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David Bolles
 

Combined Dictionary-Concordance of the Yucatecan Mayan Language

CAPITULO XII.

Dicense en suma las vidas de los padres Fr. Jacobo de Testera,

Fr. Luis de Villalpando, y Fr. Lorenzo de Bienvenida,

fundadores de esta provincia.

Habiendo sido el venerable padre Fr. Jacobo de Testera el primer predicador evangélico de estas gentes de Yucatan, como se ha vista antecedentemente, razon será no dejar á los lectores que no tuvieren ]a historia del padre Torquemada, con el deseo de saber el progreso de su vida. Fué natural de la ciudad de Bayona, en el reino de Francia, hijo de nobles padres, pues un hermano suyo era camarero del rey Francisco Primero. Estuvo en España poco menos de veinte años, y aunque los mas pasó en Sevilla, gastó algunos predicando en la corte de Cesarea Magestad del emperador Cárlos Quinto, aplaudido en ella por ser muy docto en las divinas letras. Corrió por el mundo la fama de la innumerable multitud de almas, que en este mundo habla que convertir á nuestra santa fé católica, y con este santo celo pasó á la Nueva España con el padre Fr. Antonio de Ciudad-Rodrigo el año de mil y quinientos y veinte, ó como algunos dicen el de treinta. Por no poder aprender la lengua de los naturales, les predicaba por intérprete, y les declaraba los misterios de la fé, teniéndolos pintados en un lienzo. Habiendo dicho nuestro padre Torquemada que vino á Yucatan el año de treinta y cuatro, dice despues donde escribe su vida, que vino el de treinta y uno. Mas cierto es, que fué <451> el de treinta y cuatro, pues dice que vino siendo custodio y fué electo el año de treinta y tres, como refiere en otra parte. Lo que trabajó en Champoton ya queda referido, y vuelto á la Nueva España, fué electo custodio de aquella provincia el año de 1541, para el capítulo general que se celebró en Mantua. Habiendo ido á el, vino nombrado comisario general de la Nueva España, que lo fué cuarto en número y trajo gran número de religiosos. De ellos envió algunos (dándoles por su comisario al padre Fr. Toribio Motolinia) á Guatemala, con órden que pasasen á Yucatan los que quedan en estos escritos referidos. Fué muy celoso de la conversion de las almas, y asi no contento con lo que habia trabajado en Méjico y Yucatan, pasó al reino de Michoacán y dió órden que se poblase de religiosos. Amó mucho la santa pobreza, y fué muy dada á la oracion, humildísimo y despreciador de si mismo, tanto que siendo prelado superior le acaecia remendar su pobre vestuario públicamente en la portería. Acabó el curso de su vida en venerable vejez, y está sepultado en el convento de nuestro padre san Francisco de Méjico, como afirma el padre Torquemada, por lo cual se vé el error del padre Lizana, que dice: que habiendo vuelto de Yucatan á Méjico, pasó de allí á los Zacatecas, donde fué martirizado por los indios chichimecos.

Proseguiré con la santa memoria del venerable padre Fr. Luis de Villalpando, heredero del espíritu del santo padre Testera, y primer prelado desta provincia, como se ha dicho Su pátria, ni nombres de sus padres no he hallado escrito alguno, en que se digan, solo que desde su niñez fué tan aficionado á las cosas eclesiásticas, que en su puericia juntándose con otros muchachos de su edad, les decia que queria predicarles, y para ello se subia en una silla, ó otra cosa alta, y les predicaba y reprehendia. Viendo sus padres esta inclinacion, cuando tuvo edad le enviaron á estudiar á Salamanca, donde aprovechó tanto, que de veinte y un años era ya graduado de licenciado en santa Teología. Llamóle Dios á nuestra sagrada religion, y recibió el hábido della en la santa provincia de Santiago, donde perficionó sus estudios, y salió uno de los grandes predicadores, que la religion tuvo en aquellos tiempos: pero lo mas importante muy ejemplar religioso. Cuando el santo padre Testera (viniendo nombrado comisario general) trajo el copioso número de religiosos, que se ha dicho, era el padre Villalpando predicador de nuestro convento de Zamora en su provincia. Como Dios le tenia para padre, y predicador evangélico de este reino de Yucatan, llegando el santo comisario á aquel convento, le manifestó su deseo, y luego le admitió, como á religioso de conocida virtud, y de tan buenas letras.

Estando ya en Méjico fué enviado con el padre Fr. Toribio Motolinia á Guatemala, desde donde vino á Yucatan, donde <452> predicó el santo evangelio á estos naturales, y convirtió tantas almas á Dios, como se dijo; y habiéndosele dado á esta provincia título de custodia, fué su primer custodio y prelado superior. Deste santo varon, dice el padre Torquemada, que por ser el primero que supo la lengua destos naturales. y que la predicó con ejemplo de esencial religioso, es digno de eterna memoria. Pasó en breve de esta presente vida aun antes de acabar su trienio de custodio, y no he podido ajustar el cuando, solo que habiendo celebrado su congregacion por Abril del año de cincuenta y uno, como se dijo en. su lugar; despues en la tabla del segundo capítulo custodial del año de cincuenta y tres por Abril, está ya puesto en el número de los difuntos. Fué su cuerpo sepultado en la iglesia antigua del convento de Mérida, tan poco veneradas sus reliquias, como ignorado el lugar de su sepultura que no se sabe donde fué. Gran descuido de aquellos tiempos en atencion á cosas tan graves, si ya no fué disposicion de la providencia divina, que no alcanzamos.

El venerable padre Fr. Lorenzo de Bienvenida, pasó tambien de España con los demas religiosos, que trajo el padre Fr. Jacobo, y asi salió de la santa provincia de Santiago en compañia del padre Villalpando, con quien tambien vino á Yucatan. En él entró el padre Villalpando por el occidente á Campeche, desde donde dió principio á la predicacion evangélica, y el padre Fr. Lorenzo por Bakhalál predicando á los naturales, que están á lo oriental algo al sueste. Aunque venia de paso para la ciudad de Mérida, en pocos dias catequizó muchos de los señores naturales de aquella provincia, que despues fueron bautizados. Por donde pasaba, le recibieron con mucho amor y regalo, que no causó poca admiracion á los españoles, cuando le vieron llegar á la ciudad, y que hubiese pasado tan larga distancia solo entre aquellos indios, que aun estaban infieles. Por esto dice el padre Lizana, que los conquistadores llamaron este bendito religioso el explorador.

Ya se dijo como luego que llegó á Mérida, le envió el padre Villalpando á Campeche, donde fué admirable el fruto de conversion, que en aquellos indios logró de su trabajo. En el primer capítulo custodial fué electo guardian de el convento de Itzmal, donde estuvo todo aquel trienio predicando y convirtiendo los naturales de todas aquellas comarcas, hasta que el año de cincuenta y tres fué electo segundo custodio de esta provincia antes que lo fuese. Acabando de ser custodio, fué electo guardian de Mérida y despues de Campeche. Débele esta provincia á este venerable padre haber llegado á ser provincia, y tener el lustre que tiene; para lo cual trabajó con espíritu de verdadero padre. Porque aun no teniendo mas de los dos conventos de Mérida y Campeche, alcanzó del muy R padre comisario general Fr. Francisco de Bustamante, que de ellas se hiciese custodia de por si, sujeta á la santa provincia <453> de el santo evangelio de Méjico. Despues fué al capítulo general de Aquila, y allí negoció, que de Yucatan y Guatemala se hiciese una provincia, y á esta tierra trajo una mision de religiosos, que fueron grandes ministros evangélicos, y predicadores de estos indios. Venido con ellos en el primer capítulo provincial, fué electo difinidor y juntamente guardian de el convento de Mérida. Despues al siguiente capítulo, que segun lo ordenado, se celebró en el reino de Guatemala, fué electo guardian del convento de aquella ciudad. No sosegando su espíritu hasta ver consumada esta planta, fué al capítulo general, que se celebró en Valladolid, año de mil y quinientos y sesenta y cinco, y en él dejó por provincias separadas á esta y á la de Guatemala, v volvió de aquel viage con otra mision de religiosos, que á Yucatan trajo.

Desde este tiempo no hallo ya en las tablas capitulares desta provincia su nombre. La causa fué, porque como dice nuestro Torquemada, pasó á Guatemala, de donde habia salido el padre Fr. Pedro de Betanzos, á quien Dios comunicó gracia de lenguas, para Nicaragua á predicar á aquellos indios por el año de mil y quinientos y cincuenta. Gastados allí algunos, y hecho mucho fruto, determinó pasar á los de Costa-Rica, que aun se estaban infieles. Fueron en su compañía otros dos religiosos, que con buen logro se ocupaban en la conversion de aquellas gentes. Supo el padre Bienvenida, que el padre Fr. Pedro de Betanzos habia desamparado aquella custodia de Nicaragua, y pasádose á lo de Costa-Rica; y saliendo de Yucatan fué en su demanda con intencion de hacerle volver á Guatemala. Sucedió al contrario, porque el padre Fr. Pedro con tan eficaces razones persuadió al padre Bienvenida, que le obligó á quedarse en su compañía. Sucedió, que el padre Fr. Juan Pizarro de la santa provincia de san Miguel, tuvo ciertos disgustos en esta de Yucatan con el gobernador de aquel tiempo, y sabiendo que el padre Bienvenida habia ido á Costa-Rica, determinó seguirle como lo hizo, y se juntó con los cuatro que allá estaban.

