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David Bolles
 

Combined Dictionary-Concordance of the Yucatecan Mayan Language

CAPITULO OCTAVO.

De un capítulo provincial, y querella del cabildo

de Mérida contra los religiosos de la provincia.

Cumpliéndose el trienio del R. P. Fr. Luis de Vivar, era yá comisario general de la Nueva España el muy R. P. Fr. Luis Flórez, padre de la santa provincia de Santiago, que vino á visitor esta y celebrar capítulo. Luego que llegó á Mérida se le presentó un memorial firmado de todos los capitulares del cabildo secular de la ciudad de Mérida contra todos los religiosos doctrineros, diciendo eran crueles con los indios, pidiéndoles nuevas y exhorbitantes limosnas á título de su sustento. Habia visitado el muy R. padre comisario personalmente lo mas y mejor de esta provincia, y como era forzoso haberse informado de los indios cómo procedian con ellos los religiosos, y no habia tenido queja de pueblo alguno, ni de indio particular que se le hubiese hecho gravámen, no dió al memorial el despacho que sus autores quisieran. Procedió á la celebracion del capítulo, que se tuvo en el convento de Mérida á 21 de abril de 1635 años, en que fué electo provincial el R. P. Fr. Bernabé Pobre, hijo de esta provincia, que acababa de ser difinidor. En este capítulo lo fuéron los RR. PP. Fr. Juan Garcia, Fr. Francisco Jimenez de Santa Marta, Fr. Antonio de Gracia y Fr. Miguel de Argüelles. Custodio fué el R. P. Fr. Francisco de Magallon. Hubo gran disension entre los votos para la eleccion de provincial, porque muchos tenian la atencion á otro religioso, que no lo fué, y esta parte favorecia el estado secular, por cuya causa se dijo habian dada el memorial en que descendiendo de lo comun contra todos, singularizaban faltas de particulares, cosa que no tenia que ver con la piedad que ostentaban para con los indios, porque los que decian tenerlas eran de sentimiento contrario. Fácilmente <476> se derrama el veneno de la mala voluntad en habiendo ocasion de manifestarse, y pocas veces basta la prudencia para que hombre de suerte que no se conozca.

Con la eleccion del provincial que salió, con no haber el prelado hecho la demostracion que se pretendia por no hallar causa justificada para ello, y con otras cosas que fueron sucediendo, se enconaron mas las voluntades, y remitieron el informe al real consejo de las Indias. Visto por aquellos señores con el cristiano celo que tienen del amparo de estos naturales, se despacho real cédula al marques de Santo Floro, que yá era gobernador, para que informase sobre lo contenido en él, representando agravios en las limosnas que daban los indios á los religiosos. Recibió el marques la real cédula, y estando yá muy informado y capaz de todas las cosas de esta tierra, respondió á S. M., que Dios guarde, en la forma siguiente.

"Señor. Por cédula de V. M. de seis de noviembre de mil seiscientos treinta y seis, me manda informase en razon de un memorial que por parte del cabildo de esta ciudad se presentó en el real consejo de las Indias, en orden al proceder de los religiosos del serafico P. S. Francisco que están en esta provincia, y de las limosnas que los naturales de ellas les dan en las guardianías y doctrinas que ocupan. Y en carta que en diez de julio de mil seiscientos treinta y ocho escribí á V. M. avisándole del recibo de su real orden, y de lo que entónces podia decir cerca de ella cuyo duplicado remito con esta. Salí, señor, á la visita de todos los partidos que llaman la costa, que en todos son doctrinas de los dichos religiosos, y con particularidad por media de intérprete general, de los caciques y principales, procuré saber si sentian algun agravio en las limosnas ú otra cosa. Y generalmente, sin haber ninguno que dijese lo contrario, me aseguraron <477> que las limosnas ordinarias que ha muchos años que acostumbran á dar, lo hacen con mucho gusto porque son por las fiestas y advocacion de los santos que son sus devotos en cada pueblo. Y que ántes se les habia quitado el no dar una que por su devocion se habia acostumbrado á dar (esta que se quitó era una fiesta votada en todos los pueblos á diversos santos, y fué voto que ellos hicieron en una gran mortandad de viruelas, enfermedad muy peligrosa en los indios, escogiéndolos por sus abogados ante la divina presencia para alcanzar salud), llamada de las viruelas. Y que asimismo de dos veces al año que es la cosecha de la miel que cada uno daba una medida pequeña, las dichas dos veces se les habia bajado que no diesen sino una, como lo hacen. Ví y reconocí como lo habia hecho en el camino real de aquí á Campeche, y en aquella villa el cuidado con que los religiosos acudian, habiendo en cada convento dos, tres y cuatro, conforme la guardianía, porque de otra suerte mal pudieran menos acudir á la doctrina y enseñanza de los indios que con cristiandad y amor lo hacen, teniendo sus iglesias muy capaces y autorizadas, y en todas las cabeceras el Santísimo Sacramento con gran decencia, y con todos los adornos y cosas necesarias para el culto divino, que pareciera lucimiento en cualquiera ciudad buena. Y esto se acrecienta cada tres años, porque el guardian que sale procure quede su iglesia y sacristía mejorada. Generalmente lo que supe de todas las partes dichas, los indios y los que de ellos les gobiernan, que están muy contentos, y aman mucho á los religiosos, y en habiendo idolatría por cualquier parte, la descubren para que se castigen los culpados. Aseguro á vuestra majestad que las limosnas que llevan, las trabajan bien, y no son menores las que se dan en las doctrinas y beneficios de los clérigos, y ademas de cada manta llevan cuatro reales mas cada <478> año que los dichos religiosos. Con lo cual, y lo que fuera de lo que he visto me he informado de personas desapasionadas y honradas, se conoce bien el informe que se hizo á V. M. consistió mas en pasion que no en otra cosa, y que algunas veces he acordado en cabildo lo que V. M. me manda, nunca se me ha hecho parte por los de él en nada. Lo cierto es, señor, que padeciera mucho esta provincia si no hubiera esta santa religion. Y no puedo dejar, por la obligacion de mi cargo, decir á V. M. que cuando llegué á ella, hallé grandes inquietudes entre ellos, y desde que la gobierna el P. provincial Fr. Antonio Ramirez, viven los religiosos entre sí con tanto amor, paz y gusto que tienen de verse con ella, que yo le tengo muy grande de que en mi tiempo por la cristiandad, prudencia, severidad y respecto con amor que todos tienen á dicho provincial, se pase con tanta quietud tan importante para el servicio de Dios y de vuestra majestad, y del bien público y en particular de estos naturales. Acompaña á lo dicho el tener un definitorio de religiosos tan ejemplares y doctos y amadores de la paz, que ayuden mucho al santo celo del dicho provincial. Y está hay esta provincia tan llena de religiosos graves, virtuosos y doctos, que aseguro á vuestra majestad no se puede desear mas. Certificanme personas muy graves de todos estados que lo que he dejado de ver, por mi poca salud, de dichas guardianías, que es lo que llaman de la Sierra y villa de Valladolid, es conocida la ventaja de iglesias, sacristías, ornamentos y lo demas necesario del culto divino que viene á ser moderado, segun ello lo que he vista de dichas guardianías de religiosos, que son muy dignos de que V. M. con su grandeza los honre y haga merced. Cuya católica y real persona de V. M. guarde Dios &c. Mérida de Yucatan, y abril catorce de mil seiscientos y cuarenta años." <479>

Tal fué la respuesta que el marques dió á S. M., que Dios guarde. No es la primera vez que ha permitido nuestro Señor se diga de los religiosos de esta provincia lo que no era razon decirse, para que de ello resulte notoria calificacion del proceder que han tenido. Yá se dijo lo que el prudentísimo rey Felipe segundo, que está en gloria, respondió al primer obispo de esta tierra, cuando escribió contra los religiosos. Tambien se dijo lo que el obispo D. Diego Vázquez de Mercado escribió al tercero, cuando en su tiempo hubo ocasion con que nos quisieron desacreditar. Y en esta que contra razon se procure, habiendo notoriamente muchos religiosos piadosísimos y caritativos con los indios á quien se hizo grave injuria, como materia escrita á la majestad real, satisface el gobernador escribiendo lo que se ha vista. Este año de cincuenta y seis ha informado tambien el cabildo de la ciudad de Mérida á S. M., que Dios guarde, habiendo sucedido un case en Mérida; y referido, dicen: "Y como quiera que en los procedimientos de los religiosos comunmente con todo lo demas, y en particular en la administracion de las doctrinas que tienen á su cargo, son semejantes á los referidos &c." Palabras son suyas, igualándolos con tres ó cuatro que parece hallarse culpados. Esto sin poder serlo ni tener conexion lo sucedido con tratar de los doctrineros. Dios que en las ocasiones referidas ha mirado por la honra del comun, proveerá en la presente se manifieste la verdad, pues es notorio no son todos de la calidad de los referidos, como dicen. No alcanzo como descargan sus conciencias en estas ocasiones, porque nunca se ha vista satisfaccion de injurias tan graves contra un comun. A Dios darán la cuenta, y no sé qué tal será.

