halló en las casas sin hacer rumor alguno, y luego fué á la iglesia, rompió el sagrario y llevóse la custódia con el Santísimo Sacramento, sin que despues se supiese que hizo con la Majestad Sacramentada, que fué la desgracia mas sentida de cuantas han sucedido en este reino. Desde allí fué á donde estaba el P. Fr. Bartolomé Becerril recogido, <534> y saliendo un indio que de esta provincia habia ido con el P. Fr. Martin Tejero á ver qué ruido era el que se sentia, le dieron algunas heridas peligrosas, y de un alfanjazo le cortaron tres dedos de una mano. Dispararon un arcabuz, á cuyo sonido despertó el P. Becerril, y saliendo á fuera, le dispararon algunas pistolas, aunque debió ser por alto, porque no le hicieron daño, y pudo librarse de que no le cogiesen. Fuéronse con la presa llevando todos los ornamentos y la poca plata que habia y los prisioneros que cogieron, á los cuales á poca distancia, habiéndolos despojado de sus vestidos, les dieron libertad. Pasaron á Zoité que era el paraje mas cercano, donde agregaron algunos indios, así de los yá poblados como de los no reducidos.

Llegó la nueva de este lastimoso caso á la ciudad de Mérida, estándose previniendo las fiestas para celebrar la de la Purísima Concepcion de la Vírgen Maria Santísima Madre de Dios, y suspendiéronse con el sentimiento del desacato cometido contra la Majestad de su benditísimo hijo Sacramentado, y en desagravio de aquella execrable perfidia, ámbos cabildos resolvieron se hiciese una muy solemne fiesta con procesion devota, en la cual se llevase patente el Santísimo Sacramento, y que se predicase del misterio. Ejecutóse con singular devocion y universal asistencia de todos estados, y de los señores obispo y marques. Esta desgracia fué el mayor estorbo para el poco efecto de aquella reduccion, porque no hubo despues indio alguno que quisiese guiar á los religiosos. Quedáronse con todo eso en aquella villa hasta que despues viendo el reverendo padre provincial Fr. Diego de Cervantes que no servia estar allí para aquella reduccion, porque no se trataba de proseguirla, pidió al Sr. obispo D. Juan Alonso Ocon pusiese beneficiado; con que los religiosos se retiraron á la provincia, yendo aquello de mal en peor, porque los enemigos acosaron tanto aquel paraje, que <535> obligó á los pocos españoles que allí habian quedado maltratados y pobres á retirarse la tierra adentro á un pueblo de indios llamado Pacha. Dice el P. Fuensalida en su relacion que tiene por cierto que los indios del pueblo de Tepú fueron la causa de que los demas no se pacificasen, porque en todos los otros veian señales de que lo deseaban. Dios nuestro Señor lo disponga como mas conviene á la exaltacion de su santa fé católica y servicio del rey.

 

CAPITULO DIEZ Y OCHO.

Del Sr. obispo D. Juan Alonso Ocon,

y ocasion de disgusto con los religiosos.

Por muerte del Sr. obispo D. Fr. Gonzalo de Salazar presentó el rey nuestro señor, que Dios guarde, al Dr. D. Juan Alonso Ocon, cura actual de la parroquia de Santa Cruz de la real corte de Madrid. No he hallado qué dia hizo la gracia la santidad de Urbano Octavo, pero recibida, envio su poder para que en su nombre tomasen la posesion de este obispado los doctores D. Gaspar Núñez de Leon arcediano, y D. Francisco Ruiz canónigo de su catedral. Gobernáronle en su nombre desde diez y seis de mayo de mil seiscientos treinta y nueve años, en que tomaron la posesion, hasta diez de octubre del de cuarenta que entró su señoría en la ciudad de Mérida recibido con grandes festejos y alegrias. Gobernó personalmente hasta siete de agosto del año de cuarenta y tres, que promovido para el obispado del Cuzco, salió de la ciudad de Mérida dejando el gobierno del obispado al dicho doctor <536> D. Gaspar Núñez de Leon, que le gobernó hasta veinte y dos de enero de mil seiscientos y cuarenta y cuatro años, que se recibió testimonio de que tenia las bulas del obispado del Cuzco, y se declaró la silla episcopal por vaca. Estúvolo hasta nueve de noviembre de mil seiscientos cuarenta y seis años, dia en que el bachiller Alonso de Ojeda torno posesion del obispado por el señor obispo D. Márcos de Torres y Rueda.