El padre Bienvenida con su fervoroso espíritu, y deseo que tenia de la salvacion de las almas, viendo las muchas que allí dependian del cuidado de tan pocos, que no eran suficientes á obligacion tanta; fué tercera vez á España, y con su solicitud negoció treinta religiosos, con que volvió á Costa-Rica, que es del obispado de Nicaragua. Fué luego proveido por obispo dél el padre Fr. Antonio le Zayas de nuestra sagrada religion, y hijo de la santa provincia del Andalucía, que solicitó otros treinta, y con el reverendísimo padre Fr. Francisco de Guzman, comisario general de indias, que con ellos y los que allá estaban, se hiciese una provincia con título de san Jorge. Concedió esto al obispo, pero como su autoridad no bastaba para hacer ereccion de provincia, lo confirmó el capítulo general <454> celebrado en París, año de mil y quinientos y setenta y nueve, por el cual tiempo tenia ya fundados diez y siete conventos. No he hallado, que nuestro venerable padre Fr. Lorenzo de Bienvenida volviese de Costa Rica á esta provincia de Yucatan, por donde juzgo consumó allí el curso de sus dias, de donde pasaria á gozar en la vida eterna el premio de tantos trabajos en servicio de la magestad Divina, conversion de estos naturales, aumento de nuestra santa fé católica y estension de nuestra sagrada religion, á quien le aumentó tres provincias, pues esta le debe todo el ser á este gran varon, y las de Guatemala y Nicaragua su consumacion en ser de provincias. Sea bendita la divina magestad, que le comunicó su espíritu, y dió fuerzas para tan grandes y continuos trabajos, y á esta provincia de Yucatan tan santos padres por sus fundadores.

 

CAPITULO XIII.

Como acabaron esta presente vida los padres

Fr. Melchor de Benavente, y Fr. Juan de Herrera.

El padre Fr. Melchor de Benavente, que como queda dicho vino á esta santa provincia en compañía de los venerables padres Fr. Luis de Villalpando, y Fr. Lorenzo de Bienvenida á fundarla, asistió en ella poco tiempo: pero sin duda mereció en él mucho con Dios, pues le tuvo ofrecida su vida, cuando á el, y al padre Villalpando los quisieron quemar vivos los indios. Por serle contrario á su salud el temperamento tan calido de esta tierra, se volvió en breve á la santa provincia del santo evangelio de Méjico, donde perseveró santamente todo el resto de su vida, como refiere el padre Torquemada en su monarquía indiana. Pero pues fué nuestro fundador, aunque allí esté escrita su vida y muerte, será razon referirla aquí para honra desta provincia, que tales fundadores tuvo. Dice, pues de él el padre Torquemada lo siguiente.

"El padre Fr. Melchor de Benavente tomó el hábito en la provincia de san Gabriel, de donde pasó á esta del santo evangelio, con celo de la salud de las almas. Vivió siempre en mucha religion, y vida ejemplar hasta la muerte. Tuvo singular celo de la honra de Dios nuestro señor, y de la fé de su santa iglesia, y de ayudar á salvar los indios, con los cuales trabajo fielmente, haciendo mucho fruto en su conversion, y doctrina. Fué algunas veces difinidor en esta provincia, y guardian del convento de Méjico. Y siéndolo de Tulantzinco, renunció la guardianía para irse con los otros á la reformacion de la insulana, como en otras muchas partes hemos dicho y referido. Caminando una vez de Quauhtinchan, donde era guardian, á otro pueblo en compañía de otro religioso su súbdito le dió el bendito guardian, que para honra de Dios confesaba, <455> que en mas de treinta años, que habia tratado con los naturales, por ocasiones que le habian dado; jamas perdió la paciencia, ni sentido turbacion. Obra por cierto heróica, y de tan perfecto varon como él era; porque los naturales, por ser en aquellos tiempos faltos de las cosas de la fé y policia castellana, eran torpes y pesados, y muy ocasionados, para hacer perder la paciencia cada momento á los que trataban con ellos: pero obraba aqui Dios, cuyo siervo era Fr. Melchor, y estando lleno de su amor y caridad no era posible menos, sino que se sufriese y reportase, por ser efecto suyo, como dice san Pablo, ser sufrida."

"Estando una vez sentado hablando con un religioso, pasa por delante de ellos una tortolilla, la cual él llamó con mucha simplicidad. Obedecióle luego, y vino volando y púsosele en la mano con gran familiaridad, y dende á poco voló y fuese. Volvió segunda vez, y tornósele á poner en la mano, que quiso Dios que á la santidad de este siervo acompañase la fuerza do la obediencia, que en la creacion del hombre puso en él haciendo inferiores todas las cosas criadas, y dándole potestad y dominio sobre ellas; la cual por su inobediencia le negaron y se le sustrayeron todas, desconociéndole como á enemigo della. Pero en esta ocasion de la voz de este santo religioso acude esta avecita movida del movimiento del poder de Dios, para que se conozca, que si al uno por inobediencia le desconocieron, al otro por obediente á la ley de Dios y á sus mandatos, le rinden esta obediencia. Visto aquello por el siervo de Dios, y no pudiendo encubrir el milagro, rogó con humildad al religioso que con él estaba, que no lo dijese á persona alguna miéntras él viviese. Lo cual aquel religioso cumplió, que no lo descubrió hasta la muerte del santo varon."

"Era Fr. Melchor de muy gran celo de la santa pobreza, y de su estado y profesion, de la cual ninguna ocasion le pudo apartar. fué hombre de oracion continua, y muy ferviente. Siendo guardian del convento de Quauhtinchan, quiso nuestro señor llevarlo para si con aparejo de una gravísima enfermedad, con que padeció intensos dolores y tormentos, con grandísima paciencia; porque sabia que dice Dios en el libro del eclesiástico. Todo lo que te fuere aplicado, recíbelo y sufre en los dolores y entre humildad muestra paciencia. Y es la razon por que asi como en el fuego y crisol se prueba la fineza del oro; asi tambien el hombre en la hornaza de la tribulacion y dolores. Y asi como le fué aconsejado, lo hizo este siervo de Dios Fr. Melchor, y acabó el curso de la vida con ellos, recibidos los santos sacramentos, lleno de muchas obras vistuosas y santas, y enterróse en el convento de la ciudad de los Angeles, donde murió." Este es á la letra el testimonio, que de este bendito religioso dá aquel autor.

Del bendito Fr. Juan de Herrera, que como se dijo. vino <456> á Yucatan con los referidos, por la razon que de ellos no será justo dejar de referir el fin dichoso de sus dias. El padre Lizana dice dél, que despues de haber trabajado en Yucatan, como se ha dicho, tuvo suficiencia para ordenarse de sacerdote, y que fué á Méjico por la obediencia, y que de allí acompañó al santo mártir Fr. Pablo de Acevedo, en cuya compañia fué martirizado. Que no haya sido sacerdote, consta de la historia del R. padre Torquemada, que refiriendo el caso de su muerte, y habiendo dicho la ocupacion, que en esta provincia do Yucatan habia tenido, prosigue así.

"Al cabo de quince años, que se ocupó en este ejercicio, pareciéndole que en esta provincia del santo evangelio, por ser muy mucha la gente podria emplear con mas fruto el buen talento que Dios le habia comunicado, vino á Méjico cerca de los años de mil y quinientos y sesenta, y estuvo algunos años en esta provincia trabajando con buen ejemplo, sirviendo á los sacerdotes religiosamente, porque eran ya muchos,y habia buenas lenguas, y no era necesario que los legos les ayudasen en la doctrina de los indios. Ofrecióse en esta sazon la jornada arriba dicha, que hizo el gobernador Francisco de Ibarra á tierra de Chichimecas, y conociendo el espíritu de Fr. Juan de Herrera, y su buen celo de entender en la conversion de los infieles; enviólo el prelado en compañía de Fr. Pablo de Acevedo, y con el mismo hizo asiento en el pueblo de Zinaloa. Residia allí, como queda dicho, un mulato perverso y malo, por cuya cansa mataron los indios á Fr. Pablo. Este tenia cargo de cobrar los tributos, que habian de dar á su amo, y sobre esta continua cobranza los molestaba mucho y maltrataba. Vista tanta vejacion por los indios, acordaron todos de conformidad de matar al mulato, mas en vida de Fr. Pablo no se atrevian, como veían que se servia dél de intérprete y él les daba á entender que lo que les decia, ó mandaba, era con autoridad del religioso, que era su guardian. Pero teniendo ya muerto á Fr. Pablo, luego dieron tras el mulato, y lo mataron en presencia de Fr. Juan de Herrera, y con esta muerte pagó los embustes que hacia, y la ocasion que dió, para que el dicho Fr. Pablo muriese. Y como un verro suele ser causa de otro mayor, no contentos estos encarnizados homicidas con el cometido en la muerte de Fr. Pablo y luego la del mulato, y advirtiendo que viviendo Fr. Juan les quedaba testigo de sus atroces delitos, como sino lo quedara Dios por muy abonado de sus maldades, fueron de parecer, que matasen tambien á Fr. Juan (puesto que estaban bien con él, pues les hacia obras de verdadero padre) y asi lo pusieron por obra y lo mataron, y mataron juntamente á todos los indios cristianos y amigos, que habian llevado de otras partes para servicio de aquella iglesia y casa. Dejaron los cuerpos muertos en el campo, y se acogieron á las Sierras, donde estos indios chichimecas tienen su guarida. Sabido este hecho <457> por los españoles de la comarca, fueron por los cuerpos para hacerlos enterrar, y halláronlos todos comidos de los Coyotes y Adives, hasta los huesos (porque en aquellas partes hay multitud dellos, que aun los cuerpos muertos suelen sacar debajo de la tierra) y solo el cuerpo de Fr. Pablo de Acevedo hallaron entero, que no habian tocado en él estos animales: pero tan revenido y encogido, que parecia cuerpo de algun niño, siendo hombre corpulento y de muchas carnes. Aqui pienso yo, quiso nuestro Señor mostrar en esto, que habia guardado sin lesion, y entero el cuerpo de su siervo Fr. Pablo, para que se conociese por este modo su inocencia, la cual no estaba tan manifiesta, como la de Fr. Juan de Herrera, por la ocasion que tomaron los indios de matarlo, creyendo que les era contrario, y sustentaba las vejaciones del mulato, segun él lo daba á entender, &c." Asi refiere el padre Torquemada el fin de sus dias del bendito Fr. Juan de Herrera, del cual no por esto se debe entender, no murió la muerte de los justos, pues á muchos ha permitido Dios muerte violenta, y al parecer del mundo desastrada, para purgarlos de algunas culpas leves, que como hombres habian cometido. San Anastasio Niceno, tratando de la repentina muerte de Nadal y Abiu, abrazados con fuego del cielo, refiere, que un santo anacoreta lleno de virtudes, y claro en prodigios, murió tragado de una hiena miserablemente, á tiempo, que el señor de la ciudad mas cercana, hombre de vida perdidísima, era enterrado con gran pompa, honra y aparato mundano. Un discípulo suyo puesto en oracion, deseaba saber de Dios la causa de esta desigualdad. Oyó una voz que le dijo, que aquel príncipe entre las muchas culpas que habia cometido, habia hecho una obra buena: en premio de la cual recibia aquel honor en su entierro, habiendo de pagar las malas con perpetua ignominia en el infierno. Pero que el santo anacoreta entre sus grandes virtudes habia contraido una mácula, cuya pena pagaba con aquella miserable muerte, y al parecer desdichada, habiendo de gozar en la pátria celestial de eterno descanso en premio de ellas, como piadosamente podemos creer le recibió este bendito religioso por sus virtudes, y celo de la salvacion de las almas, en que trabajó tantos años.