Yá que el marques escribió á S. M. que las limosnas que nos dan los indios las trabajamos bien, y yá que en esta tierra ellas solas son tan murmuradas <480> como si fueran cosa injusta, digo como en lugar á proposito la causa que tienen. Que los ministros doctrineros hayan de comer, beber y vestir, no siendo ángeles, aunque sean frailes de S. Francisco, sino hombres, no hay necesidad de probarlo. Que sea de toda razon de justicia la cóngrua sustentacion del párroco, no admite duda. Que seamos párrocos los doctrineros obligados de justicia á administrar los Santos Sacramentos á los indios, y que así pecará gravísimamente el que tuviere omision voluntaria no haciéndolo, es sin controversia. Que los frailes menores no podamos tener propiedad, ni dominio en cosa alguna, aunque por cualquier título se nos deba y haya obligacion de dársenos, es tan cierto como que hay regla de S. Francisco confirmada por el Sr papa Honorio. Esto supuesto digo que estas limosnas que respecto de nuestro estado lo son, de otra manera no podemos recibirlas, es la cóngrua sustentacion que antiguamente los gobernadores y obispos asignaron para los doctrineros, clérigos y frailes indiferentemente, viendo que lo que se da, que llaman doctrina, no era suficiente para la décima parte de ministros que son necesarios. ¿Quién dirá, pues, que esto es limosna voluntaria de parte de los feligreses, cuando es la cóngrua sustentacion de los curas y párrocos? ¿Con qué justicia podrán á éstos quitárselas, no proveyendoles de otro tanto por otro camino? ¿Por qué han de tener los doctrineros obligacion en conciencia de dejar todas otras ocupaciones para acudir á su ministerio, como lo hacen, y no han de tenerla los feligreses para darles su sustento? Notorio es que estos indios son en lo general tan poco limosneros, que por solo su voluntad no nos dieran un huevo para nuestro sustento, por cuya causa los superiores hicieron la asignacion dicha. Ninguna iglesia de todas las doctrinas tiene renta para ornamentos y lo necesario al culto divino. Los pueblos no dan cosa alguna en particular para <481> esto. Debiendo acudir á ello los encomenderos, y habiéndolo inquirido el provincial en la visita el año pasado de cincuenta y dos y el siguiente, deja mandado á todos los guardianes remitiesen para la congregacion memoria aparte de lo que para adorno del culto divino hubiesen dada los encomenderos. Los libros vinieron á mis manos por orden del padre provincial, y certifico en fé de sacerdote que casi todos vinieron con solo un título que decia: memoria de lo que han dado los encomenderos, pero lo demas estaba blanco, sin que hubiese cosa alguna escrita en ellos, y si algo vino en algunos, es cosa tan corta como podrá verse en ellos. Siendo esto así, el lucimiento de las iglesias es el que el marques escribió á S. M. como es notorio. Todo sale de lo que nos dan para la cóngrua, porque considerando (como debemos) la profesion que hemos hecho, pareciendo mas conforme á la intencion de los dantes y de S. M. que Dios guarde, se expende en sus mismas iglesias como lo ven con sus ojos los indios que por eso lo dan yá muy de su voluntad y con todo gusto. Paréceme bastará esto para satisfacer á quien lo advirtiese sin pasion, porque en habiéndola ninguna razon es suficiente, pues quieren tengan en menos los indios á sus predicadores evangélicos que tenian á los ministros del demonio de su gentilidad que eran sacerdotes de la idolatría. Véase la magnicencia con que en el Perú los sustentaban, como lo refiere el P. Fr. Gerónimo Roman en su historia de la gentilidad de los indios y véase lo que pasaba en la Nueva-España. Solo termino con decir que siendo las mismas limosnas, y aun mas, las que como dice el marques se dan á los beneficiados, nunca las toman en boca. <482>

 

CAPITULO NOVENO.

Del gobierno del marques de Santo Floro.

Habiendo gobernado tan poco tiempo á Yucatan D. Andres Pérez Franco, vino por gobernador D. Diego Zapata de Cárdenas, marques de Santo Floro. Hizo el rey la merced en S. Lorenzo el real á 30 de octubre de mil seiscientos treinta y cinco años, y vino al siguiente de treinta y seis, llegando al puerto de Dzilan donde desembarcó. Tomó la posesion del gobierno en Mérida á diez y siete de mayo de aquel año, y estuvo en él hasta treinta y uno de diciembre del de mil seiscientos cuarenta y tres, que le llegó sucesor. Tuvo dicha en no pasar adelante á desembarcar (como solian llegar las naos de España) al puerto de Sisal, donde estaba Diego el mulato con las siete urcas que se dijo, porque sin duda le cogiera prisionero, pues habiendo salido á tierra, y sacado alguna ropa del navío, bajándole á Sisal para descargar lo restante, le pilló el mulato y le abrasó de enojo, sin duda por haberse librado el marques y su familia.

El proceder de este caballero en el gobierno fué prudente, muy celoso del servicio de S. M. y juntamente del bien comun de esta tierra. Vióse lo uno y lo otro junta en una accion gravísima. Yá se dijo como su antecesor trajo apretado orden para asentar el nuevo servicio del toston que los indios habian de dar á S. M. cada año. El marques, como puntualísimo ministro, lo puso en ejecucion aunque se le representaron gravísimos inconvenientes. Cobróse dos años, y viendo por experiencia lo propuesto, dió noticia de ello á S. M. y real consejo de las Indias, á que le fué respondido con una cédula del tenor siguiente:

"EL REY. Marques de Santo Floro, mi gobernador y capitan general de la provincia de Yucatan. Por vuestra <483> carta de 17 de julio de mil seiscientos treinta y siete &c." Dase S. M. por muy servido del cuidado que ha tenido en acudir á los arbitrios para la armada de barlovento, y luego dice. "Y para que tengais entendido lo que en los dichos arbitrios he resuelto, he querido avisaros de ello. En cuanto á los géneros, que se han vista en mi consejo real de las Indias, sobre que han caido las imposiciones de esa provincia, he excluido el del toston, yá se practique quitando cuatro reales de los diez que debian los indios, yá dando la mitad á San Juan y la mitad á Navidad. Porque de cualquier manera que sea se considera tanta graveza y molestia para los naturales, que siempre que se ha tratado en el dicho mi consejo, se le ha excluido totalmente, y ahora se excluye por muchas razones que en él se me han representado y conferido &c." Y despues de haber asignado otras cosas en que los arbitrios podrian ejecutarse, y advirtiendo que fuese con el menor daño posible de los vecinos, prosigue la cédula: "Advirtiendo que mi intencion cuanto á los indios, es que sean reservados todo lo posible, porque aunque esta armada va de defender á los unos y á los otros, pero siendo así que del sudor del indio y de su tributo se sustentan la mayor parte de los españoles, no conviene cargarles inmediatamente otras imposiciones, sino reservarles todo lo posible para que se conserven en paz y obediencia, y con eso la renta de los españoles &c." Obedeció el marques esta cédula en veinte y cuatro de diciembre de mil seiscientos treinta y ocho años, festejándose en toda la tierra, y dándose gracias á Dios en todas les iglesias por este beneficio hecho á los indios. A éstos se la hizo notoria el marques por su auto de tres de enero del año siguiente, manifestándoles el amor que su majestad les tiene, mandándoles le encomendasen á Dios, pues por no gravarlos perdia una renta tan considerable, y á las justicias ordeno que todo lo recogido en <484> los pueblos que no estuviese yá entregado en la real caja, se volviese á los indios en presencia de sus doctrineros.

Aunque en su tiempo tuvo algunos encuentros con personas de calidad, supo templar el poder de superior para no exceder con acciones públicas la modestia que como tal y mas de su calidad debe tener, las cosas graves que se le ofrecian, nunca las resolvia sin consultarlas con personas doctas con cuyo parecer pudiese asegurar sus resoluciones y las del gobierno, comunicando á los experimentados de esta tierra para su acierto. Hacia muchas limosnas á los conventos de la ciudad de Mérida y á muchos sacerdotes pobres y personas desvalidas. Tuvo gran respeto y veneracion al estado eclesiástico, y si algun sacerdote le iba á visitor salia á recibirle á la antesala, y al despedirle, hasta el corredor de las casas reales con grandes cortesias. Fué frecuente en el ejercicio de los Sacramentos, y vigilante en que lo fuese toda su familia. Muy puntual en la asistencia pública á los oficios divinos y demas actos eclesiásticos en la santa catedral. A las demas iglesias donde le convidaban para las festividades, iba con mucho gusto, llevando con su ejemplo á los demas para que las solmenizasen y festejasen. Su familia era compuesta de gente noble, con que ademas de esto á vista de su dueño procedia con cristiandad, afabilidad y modestia con los vecinos.

Coronábalo todo la señora marquesa Da. Gerónima de Lazo y Castilla, que quisiera yo tener la elocuencia de Ciceron para ponderar así la nobleza de su ilustre ascendencia como sus muchas virtudes. Fué en esta tierra un viva ejemplar de ellas, hacienda mucha caridad á los pobres, intercediendo por el amparo de la justicia para con los necesitados, solicitando la paz y concordia entre el marques y los vecinos en algunas ocasiones que se le ofrecieron de disgustos, con que como preciosa margarita se hacia amable y venerada de todos. Conocíase <485> bien en la ocasion que estuvo tan enferma, que se llegó á esperar su fin en breve, de que la sanó milagrosamente la Vírgen Santísima, encomendándose á su santa imágen de Izamal, como se dijo en el libro sexto. El sentimiento de verla en aquel estado fué universal en todos, eclesiásticos, religiosos y seculares, hasta en los mismos émulos del marques, como tambien grande el alegria cuando la vieron sana. Con ser esta señora de edad juvenil, criada en la corte á vista de sus grandezas y honestos divertimientos, fué tanto su recogimiento, que solo para asistir al culto divino y oir sermones casi no salió de su casa, con que sus damas y criadas parece vivian en una clausura de religiosas. En casa rara vez ociosa, ocupada si de continuo en labores decentes á su estado, y algunas para el servicio del culto divino.

Rara vez acontece haber superior que no tenga algunos émulos, y sobre casos particulares no le faltaban el marques. Viendo que se llegaba el tiempo de dar residencia, solicitaron en el supremo consejo de las Indias que viniese á recibirla juez particular que S. M. nombrase, significando era peticion de la ciudad de Mérida; pero sabiéndolo el cabildo de ella, por corte de nueve de diciembre de mil seiscientos cuarenta y un años escribieron á S. M. certificando ser siniestra relacion decir que tenia queja alguna del marques, ni la hubiese dada, y que lo pedido era contra la voluntad del cabildo, suplicando á S. M. mandase repelerlo. Aunque por el cabildo se pidió no viniese juez particular, cuando acabo el marques su gobierno, envio al licenciado D. Alonso de Castro y Cerda, que iba por oidor de la audiencia de Goatemala, para que la tomase. Hízolo así, y habiendo resultado de ella algunos cargos, fué pronunciada sentencia, de que apelando el marques para el supreMo consejo de las Indias, vista lo actuado por aquellos señores, moderaron la sentencia, quedando en <486> muy leves penas pecuniarias la ejecucion, de que se remitió copia á esta tierra.