Sus estudios de las ciencias del Sr. D. Juan Alonso Ocon fuéron en la insigne universidad de Alcalá de Henares, donde fué colegial de su colegio mayor titulado S. Ildefonso. Graduóse en ella de doctor en santa teología, y despues siendo cura de Santa Cruz de Madrid fué presentado para este obispado. No he hallado mas noticia del proceso de su tiempo hasta este, porque quedo con sentimiento que de persona de tantas letras, y que ha sido en mi tiempo, no puedo dar mas larga noticia. Solo digo que despues desde el Cuzco fué promovido á arzobispo de las Charcas, y es voz comun que su vida ha sido de varon perfecto y apostólico prelado en aquellos reinos. Déle Dios su don de perseverancia, si es vivo, y si paso de esta vida le tenga en su santa gloria.

Habiendo venido á este obispado y asentado su casa, trató luego como vigilante pastor de la salud de sus ovejas; y para reformacion de las costumbres promulgó un edicto, santo y saludable medio para conseguirla. Despues, dia de S. Ildefonso titular de su catedral, predicó solemnemente, donde hizo manifestacion de sus muchas letras y del espíritu con que celaba la salud de los fieles sus encomendados, á los cuales causó gran consuelo oirle. Otra ocasion predicó, en que con abundantísima santidad de doctrina y no menor elocuencia reprendió severamente algunas cosas dignas de remedio, y con razones tales que otro ningun predicador <537> de menor autoridad que la suya se atreviera á decirlas. (¡O cuánto importa que los prelados y superiores sean doctos!) porque no se qué fuera de d! segun quieren yá que prediquemos. Por general que sea la doctrina, con la cortedad de la tierra y malicia de algunos, luego hay murmuraciones si lo dijo por esto ó por lo otro, como si fuera el mal predicar el santo Evangelio, y no lo fuera el haber materia á que puedan aplicar la generalidad que se dice. Baste esto para en historia, y Dios nos comunique su divino espíritu para que su santa palabra haga el provecho que con ella se pretende, que yo tengo por muy cierto que la predicacion del señor obispo logró bien poco, aunque no lo fué el temor de las conciencias de algunos oyentes segun presumo.

La familia de su casa, aunque era con la decencia debida á su dignidad, no supérflua modesta sí en su proceder y comunicacion con los ciudadanos. Fué algo rigoroso en el exámen de los ordenantes (¡ojalá fuera así siempre!) examinando personalmente aun á los religiosos, con que no habia descuido en los estudios viendo habia prelado que disimulaba poco con la insuficiencia, que si así se hiciera en todas partes no se viera lo que se experimenta en algunas de las Indias. Favorecia y manifestaba benevolencia á las personas que profesaban letras, y mayor á los maestros de ellas. A los predicadores convidaba á comer el dia que predicaban en su santa catedral, siendo su continuo oyente y honrándolos con su presencia. Asistia á los actos escolásticos de conclusiones, (aunque no fuesen dedicados á su señoría, como le convidasen) y replicaba en todos con gran magisterio, que no era pequeño consuelo de los que los tenian verse honrados de este príncipe de la iglesia. Visitó su obispado personalmente, y reformó lo que le pareció digno de ello, que fué bien poco (sea Dios bendito) lo que halló que enmendar en los beneficiados. Favoreció <538> cuanto pudo á los religiosos para la reduccion de los indios alzados de Bacalar, como se dijo en los capítulos antecedentes.

Entrado yá el año de seiscientos cuarenta y uno, vino á visitar esta provincia el muy reverendo padre Fr. Juan de Prada comisario general de esta Nueva-España, y celebrado capítulo en veinte y siete de julio, fué electo por todos los vocales el reverendo padre Fr. Diego de Cervantes, hijo de esta santa provincia, y custódio que era de ella. Fué su eleccion en conformidad de la alternativa (aunque no estaba confirmada), y así por su parcialidad fuéron difinidores los reverendos padres Fr. Diego de Solis natural de Mérida en esta tierra y Fr. Pedro de Artiaga, que aunque de España recibió el hábito en esta provincia. Por la parte de los gachupines fuéron difinidores los reverendos padres Fr. Pedro Navarro hijo de la de Castilla y Fr. Gerónimo de Prat de la de Aragon y que se jubiló de lector en este capítulo. Custódio el reverendo padre Fr. Francisco Jimenez de la de Santiago.

Previno el R. P. Fr. Antonio Ramirez los actos literarios que acostumbra nuestra religion, honrándolos como se ha dicho el Sr. obispo, y alegrándose de verlos tan lucidos. Hubo entre ellos uno muy singular por el modo. Escribiéronse unas conclusion es de las materias de todos los sacramentos en columnas latinas, y por correspondencia lo mismo en otras en el idioma de los indios, en el cual se habian de conferir todas aquellas materias. Fué el actuante de estas conclusiones el P. predicador Fr. Bernardino de Valladolid, natural de Toledo, que paso á esta provincia en la mision que yo vine el año antecedente de treinta y cuatro, y el presidente el R. P. Fr. Diego Pérez de Mérida, ambos hijos de la santa provincia de Castilla. Repartiéronse los papeles entre los grandes ministros lenguas, así clérigos seculares como religiosos, y á voz de que se conferian <539> en la de los indios concurrieron muchísimos españoles llevados de la curiosidad, porque todos los nacidos en esta tierra la entienden y muchos de los de España. Oró en aquel idioma el actuante al principio de ellas con grande elocuencia; pero aun mas admiró la perfecta pronunciacion en que solemos faltar los gachupines. Demas de las materias, asentó por titular que toda la Sagrada Escritura se podia declarar á la letra en la lengua de estos naturales, con que abrió campo á todos los doctrineros y otros lenguas que no lo eran, para que se declarasen muchos lugares de dificultosa inteligencia; con que no solo fuéron de gusto, pero de grande utilidad á los ministros.