 

CAPITULO XIV.

Vida y muerte del Padre Fr. Bartolomé de Torquemada,

hijo desta provincia y las de otros religiosos.

No solamente ilustró la divina magestad esta provincia con tan religiosos y apostólicos fundadores, mas tambien quiso que las primicias de sus hijos, que en ella recibieron nuestro santo hábito, fuesen demostracion de sus misericordias, y manifiesto testimonio de la virtud de sus padres, que en ella los criaron. <458> Ofrecéseme haber muerto por estos tiempos el padre Fr. Bartolomé de Torquemada, nacido en España aunque no se dice de que lugar fuese. Pasó á estas partes de las Indias, con deseo de adquirir riquezas temporales, á la fama de las que habia entónces. Teníale Dios guardado, para que solícitase las verdaderas, que son tesoro para el cielo, y que con premio eterno permanecen en la bienaventuranza. Grangeó algunas, y no pocas de las temporales, á que su deseo le habia traido, y viéndole sus amigos con crecido caudal, le trataron casamiento con una doncella principal. Rehusó tomar estado de matrimonio, porque era honestísimo: pero fueron tantos los ruegos de sus amigos, que dió el sí y se trató el casamiento. Llegó el dia en que se casó, y considerándose con carga de muger, y las obligaciones anexas al matrimonio; fué tanto su sentimiento, que sin hablar palabra á la desposada, ni á otra persona; antes de consumar el matrimonio, se fué al convento de nuestro padre san Francisco de Mérida. Con deseo de permanecer virgen, y solo emplearse en servir á nuestro Señor: pidió por su amor al padre guardian le diese el hábito de nuestra sagrada religion, que iba huyendo de un gran disgusto. Admiró al guardian su resolucion, porque como persona conocida, se sabia, que aquel dia se casaba. Preguntóle la causa de tan repentina mudanza, y deseo de tan diferente estado como elegía. Respondió el siervo de Dios que su inclinacion no era á ser casado, y sus amigos con importunaciones le habian obligado á admitir aquel casamiento. Que luego que se vió entre tantas mugeres, como á la boda habian concurrido, los cumplimientos y vanidades del mundo, y que todo era tratar de deleites y liviandades, se afligió de suerte, y recibió tal pena, que ya le parecia que cada muger de aquellas era un enemigo malo, que solo le ponia delante de la vista lo dulce de los gustos del mando, y le escondia la amargura, que en el fin de ellos se experimentaba Estando con esta afliccion, le dió súbitamente en el corazon un movimiento, y juntamente con el gran deseo de quítarse de aquel (á su parecer) peligro en que se veia. Movido dél se fué á un aposento donde vió una imágen de la madre de Dios, y de rodillas la dijo: "Virgen y madre de Dios sacadme de esta afliccion y guiadme por el camino que mas seguro llegue di gozar de la gloria de vuestro precioso hijo. Parecióle entónces, que oyó una voz que le dijo: el que no dejare al padre, madre, muger y hijos por mi, y me siguiere, no es digno de mi." Que sino fué voz, á lo ménos le pareció que lo era. Recibió con ella grandísima alegría, y saliendo de el aposento, sin saber por donde iba, se halló en la calle. Que le parecia que le traían por el aire al convento, y le venian diciendo: que mejor era para religioso que para casado, y que supuesto que le habia sucedido aquello, le admitiese á la religion. <459>

El guardian temiendo no fuese algun movimiento liviano, y por probar el espíritu que le trata, le alabó mucho el estado del santo matrimonio diciéndole, que advirtiese que habia muchos siervos de Dios y santos canonizados, que fueron casados. Respondió, que mas queria no serlo, para poder ser mejor siervo de nuestro Señor. Dió el guardian muchas gracias á Dios; pero con todo eso le dijo: señor estése en su casa, y avisaré al padre provincial de la determinacion con que está, y responderá lo que conviene hacer. Dió el guardian noticia al provincial, que envió órden para detenerle algunos dias, con que experimentase la perseverancia de aquel propósito, y que si duraba en él fuese admitido al hábito de nuestra religion.

Habiendo echado menos al desposado, sin saber que se huviese hecho, buscándole por todas las partes, donde podian presumir estuviese; supieron como se habia ido al convento. Fueron á verle el padre, y parientes de la novia, sus amigos, y conocidos del piadoso fugitivo; los unos con quejas, los otros con persuaciones solicitaban moverle la voluntad, procurando llevarle otra vez á su casa. No pudieron persuadirle á retratar el proposito, antes mas firme en él, se apartó de los que te habian ido á sacar de el convento, diciendo que él no nació para casado; y que sus padres se lo decian: que lo que habia hecho habia sido violentado con sus ruegos, sin gusto suyo, que no le estorbasen la seguridad de su alma, con que los dejó. Vuelto al padre guardian con instancias, le pidió permitiese que se quedase en el convento, porque no habia de salir dél, y hubo de concederle su peticion. Perseveró algunos dias, sin querer salir del convento, con que se le dió el hábito de la religion, y profesó á su tiempo.

Conocióse despues haber sido su vocacion de Dios por la perfeccion de vida, que desde entónces tuvo, y observancia regular, con que siempre se conoció ajustado. Sabia latinidad, y asi le fué dado el hábito para el coro, y se ordenó de misa. Viéndose sacerdote aprendió la lengua de los naturales, con que ayudó mucho á su conversion y doctrina; porque demas del espíritu con que se ocupaba en este santo ministerio, salió muy aventajada lengua. Amaba muy de su corazon á los indios, y perpetuamente los defendia de quien les hacia alguna molestia: tanto que decia, que por ellos por ser pobres y humildes, daría la vida si necesario fuese, y que si nuestro padre san Francisco estuviera entre ellos, tuviera mucho consuelo, por verse entre desnudos pobres, y tan poco codiciosos de los bienes de este siglo. Era cosa maravillosa ver el cuidado que tenia del bien de los indios, y consolarlos en sus trabajos. Con este afecto, y el que tenia de su conversion, como recibió el hábito aun cuando no estaban bien reducidos á pueblos, como verdadero predicador apostólico, se entraba por los montes á sacarlos, con que pobló algunos pueblos, y edificó iglesias. El trabajo <460> corporal, que en esto tenia, decia que era para él de mucho gusto, porque tenia mas confianza de que Dios le habia de dar su gloria por el tiempo, que en administrarlos ocupaba, que por la penitencia que para adquirirla hacia.

Era este siervo de Dios de natural tan sencillo, que movia á veces á risa con algunas inocencias, que decia: no creía, que hubiese alguno malo, ni que alguno fuese pecador, sino solo él. Fué varon de mucha oracion siendo su continua habitacion el coro y capillas retiradas, en cuya soledad pasaba con profunda oracion y disciplinas. Envidioso el enemigo del linage humano de las virtudes que en él resplandecian; le inquietaba en la oracion con diversas tentaciones, y hallando en el siervo de Dios resistencia, llegó á tal extremo, que corporalmente le maltrataba y le azotaba. Apareciale en diversas formas ya horribles, ya de mugeres hermosas, que bailaban delante dél, ya de su misma esposa, que le lloraba amargamente la desdicha de haberla dejado, y se quejaba del menosprecio, que della habia hecho. Otras veces le aparecia como Angel de luz: pero manifestaba bien quien era, diciéndole, que era nécio, pues maltrataba tanto su libertad, y se enflaquecia y acababa la vida, y que Dios no queria eso. Pero todo lo vencia con la divina gracia, valiéndose de la señal de la cruz contra su enemigo.