Tuvo el marques de Santo Floro todo el tiempo que gobernó esta tierra al licenciado D. Francisco de Azcoitia por teniente general. Tuvo opinion de buen cristiano y buen juez, y así fué bien querido. El gobernador le tenia en la misma opinion, con que no pudiendo personalmente por sus achaques, como era yá hombre de edad mayor, le dió comision para visitor todo lo que no pudo, lo cual ejecutó á satisfaccion, como lo demas de su oficio, con que despues cuando le acabó dió buena residencia, y quedó bien quisto con la gente de este reino.

Tratábase yá con muchas veras de la fábrica de la armada de barlovento, y aunque en los medios y arbitrios que para sus gastos se daban, se hallaban inconvenientes, de que hizo informe el cabildo de la ciudad de Mérida por su parte, y los oficiales reales por la suya, al Excmo. Sr. virey, marques (le Cadereita, dando su parecer por escrito, como consta de los cabildos de setiembre y octubre del año de treinta y seis, no surtian el efecto que se deseaba. No debió de tener S. E. los inconvenientes por tan calificados como se le representaron, que quien experimenta las materias solo por relacion, no es mucho forme menor concepto, que quien las tiene presentes á la vista. El aprieto que S. M. hacia era tan grande, como lo era la necesidad á que se ordenaba la ejecucion de los arbitrios, y así prosiguió con instancia en que se ejecutase lo tratado, no obstante los informes que se le habian remitido. Para esto escribió al marques de Santo Floro y al cabildo de la ciudad de Mérida. La corte del marques no he hallado: la del cabildo decia así:

"Por el despacho que remito en esta ocasion al Sr. marques de Santo Floro, entenderá esa ciudad y provincia lo mucho que conviene al servicio de S. M. y <487> conservacion de ella, se tome asiento en algunas cosas y efectos tocantes á él, de que dará cuenta su señoría. Espero que toda ella acudirá con la mayor y pronto voluntad que debe á su rey y señor natural, mayormente cuando miran á tan buen fin sus disposiciones y órdenes. Quedo muy cierto de esa ciudad que lo hará así, y que corriendo la direccion de esta materia por mano del Sr. marques, tendrá muy buenos efectos, y yo por lo que me toca, quedaré obligado, y lo representaré á S. M. en las ocasiones. Guarde Dios á usted. México á diez y siete de enero de mil seiscientos treinta y siete años. El marques de Cadereita." Las causas de estos aprietos, y las órdenes que al marques dice se enviaban, se refieren en el capítulo siguiente.

 

CAPITULO DIEZ.

Lo que se resolvió en órden á los arbitrios

para los gastos de la armada de barlovento.

Apretaba el virey en que se diese asiento á la ejecucion de los arbitrios para los gastos de la armada de barlovento, porque la necesidad que habia de ella se tenia por muy urgente, como el rey lo tenia dada á entender por cédula de cuatro de mayo de mil seiscientos treinta y cinco, y despues con mayores aprietos por sobrecédula de veinte y cuatro de febrero de treinta y ocho, dirigida al marques de Santo Floro como gobernador que yá era. En ella pospuesto el fin á que la armada se ordenaba, como yá se dijo refiriendo cuando se comenzó á tratar de su formacion, para lo <488> cual contribuyó esta tierra con la cantidad de siete mil pesos cada año, prosigue despues. "He resuelto que supuesto que yo con estar tan exhausto y gravado mi real patrimonio, he dada orden que mi virey de la Nueva España ejecute en ella muchos medios de los cuales se sacan muy considerables cantidades para la formacion de esta armada, porque ha de ser la que ha de defender y amparar todas esas costas del norte; concurran todas las provincias de el á la dicha formacion y conservacion, así para que nunca pueda faltar esta defensa, como para que sean mas tolerables á mis vasallos los derechos que para esto se impusieren. Y como una de las provincias mas principales de entrambos mares es esa que vos gobernais, os remito la copia de las imposiciones que se han impuesto en Sto. Domingo y demas islas de barlovento, para que de estos medios, ú otros los que mas cómodamente se impusieren y mas fáciles sean de exhibir y cobrar, encamineis con todo efecto, luego que recibais esta mi real cédula, sin alzar la mano de ello hasta conseguirlo con esos mis vasallos, como se impongan derechos considerables en estos géneros, ú otros los que mejor parecieren, de los cuales se saque una cantidad muy considerable para ayuda de esta armada, mirando juntamente que ha ser muy excesiva la costa que ha de tener su formacion y conservacion, y la utilidad grande que se sigue á esa provincia de tener aseguradas sus costas, comercio y contratacion. Que fio de tan buenos y leales vasallos que llevarán con grande consuelo lo que en esto contribuyeren, pues en las pérdidas y daños que se excusan con esta armada, y otras comodidades que de tenerla se les siguen, ahorran mas de lo que pueden contribuir en estos derechos &c."

Las comisiones que al gobernador remitió el virey y para que vino real provision, eran. La fundacion del toston de los indios, la tercera parte de las nuevas encomiendas <489> que se encomendasen ó hubiesen encomendado desde el dia que allí se ordena, que en las mantas de los encomenderos se pusiese un servicio considerable, y que se doblasen las alcabalas desde el dia que se mandaba. Que se tomasen cuentas de lo procedido de la union de las armas, y se cobrasen los alcances, enterándose todo en poder de los oficiales reales. Todo esto era por comision del virey, y en otra real cédula se mandaba tambien lo del toston y tércio de encomiendas, que era dada por la audiencia.

Propuso el gobernador al cabildo de la ciudad, así lo que por la cédula real se le ordenaba, como la determinacion del virey en orden á la ejecucion. Considerada por el cabildo la pobreza de esta tierra, y que parecia grave cargo para el posible de ella tantas nuevas imposiciones, para que con la comodidad que S. M. decia con efecto se contribuyese á ella, suplicaron al marques gobernador suspendiese la ejecucion de dichas órdenes hasta oir al cabildo sus defensas y razones, mandándole dar al procurador general de la ciudad todos los papeles tocantes á la materia, por los daños é inconvenientes que de ello habian de seguirse á esta tierra, siendo, como era, servicio de S M. proponerlos y representarlos en su supremo y real consejo de las Indias, para que vista y entendido ordene lo que mas convenga á su real servicio, se ejecutará y cumplirá como S. M. lo dispusiese y ordenase. Tambien se decreto que por parte del cabildo se diese cuenta de todo al Sr. virey, para que teniéndolo entendido se suspendiese la ejecucion.

Respondió el gobernador que de todo lo que el Sr. virey por sus órdenes y por las provisiones le habia ordenado, y le estaba mandado, no podia suspender la ejecucion ni dilatarla, porque en la última, como reconoceria y veria el cabildo, decia S. M. que todo lo que se dejase de cobrar, se tomaria y cobraria de su hacienda <490> por haberlo ocasionado así. Y que de esta suspension de la ejecucion que se le pedia, aventuraba á pagar de su hacienda aquello que no se ejecutase y cobrase, fuera de no cumplir las órdenes reales y de S. E. Que por tanto, el cabildo recurriese al Sr. virey á proponerle lo que tuviere por bien en servicio de S. M. y de la república.

Volvió el cabildo á suplicar y requerir al marques gobernador suspendiese la ejecucion, protestándole los daños que á esta provincia y al servicio de S. M. podian causarse de ella, y que las comisiones del Sr. virey eran contra órdenes y cédulas reales que el cabildo tenia de S. M. y consejo de Indias. Que el cabildo tenia entendido que el Sr. virey oidas sus razones, y vista la voluntad que siempre habia tenido y tenia el cabildo al servicio de S. M., para lo cual ofrecian vidas, personas y haciendas. Que de la real clemencia esperaban que no se serviria ni mandaria ejecutar mas de aquello que esta provincia, los habitadores de ella y encomenderos pudieren llevar y pagar. Estando todos como están (y podia su señoría certificarlo) siempre con las armas en la mano, acudiendo al servicio de S. M. y á la defensa comun de toda esta tierra, lo cual cuando no tuviesen con que hacerlo y vivir, seria fuerza desampararla é irse á la Nueva España ó otras partes de los reinos de S. M. Y porque en presencia del gobernador todo el cabildo veria y trataria los modos de suavidad y de mas servicio de S. M. que pudiese haber para que fuese servido, y para todas las que fuese de su voluntad, se resolverá lo que pareciese poder hacerse, para que el marques juntamente con el cabildo ó aparte diesen cuenta á S. M. y al virey. Y tambien porque tenian por cierto cuánto estimaba S. M. la conservacion de sus vasallos, y que solo le sirvan con lo posible, como estaba prontísimo á hacer el cabildo. Y para asegurar al gobernador <491> de que por cosa tan justa no lastaria ni pagaria cosa alguna de su hacienda, pues cuando S. M. y el virey en su nombre, oyéndoles sus razones, mandasen se ejecutase en todo, ó en parte, todo el cabildo en su nombre, y cada uno de por sí, y otros muchos vecinos abonados que daria el cabildo, se obligarian y harian escritura ante el presente escribano de que todo lo pagarian, como S. M. y virey ordenasen, sin que el marques pagase cantidad alguna en poco ó mucho precio.