Habiendo el R. P. provincial celebrado la congregacion á diez y nueve de enero de mil seiscientos cuarenta y tres años, y gozando todos de mucha paz, publicó el Sr. obispo á veinte y ocho de febrero un edicto en la santa catedral, que fué ocasion de no pequeños disgustos entre su señoría y los religiosos. Habiendo visitado (como se ha dicho) el obispado, parecióle á su señoría que el modo con que los indios sustentan á sus doctrineros, así seculares como regulares, dando el varon una libra de cera y la mujer una pierna de patí, que es una tela pequeña de algodon, (ya se ha dicho en otra parte lo que es) géneros que tienen de sus cosechas, una en la fiesta de sus patrones y otra en la conmemoracion de todos los difuntos, era gravoso á los indios; mandó con pena de descomunion mayor á todos los doctrineros, así regulares como seculares, no recibiesen los dichos géneros, sino un real que es el precio que entre ellos está reputado que vale en lugar de cada uno, y á los indios puso penas de cárcel y otras si los daban.

Causó alteracion en todos esta novedad repentina por muchas causas. Habíale dicho ántes el Sr. obispo al provincial solamente que los patíes le parecian gravámen <540> por entónces, habiendo sido corta la cosecha de algodon, á que le respondió era justo se mirase por el alivio de los indios, pero que mudar una costumbre tan antigua, para asentar otra que hubiese de tener perpetuidad, parecia se le seguirian inconvenientes. Que se hiciese una junta en que asistiese su señoría y el Sr. marques gobernador, pues sus antecesores habian instituido aquello en nombre de S. M. como sus gobernadores, y otras personas prácticas en la materia. Que en ella se resolveria lo que para este fin mas cómodamente pudiesen hacer los indios, y se podia determinar un arancel sinodal; que lo que se dipusiese para los beneficiados seculares, ejecutaria su paternidad mandándolo á sus doctrineros regulares. Parece que vino por entónces en esto, pero no volvió á tratar mas de la materia, aunque se entendió la propusiese en la celebracion del capítulo, como parecia la ocasion mas oportuna entónces para conferirla ; y por lo que pareció despues, habiendo comunicado la materia con el gobernador, quedaron los dos en que ántes de ejecutar resolucion alguna, le daria cuenta de ella para que la tuviese entendida. Sin darla, é intempestivamente, publicó el edicto que se ha dicho, que oido en la ciudad causó gran novedad, y luego le remitió á las villas para que en ellas se promulgase, y sucesivamente por no estar el provincial en la ciudad de Mérida, le remitió una copia auténtica del edicto, escribiéndole una carta en que decia así:

"Reverendo padre nuestro Fr. Diego de Cervantes. Juéves primero de cuaresma comuniqué á V. Rma. la resolucion con que estaba de proveer de remedio, para que las obvenciones de las fiestas de los indios no se cobrasen en patíes, y supliqué á V. Rma. fuese servido de ayudarme de su parte en la ejecucion de esto, y V. Rma. me ofreció lo haria con mucho gusto, considerando la esterilidad de algodon, y imposibilidad de <541> poderlos hacer. Hoy domingo he publicado un edicto en órden á lo dicho, de que á V. Rma. envió un testimonio, y le vuelvo á suplicar que pues su ejecucion es tan notoriamente del servicio de N. S. y de S. M. que por tantas cédulas ordena y manda que los naturales sean relevados, V. Rma. lo ordene así á sus religiosos, enviándoles, si fuere servido. su patente ó como lo quisiese disponer, de que yo quedaré con el agradecimiento debido, y rendiré á V. Rma. las gracias. Cuya persona guarde Nuestro Señor con la salud que deseo. Mérida marzo primero de mil seiscientos cuarenta y tres años. Capellan de V. P. Reverendísima. El obispo de Yucatan."

 

CAPITULO DIEZ Y NUEVE.

Lo que respondió el provincial al Sr. obispo,

y patentes que despachó á los religiosos é indios.