Sucedióle una vez estando recogido en su celda por la mañana rezando una devocion, que entró en ella tan niño, como de hasta diez años, y le dijo: padre vengo á decirle que una muger le llama, para que la vaya á consolar de un agravio que la han hecho, y dice que solo V. reverencia puede consolarla. Como este siervo de Dios era de tan sencillo sentimiento, creyó ser asi, y pidió licencia al guardian para ir á consolarla. Llegó á la portería, y preguntó al portero, si habia visto á un niño español que le habia llamado. Dijole el portero que no le habia visto, que abria entrado por la sacristia, por ser hora en que se decian las misas. Salió el siervo de Dios á la parte de afuera de la portería por si estaba allí, y vióle que estaba asentado. Dijole, niño dónde esta esa muger que dices? Respondió: venga padre conmigo, y le llevó á la iglesia de los indios. Entrado en ella, se halló con su esposa que con grandes lágrimas y suspiros le dijo: "Mal hombre, mal cristiano, como dejaste á tu esposa, pues no soy fea." Hermano, mira mi hermosura y galas, y mostróle el rostro y muchas galas, y joyas con que iba adornada. Creyó el siervo de Dios, que era su esposa como le parecia, y bajando la vista al suelo, con mucha modestia le dijo: Si yo supiera quien me llamaba y para que era, no bajara, que fui engañado. Mas ya que oigo las quejas, digo que mas estimo mi pobreza, que vuestras riquezas y galas. Mas la hermosura de las virtudes, que la vuestra. El dejaros señora, fué para teneros en la memoria, encomendándoos al Señor, que os haga santa y que no me querais á mí, que <461> soy un vil gusano. Y mirad que os mando, que no me volvais con estas locuras, que pues fui aquel poco de tiempo vuestro esposo, bien os puedo mandar. Y porque no se os olvide, llevaos esta cruz que traigais en el pecho. Apenas hubo sacado la santa cruz, cuando se halló solo, y parece que sonó un trueno al desaparecer aquella vision. Reparó con esto el siervo de Dios, que habia sido el demonio el que le habia hablado en figura de su esposa, y luego se fué á la oracion á pedir á Dios nuestro señor fuerzas para resistir á tan sutil y poderoso enemigo.

Quedó con esto mas advertido para de allí adelante, y continuamente se andaba signando con la señal de la cruz, aun cuando estaba comiendo. Ocasionó verlo el guardian que le preguntase la causa, y obligado con la obediencia, porque rehusaba decirlo, refirió este suceso, y que no podia desechar de sí aquella representacion, sino era con la señal de la cruz. Habiendo trabajado en la viña del señor, como siervo fiel, pasó de esta presente vida, con cuarenta y tres años de edad, andando en trece de religion, dejando edificados á los religiosos, llorosos á los indios que le amaban, ya todos aclamándole por siervo de Dios. En la tabla de la congregacion del año de 1568, está escrito por difunto.

El padre Fr. Alonso de Alvarado de la provincia de Santiago, vino como se dijo á esta el año de cuarenta y nueve. No se le conoció cosa que no fuese de varon perfecto y atento en sus acciones. Trabajó mucho, y continuamente en la conversion destos indios sacándolos de los montes, para traerlos á poblado á bautizarlos y doctrinarlos. Las grandes incomodidades y aguaceros con soles, le abreviaron la vida corporal, para que mas presto gozase la eterna en prémio de ellos, como se puede entender, hallándole tan santamente ocupado; y aunque dice el padre Lizana, que murió año de 1557 por el de 53 era ya difunto, como consta de la tabla del segundo capítulo custodial.

El R. padre Fr. Francisco Navarro, compañero del antecedente, fué persona de muchas y buenas letras, hijo de la provincia de Castilla, y en esta maestro de la lengua de los naturales. Colígese su mucha virtud de haberle elegido prelado superior, cuando florecian tan apostólicos varones, y que entre ellos todo era tratar de perfeccion y santidad. Edificó el convento de Maní como hay está. Dicese dél, que vivió ajustadamente amicísimo de los pobres, y en especial de los indios, á quien administró y predicó, siendo dellos muy querido. Murió el año de 1559, habiendo venido el de cuarenta y nueve á esta provincia. Pasó de esta vida con opinion de vírgen, y su muerte fué sentida de todos, porque por la mancedumbre de su natural le amaban. Fué tenido entre los padres antiguos por varon santo, y su cuerpo sepultado en la iglesia antigua del convento de Mérida. <462>

 

CAPITULO XV.

Viene nuestro P. Landa consagrado obispo á Yucatan,

y dale el rey treinta religiosos para la administracion de los indios.

Díjose como el obispo D. Fr. Francisco Toral, y los religiosos quedaron en paz y concordia, y en ella prosiguieron miéntras vivió. Ofreciósele ir á Méjico, donde fué Dios servido pasase desta vida, con que el gobierno eclesiástico quedó en la sedevacante. No parece haber ea el cabildo mas que el licenciado D. Lorenzo de Monterroso Chantre, y D. Leonardo Gonzales de Sequeira tesorero, que fueron los dos, que primero poseyeron estas dignidades, y gobernaron desde el año de 1571 hasta el de setenta y tres.

Aunque nuestro R. P. Fr. Diego de Landa estaba retirado en el convento de san Antonio de la Cabrera, no lo estaba de la memoria de nuestro prudentísimo rey Filipo segundo, que teniendo presentes sus virtudes dignas de estimacion, deseaba premiarlas. Teniendo noticia de la vacante deste obispado, le envió su real cédula al convento de san Antonio, diciéndole como habia resuelto presentar su persona á la silla apostólica para obispo destas provincias. Bien diferentes experimentamos cada dia las disposiciones divinas de lo que los juicios humanos can su providencia corta ordenan. Salió este apostólico varon de Yucatan, como desterrado con alguna ignominia, acusado de sus émulos, el crédito de su reputacion en opiniones, convertida la holanda, segun decian sus enemigos, en tosco cañamazo. Permitió la divina magestad, que el hilo de esta holanda, aunque delgado, no quebrase en el premio de la tribulacion, que acrisola y manifiesta la verdadera perfeccion de la tela de las virtudes, con que el alma que no vemos, se adorna y por último vemos, que Dios saca de ella á sus siervos con honra, á vista de sus enemigos. Admitió el obispado, juzgando serviría á Dios en la dignidad, como quien era tan gran lengua, y ministro de estos indios, á quien habia regenerado en Cristo por medio del santo bautismo. Persuadióse era disposicion divina pues sin diligencia humana era llamado de aquel retiro donde estaba, á la dignidad episcopal, que de otra suerte no admitiera por vivir en la religion muy gustoso.

Fué á ver al rey, y agradecerle la honra que le habia hecho. Su magestad le recibió con mucha benignidad, y dijo que le habia querido restituir á los indios honrado, cuyo padre era, y que asi se le daba á los Yucatecos por príncipe de su iglesia. Valióse de la ocasion de ver al rey tan propicio, y pidióle un buen número de religiosos, para que ayudasen á los de acá en la administracion de los santos sacramentos, porqué sabia que se necesitaba dellos en la provincia, y su magestad le dió <463> licencia para traer treinta religiosos. Recurrió con la licencia del rey al general de nuestra religion, que le dió sus letras patentes, para que escogiese los que mas convenientes le pareciesen. El buen obispo personalmente fué de convento en convento, y los escogió tales, como de la eleccion de tal comisario, y que sabia tambien los que eran necesarios para esta tierra. Despues de asignados dió vuelta á la corte, donde le llegaron las balas del sumo pontifice. Acercábase la salida de Flota y asi vino á Sevilla, donde fué consagrado. Juntáronse en aquella ciudad los religiosos y les mandó nombrasen de entre si uno que fuese su comisario, y á cuya obediencia viniesen sujetos.

Súpose en Yucatan por principio del año de mil y quinientos y setenta y tres, como estaba electo obispo deste obispado, v fueron diversos los sentimientos que con la nueva hubo. Los religiosos, los españoles que sentian de las materias sin pasion, y los indios quedaron muy gozosos, esperando verle en esta tierra, y mas con tal dignidad. Sus émulos presumian, que con ella se vengaria de ellos, no considerando que los siervos de Dios no conservan rencillas en su corazon, para tomar venganza por sus manos, sino que sus cosas las ponen en las de Dios, para que les dé la salida que fuere servido. Asi lo experimentaron despues que le hallaron lleno de caridad para con todos, y bien se manifestó en la testificacion que hizo de los trabajos de los conquistadores y necesidades desta tierra, en informacion que se hizo para remitir á su magestad en el real consejo de las indias, y queda referida en el libro tercero.

Tubo feliz viage aquella flota, pues en cincuenta y seis dias llegaron á dar fondo en el puerto de san Juan de Ulúa. Allí fletó dos barcos, uno para si y dos compañeros de los religiosos que traia, y el otro para el resto de los de la mision. Aunque salieron juntos, llegó primero á Campeche víspera de nuestro padre san Francisco, el que traía los religiosos, y el del obispo llegó ocho dias despues, si bien unos y otros recibidos con grande aplauso y alegría. No quiso el obispo aposentarse en el convento, y satisfizo con razones, que le movian á los religiosos, para no hospedarse en él, y asi mandó que le aderezasen casa en la villa, para los dias que allí estuvo. Solemnizaron los vecinos su llegada con muestras de mucha alegria, y desocupado de las visitas seglares. se halló rodeado de mas de mil indios, que á gritos y llenos de lágrimas de gozo, le daban el bienvenida, como á padre á quien tanto amaban. El siervo de Dios los correspondia con no menos lágrimas, que agradecimiento, y ellos se gozaban mucho como él mismo los hablaba y acariciaba con su lenguaje natural, y los entendia sin necesidad de intérprete. Daba no ménos gracias á Dios de ver el afecto con que le saludaban, y el contento que con su venida tenian. El dia siguiente fué á nuestro <464> convento, donde despues de haberle recibido los religiosos, como á obispo, se consolaron con su presencia, como de padre á quien tanta veneracion tenian.