Lo que alcanzo el cabildo con esto fué que dentro de quince dias, que se habian señalado para ello, respondiesen por escrito á las provisiones y comisiones lo que juzgasen convenir al servicio de S. M., para que vista por el gobernador proveyese lo mas conveniente al real servicio, y que en lo demas que se le proponia y pedia, proveeria habiendo vista lo respondido. No hallé en el libro de cabildo mas en orden á esto, pero parece haberlo llevado á ejecucion el marques, porque por un cabildo que se tuvo á veinte y siete de junio de aquel año, se trato nombrar procurador que pareciese ante S. M. en el supremo consejo de las Indias, que representase los daños que á esta tierra se seguian con la ejecucion de las nuevas imposiciones. Convino el marques en que se nombrase procurador, y dijo. Que aunque como veian iba ejecutando las órdenes que tenia, que de las dudas que se ofrecian habia dada cuenta el Sr. virey, y la daria á S. M. y real consejo, siempre que fuese necesario. Hicieron nueva instancia, suplicando de la ejecucion, y dijo: que no podia admitirla como yá habia respondido.

Con esto propusieron al gobernador para procurador al capitan D. Francisco de Solis Casaus regidor de la ciudad, y á Juan de Magaña Pacheco capitan actual de la compañía de caballos, y al capitan D. Juan de Salazar Montejo procurador general actualmente de la ciudad, pidiendo que de los tres nombrase el que <492> fuese su voluntad. Agradeció el gobernador la cortesía, y respondió que le parecia bien que la ciudad por medio de su procurador representase los inconvenientes que le habian propuesto, y que en cuanto á las tres personas que habian señalado para el efecto, todas juntas y cada una de por sí eran caballeros de tantas partes y celosos del servicio de S. M., que cuando le perteneciera elegir y nombrar persona de los dichos tres, por igualmente buenos, no supiera resolverse á la eleccion de cuál habia de ser. Mas no perteneciéndole el tal nombramiento, estimando en mucho la cortesía y amor que el cabildo le habia mostrado, podria elegir al que gustase de los tres. El otro cabildo de tres de julio siguiente quedo declarado cómo iba por procurador el capitan Juan de Magaña Pacheco. Hiciéronsele todos los despachos, y juntósele de los encomenderos cantidad bien considerable para su avio y ayuda á los gastos que habia de tener en el viaje, siendo como era á España. Embarcóse en Campeche para la Veracruz, donde estuvo un poco de tiempo, y de allí se volvió á esta tierra sin hacer el viaje: no supe qué fuese la causa, ni otra alguna persona le hizo sustituyendo su lugar, y una cosa de tanta importancia por último se quedo sin agente de esta tierra que la solicitase.

Pero aunque no le hubo, y aunque para el fin se dió asiento y ejecucion á las nuevas comisiones, experimentando el marques muchos de los inconvenientes que se le habian representado, con celo cristiano dió noticia de ellos á S. M. y real consejo de las Indias, y teniéndola, aunque el nuevo servicio del toston de los indios era una renta bien considerable, el rey, que Dios guarde, con su real benignidad los exoneró de aquella carga, como se dijo en el capítulo antecedente á este. Y en aquella misma cédula expreso se impusiesen los nuevos derechos sobre las mantas <493> tributadas yá por los indios á los encomenderos (y esto aunque no habiten en esta tierra) ó en otras que se hicieren, sobre los naipes, el crecimiento de las alcabalas (aunque regalía) aplicado á este efecto, como viniesen en el los vecinos. Suspendió la ejecucion de lo tocante al tércio de las encomiendas hasta que se ordenase otra cosa, y que para todo ello no hubiese ministro particular sino el gobernador, que en la ejecucion procedió como caballero celoso del servicio del rey, y con ese mismo celo y como cristiano informó para que no padeciese esta tierra demasiados gravámenes que la afligiesen. De lo uno y otro se dió el rey por tan bien servido, como manifesto en dicha cédula por estas palabras contenidas en el principio de ella: "He entendido el celo y amor con que habeis asistido á la ejecucion de los arbitrios propuestos para la formacion de la armada de barlovento y seno mexicano, y quedo muy servido de la cordura y cuidado con que habeis procedido, y fio lo continuaréis con la fineza que habeis hecho hasta aquí. Y al virey marques de Cadereita escribo tenga particular correspondencia con vuestra persona por vuestro puesto y por las demas circunstancias que en ella concurren. Y creo de vos que os avendréis con el tan bien como lo habeis hecho hasta aqui, señaladamente en lo que toca á esta armada &." y luego se dice la resolucion referida.

 

CAPITULO ONCE.

Celébrase capítulo provincial.

Once urcas de enemigos dan fondo en Sisal,

y lo que sucedió.

Pasóse el trienio despues de la eleccion referida con no menor discordia entre los religiosos que la que hubo cuando se celebró entre el asentir de los vocales; pero <494> como todas las cosas de este presente siglo, tuvo término. Cumplíase el trienio del R. P. Fr. Bernabé Pobre, y habiendo experimentado el muy R. P. Fr. Luis Flórez, comisario general, cuando visitó la provincia la mucha religion, virtud y letras del R. P. Fr. Luis de Vivar que acabó entónces de ser provincial, desde México le envio su comision para que fuese á visitor la santa provincia del santo nombre de Jesus de Goatemala, y celebrase capítulo provincial en ella. Juntamente envió comision para que el P. provincial, que allá acababa de serlo, despues de celebrado su capítulo viniese á visitor esta, y presidir la eleccion que en ella se habia de hacer de nuevo prelado. Recibió su comision el reverendo padre Fr. Luis de Vivar por el mes de agosto del año de treinta y siete, y obedeciéndola dispuso su viaje, y me nombró por su compañero. Salimos de Campeche á ocho de noviembre, y guiáronnos por el pueblo del Palenque, con que tuvimos un trabajosísimo viaje, porque las serranías y cerros, que desde aquel pueblo van continuadas, son de las mas ásperas y altos que se dice hay en toda esta América, á que se junta continuarse grandes lluvias de nortes, con que tambien el camino de ellas está hecho contínuas ciénegas y pantanos.

Pasados con el favor divino aquellos parajes y Chiápa de españoles, comenzando á subir otros no menos trabajosos que los antecedentes y se llaman los Cuchumatanes, vino aviso del reverendo difinitorio de aquella provincia como habia muerto el padre provincial, y nombrádose por vicario provincial al reverendo padre Fr. José de Gabaldá que yá lo habia sido, y era lector jubilado. De uno y otro dió noticia el padre comisario visitador al general, y proseguimos la visita. Acabada se celebró capítulo en Goatemala á trece de febrero de mil seiscientos y treinta y ocho años, en que se ejecutó la alternativa ordenada por el capítulo general antecedente <495> que se tuvo en Toledo, y mediante ella fué electo provincial el reverendo padre Fr. Pablo Camargo, religioso anciano muy observante, y que antiguamente habia sido vicario provincial de la provincia, y era de los hijos originarios de estos reinos.

En el interin vino órden del muy reverendo padre comisario general para que viniese á visitor esta provincia de Yucatan el dicho padre Fr. José de Gabaldá, religioso de mucha virtud y recogimiento y muy docto. Habia treinta años que leia teología continuamente, sin haber cesado aunque se jubiló, y sin hacer agravio á ninguno de aquel reino estaba reputado por la persona mas eminente en letras que tenia. Tambien vino órden para que pasásemos desde Goatemala á visitar la provincia de Nicaragua, pero esta no se pudo ejecutar porque el reverendo padre Fr. Luis de Vivar estuvo enfermo en Goatemala. El reverendo padre Fr. José de Gabaldá hizo su viaje por el golfo de Honduras á Bacalar, y dilatóse por malos temporales, saliendo de la mar quebrantado, porque estaba muy gastado con el continuo trabajo de tantos años. Llegó á este convento de Tekax (donde voy trasladando esto) que es el primero por aquella parte, donde enfermó de un accidente tan grave, que al tercero dia siendo el diez y nueve de mayo de aquel año de treinta y ocho, pasó de esta presente vida al Señor.

Muerto el segundo visitador, dió noticia de ello el reverendo padre provincial Fr. Bernabé Pobre, no sin cuidado, porque se iba acercando el tiempo en que, segun ordenacion apostólica, vacarian los vocales electos en el capítulo antecedente. En este intervalo de tiempo vino flota, y en ella el muy R. padre Fr. Juan de Prada, nuevo comisario general de estas provincias, que dió comision para visitor esta al R. padre Fr. Sebastian Flórez, custodio actual de la del santo Evangelio de México que estaba en Veracruz, para ir como vocal al capítulo <496> general próximo de nuestra religion seráfica. Vino y visitóla con brevedad porque la cortedad del tiempo no daba mas lugar. Asignó el dia para la eleccion, que fué el diez y seis del mes de octubre del mismo año de treinta y ocho, y fué electo por todos los vocales el R. P. Fr. Antonio Ramirez en provincial, y difinidores los RR. PP. Fr. Pedro de Búrgos, Fr. Diego Pérez de Mérida, Fr. Bernabé de Pastrana y Fr. Diego Natera. Custódio el R. P. Fr. Juan de Colonia. Fué muy bien recibida la eleccion del nuevo provincial por los estados eclesiástico y secular, que vinieron á dar el parabien del buen acierto al P. visitador, y al electo, de la dignidad en que se hallaba, y aun compusieron algunas diferencias de versos con que lo manifestaron.