Recibida por el R. P. provincial la carta y edicto del Sr. obispo, quedo admirado, así por la novedad ejecutada sin haber tratado la conferencia en que se habia de resolver ni dada parte al gobernador como estaba dispuesto, como por las censuras que ponia á los religiosos, exentos cuanto á esta, aunque estén sujetas á la jurisdiccion ordinaria en cuanto curas, como lo estamos, no siendo el case de los que el Santo Concilio de Trento expresa en que la puedan poner los obispos á los regulares como nosotros, que tenemos privilegio especial para que solamente legado á latere pueda fulminarla, y así le respondió en la forma siguiente:

"Illmo. Sr. Ayer dia de Sto. Tomas me dió el P. <542> vicario de esta villa una de V. S. Illma. que la acompañaba el tanto del edicto que V. S. Illma. mando publicar. Y atendiendo á lo principal, que es el que V. S. Illma. goce de buena salud, hase continuado en mí el gozo que siempre me han causado estas nuevas. Yo quedo bueno, gracias á Dios, y muy del servicio de V. S. Illma. Lo tocante al edicto, confieso, señor, que me ha causado novedad. Lo uno, porque cuando V. S. Illma. me hizo merced de comunicarme el deseo que tenia del alivio de los naturales, y que en la ocasion presente por la falta de algodon seria acertado y justo el que diesen por la pierna de patí un tomin, conocí ser el celo de V. S. Illma. muy ajustado, y que por tal le seguiria yo ordenando á mis religiosos lo mismo que V. S. Illma. mandase á sus beneficiados. Y cuando aguardaba el orden que habia de seguir, me hallo con un edicto en que V. S. Illma. comprende ministros regulares y seculares, mandando á todos por obediencia y con censura no pidan á los indios las limosnas en los géneros que ha tantos años han acostumbrado á dar, que es en cera y patíes, cosa que hasta aquí no se ha experimentado de ninguno de los antecesores de V. S. Illma., y que en la ocasion prevengo grandísimos inconvenientes sujetos al discurso de V. S. Illma., pues habiéndome yo ofrecido que haria con los religiosos durante la falta de algodon, el que se recibiese en reales la limosna, como dicho es, á real cada indio y por suave media se conseguia el fin que V. S. pretende y á que yo asentia. No me parece, señor, que V. S. Illma. gusta de esta suavidad, sino mostrar lo que puede. Y si en algunos autores ha hallado apoyo la accion de V. S. Illma., la opinion comun de los doctores y la mas probable está en contrario. Y el defenderse los nuestros con su privilegio tan justo que seria la omision en esto pecaminosa. V. S. Illma. será servido de oirnos dando lugar á la justicia que tenemos, pues del celo de V. S. Illma. no <543> se puede esperar menos que toda justificacion en estas causas."

"Lo otro que se me ofrece es que en la ocasion dicha, V. S. Illma. no me trató de limosna de cera, pues estas no penden de las cosechas, ni tampoco entendí que V. S. Illma. intentaba el quitarnos totalmente estas limosnas, sino que se atendiese á la necesidad presente de algodon, y que la misma razon militase en todas las ocasiones que la hubiera. Pareceme que V. S. Illma. ha querido hacer la ley general, y que á mi no me ha dejado que hacer sino es sentir el ver que quiere obligar con censuras á los religiosos. Yo, señor, he deseado que en mi tiempo se diese asiento á esta materia, hacienda V. S. Illma. con consulta el arancel sinodal que ofreció en el capítulo pasado, pues para este fin dijo V. S. Illma. haria averiguacion de las limosnas que se daban generalmente en toda la provincia. Esto ha suspendido V. S. Illma., siendo lo que con mas justificacion debiamos abrazar, que ejecutar esto último. Suplico á V. S. Illma. repare en los inconvenientes que esto tiene, que son crecidos, y que se oponen á la paz que pretendo y deseo, sobreseyendo en lo ordenado, que para que sea servido de hacerlo le satisfaré mas largamente, quedando obligado á toda prontitud en el servicio de V. S. Illma. Cuya vida &c."

Aunque el reverendo padre provincial escribió esto al Sr. obispo, no desistió de lo comenzado ni quiso alzar las censuras que contra los religiosos habia promulgado; con que hallándose obligado á la conservacion del estado religioso y sus privilegios, nos mandó á tres lectores jubilados y á mi (que lo era actual) dijésemos por escrito nuestro parecer en la materia. Vista con el cuidado que requeria, hallamos que nosotros, aunque como curas debamos estar sujetos en cuanto tales á los señores obispos como su majestad manda por sus real es cédulas, que tenemos obedecidas, como <544> es justo, y no satisfaciendo como se debe al oficio, puedan corregirnos y castigarnos como en ellas se declara; pero que ha de ser con otras penas, y no con la de descomunion, por ser necesario para ponérnosla que los señores obispos tengan autoridad de la silla apostólica, que expresamente haga mencion de los frailes menores y órdenes mendicantes, por el especial privilegio que para ello tenemos, de que no hay derogacion ni declaracion de su majestad ni su real consejo para que no se nos observe, porque no es el privilegio comun de exencion regular, ni se incluyeron todas las penas con que puede ser corregido el doctrinero en la de descomunion, pues sin ella quedan tantos medios para corregirle, en los cuales no hay prohibicion alguna.