Luego que en la ciudad de Mérida se supo como habia llegado á Campeche, despachó el gobernador y cabildo secular dos regidores, que en su nombre le diesen la bienvenida, y en su compañía fueron algunos vecinos nobles, que estimaban al obispo reconociendo su virtud y santidad. Salió en breve de Campeche para la ciudad, y en su compañía llevaba los religiosos. Era cosa de admiracion los indios, que de toda la tierra hallaba por los caminos, saliendo á verle luego que supieron habia venido. Conocia á muchos dellos por haberlos catequizado y bautizado, con que tenia el consuelo espiritual, que se deja entender, y nuevo motivo de dar gracias á la magestad divina. Cuando hubo de entrar en la ciudad, salieron á recibirle el gobernador, ambos cabildos y los religiosos, y allí fué mayor el con curso de los indios. Llegó con el acompañamiento á la santa Catedral, y manifestadas las bulas y real cédula, le admitieron y tomó posesion de el obispado. Hizo una plática docta y devota á la ciudad, tomando por asunto las palabras, que san Clemente papa y mártir dijo á los de la isla de Licia, donde iba por mandato del emperador Trajano desterrado. No por mis méritos me ha enviado el señor á ser participante de vuestras coronas; y terminó agradeciendo la voluntad y regocijo, con que le habian recibido, y dando la bendicion episcopal á todos, le llevaron á sus casas.

Habiendo descansado del camino, salió á ver á los religiosos de nuestro convento, con sus dos compañeros religiosos, sus clérigos, y gente secular noble de la ciudad, afectos suyos. Fué recibido en el convento como obispo; y aunque en la ocacion dice el padre Lizana, que era provincial el R. padre Fr. Pedro de Noriega, no era sino el R. padre Fr. Juan de Armellones, como consta de las tablas capitulares. Entró en la iglesia á hacer oracion, y viendo la santa imágen de nuestra Señora que trajo de Guatemala, cuando la de Itzmal, fué grandísima la ternura de corazon y gozo espiritual que tuvo, dando gracias á Dios que le habia dejado ver aquella imágen de su Santísima madre. Despidió en la iglesia el acompañamiento secular, y retirado con los religiosos á lo interior del convento, saludó como otro Joseph á sus hermanos, y todos se consolaron de los sucesos pasados. Hízoles una breve y humilde plática en que les dijo: "O padres y hermanos mios espirituales, que es mas conjunto parentesco que el del cuerpo, y hace las ventajas que á él el alma, con que podré significar el consuelo que la mia ha recibido de verme entre mis hermanos. Mas que digo? que no merezco bien tan crecido, pues mi dignidad parece que me aparta: pero no me puede dividir, pues es estado tan perfecto antes ahora me tengo por <465> mas hijo de nuestro padre san Francisco, de quien aunque indigno lo soy. Y asi suplico al padre provincial y á todos, que me reciban por hijo de esta santa provincia, y me quieran incorporar en ella." Dijo esto con algunos sollozos y lágrimas, y tambien las derramaron los religiosos viendo tal humildad en el obispo. Respondióle el provincial, que le tenian no por hijo, sino con la veneracion de padre, á quien tanto amaban.

Trataron despues largamente de la conversion de los indios recordando muchos sucesos pasados, y se le dió noticia del aprovechamiento que tenian en su cristiandad. Dijo á los religiosos, como el rey le habia encargado mucho mirase por estos naturales, y que asi en su real nombre se los encomendaba. Rogó al provincial se leyese luego el arte de la lengua á los recien venidos, y que la administracion, y todo lo concerniente al mayor bien de los indios, con la nueva ayuda, se dispusiese de suerte, que Dios nuestro señor fuese servido con todo cuidado: la real conciencia descargada conforme á la satisfaccion, que el rey tenia de los religiosos, como lo manifestó en la cédula dirigida á su antecesor, y los indios fuesen de bien en mejor siempre. De allí fué á la enfermeria, visitó, y consoló á los enfermos. Halló que solamente habia tres clérigos, que sabian la lengua de los indios, y á estos acomodó; despidió de la tierra algunos, que no le pareció conveniente, que residiesen en ella, y á otros acomodó para el servicio de la santa Catedral con que provido en todo iba con suavidad disponiendo el gobierno de este obispado. Ordenó al provincial luego que los religiosos que trajo tuvieron suficiencia para administrar á los indios, repartiese mas las doctrinas, para que con la cercania, con mas comodidad de los religiosos fuesen tambien mas aprovechadas los indios en la enseñanza y doctrina cristiana.

 

CAPITULO XVI.

Viene á este gobierno Francisco Velazquez Guijon.

Solicita el obispo aliviar á los indios,

y los disgustos que de ello se originaron.

El cuarto gobernador nombrado por el rey para Yucatan, fué Francisco Velazquez Guijon. Hízosele la merced en el pardo á ocho de Abril de mil y quinientos y setenta y tres años por tiempo de cuatro. Fué recibido en Mérida á diez y seis de Setiembre del mismo año, y gobernó hasta diez de Octubre del de mil y quinientos y setenta y siete, que le llegó sucesor. Nombró por su teniente general al bachiller Alvaro Tinoco Caravajal, que ejercitó este oficio todo el tiempo de su gobierno. Diósele cédula á este gobernador, para encomendar los indios que vacasen, encargándole mucho en ella prefiriese si habia algunos conquistadores que no estuviesen gratificados, como el rey <466> deseaba á que siempre atendió, por donde se colige el aprecio que de sus trabajos hacia, si bien los gobernadores no parece cuidaban de la ejecucion de la real voluntad, como les era mandado, y se dice en otra parte refiriendo algunas cédulas, en que nuestros reyes han manifestado el sentimiento y disgusto, que de ello tenian. Terrible vicio es la avaricia, que con la edad crece, cuando los demas con ella se disminuyen. Ya habrán dado cuenta á Dios, sí ella les movia para no ejecutar el órden que traian. Diósele órden á este gobernador para que tomase la residencia á su antecesor D. Diego de Santillan; y asi luego que fué recibido, á otro dia le pidió el cabildo de la ciudad, le hiciese asegurar de estar á lo juzgado y sentenciado en la residencia, y dió la fianza á los veinte y tres del mismo mes de Setiembre. Pareciendo al cabildo inconveniente para lo de adelante, haber de solicitar esto acabado su oficio los gobernadores, grangeó una real cédula de el tenor siguiente.

"El rey. Consejos, justicia é regidores de todas las ciudades y villas de la provincia de Yucatan, y á cada uno de vos. Porque somos informados, que de no dar los nuestros gobernadores de esa provincia fianzas de estár á derecho en las residencias que les tomaren, se han seguido inconvenientes y perjuicio á algunas personas. Para que esto se evite en lo de adelante, os mando á cualquier de vos, que no recibais ni consintais recibir al dicho oficio á los que por nos fueren por gobernador, hasta tanto que hayan dado las dichas fianzas en la cantidad, que pareciere convenir. Que por la presente mandamos á los dichos nuestros gobernadores, que las den llanas é abonadas, antes que tomen la posesion de su oficio. Fecha en Madrid á quince de Febrero de mil y quinientos y setenta y cinco años. — Yo el rey. — Por mandato de su magestad. - Antonio de Eraso."

El piadoso obispo doliéndose del trabajo de los indios, y en particular de verlos cargados por los caminos con cargas, que le parecia se podian escusar, pues ya habian multiplicado los caballos que podian cargarlas; se informó secretamente de los que habría en el contorno de la ciudad, y halló que á lo menos serian tres mil. Tenida esta noticia trató con el gobernador y cabildo, que los indios no se cargasen pues habia bestias para ello, y asi era la voluntad del rey y mayor servicio de Dios. Propúsoles tambien que moderasen el servicio personal de los indios y el demasiado señorio que sobre ellos tenian. Que la paga le su servicio fuese algo mas, pues el trabajo lo requeria. No parecieron bien estas propuestas, y muchos se alteraron contra el obispo, diciendo que les queria quitar aquello de que el rey los habia hecho señores. Supo el obispo que en la Ciudad no se hablaba como se debia en la materia, y predicando un dia en la Catedral, declaró á todos lo que habia propuesto, <467> y la justificacion que tenia. Lo que consiguió fué, que se dijesen muchas desinensuras, y que sin duda el rey no supo, que daba el obispado á Fr. Diego de Landa el revoltoso, que ya comenzaba á alterar la tierra con sus cosas.