Desde luego dispuso los ánimos de los religiosos á que hubiese la paz y fraternidad, que es justo haya entre nosotros, sin omitir medio alguno que pareciese conveniente. Tuvo por el mas eficaz juntar todos los padres que habian sido provinciales y difinidores en el convento de Ticul, y con tanta elocuencia, eficacia y espíritu hizo una plática á todos, exhortando á la paz y fraternidad, y ponderando el gran ejemplo que el estado secular tendria sabiendo habian conseguídola en aquella junta, que les sacó las lágrimas á los ojos, y su paternidad no derramó pocas viendo el efecto con que le oian. Ha sido de los excelentes predicadores de estos tiempos, y como á tal se le dió uno de los sermones del capítulo general que se celebró en Toledo despues el año de mil seiscientos cuarenta y cinco, votando en el como custodio de esta provincia. Mereció con el aplauso entre los grandes de nuestra religion, como despues ví en la relacion que del capítulo hizo el P. Fr. Pablo de Mesa mi condiscípulo, que cuando la dió á la estampa era lector de teología de nuestro convento de Alcalá de Henares mi patria, bien <497> conocido por sus muchas letras y grandes habilidades, con que granjeó título de grande en pocos años, aunque en lo mas florido de ellos paso de esta presente vida. Téngale Dios en su gloria, que yo cierto le amaba tiernamente reconociendo lo mucho bueno que en el hallaba digno de toda estimacion. Fuéseme la pluma estos pocos renglones divertido en su memoria; perdóneseme que la digresion no ha sido mucha. Volviendo á nuestra junta, digo que salieron de ella todos los padres congregados con tal paz y amor entre si, y de ellos resultó al resto de la provincia, que hasta hoy (sea Dios bendito) dura y durará (con el favor divino) con mucho gusto de todos, sin que haya habido cosa alguna que pueda dar nota de lo contrario, y fué causa para que el marques de Santo Floro, que gobernaba, escribiese á S. M. lo que escribió en el informe arriba referido.

Prosiguió el reverendo padre provincial su gobierno con gran prudencia y atencion. Singularizóse mucho en el cuidado de los enfermos, solicitando su regalo y alivio, cosa tan encargada de nuestro padre S. Francisco en la regla. Era la enfermería del convento de Mérida muy ahogada y lóbrega, y así triste para los enfermos. Con tal asistencia y cuidado fabricó una nueva en parte mas alegre y sana, que ántes de acabar su oficio vió logrado su buen deseo. Tiene dos órdenes de celdas á ámbos lados muy alegres, con que cada enfermo está aparte, y ninguno participa de las penalidades de los achaques de otro. Tiene incorporadas en sí todas las oficinas de botica, cocina y demas que se necesita. Un altar de S. Antonio de Pádua para que se diga misa, con tal disposicion que los enfermos desde la puerta de su celda puedan oirla, sin que el viento les pueda ser nocivo. Tiene su lámpara de plata y sus ornamentos necesarios. Cúranse en ella todos los enfermos de la provincia, porque con los grandes soles y aguaceros que <498> administrando á los indios les dan, contraen diversas enfermedades para que no hay médico ni medicinas en los pueblos donde administran. Cuidó mucho del ornato del culto divino, y así puso cosas muy lucidas para él en la sacristía del convento de Mérida. Hermoseó toda aquella iglesia cuanto fué posible, igualando las entradas de las capillas, que iluminó de pintura al fresco, y el hueco de la capilla mayor y sobre-coro que tiene bien en que ocuparse la vista. y todas son obras insignes. Celebró su congregacion por el enero del año de mil seiscientos cuarenta en que no se innovó cosa alguna, y en su tiempo se colocó el Santísimo Sacramento en la iglesia nueva de la Mejorada.

El mismo año, dia de pascua del Espíritu Santo, llegó nueva á la ciudad de Mérida que enemigos holandeses habian salido á tierra en el puerto de Sisal. Llegó el correo á las cinco de la tarde, y mandando el gobernador tocar arrebato, se juntaron en la plaza mayor con la brevedad que suelen las compañías de infantes y caballos. Estaba de guardia al presente el capitan José de Argaiz, á quien dió órden que luego fué su compañia con la de caballos, cuyo capitan era D. Francisco de Sandoval, marchasen al pueblo de Hunucma, paso por donde el enemigo habia de venir á la ciudad, que hiciesen allí alto, porque iria mas suplemento de infantería. Marcharon las compañías y quedo el gobernador disponiendo lo demas necesario. Las urcas que se dijo quedaban á la vista de Sisal, eran once, y la gente que de ellas habia salido á tierra serian trescientos infantes, repartidos en cinco banderas; pero el rumor aumentó el número, y causó gran turbacion en las mujeres, como si no hubiera mas que salir á tierra, y entrar la ciudad, distando diez leguas, que aunque fuera muy grande el exceso en los enemigos, respecto del que venia marchando, tenia graves peligros en el camino y dificultades que vencer no <499> pequeñas, sin la resistencia que por último en la ciudad hallara, y con este temor perdieron algunas cosas de valor aquella noche, de que tuvieron harto pesar despues por haberlas expuesto con tan leve fundamento. Llegaron los dos capitanes al pueblo de Hunucmá, donde supieron que no solo no venia el enemigo marchando como habia dado á entender, pero á muy corto espacio dió la vuelta al puerto y embarcó su gente sin dejar persona en tierra, si bien quemó todas las casas pajizas que allí habia, por no hallarse presente quien pudiese resistir á tanto número como saltó á tierra. Aquella noche se pasó con algun cuidado en la ciudad, el cual cesó con la nueva que enviaron los capitanes, de que los enemigos se habian embarcado. El gobernador les despacho órden, que por si era la retirada para descuidar á la gente de tierra, y con menos riesgo volver á ella, que se estuviesen en aquel pueblo, hasta que se les mandase otra cosa. Habiendo estado ocho dias sin que pareciesen mas los enemigos, se les mando retirar á la ciudad, y se tuvo por cierto que alguna espía oculta les dió aviso, así de los infantes y caballos que salian al camino, como de la mucha defensa que la ciudad tenia, con que desistiendo del intento, para no arriesgar su gente, se retiraron á sus navíos.

 

CAPITULO DOCE.

Alcánse los indios de la provincia de Bacalar,

y van religiosos de esta á reducirlos.

Quietos habian estado los indios de esta tierra hasta los tiempos en que voy refiriendo, en que por nuestros pecados, ó por lo que la Divina Majestad sabe, permitió <500> el alzamiento de los indios de Bacalar y toda su jurisdiccion, que hasta hoy año de cincuenta y seis están sin haber vuelto á la obediencia de la iglesia y del rey, como deben hacerlo. Por el año de treinta y seis comenzaron á conmoverse aquellos indios huyéndose algunos de sus pueblos, y otros que con ellos estaban de los de esta provincia, á los montes de Tepú que (como se ha dicho) son los mas cercanos á los gentiles itzaes. Fuese esto continuando hasta que el año de treinta y nueve negaron del todo la obediencia á Dios y al rey, y apostatando miserablemente de nuestra santa fé católica, volvieron al vómito de las idolatrías y abominaciones de sus antepasados, ultrajando las imágenes y quemando los templos á la Majestad Divina consagrados, y despues sus pueblos, huyéndose á los montes retirados.

Llegó esta noticia al marques de Santo Floro gobernador que era, y sabiéndose en la ciudad y provincia, fué general el sentimiento por la perdida de aquellas almas. Trató el marques con el cabildo eclesiástico (que como en sede-vacante gobernaba este obispado) y con otras personas de experiencia, los medios que convendria tomarse para reparo de aquel daño. Pareció por entónces usar de los mas suaves, y así se resolvió enviar al P. Ambrosio de Figueroa, clérigo presbítero, para que con persuasiones los atrajese, y porque con mas voluntad hiciese el viaje, le presentó el gobernador por el real patronato para el beneficio de Tichel, que á la sazon estaba vacante. El P. Ambrosio de Figueroa fué, y desde la villa de Salamanca les dió noticia cómo iba á visitarlos, y por crédito de los mensajeros y embajada les dió un bonete y un breviario. Fueron los indios con su recaudo y seña, pero los alzados hicieron escarnio de lo uno uno y otro, amenazándolos que si volvian allá los habian de quitar la vida. Esta fué la respuesta que trajeron al padre <501> Ambrosio, con que viendo la poca disposicion para que por bien se cogiese algun fruto, se vino á la ciudad de Mérida, y desde ella se fué á su beneficio.

Trató de nuevo el marques del reparo, y esta santa provincia de S. José de Yucatan le ofreció los religiosos que fuesen necesarios para ir á reducir aquellos indios con la palabra divina del santo Evangelio, pero esto no se ejecutó entónces porque la sede-vacante no tuvo por conveniente retirar al beneficiado que residia en la villa de Salamanca, condicion con que algunos de los alzados habian enviado á decir recibirian religiosos de S. Francisco si iban. Todos eran comunmente de parecer que se sujetasen con las armas, pero el marques no quiso determinar medio tan rigoroso, pues parecia buen principio haber dicho que si iban religiosos los recibirian, y así deseaba ejecutar primero este medio. En el del tiempo que esto pasaba, llegó el señor obispo doctor D. Juan Alonso Ocon, y habiéndolo tratado el marques con su señoría, le parecio bien, y dió palabra de retirar al beneficiado de Salamanca, y dejar la administracion de españoles y indios á los religiosos, por todo lo que pareciese necesario.