Habiendo recibido el R. P. provincial el parecer de todos cuatro lectores, escribió segunda vez al señor obispo suplicandole quitase la pena de descomunion que tenia puesta contra los religiosos, y que de no hacerlo, se sirviese de dar licencia para que se le hiciese presentacion de nuestros privilegios, porque bien sabia su señoría tenia obligacion de defenderlos obligado á ello por todo derecho. A esto respondió el señor obispo por su carta de quince de marzo las razones siguientes: "Tengo dictámen de que puedo y debo haber promulgado el edicto. Y así suplico á vuestra reverendísima no extrañe el que haya tomado este medio, como ni yo tampoco extraño que la religion ajustándose á los términos del derecho en virtud de sus privilegios, se defienda del agravio que juzgare que yo le hago. Y por lo que toca á las censuras que V. reverendísima admira, basta para no culparme presuponer que es opinion de algunos doctores, pues para pretender un prelado jurisdiccion sin que parezca temeridad el intentarlo, basta ser el punto probable. Yo le tengo vista, y se lo que hay por una y otra parte, si bien la determinacion <545> depende de dictámenes ajenos. No puedo yo asegurar el suceso con prevision de los inconvenientes que V. Rma, me representa. Tomé esta resolucion, y estoy de acuerdo de no sobreseer en nada, entre tanto que S. M. no me mandare lo contrario. Yo no tengo dos caras, y así hablo á V. reverendísima con esta sinceridad, asegurando que de ninguna diligencia jurídica que V. reverendísima intentare, disentiré, ántes lo tendré por precisa obligacion, y juntamente de cualquiera manera que las cosas corran me tendrá siempre V. reverendísima y cualquiera de su religion tan aficionado servidor como experimentará en las ocasiones que me quisiere mandar. Guarde Dios la persona de V. reverendísima como yo deseo &c."

Viendo el R. P. provincial la resolucion del obispo, junta al R. definitorio, y dando noticia de ello y presentando el parecer que tenia de los lectores, se nombro por procurador de la provincia al R. P. Fr. Gerónimo de Prat, lector jubilado y difinidor actual, dándole título de notario apostólico, para que hiciese presentacion jurídica ante el Br. obispo de los privilegios con que justificábamos nuestro pretenso. Y para que á todos constase que el litigio no era sobre el interes, de las limosnas, como no podemos ni debemos tenerle, sino sobre la observancia de los privilegios, y que si el Sr. obispo celaba el alivio de los indios, no era menor la atencion del R. P. provincial, despacho sus patentes dadas en diez y seis de abril de aquel año de cuarenta y tres, escritas en el idioma de los indios, para que se les leyesen en todos sus pueblos, y les constase lo que mandaba á los religiosos. La de los indios traducida en nuestro castellano, á la letra decia así:

"Fr. Diego de Cervantes de la órden de los frailes menores de la regular observancia de nuestro P. S. Francisco, predicador y ministro provincial de esta provincia de S José de Yucatan: á vosotros los nacidos y <546> naturales de esta tierra, los que estais sujetos á nosotros y á nuestra enseñanza; haya en vosotros salud y uniformidad en Cristo Redentor nuestro. Bien sabeis, nuestros amados hijos, que somos verdaderamente padres á costa de mucho cuidado, sudor y desvelo con que os criamos para Dios, como dice S. Pablo en la carta que escribió á los de la tierra de Galata en el capítulo cuarto, pues de la misma manera se endereza á vosotros nuestro amor como el del padre al hijo. Y os consta esto muy bien desde que comenzásteis á conocer á Dios, y en esto nos despejamos sin descansar, industriándoos en lo bueno para que así ganemos vuestras almas para Dios, y esto es lo que queremos y pretendemos con todo cuidado, que es el que vais á la vida eterna en el reino de los cielos. Y si no pensamos y consideramos lo que es necesario para aliviar vuestra carga en lo que se pudiere por nosotros, ¿quién lo ha de ver? ¿Quién ha de acudir á ello tambien? Por esta causa nos estais obligados de verdad á sustentarnos y á darnos de vuestra voluntad lo que hubiéremos menester para nuestro sustento; descargando vuestras almas, volviendo la mano al amor que vuestros padres os tienen, como es, dándoles de limosna cada año en el dia de vuestro santo patron y en el dia de los finados, vuestra libra de cera el varon y la mujer una pierna de patí. Y por esta causa me pareció aliviaros de vuestra carga, por que ha llegado á mi noticia como os ha faltado el algodon de tres años á esta parte, y en el tiempo presente no le hallais á comprar. Y considerando el oficio que tengo á cargo, me pareció para que vuestra carga no fuese pesada, enviar mi mandato y órden á los padres guardianes, vicarios y presidentes, como á los demas padres de mi provincia vuestros doctrineros, para que no os pidan agora mientras no hay algodon vuestras limosnas en patí, ni os fuercen pidiéndoos esto. Y es mi voluntad <547> que así lo hagais, y lo que valiere la pierna de patí que da la mujer lo podais conmutar en dineros, en cera ó en otra cosa que lo valga y tuviere precio entre vosotros para que así se alivie vuestra carga. Y no se deje ni ponga silencio en lo que á menudo hacen vuestros padres espirituales, que es componer y adornar las iglesias, altares y sacristías, quitándoselo de su boca y de su comer para este efecto, y en ellas se consumen todas las limosnas que nos dais, como consta á toda la provincia y á vosotros desde su principio, sublimando y festejando á nuestro Dios en vuestros pueblos y iglesias, y sustentando á los pobres como á los que nos sirven en su casa. Y esto me pareció convenir, y por eso mandé remitir este mi escrito y mandato para que le leais estando juntos en la iglesia, y mandé sellar con el sello de mi oficio, y le firme y el presente secretario. Dada &c."