Llegó á tanto el descomedimiento, que un dia iba el obispo á nuestro convento y encontró con un vecino de la ciudad, que iba en un caballo y pudiéndose detener como era justo en cortesía para que pasase el obispo no solo no lo hizo, pero fué arrimando tanto el caballo al obispo, para que le salpicase el lodo del suelo (que era en tiempo de aguas) y el caballo parece, que rehusándolo se apartaba, que violentado para acercarse hubo de dar con el estrivo en los pechos al obispo. Quisieron sus criados hacer demostracion de sentimiento, y los detuvo diciendo: que en tales ocasiones mas se ganaba perdiendo, y que tanto se levanta el que se humilla, como se humilla el que se ensalza. Que Dios tenia dicho, que la venganza de tales acciones estaba por su cuenta. Diciéndole un criado: señor, á la iglesia se ha hecho este desacato. Respondió lo que santo Tomas Cantuariense dijo á sus clérigos: que la iglesia de Dios no habia de ser defendida al modo de los ejércitos militares. Vamos y paciencia, que otros mejores que yo sufrieron mas que yo sufro, y pasó adelante al convento. Alabóse despues el desventurado caballero (que era de sangre noble, y siéndolo admiró mas la accion á los bien considerados) pero la divina justicia, que con singular atencion parece mira las injurias hechas á los príncipes de su iglesia, y que á veces castiga mas severamente las que se hacen á sus siervos, que las que contra la divina magestad se cometen; permitió que habiendo muerto este bendito obispo, y venido su sucesor D. Fr. Gregorio de Montalvo, corriendo aquel caballero un caballo en festejo de su llegada cayó dél, y fué hallado muerto. Dios le haya perdonado, que si morir tal muerte, fué castigo de aquella culpa, su divina magestad lo sabe, cuyos juicios secretos no alcanza la fragilidad humana: pero ella sucedió como se ha referido.

Con el celo que el bendito obispo tenia de la honra de Dios, sabiendo algunas culpas graves que los indios del territorio de Campeche habian cometido; envió por visitador al padre Fr. Gregorio de Fuente-Ovejuna, religioso desta provincia, para que las remediase. Averiguó la verdad, y castigó algunos culpados, con que tuvieron ocasion los émulos del obispo de calumniarle. Rodrigo Franquez, vecino de Mérida, presentó en la real audiencia de Méjico una peticion en nombre de Francisco May, cacique del pueblo de Campeche, y del teniente de los demas caciques, y principales de aquel territorio. Contenia querellarse del padre Fr. Gregorio, que por mandado del obispo habia ido á visitar los pueblos de aquella villa, y que sin causa y razon alguna en todos los pueblos habia hecho muchos castigos en los caciques, alcaldes y otros oficiales, y refieren <468> algunos tan indecentes, que es indigno presumirlos de un sacerdote, y de que aqui se refieran. De allí pasó luego á decir que el obispo queria de presente visitar estas provincias, y que los indios estaban atemorisados de los castigos hechos por el padre Fr. Gregorio, y de los que el obispo haria por ser severo, con que estaban en término de irse á los montes. Que su alteza proveyese de remedio, pues los indios eran menores de edad y faltos de entendimiento. Asi acusaron al obispo de hecho, y por hacer y de contrario á los indios por cuyo bien, y defenderlos, habia tolerado lo que antes se ha dicho. Consta esta acusacion de provision real, dada en aquella audiencia á doce de Agosto de mil y quinientos y setenta y cuatro años.

Dicese en ella esta queja, y despues se inserta una cédula real, dada en Toledo á cuatro de Setiembre de mil y quinientos y setenta años, en que su manda que los religiosos no aprisionen á los indios, ni tuviesen cepos, ni cárceles ni los trasquilasen ni azotasen, y que esta cédula se observase sin contravenir á ella. Ordenósele por esta provision al obispo, que viese dicha cédula, y la ejecutase como en ella se contenia, y al gobernador destas provincias, que no permitiese contravenir á ella, y que si de presente hubiese algunos indios presos, los hiciese soltar de la prision libremente; y asimismo los que hubiese penitenciado el obispo, y de lo que asi hiciese, diese relacion dentro de cien dias siguientes. Esta provision, aunque justificada por la conservacion de la real jurisdiccion, para que las ministros eclesiásticos no la perturbasen, ni contra ella se alegase costumbre; con todo eso causo algunos graves daños, como fué perder los indios el temor á los ministros doctrineros (con lo mucho á que la estendieron los gobernadores despues) y otros que refiere el doctor D. Pedro Sanchez de Aguilar en su informe contra los idólatras desta tierra por las palabras siguientes, traducidas de su latin en castellano, despues de referir la provision, y su justificacion.

Pero en aquel tiempo, y en este nuestro miserabilísimo, y calamitoso dañó mucho á la cristiandad de los indios, porque las justicias reales la estendian, á que sin su auxilio no podian ser los indios presos en caso de heregia y idolatria: cuyo castigo cesó por espacio de cuarenta años, pensando que los jueces eclesiásticos, ó el mismo obispo, no podia sin ausilio del brazo seglar prender y encarcelar las personas de los indios idólatras, de que no se hace mencion ni en la provision, ni en la real cédula, ni en la relacion del que la impetró quizá porque quiso callar la verdad, y acusó falsamente al obispo y su comisario, diciendo que habia procedido sin haberse cometido delito alguno, lo cual ni del obispo Landa, ni de ningun sacerdote se debia creer ni presumir. Sino que por sugestion del demonio se habia referido asi con el temor del celo y severidad, que en el obispo tenia, como consta de aquellas palabras al obispo <469> escritas: E lo que vos el dicho obispo les hariades por severo, &c. Bien diferentemente ciente este escritor, que el que dió la querella de la severidad del obispo; porque tratando antes de lo referido del santo celo con que el obispo siendo custodio desta provincia habia procedido contra los idólatras, de que ya se trató dice: "Que con celo divino como otro Matathias destruyó las aras de los ídolos; cogió, encarceló y castigó á los idolatras, azotándolos, y con todas sus fuerzas él, y sus compañeros (cuyos nombres están escritos en el libro de la vida) extinguieron algun tanto este pecado. De suerte que por algunos años concibieron tal temor los indios, que no solo dejaron los ídolos, pero aun una bebida que se llama balché, que acostumbran en sus idolatrias. Por lo cual émulos, que decian era cruel con los indios, ocasionaron su ida á España de donde (habiendo dado satisfaccion de sus acciones) vino por segundo obispo desta tierra, donde santísimamente gobernó este obispado diez ó doce años, y amedrentados los indios con el temor que le tenian, alcanzaron la provision dicha, á los cuales ayudaron los encomenderos. Estas son las palabras con que se duele de la impetracion de esta provision, siendo como era nacido en esta tierra en la villa de Valladolid, hijo, hermano, y primo de encomenderos; porque no se diga, que como de casa doy censura, en abono de aquellos religiosos, y del obispo las he referido á la letra."

 

CAPITULO XVII.

Vá el obispo á Méjico, y volvió á desta tierra,

y algunas cosas que le sucedieron.

Pasado lo referido, y impetrada aquella provision, necesitó el obispo de pedir el auxilio real al Gobernador para prender algunas personas; porque ya no podia de otra suerte remediar algunos males que se hallaba obligado á evitar. No solo no dió el gobernador el auxilio al provisor que se le pidió, sino que sobre el case le prendió y le puso en un cepo en la cárcel pública. Sabido por el obispo, hizo informacion de ello, y descomulgó al gobernador, y llegó hasta apagar candelas, teniendo determinado ejecutar todo lo que el derecho dispone contra un descomulgado pertinaz en su inobediencia. Por escusarse el gobernador de que llegase á ello, porque tenia por cierto de su constancia que lo haria, y por no poner al provisor en la libertad, que debia con brevedad lo desterró á Méjico. En sabiendo el gobernador, que el bagel en que iba, habia salido de el puerto, se vistió de luto y con muchas maestros de dolor, acompañado de los mas nobles de la ciudad, fué á la presencia del obispo y se le postró á los pies, pidiéndole perdon. Como el obispo le vió humillado, le absolvió y penó en algun aceite para el Santísimo Sacramento, dejándolo á Dios, en cuya <470> presencia semejantes acciones tienen el valor, que lo interior de la voluntad y corazon merece, y no lo que en lo exterior se quiere hacer creer á los hombres, aunque de esta no parece muy dificil la inteligencia.

Ver que las cosas corrian de tal forma, y solicitar el bien de los indios, le llevó á Méjico donde presente, satisfizo á los señores de aquella real audiencia, y manifestándoles la verdad de lo que en Yucatan pasaba, se proveyeron en ella muy acertadas provisiones á peticion suya. Dicese, que estando en la ciudad de Méjico, tuvo un auto de la fé el santo tribunal de la inquisicion, y que predicó en él nuestro obispo con mucho espíritu y aplauso de todos.

Despachado de los negocios de Méjico, viniendo á Yucatan, quiso visitar á la provincia de Tabasco, y asi encontró por ella. Descubrió tan gran número de brujos y echiceros, que no solo admiró al obispo, pero causó pavor á todos los que en aquella tierra vivian. Procedió contra los culpados, castigándolos como convenia: y ellos viéndose oprimidos, hicieron una junta diabólica, en que determinaron matar al obispo. La traza y ocasion habia de ser ahogarlo en un rio, por donde habia de pasar, haciendo que la puente se hundiese. La magestad Divina, cuya providencia le habia librado otras veces de la muerte, que contra él los indios habian maquinado, le guardó en esta ocasion de la que querian darle, enviando un angel, que le acompañase al pasar de la puente, sin que el bendito obispo echase de ver la buena compañía que llevaba, ni el peligro en que estaba. Viéronla los indios brujos, que atemorizados huyeron. Dijeron despues, que un niño hermoso y de muchos resplandores, que iba adelante de la cabalgadura guardaba al obispo. Que estaba el niño vestido de verde, y de muchas colores, que parecia tenia alas, y que aunque era hermosísimo, les mostró el rostro airado y amenazó con una espada de fuego que llevaba en la mano. Por esto no se atrevieron á cosa de lo tratado, dándoles tal temor esta vision, que entendieron ya eran muertos, y fué causa de enmendarse muchos. Asi lo declararon algunos, que de ellos fueron presos y libre el obispo mediante la potencia divina, limpió aquella tierra de tan mala gente.