Con esta determinacion del obispo, habló el marques al reverendo padre provincial Fr. Antonio Ramirez, que con sumo gozo le ofreció religiosos para tan santo empleo. Muchos se convidaron, pero por acuerdo del difinitorio se resolvió llamar al padre Fr. Bartolomé de Fuensalida, que era guardian actual del convento de Cansahcab para que queriendo fuese por comisario de aquella reduccion. Respondió que mandándoselo la obediencia iria con toda voluntad, y contentos con esta respuesta se determinó que fuese por comisario. Eran los de Tepú sus conocidos desde el viaje que en el libro nono se dice á los itzaes, y por esto y ser tan gran lengua, se esperaba mejor efecto. Tenia un religioso lego la provincia, criollo de esta tierra y gran lengua, <502> llamado Fr. Juan de Estrada, que habia estado muchos años en Bacalar, habia sido alcalde y justicia mayor, y siéndolo era muy querido de los indios (que no es poco de ponderar) pero era por el buen tratamiento que les hacia, y así tenia en Tepú muchos ahijados, cuyo padrino habia sido en el santo bautismo. Por esto pareció tambien á propósito, y diciéndoselo el prelado, respondió lo que el padre comisario. Lo mismo hicieron los padres predicadores Fr. Bartolomé de Becerril y Fr. Martin Tejero, hijos de la santa provincia de Castilla, que vinieron de España en la mision que yo vine y eran yá muy consumadas lenguas y maestros de ella. Dióse noticia á gobernador y obispo de los religiosos asignados, y tuvieron mucho gusto porque eran personas de toda satisfaccion, y las que parecian mas á propósito para el caso, y se les dieron los recados necesarios para hacer el viaje. El gobernador les señaló de limosna quinientos pesos de su hacienda, de los cuales la mitad se dió luego al síndico general de la provincia el alférez Alonso Hernández Cervera, y prometió á los seis meses dar otros tantos para lo necesario y su sustento, y arbitrar con que sustentarlos en lo restante, sin que se gastase cosa de la caja real. El obispo les dió plenaria su autoridad para administrar á todas naciones de gentes que hubiese en aquella jurisdiccion, y mandó retirar al P. Gregorio de Aguilar de toda ella, y que se fuese á la villa de Valladolid, de donde era natural, dándole la sacristía de aquella iglesia (que es buena su renta) para su sustento durante la reduccion, y prometió darle el primer beneficio que vacase, y así lo hizo acertando á ser el de Navalan, que es cercano á la dicha villa. El R. P. provincial mandó se les diesen ornamentos de algunos conventos, y lo demas necesario al culto divino.

A veinte y cuatro de abril del año de mil seiscientos cuarenta y uno, habiendo dicho su culpa en la comunidad <503> del convento de Mérida, y pedido perdon á los religiosos del mal ejemplo que les habrian dado, reciba la bendicion del prelado, fueron á que les diese la suya el obispo. Diósela con mucho gusto exhortándolos á la paciencia en las adversidades, que pocos veces faltan en materia semejante, y aquel dia salieron de la ciudad de Mérida. Fuéron su viaje por los conventos de la Sierra, donde los PP. guardianes les proveyeron de maiz, legumbres y sal, que de todo se carecia en Bacalar con el alzamiento de los indios; y llegando á la villa de Salamanca, cuando hubieron de entrar salieron los vecinos á recibirlos. Hospedólos el P. beneficiado en su casa con mucho amor y voluntad, y habiendo manifestado sus despachos, fuéron obedecidos con todo gusto. Fué luego la celebracion de la pascua de Espíritu Santo, y aquel dia predicó el P. Becerril, donde dijo el fin de su venida, que quedó entendido así de los españoles como de los pocos indios que conservaban la fidelidad debida, y todos quedaron contentos rogando á Dios por el buen suceso. Luego el P. beneficiado les entregó su iglesia y todo lo perteneciente á ella, de que dieron recibo firmado, y dejándoles su casa que les sirvió de convento, se fué á Valladolid como se le ordenaba

Partido el P. beneficiado, dijeron los religiosos un novenario de misas al Espíritu Santo por el buen suceso de su viaje á Tepú, y la fiesta del Santísimo Sacramento y misa de aquel dia dedicaron al mismo intento. Habiendo echado suerte los vecinos con los nombres de algunos santos, para tener el que saliese por patron para aquella entrada que hacian los religiosos, salió la gloriosa santa Lucía, á quien se dijo otra misa con asistencia de todos. Invocado el auxilio divino trataron de los medios humanos, y confiriendo los seculares y religiosos, convinieron en que el P. comisario Fuensalida y Fr. Juan de Estrada el lego, fuesen á <504> Tepú por ser ámbos conocidos de aquellos indios, que el P. Becerril fuese á la reduccion de los pueblos de la costa, y el P. Tejero se quedase á administrar por entónces en la villa. Para que en esto tuviesen mayor mérito, se lo mandó el P. comisario por santa obediencia. El dia que se hubieron de dividir, hizo el P. comisario pública confesion y protestacion de la fé, como en el santo Concilio de Trento se contiene, presentes sus compañeros y toda la gente españoles y indios, y predicó en la lengua de éstos porque todos la entendian, pidiendo que los encomendasen á Dios para quien iban á buscar aquellas almas, y animando á los indios que los habian de acompañar para que confiando en Dios no temiesen á los rebeldes, que no les harian mal pues iban de paz y á rogarles con ella. Y cuando otra cosa sucediese, siendo la voluntad de Dios, que mirasen el bien grande que se les seguia de morir por su santo amor; y por reducir aquellos indios de las idolatrías á su servicio, que Dios les daria esfuerzo y valor para tolerar la muerte, y por premio de ella la gloria en la vida eterna. Con esto se animaron mucho los indios, y con ellos salieron para embarcarse los PP. comisario y Fr. Juan de Estrada.

Embarcáronse en la laguna en una falca (embarcacion de dos canoas amarradas) la cual les habia dado el P. beneficiado por ser suya, y era muy capaz, con que iban bien acomodados. Acompañábanlos catorce indios buenos remeros y pilotos de la laguna y rios, y por principal de ellos iba uno llamado D. Francisco Chablé, que era su alcalde. Hiciéronse á la vela navegando por la laguna hasta el rio grande que sale á la mar, distancia de nueve leguas, y por la mar otras cinco de travesía hasta dar en una gran laguna de agua salada, que tiene mucha pesca y buena, salieron de esta laguna con harto trabajo para un pueblo de indios pacíficos, llamado Chinam, que está un cuarto de legua la tierra adentro, <505> y será de hasta cuarenta vecinos no mas. Llegaron tarde, y se quedaron á dormir en su embarcacion por ser muy cenagosa la salida. Allí vinieron los del pueblo luego que lo supieron á regalar á los religiosos, y á la mañana á fuerza de brazos sacaron la falca á tierra, y llegaron á Chinam. Allí dijo misa el P. comisario, bautizó algunos niños que habia, confesó á los adultos, y aun reconcilió á algunos con la iglesia absolviéndolos de la descomunion incurrida por pecado de idolatría pública en que habian caido, dándoles saludable y misericordiosa penitencia. Hallaron que los muchachos iban á la iglesia cada dia á aprender y decir, como acá se acostumbra, la doctrina cristiana, y que el fiscal cuidaba de ello, que fué consuelo para los religiosos, y desde allí dió el padre comisario cuenta al provincial cómo yá habia dado principio á lo que le mandó la obediencia. Salieron de Chinam llevando un alcalde de aquel pueblo, llamado Andres Pech, indio de mucha razon, muy diestro en aquella navegacion y gran pescador, que les cogia tortugas con que despues se sustentaban, y llevó consigo otros tres indios y dos indias en su canoa para que hiciesen tortillas, y por la laguna que vinieron salieron otra vez á la mar navegando por ella siete ó ocho léguas á entrar en el rio de los Zuluinices (dzul uinicoob?), que hace laguna al pueblo de Laimaná.

 

CAPITULO TRECE.

Lo que sucedió á los religiosos hasta que dieron

las cartas del gobernador y obispo á los rebeldes.

En el viaje que se dijo hizo el padre comisario á los itzaes, se dió entera relacion de este rio y parajes, y así solamente se dice ahora que habiendo salido al <506> pueblo de Laimaná hallaron las casas y iglesia quemadas, los indios alzados y confederados con los de Tepú que se habian pasado de la otra parte de la laguna á la banda del norte. De estos tenian los de Tepú puestas espías para que les diesen aviso si veian pasar españoles ó gente enviada contra ellos por el gobernador ó por los de Bacalar. Prosiguieron por la misma laguna á tomar un puerto que en su lengua llaman Kolmotz (Col Motz), donde desembarcaron dejando las canoas amarradas con estacas y bejucos, y escondidos los remos y palancas en el monte, porque los indios no se los hurtasen. Esta diligencia se hace porque desde allí se va por tierra hasta el río llamado Cancanilla, de que yá se dió razon. Pasáronle bien, y descansaron en su ribera, y de allí fueron á otro rancho llamado Boxelac (Boxel Ac), que es lo mismo que concha de tortuga, y allí pararon, determinando enviar mensajeros á los de Tepú con carta escrita del padre comisario, avisándoles de su venida y como quedaban en aquel paraje para que les enviasen canoas por su rio para subir á su pueblo, pues habian dicho gustaban que fuesen.

Temieron todos los indios que iban con los religiosos, sin que hubiese alguno que quisiese llevar la carta á los de Tepú, porque entendian por cierto matarian á los que la llevasen. Persuadiólos con ruegos el P. comisario, y con proponerles que no era razon volverse sin verlos, pues para ello los enviaban el gobernador, obispo y provincial, que todos les habian escrito los ayudasen y favoreciesen para entrar en Tepú, y que ellos tambien de su parte hiciesen lo que pudiesen para que se redujesen y diesen de paz aquellos rebeldes. Con esto se animaron los dos alcaldes, el de Bacalar D. Francisco Chablé y el de Chinam D. Andres Pech, que acompañados con otros dos indios, llevaron la carta que les dió el P. comisario Fr. Bartolomé de Fuensalida. <507>

Salidos los dos alcaldes para Tepú, dijeron los indios que quedaban querian ir á limpiar el camino que hay desde Bojelac (Boxel Ac) hasta el rio de Tepú, que no le podrian pasar los religiosos por estar cerrado de unas espadañas muy altas, que se entretejen unas con otras y tapan el camino, y así lo hicieron aquel dia. Al siguiente salieron de Boxelac (Boxel Ac), y acabando de pasar el espadañal, á la entrada de un monte hallaron unos bultos como estátuas de hombres vestidos de españoles á una y otra parte del camino. De allí habian quitado los que llevaban la carta unos ídolos que estaban junto á las estatuas, y arrojádolos dentro de la maleza del monte, cosa que despues sintió el P. comisario no haber visto, para notar la disposicion en que los tenian. Dijeron los indios que iban con los religiosos que en aquello daban á entender los alzados tenian cerrado el camino para que no pasasen españoles, y que aquellos sus ídolos guardaban el paso, y tendrian como atados y encantados á los españoles que quisiesen pasar por allí engaño á que los tenia persuadidos el demonio á quien allí ofrecian incienso idolatrando. Pasaron á un cacaguatal, llamado el paraje donde estaba Chantome sobre el rio de Tepú, donde aguardaron á los que llevaron la carta, que vinieron de allí á tres dias con unos indios de los alzados, y éstos eran del pueblo de Holpatin que habian desamparado abrasándole, y el sitio estaba yá cerrado de maleza de monte. Lamentándose el padre Fuensalida en su relacion dice: No sé quién ha de dar cuenta á Dios de esto, allá lo verémos. Vinieron con nuestros indios el que era cacique del pueblo de Holpatin, sus hijos y otros seis indios embijados, crecidas yá las cabelleras, largas á usanza de su gentilidad, traian arcos y flechas, y venian en canoas porque estaban de la otra parte del rio en atalaya y por espías, ordenándolo así los de Tepú cabecera de aquel alzamiento. Llamábase este cacique D. Pedro Noh y <508> era muy ladino en nuestra lengua castellana. Mostró tener algun amor á los religiosos á quien trajo alguna comida, y entre ella un gallo ó gallina de la tierra como empanada.