La de los religiosos que (como he dicho) tambien estaba escrita en la lengua de los indios, para que se la leyesen y les fuese notoria como esotra, decia así:

"Muy notorio es á VV. RR. la falta de algodon que ha habido en esta provincia de dos años á esta parte, por cuya causa lo compran los indios por excesivo precio, y querer obligarles á que den las limosnas en patíes como han tenido de costumbre de tantos años á esta parte, durante la falta de dicho algodon, será faltar á la caridad y piedad cristiana que en nosotros, y ser sus padres espirituales, debe ser mas ferviente y pronta, pues debemos enseñarla á estos naturales si no suaves sublevándoles cualquier yugo que les sea penoso. Y llevado del deseo de acertar en esta materia, consulté al difinitorio, con cuyo acuerdo despacho esta patente y otra en la lengua de los naturales, que se leerá en un dia festivo en la cabecera de cada convento ó vicaría, y se sacará un tanto de ella, para que en los pueblos de visita se haga la misma diligencia <548> estando convocados los indios en los dias que se siguieren festivos, para que los indios entiendan que nos compadecemos de sus necesidades, no pidiéndoles mas que aquello que cómodamente pudieren dar en los géneros de cera ó otro alguno que equivalga á la pierna de patí. Y el que no tuviere géneros se le reciba un real por cada una de sus limosnas, así en las fiestas de sus patrones como en la conmemoracion de sus difuntos, sin que en esto se altere ni fuerce al indio á lo contrario, pena de privacion de oficio ipso facto al guardian ó vicario presidente, y al súbdito de un año de reclusion en nuestro convento de Mérida, contra los transgresores, pues en la ocasion prevengo obstáculo á muchos inconvenientes que de no observase lo así ordenado pueden resultar, y que fácilmente se dejan discurrir &c." Prosigue mandando pasen con toda brevedad y se le remita testimonio de como se han publicado, con lo demas que suele acostumbrarse.

 

CAPITULO VEINTE.

Declara el señor obispo por incurso en su censura

á un guardian que no era doctrinero,

y lo que la real audiencia ordenó acerca del edicto.

Si el socorrer á la presente necesidad de los indios fuera el dictámen principal que tuvo el Sr. obispo para la publicacion de su edicto, parece que conseguido el fin, como por este media referido en el capítulo antecedente se conseguia, cesaba la causa en cuanto á los doctrineros regulares; pero aunque cesó, no el efecto y censuras del edicto, teniéndole el señor obispo fijado <549> en la puerta de la santa catedral en el mismo vigor con que le publicó, con que no parece haber sido esto solo la causa, que no se le oculto al marques gobernador, como da á entender en el informe que sobre esto hizo á S. M, que se refiere á la letra en el capítulo siguiente.

Viendo, pues, el provincial que el gravámen de la descomunion no cesaba, dió orden que se le hiciese presentacion juridica al señor obispo de los privilegios á que parecia contravenir, suplicándole los observase. Presentóse la peticion y juntamente un informe en derecho que habiamos escrito y firmado por el dicho R. padre Fr. Gerónimo de Prat y yo, en que se hacia lata mencion de los privilegios, y derecho que teniamos á que se nos observasen, suplicándole los tuviese por presentados, y que se nos diese un tanto de la intimacion y de lo que su señoria proveyese en forma jurídica. Aunque la presentacion fué hecha por persona legítima como era notario apostólico, permaneció en su dictámen y sin hacer case de ella ni de la apelacion que á juez competente se hacia del gravámen no cesando en él, parece dió á entender no se conformaba con lo que ántes habia escrito al provincial, diciendo que de ninguna diligencia jurídica que intentase disentiria ántes lo tendria por precisa obligacion.