Llegado á Yucatan, bien entendió el obispo tener algun descanso del cuidado, que le daba el bien de los indios, por las provisiones que en su favor traia y otras órdenes para diversas materias. Las leyes sin ejecutor, parecen cuerpo sin alma. Falto el aliento de los gobernadores para la ejecucion con que darles vida, y asi faltó el buen efecto pretendido con ellas. El que consiguió el obispo fué, que las voluntades de los interesados se enconasen mas contra él: pero no le deba cuidado, diciendo que las pesadumbres que por esta causa le intentaban dar, eran saetas despedidas de brazo de niño, que no <471> llegaban á turbarle el espíritu. Que solo sentia el daño que el de los detractores recibia, por quien rogaba á nuestro señor, ofreciéndose en sacrificio con oraciones y penitencias por ellos, como pastor y padre, que todo bien les deseaba. Saliendo á la visita que hizo, descubrió un indio famoso brujo, en el partido de Petu, que era natural de allí. Pidió el auxilio al gobernador para prenderle, pero no fué hallado, hasta que cinco meses despues fué preso en Chancenote, territorio de la villa de Valladolid. Trayendo preso el fiscal del obispo al indio, un alcalde ordinario de aquella villa se le quitó, y sin prisiones le envió al gobernador, pareciéndole que le daba gusto, y pena al obispo, y como el indio iba sin prisiones se huyó. Descomulgó al alcalde el obispo á tiempo que estaba para salir á la visita deste obispado, y luego se puso en camino. Estando ya en el pueblo de Zitilpech, llegó el alcalde pidiendo que le absolviese de la descomunion, sin mas diligencia ni satisfaccion. Negolo el obispo, y el alcalde escribió al gobernador, que no le queria absolver. Salió el gobernador con sus ministros de justicia (que llevaban grillos colgados é los arzones de las sillas) para donde estaba el obispo, y á los que les preguntaban donde iban con aquel aparato, decian que á prender al obispo, y echarle grillos y cadenas. Oyólo un español bien entendido, y dijo: porque le van á prender? Porque non est de illis. Dijeron los que le oyeron qué latin es ese? Respondió, señores, aqui se vé lo contrario de lo que dice el refran. Quién es tu enemigo, el de tu oficio, pues á quien tiene el obispo por enemigo, es porque no es de su oficio, y con preguntas que le hicieron declaró mas su intento.

Con tanta prisa fué el gobernador, que halló al obispo en el pueblo de Xanabá, distante del de Zitilpech, donde llegó el alcalde no mas que cuatro leguas. Habiendo oido misa el gobernador, trató de hablar al obispo, que sabiéndolo salió á recibirle, y le dijo: Y pues, señor gobernador, que se ha ofrecido por esta tierra? Respondió el gobernador: señor vengo en busca de la paz. Dijole el obispo: V. merced parece á lo que dicen del rey de Francia, que cuando quiere paz, paz, y cuando guerra, guerra. Replicó el gobernador, no soy rey de Francia sino de España. Aunque esta razon se ve que fué equivocacion, no la pudo tolerar la mesura del obispo, que le dijo: Que ni era rey de Francia ni de España, ni aun de bastos que advirtiese lo que decia, y que mirase tambien que tenia escandalizada esta tierra. El gobernador le dijo: señor, dejemos razones y deme V. S. licencia para que se le presente un escrito mio. Dijo el obispo que fuese asi, y contenia pedir el gobernador absolviese al alcalde, segun el patronato real, á reincidencia. Notificado, dijo el obispo que deseaba absolverle, pero que habia de ser dándole el preso. Conociendo el gobernador de la constancia del obispo, que con violencia no conseguiria <472> su peticion, se arrodilló delante dél pidiéndole la absolucion, con darle palabra de traerle el indio. No halló esta humildad resistencia en el obispo, que luego absolvió al alcalde con una leve penitencia, y el gobernador se detuvo todo aquel dia en el pueblo muy contento de verse amigo con el obispo. De allí se apartaron el gobernador para Mérida, y el obispo en prosecucion de su visita. Pero habiendo tenido noticia el rey de lo que pasaba, escribió el gobernador una carta, que dice asi: "Nos somos informado, que teneis poca conformidad con el obispo de esa tierra, y con los religiosos que están en ella, de que resultan y podria resultar inconvenientes en deservicio de Dios nuestro señor, y nuestro. Y porque conviene se estorven y cesen las ocasiones, que puede haber de encontraros: os mandamos, que procureis mucho de vuestra parte tener con el dicho obispo toda conformidad y paz: de manera, que no se pueda entender, que basta á estorbarla ningunos fines particulares, mayormente en personas que gobiernan, y de quien los demas han de tomar doctrina, y estando tan declaradas y entendidas las cosas, en que cada uno se ha de ocupar para el buen ejercicio de sus oficios. Y á los dichos religiosos favorecereis y ayudareis en todo lo que fuere necesario. Que de que en todo ello procedais con el término que de vuestra persona se confia, Nos tenemos por servido. Fecha en Madrid á veinte y cinco de Agosto de mil y quinientos y setenta y ocho años. — Yo el rey. — Por mandato de su magestad. — Antonio de Eraso."

En las visitas que hizo deste obispado, todo era consolar los indios y animarlos á que tuviesen paciencia en los trabajos, y confiasen siempre en la misericordia de Dios, de cuya mano les vendria todo bien. Que estuviesen firmes en la fé, pues su Divina magestad les habia hecho tan singular merced, como traerlos á su conocimiento, y á ser hijos de la iglesia. Que perseverasen en su vocacion, dando si fuese necesario la vida por ella, que él los encomendaria á Dios como solia hacer. Si en la visita algun indio ó india, le traia algun presentillo de los que suelen, le recibia porque sabia el desconsuelo con que quedan si no se les admite; y habiéndoselo agradecido mucho le decia: Hijo ya no me diste á mi esto? Respondiale, si padre y señor. Entónces le decia, pues ahora te lo doy yo: toma y llévalo para tí como cosa mia, con que los obligaba á volverlo sin desconsuelo suyo, y muchas veces les deba de algunas ninerias que llevaba, á que son aficionados, como quien tambien los conocia. Especialmente en la última visita parece que como pronosticando el fin de sus dias les decia, que cuando supiesen que era muerto encomendasen á Dios su alma, que era la mas pecadora del mundo, y que su Divina magestad sabia, si le verian mas, y llorando con los indios, se despedia de los pueblos. Los indios, como le oían decir que Dios <473> sabia si le verian mas, se iban tras él diciendo: O padre, y padre de nuestras almas, que te vas y nos dejas, que haremos sin tí? Ya somos huérfanos, quién nos consolará y será nuestro amparo? Con estas y otras tales, que son muy sentidas en su lengua, le iban siguiendo hasta que el bendito obispo les mandaba que se volviesen.

A los pobres españoles hacia muchas limosnas de lo que tenia, que aunque era poco, todo lo gastaba en eso; porque ni tenia ostentacion de casa. ni criados sino los muy necesarios. El aparato, y adorno de ella era como de un religioso pobre, y tanto que llegando á la ciudad de Mérida un religioso lego de nuestra órden, que pasaba de camino, necesitado de hábito se le pidió de limosna, y le respondió. Pues en verdad hermano, que le ha de llevar de la tapicería del obispo, y mandó descolgar un dosel de sayal, y se le dió diciendo: Pues no lo hago, porque no es necesario, sino porque no hay en casa, cosa que pueda suplir lo que es necesario para el hábito, que el obispo es propio para un pobre fraile, y no alcanza á mas su caudal. Asi era su casa pobre, porque apenas tenia el real cuando iba el pobre para quien le tenia asignado. Tratábase con humildad y ordinariamente, cuando salia á visitar á los religiosos, á los enfermos del Hospital y á los vecinos de la ciudad, no llevaba mas que un negrillo, que le tenia el sombrero, cuando era necesario: de suerte, que quien no le conocia, no le tendria por obispo, sino es que advirtiese en el pectoral, porque andaba con su hábito que parecia un fraile particular.

 

CAPITULO XVIII.

Como murió el obispo D. Fr. Diego de Landa,

y fué revelada su muerte por un difunto.

Llegó el tiempo en que la magestad divina tenia determinado dar al bendito obispo D. Fr. Diego de Landa, el premio que sus muchos méritos y virtudes le habian grangeado, sacándole desta presente vida con el achaque de un resfriado que le dió, habiendo predicado un sermon de la pasion y muerte de Cristo vida nuestra. Dióle calentura con el resfriado y un dolor, que le picaba en un lado; envió á llamar al enfermero de nuestro convento, que considerando el dolor, junto con la calentura, juzgo que era dolor de costado y le sangró. Luego dijo el obispo, que se sentia mortal, y se dispuso para la hora postrera. Pero como toda su vida habia sido una continua preparacion para ella, en breve se halló muy desocupado de cuidados, que solo necesitó de recoger algunos papeles, y asi pasó aquel dia. Al siguiente se halló muy debilitado, y mandó le dijesen misa en su aposento, y diesen el Santísimo Sacramento de la Eucaristia por Viático de su alma, el cual recibió con mucha devocion <474> y lágrimas. A prima noche mandó juntar los criados que en casa tenia, y les hizo una plática espiritual, animándolos á la virtud, temor y amor de Dios: y agradeciéndoles lo que le habian servido, les dió su bendicion, y mandó que hiciesen colacion en su presencia. Acabada pidió el santo Sacramento de la estrema-uncion, el cual recibió con notable alegria de su alma.