Esta gallina de la forma dicha tuvieron nuestros indios por mala señal, diciendo que lo era de guerra, y de no querer darse de paz. Estos indios que vinieron y estaban por atalayas, no dejaron á los nuestros subir á Tepú, y ellos pasaron la carta que se les remitia, y vinieron en ínterin á saber con qué intento habian llegado los religiosos. Estos se lo dijeron, y los indios los embarcaron en sus canoas y llevaron por el rio al pueblo de Zaczuc (Zac Zuuc) que está en su ribera. Hallaron tambien quemadas sus casas y iglesia, y la campana arrojada al monte, que despues la halló un indio que de acá fué con los religiosos, y se llamaba Lázaro Pech, natural de Kiní, pueblo de la corona real. He singularizado esto en este indio por lo que despues se dirá de él. No llegaron al pueblo de Zaczuc con los religiosos mas de cinco indios de los que con ellos salieron de Salamanca. Volviéronse sin duda al rancho de Chantome, porque el cacique D. Pedro Noh que vino á dos de los indios que iban, les tentaba el pecho como á ver si tenian algunas armas defensivas, y les decia ¿cex á cota mazcab? ¿qué es de vuestras cotas de hierro? Dándoles palmadas blandas y repitiendo en su lengua decia: ¿dónde están vuestras cotas, vosotros que sois valientes? con que se demudaron aquellos á quien se lo decia. Esto era porque habian ido ántes con los españoles de Salamanca al descubrimiento de unos indios que estaban fugitivos por los montes de aquella provincia.

Pasaron por los pueblos de Punay, Zonavil, Laimaná, Zockzux, Luku, Mazanahau, Zacathan y Petenzub, todos despoblados confederados con los rebeldes de Tepú. En Zaczuc se ranchearon en una huerta de cacao del cacique llamado D. Francisco Yam, y el D. Pedro y sus <509> compañeros se fueron luego dejando una canoa de las que habian traido. Hallaron allí los religiosos señal de haber estado gente que dejo un poco de maiz para que comiesen, y entendieron habia sido orden del D. Pedro Noh dada á los de Zaczuc. Éstos cuando quemaron su pueblo, se subieron á unas serranias muy asperas que están el monte adentro como casi tres leguas, y allí ataron casas y formaron pueblo al cual llamaron Hubelná. Esta el sitio cerca de un rio pequeño, su nombre Yaxteel-Ahau, que bajando de aquellas sierras va á entrar en el rio de Tepú cerca de Zaczuc, donde estaban los religiosos. Del nuevo pueblo de Hubelná bajan al antiguo por el rio en canoas, aunque tambien hay camino por tierra. Los dias que estuvieron allí venia el cacique á ver á los religiosos trayéndoles tortillas de maiz, una gallina cada dia. algun pollo, huevos y frijoles, caridad á que se muestra agradecido en su relacion el padre comisario.

Luego que llegaron á Zaczuc, se huyeron los dos indios á quien habia dicho lo de las costas el cacique D. Pedro Noh, con que á otro dia se hallaron los religiosos con solos tres indios de Salamanca y su Lázaro que los acompañó siempre. Habiendo quedado tan solos, vinieron los de Tepú con respuesta de la carta. Traíala un capitanejo llamado Gaspar Chuc, á quien acompañaban otros diez ó doce indios embijados y son sus arcos y flechas. Trajeron un poco de cacao y vainillas, y algunas tablillas de chocolate, porque acostumbran traer algun presentillo cuando vienen á visitar á persona á quien reconocen deberse respeto. Yá habian mudado de parecer, y así la respuesta contenia que no fuesen allá los religiosos porque los indios no querian recibirlos, y que cuando oyeron leer su carta se habian alborotado y huido algunos, que por eso no traian canoas para llevarlos, y que así podian volverse á Salamanca. Certificóles ser esto verdad ver que la carta <510> venia sin firma alguna, acostumbrando cuando responden firmar el cacique, alcaldes, principales y escribano, y por los que no saben firmar pone éste sus nombres.

Entristeció grandemente á los religiosos ver la mala resolucion de los indios, pero sin darlo á entender, con amor y buenas palabras rogaron al capitanejo y á los demas que los llevasen por tierra, como ellos habian venido, que no era razon despedirlos de aquel modo. Persuadieron algo al capitanejo, pero no tanto que se atreviese á llevarlos, si bien les dijo: Padres, estaos aquí que yo iré, y para el juéves que viene (esto pasaba en lúnes) os traeré canoas y vendrán indios á serviros, y aunque instaron no los dejó pasar con él. Despidióse con esto y quedaron aquella noche con solo el alcalde D. Francisco Chablé y su indio Lázaro, porque los otros dos habian subido al nuevo pueblo de Hubelná. Decia misa el padre comisario todos los dias en el rancho de Zaczuc, encomendando á Dios alumbrase aquellos indios para que se redujesen á su santa fé, y lo mismo hacia el religioso lego Fr. Juan de Estrada en lo que era orar continuamente por ellos. Tocaban á misa y á las demas horas y al Ave Maria con la campana que hallaron, con que tenian gran consuelo, esperando la venida de los de Tepú. Pasóse el juéves señalado toda aquella semana y otra entera sin venir, con que recelaban no hiciesen alguna traicion viniendo de noche á matarlos. Viendo los religiosos tanta tardanza, escribieron al cacique del pueblo de Hubelná, rogándole viniese con algunos de sus indios á llevarlos á él, porque el rancho en que estaban era sola una ramada que no los favorecia de las aguas que yá empezaban, y se mojaban con los aguaceros. Ocasionábales esto no solo la incomodidad, pero aun el riesgo de la salud. Llevaron la carta el alcalde de Bacalar y Lázaro Pech por principios de julio, y vinieron yá muy noche con la respuesta, que decia vendrian á la mañana <511> por ellos. Cumplió la promesa el cacique de Hubelná, y viniendo por ellos, los llevó el otro dia á su pueblo, donde llegaron bien mojados, porque yá continuaban las aguas. No salieron á recibirlos los indios, cosa tan acostumbrada entre ellos, con que vieron los religiosos manifiesta señal de su mala voluntad y obstinacion en cuanto á reducirse á la obediencia de Dios y del rey. Aposentólos el cacique en su casa aunque con descomodidad, porque como estaban en los montes no era mas que lo forzoso para poder vivir y lugar para dos barbacoas que sirven de cama, y sin ningun aliño manifiesto á todos y á todo riesgo, aunque mediante el auxilio divino ninguno temian que les pudiese suceder, porque se habian ofrecido á Dios nuestro Señor para que dispusiese de sus personas, segun el beneplácito de su santa voluntad.

 

CAPITULO CATORCE.

Los religiosos son llevados á Hubelná, quiérenlos matar,

y por fin los echan con grandes afrentas.

Luego que llegaron los religiosos al pueblo de Hubelná, dió cuenta de ello el cacique á los indios de Tepú, cuya venida fué bien diferente del fin para que se pretendia. Vinieron repentinamente muchos indios embijados y armados á su usanza, pero quedáronse retirados en lo mas apartado del pueblo todo aquel dia. haciendo un baile y borrachera en que idolatraban, y asimismo la habia en otra casa junto á donde estaban los religiosos aposentados, lo uno y otra con gran ruido y algazara. Dióles gana á dos indios de los de <512> Salamanca y á lázaro Pech en ir á ver qué hacian en aquella casa, y así que llegaron los cogieron y embijaron como ellos estaban, y por fuerza querian que hiciesen lo que ellos. Al que mas maltrataron y desnudaron fué á Lázaro como á criado que sabian era de los padres, y le quitaron un buen machete que tenia, que si no quizá con el enojo matara á alguno de ellos. Viendo los religiosos que tardaban en volver, recelando no les sucediese algun mal, fué el padre Fr. Juan de Estrada á la casa, y hallólos, como se ha dicho, embijados. Quitóselos, que no fué poco consentillo los indios dejárselos llevar estando yá de aquella suerte; mas fué Dios servido que los trajo á la casa donde los hospedaron, quizá para mostrar su divino poder en la fortaleza que comunicó al Lázaro Pech para menospreciar la muerte por su santo amor, como se vió presto. Dijéronle al padre Estrada que uno de aquellos apóstatas era sacerdote idolátrico de los otros, que les decia misa, y que con aquella su comida de tortillas y bebida de pozole la decia, y que los demas indios idólatras le dijeron: esta sí que es misa, que no la que dice tu compañero. Disimuló el P. Fr. Juan con ellos, por ver si se les pasaba aquel ímpetu, y para dar lugar á la ira presente se volvió á su hospicio con el P. comisario. Palabras faltan para ponderar estos ultrajes hechos al santo sacrificio de la misa, y la ceguera de aquellos apóstatas idólatras, y así dejo el sentimiento de ellos á la piedad de los corazones católicos, que pidan á la Divina Majestad que pues son almas por quien derramó su preciosa sangre, use de su misericordia con ellos. ¿Cuantos habrán muerto desde aquel tiempo hasta este año de cincuenta y seis en que esto traslado, que acabando en su apostasía, estarán pagando con penas eternas su atrevimiento y desatinos?