Aunque parece haber tardado el provincial en remitir sus patentes dadas por abril y el edicto publicado por febrero, no fué tardanza porque casi no hay fiesta de patron alguno que sea antes de entrado el mes de junio. Sucedió despues de requerido el Sr. obispo con los privilegios, que tuvo noticia de que al guardian del convento de Hunucmá le habian dada los indios de un pueblo visita suya en la festividad de su patron patíes como solian, y sin reparar si era doctrinero ó no lo era, le declare por público descomulgado, mandándole poner en la tablilla, y á su notorio que fuese á notificarle al <550> convento la declaracion que habia hecho. Aunque fué allá no hallo al guardian, pero dejolo publicado á los que presentes estaban. De esta declaracion se siguió gran escándalo para las personas que ignoran estas materias. El estado secular juzgaba que un prelado tan docto como era el Sr. obispo, habia procedido con justificacion, y así tenian al guardian por publicó descomulgado. El religioso nunca se tuvo por tal, ni la provincia le tuvo, porque no era ministro doctrinero, ni tenia oficio de cura, y así en todo y por todo ejemplo de la jurisdiccion del Sr. obispo. Constó esto despues de haber venido su sucesor el señor doctor D. Márcos de Torres y Rueda, ante quien yo (procurador para ello nombrado) presenté peticion con un testimonio auténtico del secretario de gobernacion, por donde constaba haber sido presentado por ministro doctrinero de aquel convento en la congregacion antecedente al edicto el padre predicador Fr. Antonio de Argaiz, que segun el orden del real patronato lo era actualmente cuando el señor obispo hizo dicha declaracion cuando sucedió el caso porque se hizo. Procedió tambien á informacion pública contra él, y envio á embargar por su notario un poco de cera que en el pueblo habia perteneciente al convento, y de hecho la embargo sin quererla exhibir, hasta que requerido con otros privilegios que las órdenes mendicantes tienen contra los que retienen bienes pertenecientes á ellas sin voluntad de sus superiores, hubo de darla. No fué lo peor que los seglares juzgasen justificada la descomunion contra el guardian, sino que lo sentian así, por decirlo, los padres de la compañía de Jesus (nómbrolos porque fué público) condenando tambien el parecer que habiamos dado los lectores de la provincia defendiendo los privilegios que ó yá por concedidos á su religion ó yá por participar ella como mendicante de los de las otras, debian favorecer, pues á lo contrario da título de accion sacrílega el padre Suarez <551> tan grave escritor suyo, y no preferir el lado y amistad del señor obispo á la defensa de sus privilegios comunes á sus paternidades y á nosotros.

Llegándose la fiesta del patron del pueblo de Cholul, dos leguas distante de la ciudad de Mérida, supo el señor obispo que los indios hacian patíes para dar en ella al guardian como ántes solian. Envió á llamar al cacique del pueblo para certificarle, y habiendo venido, le preguntó que si hacian en su pueblo patíes para la fiesta, y respondió que sí. Preguntóle si les habia dicho el guardian ó otro religioso que los hiciesen, y respondióle que no. Replicó el Sr. obispo: ¿pues no tengo yo mandado que no deis patíes á los doctrineros? respondió el cacique que era así, que lo tenia mandado y que lo sabia muy bien, y que tambien lo habia mandado el provincial de los padres. ¿Pues como los haceis? le dijo el Sr. obispo. Respondió el cacique: "Señor, nosotros los hacemos con mucho gusto, porque en esta costumbre nos criaron nuestros padres y abuelos, y como desde niños vimos que ellos ofrecian esta limosna para nuestros padres espirituales y para nuestras iglesias, la damos nosotros de nuestro corazon. ¿Y quién puede quitarnos que de nuestra hacienda no demos á Dios y á nuestros ministros lo que quisiéremos, y como fuere nuestra voluntad?" Con esto se acabó el diálogo entre el Sr. obispo con el cacique y principales de aquel pueblo, y aunque les volvió á decir que no los diesen, llegando el dia de la fiesta se los trajeron al guardian, que los hubo de recibir, habiéndole dicho lo que les habia pasado con el Sr. obispo, y si acaso su señoría lo supo, no se dió por entendido cómo le habia pasado lo que se ha dicho. Ni hay que admirar que aunque tuviesen alguna necesidad los indios de aquel pueblo, en la ocasion acudiesen al guardian, que era el R. padre Fr. Miguel Rico, hoy padre de esta provincia, comisario del santo oficio de la jurisdiccion de <552> la ciudad de Mérida y guardian actual del mismo convento cuando esto traslado, porque les estaba haciendo en su pueblo una iglesia de piedra de tres naves aunque pequeña muy curiosa, y se la deja acabada gastando en ella no solo las obvenciones que el pueblo daba, sino las de los otros de la guardianía, como les era notorio, que la que solian tener cubierta de paja la habian abrasado algunos veces rayos que en ella habian dada. Desde entónces no se sabe, sea Dios bendito, haya caido rayo alguno en ella.