Procurando los religiosos ver si por bien podian hacer que cesase aquella abominacion idolátrica que estaban <513> ejecutando, enviaron á llamar al cacique del pueblo y le dijeron que hablase á sus indios, y que juntos todos viniesen con él á su casa para leerles las cartas que traian del gobernador y obispo, y oir lo que les decian, y conforme á eso determinar lo que les pareciese, y tambien resolverian los religiosos lo que habian de hacer. Fué con esto el cacique y juntó los mas indios de Hubelná, y habiendo venido con él á su casa, estando todos sentados, sacó el P. comisario las cartas que iban escritas en su lengua y se las leyó. Dice el P. comisario que eran muy santas y buenas, saliéndoles á todo lo que les estaba bien; mas ellos como se les iba aconsejando la reduccion á la obediencia de la iglesia y á la del gobernador, se comenzaron á alborotar, y poco á poco se salieron, hasta que dejaron al cacique solo con los religiosos, sin que ninguno de los que salieron hablase palabra.

Quedaron los padres con gran pena; porque en el rancho de Zaczuc dieron á entender que les parecian bien los partidos que se les hacian, y así habian concebido alguna esperanza de su reduccion; pero ahora juntos con los de Tepú, todos se alteraron y fuéron de parecer contrario. Para que se vea que se les hacian todos los partidos que ellos podian pedir y desear, diré en suma lo que les prometia el gobernador en nombre del rey. Perdonábales todo lo malo que habian hecho. Desobligados de las deudas que debian á los españoles, y los tributos que debian á sus encomenderos, y mas se les reservaba de los venideros por cuatro ó cinco años, y que ellos viesen lo demas que les estaba bien, que el marques se lo concederia. Obligábase el P. Fr. Juan de Estrada á ir con ellos á la ciudad de Mérida para que se confirmase en nombre del rey, y que el P. comisario quedaria como en rehenes, hasta que volviesen con la confirmacion. Todo esto no bastó para que se quietasen, y á prima noche vinieron <514> los indios, que eran del pueblo de Hubelná, y sacaron de casa del cacique todo cuanto tenia en ella, porque cuando llegasen á ella los de Tepú no lo robasen entre la bulla y confusion que habria. Quedaron solos los religiosos con su indio Lázaro Pech, cuidadosos de la resulta de aquella diligencia, y aumentado el recelo porque los tres indios de Salamanca, que habian que dado con ellos, no parecieron y pasaron toda aquella noche encomendándose á Dios.

A la mañana siguiente se determinaron los indios rebeldes á venir á la casa donde los religiosos estaban, trayendo muchos muchachos por delante tocando unos caracoles grandes que suenan mucho, y usan de ellos en sus guerras. Luego seguia el capitan principal de ellos, y tras él los otros con sus jinetas. Despues los demas indios de guerra con sus arcos y flechas, todos embijados que parecian unos demonios pintados, con que á ninguno podian conocer, aunque á todos sin aquel disfraz los conocian. Aunque se oia el estruendo de los caracoles y gritos que todos daban, no los habian visto los religiosos. El primero que los descubrió fué el indio Lázaro que salió al ruido, y entró turbado diciendo: Padres, acá vienen los indios. Llegaron ellos luego, y unos cercaron la casa y otros entraron dentro y los saludaron con estas palabras, mirando al P. comisario Fr. Bartolomé de Fuensalida: Te, te, tihulech cech mam (Te ti hulech cech mam). Dios te guarde. Yá has llegado, abuelo. Iban á sentarse algunos, y el capitan principal los riñó ásperamente diciéndoles que se levantasen, y con alguna seña, aunque no la vieron los religiosos, ó lo era ésta para que lo ejecutasen, en aquel punto los cogieron y derribaron en tierra, atándoles las manos atras con unas sogas, y lo mismo hicieron con el indio Lázaro Pech. Así amarrados los decian muchos oprobios, y amenazaban con machetes que algunos tenian: que los habian de matar. Decian: venga el gobernador, venga el rey, vengan <515> los españoles, que aquí estamos para pelear con ellos. Andad vosotros y decídselo. Cosa vergonzosa es que cuatro indios (cuatro se pueden llamar en comparacion de todos los de acá que conservan la fidelidad) llegasen á tan descomedido atrevimiento, y á nombrar á nuestro poderoso rey y señor con menosprecio, y cosa es tambien lastimosa que no se haya tratado de castigarlo. Estaba junto al padre comisario un indio (que despues supo se llamaba Kuxeb,) con un machete grande en la mano y le decia: "¿no te lo decia yo: qué querias aquí cuando iba á veros en la huerta? ¿No os di de comer, porque no os volvísteis á Bacalar?" Otros daban voces que le matasen, porque él y el padre Orbita habian quebrantado el ídolo Tzimin-Chac en los itzaes (como se dijo en el libro nono) con que decian les habia muerto á su Dios, por donde se entiende estaban mezclados indios itzaes con ellos. Puestos en este trance, viendo el padre Fr. Juan de Estrada mas amenazado á su comisario, con mucho espíritu le animaba diciendo: ánimo, padre nuestro, por amor de Dios; y él le respondia Sí, padre Fr. Juan, buen ánimo, recibamos la muerte por su santo amor. El compañero decia á los indios: Matadme á mí. No mateis á nuestro padre viejo, que es sacerdote de Dios que administra sus Santos Sacramentos, y es necesario para esto. Matadme á mí que no hago falta, ni soy de provecho para cosa alguna, y no á él. A esto le dijo el capitan principal: No tengas tú miedo, que á tí no hemos de matar, á tu compañero sí que mató á nuestro Dios.

"Participante en esta tribulacion y amenazas era el indio Lázaro Pech, que habia ido con los religiosos, sobre el cual tambien cargaron muchos indios, diciendo que le habian de matar porque habia venido en su compañía. En este trance se manifesto el poder divino, con cuya ayuda la flaqueza humana tiene valor para los mayores peligros. En este, pues, el indio Lázaro <516> con gran esfuerzo y espíritu dijo á los apóstatas: ¿Por que nos habeis de matar que no os hacemos mal, ni venimos á esto? Nuestra venida es para que seais buenos cristianos, y os volvais á Dios para que con eso os perdone. A esto vinieron nuestros padres; pero vosotros sois como Judas, que quereis matar al Cristo de Dios, á nuestro padre sacerdote." Prosiguió predicándoles con un espíritu de un santo, tanto que dice el padre comisario en su relacion: "Cierto que era de maravillar lo que Lázaro les decia, que aun no lo sé yo decir, porque entónces no somos nosotros los que hablamos sino el Espíritu Santo en nosotros." Miéntras esto pasaba, yá habian comenzado á cargar con los ornamentos y poca ropa de los religiosos, rompiendo las cajas en que estaban, y de ello rasgaban con ultraje en su presencia. Hicieron pedazos las imágenes que hallaron con gran menosprecio, y lo que mas sintieron fué ver quebrantar una de un santo Crucifijo, diciendo mil blasfemias al hacerle pedazos, que por tan inicuas no es bien singularizarlas. A este tiempo el indio llamado Kuxeb (arriba referido) llegando al P. comisario le dijo: Bictun, uthan á kuul cech mam? (Bic tun u than a kuul cech mam?) ¿Que te dice tu Dios abuelo? Y así los dejaron solamente con los hábitos que tenian vestidos. Habian llevado los ornamentos y ropa que tenian, presumiendo que como los indios de Zahcabchen cuando se alzaron y mataron unos españoles, entró el P. Fr. Juan Gutierrez á los montes, y con ofrecerles el seguro de perdon general de parte del gobernador que gobernaba (como se dirá presto) con tal que se diesen de paz, se vinieron con él á su pueblo, que así hicieran ahora los maceguales; pero no sucedió así, que ni volvieron á la obediencia del rey ni de la iglesia, sino que se quedaron en su apostasía, viviendo segun su apetito. ¿Qué sabemos si tantas calamidades como Dios ha enviado sobre esta tierra estos años pasados, <517> ha sido porque no ha habido quien haya solicitado algun castigo contra las blasfemias cometidas en menosprecio de su Majestad Divina? Por quien ha gobernado ha corrido la obligacion: á Dios dará cuenta, porque tratándolo yo á algunos me han dado excusas bien frivolas: no corre por la mia mas qué significarlo.

Despues de gran rato que tuvieron, como se ha dicho, á los religiosos, yá persuadidos con los ruegos del padre Estrada á quien tenian voluntad, con la predicacion del padre comisario que no la habia intermitido, y la del indio Lázaro que no cesaba en ella, los desataron y levantaron de tierra. Nunca (dice el padre comisario) presumió que así los dejaran, sino que atados á un árbol los flecharian ó que los llevarian á Tepú para quitarles allá las vidas como mas fuese su gusto, segun era la ferocidad con que estaban. Pero la Providencia Divina fué con suavidad guia las cosas á los fines, que aunque no los alcanzamos sin duda son los mas convenientes, detuvo la barbaridad de aquellos rebeldes apóstatas, y la sangre inocente de aquellos religiosos y indio no quiso fuese en aquella ocasion derramada, aunque voluntariamente se la ofrecian. La causa solo la Majestad Divina la sabe.

COGOLLUD.TM2 Continued
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