Como se pasaba tanto tiempo, y el Sr. obispo no respondia á la peticion y presentacion de los privilegios, antes bien habia la declaracion y embargo que se ha dicho, se le presentó otro pedimento apelando de la fuerza que parecia hacer á la religion. A esta respondió su señoría con el auto siguiente. "En la ciudad de Mérida de Yucatan en trece dias del mes de julio de mil seiscientos cuarenta y tres años, ante su señoría el Sr. D. Juan Alonso de Ocon, obispo de estas provincias de Yucatan, Cozumel y Tabasco, y electo obispo en el Cuzco, del consejo de S. M. &c. se presentó esta peticion. Y por su señoria vista, dijo que sin embargo que tiene remitida esta causa á la real audiencia de México, como consta por auto de remision en ella proveido á los seis dias de este presente mes y año, admitia y admitió la apelacion en cuanto ha lugar de derecho, y que dentro de noventa dias primeros siguientes á la notificacion de este auto, traigan mejora de haberse así presentado en la dicha real audiencia; y por este auto así lo proveyó, mandó y firmó." Admitida esta apelacion, bajó su señoria personalmente á la puerta de la santa catedral, y quitó el edicto que se estaba en ella fijado desde el dia de la publicacion.

Habia dada noticia el R. padre provincial al muy R. padre Fr. Juan de Prada, comisario general, de la resolucion del señor obispo y edicto publicado, y su paternidad <553> mandó al procurador general de la religion en la real audiencia de México representase á aquellos señores en el real acuerdo la vejacion que parecia hacernos el señor obispo, y en trece de abril de aquel año se dió real provision para que exhibiese todo lo actuado, mandando suspender la ejecucion del edicto, y que no se innovase en la costumbre antigua hasta que por aquella real audiencia se declarase si el obispo hacia violencia á los religiosos ó no. Tardó esta provision en llegar hasta el mes de setiembre en que yá se habia ido el señor obispo á la Veracruz (como se dijo) á esperar las bulas del obispado del Cuzco, y así se presentó al doctor D. Gaspar Nuñez de Leon dean que era yá de la santa catedral y gobernador del obispado. Obedecióla, y respondió que en su cumplimiento enviaria todo lo actuado á la real audiencia como le era ordenado. Demas de esto le pidió el padre procurador testimonio de cómo estaba obedecida la real provision, para que constase á los religiosos y á los naturales la suspension del edicto del señor obispo. Para ello despachó el dean sus mandamientos en que lo hizo notorio, aunque no por eso los religiosos salieron del órden que el R. padre provincial les habia dada por sus patentes, porque como no era mandato de cumplimiento, sino reconocimiento de la necesidad presente de los indios, de ningun modo se hizo diligencia para que diesen patíes; pero en muchos pueblos aunque no se les pidieron los dieron como costumbre tan antigua suya, usada entre ellos y de que nunca se han dada por gravados ni agraviados, como tenia informado el marques al rey cuando le respondió á S. M., que Dios guarde, á la cédula que le envio cuando el cabildo de Mérida informó que gravábamos á los indios con las limosnas que nos dan como se dijo en el capítulo 8 de este libro once.

Como vino al Sr. obispo la promocion al obispado del Cuzco, habiendo de partirse escribió al rey justificando <554> su pretension y edicto. Sabido esto por la religion, pidió al Sr. marques que como gobernador y capitan general por S. M., y como quien yá tenia mas experiencia de la tierra, y la habia gobernado tantos años, informase á S. M. lo que sentia acerca de si eran gravados los indios, como decia el Sr. obispo, y que asimismo hiciese informacion jurídica sobre la materia. Hízola examinando las personas de mas práctica experiencia de la tierra, y resultó de ella que era conveniencia para los indios nos sustentasen con los géneros de sus cosechas que solian, como era costumbre tan antigua, por las razones que en sus deposiciones dieron, á que se junta ver que en el mismo tiempo que el Sr. obispo decia que los gravábamos, no solo no se quejó ninguno de gravámen que recibiese, sino que en aquel mismo, aun durando la prohibicion del edicto, los daban donde no tenian mucha falta de algodon. Despues el señor marques informó á S. M. lo que se dice en el capítulo siguiente.

COGOLLUD.TM2 Continued
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