Asistianle los religiosos, como á verdadero padre que tanto amaban, y á uno le rogó que tuviese cuidado de la puerta del aposento, para que no permitiese entrar persona alguna con ruido, porque deseaba morir entre sus hermanos espirituales á solas. A otro que tuviese una candela, y una cruz, que le habia de poner en las manos en su tránsito. A otro, que en no pudiendo hablar le dijese de cuando en cuando: Señor mirad, que os moris, y que le humedeciese la boca con un hisopillo, porque necesitaria dello. Hasta este punto no se habia quitado el hábito de sayal que traia, y con razones que le dijo el enfermero, le obligó á que se le desnudasen, y entónces le hallaron un áspero silicio que siempre trajo. Vistióle una camisa el enfermero. y con ella se refrigeró algun tanto: pero á poco espacio pidió muy aprisa el hábito diciendo: que ya los enemigos se le acercaban, y que no era tiempo de estar sin la defensa del hábito. Pidió el santo crucifico y la candela, y encargó que tuviesen cuidado con lo que les habia encomendado. Recibiólo en sus manos, y estando echado de espaldas se le quitó el habla, quedando con los ojos fijos en el santo crucifico y hechos dos fuentes de lágrimas tan continuas, que aun cuando los cerraba, no cesaban, y el rostro muy sereno. Publicóse en la ciudad, como parecia estar ya muy cercano á la muerte, y el gobernador, y Dean fueron á toda prisa á recibir su bendicion, y la alcanzaron. Aunque no hablaba, tenia los sentidos muy vivos, y sintiendo crugir la ropa del Dean, que era de seda, abrió los ojos y viéndole, y al gobernador al pie de la cama, dió la candela que tenia en la mano á un religioso, y les echó la bendicion, y dada volvió á recibir la candela y cerró los ojos, de quien aun continuamente no cesaban lágrimas. Supo una señora principal, que era muy devota del santo obispo el punto en que estaba y fué con mucha prisa por alcanzar su bendicion postrera. Hizo algun ruido al entrar, y púsose á los pies de la cama, con que abrió los ojos el obispo, y conociéndola quiso darle su bendicion, pero no pudo alzar el brazo. Hizo seña, como pidiendo ayuda y entendiéndole el religioso, le levantó el brazo, y asi bendijo á su hija espiritual, que quedó con mucho consuelo de haberlo alcanzado, y desde allí se fué á la iglesia á encomendar á Dios á su padre y devoto. De allí á poco rato dió el obispo su espíritu al Señor que le crió, quedando su rostro tan hermoso, que parecia un ángel. En vida tenia el color pálido, porque desde su mocedad con los grandes trabajos que padeció en los montes por la conversion <475> de estos indios, quedó con achaque de asma que le molestaba mucho, y de los muchos caminos se le recrecieron otros, que sufrió con no pequeña paciencia. Despues de muerto le salieron chapas de color, poniéndosele rosadas las mejillas, con que aun los que le habian tenido poco afecto, se persuadieron á que era varon santo, y asi lo aclamaban todos. Murió á 29 de Abril de 1579 años, con treinta y ocho de religion, treinta de ministro y apóstol desta tierra, y seis no cumplidos de la posesion de su obispado: los de todo el discurso de su vida 54.

Luego que se hizo señal de que era muerto, concurrió gran número de pobres, que clamando decian: Ya se acabó nuestro refugio, quién nos dará remedio? Cada dia le teniamos de tus santas manos, ó padre de pobres, y con muchas lágrimas y lástimas lloraban su muerte. Fué depositado su cuerpo en el convento de N. padre S. Francisco de la ciudad de Mérida con mucha solemnidad y gran concurso. Fué sentida de todos su muerte (palabras son estas á la letra del bachiller Valencia) por lo mucho que le amaban. "Por su buena vida y ejemplo, y por la opinion de santidad en que estaba. "Y poco antes habia dicho dél." Fué uno de los segundos frailes que vinieron á esta provincia, en donde trabajó apostólicamente predicando el santo evangelio á los naturales, por ser como era gran lengua Yucateca." Y el padre Lizana dice, que fué aclamado de todos por santo, porque quiso Dios le honrasen en su muerte con este título, aun los mismos que en vida le publicaban revoltoso y inquietador de la república. Sobre todo dice, sintieron su muerte los indios, entre quien quedó su memoria en lamentaciones perpetuas, á cuyo tránsito compusieron tres endechas (que aun cantaban al tiempo que dió á la estampa su devocionario) con canto tan lastimoso y tal tristeza, que aun la causaban á los que no los entendian. Fué natural de la villa de Cifuentes en el Alcarria, reino de Toledo, hijo de padres nobles de el linage de los Calderones. Recibió el hábito de nuestra sagrada religion en el insigne convento de san Juan de los Reyes de ToleDo, siendo de edad de diez y seis años, en la santa provincia de Castilla, donde estudió la filosofia y santa teología hasta los veinte y cinco de su edad, que fué cuando vino tí esta tierra. Lo demas de su vida consta de todo lo hasta este punto escrito.

Tengo en mi poder una carta suya de veinte y cinco de Abril de 1568 años, fecha en el convento de Cifuentes su pátria, y en ella responde á un ciudadano de Mérida, que habia tenido algunas adversidades, despues que el santo varon se fué á España, y está ya carcomida, que no se pueden leer algunas razones, y consolándole en sus trabajos le dice: "Aunque los muchos trabajos y desasociegos, que V. ha pasado, despues que yo de Yucatan salí, me han dado harta pena, y tanta que me he arrepentido por haberle impedido la venida á España, <476> cuando yo vine; porque por mucho que hubiera pasado, no me parece llegara á lo que allá le quedaba que pasar, aunque en esto no hay que reparar, pues no somos adivinos ni profetas, ni pueden nuestros acuerdos impedir los consejos de Dios, que deben ser llevar á V. por ese camino para madurarle y ablandarle con trabajos, y aun para preservarle por ventura con ellos de males y pecados, que por ventura haria si sin ellos estuviese. A lo ménos la intencion de Dios en los males que permite, que nos vengan y se nos ofrezcan; siempre es de nuestro mayor bien y provecho; y si nosotros supiésemos referir á N. Señor nuestros trabajos, grandes provechos nos harian, conforme á la sentencia de la divina escritura, que dice: se convierten en bien todas las cosas á los que las ofrecen á N. Señor Dios, como hacen los que pasen sus acaecimientos y adversidades con constancia y paciencia virtuosa. Y entienda V. que no debemos tener en mucho pasar pocos trabajos, peligros y tentaciones, los que no son grandes, ni por grave negocio, que nos pongan los enemigos, como tambien los amigos) todo lo cual le ha acaecido á V. Y por eso los tengo, y son sus trabajos muchos, y en mucho y le son graves, pues se los han causado sus hijos que crió en su casa, y han sido tan grandes que con ser tan hijodalgo y tan honrado, le han puesto en los términos y aprieto que se ha visto. Dios se lo perdone á quien lo ha hecho, que no lo hiciera asi en España, y á V. dé paciencia tanta, que acordándose de las persecuciones del señor inocente y sin pecado, le ofrezca sus trabajos y de que es pecador, huelguese ser en esta vida castigado, y de que es mortal; perdone á todos por amor del que decia en la cruz: padre perdónalos, que ignoran lo que hacen, y con esto se sosegará mas y comenzará á hacer matalotage para el cielo, pues tiene V. tan buena ayuda en la señora Bazana, y tan buena edad para comenzar ya á tratar del negocio de su alma: tan importante negocio, y en que tanto á todos vá. Y si nosotros mesmos no lo hacemos, no hay quien, que todo el mundo como malo y puesto en maligno, nos impide. Y V. perdone mi sermon y reciba mi voluntad, que yo le juro como religioso, que si yo pudiera, que de tan buena voluntad le diera dineros y remedio, como consejos y buenas palabras, &c. Despues tratándole de otras cosas, y llegando á lo que le habia escrito pasaba en esta tierra, dice: "Pésame de sus desasociegos por el daño grande que con ellos echará, nuestro Señor les dé paz y los concierte. De mi se decir á V. que no se me olvida en lo del desearles todo bien y servicio, como se le hiciera acá y allá en las indias." Reciba nuestro señor mi voluntad que la sabe, &c. Y tratando de lo que le pasaba en España, y como ni aun acordarse de la causa dello querria, dice: "Y asi poniéndome en mi paz, entiendo en lo fué á mi salvacion toca, y entenderé con el favor divino, esto <477> poco que me debe quedar de vida, la cual aun gastaré en mis trabajos, sin perdonarla ni huirlos, si pensara he de sacar de ellos algun fruto. He quedado y estoy viejo, lleno de canas y mal aliñado de dientes y muelas, que me dan pena; harta falta hacen, aunque tengo mas fuerzas y salud que tenia allá, y con grande deseo de gastarlo todo en mi salvacion, plega á nuestro señor que acierte. Amen." He referido esto, para que se vea el espíritu del Señor, con que estaba este siervo en medio de su mayor adversidad, como desterrado desta provincia."

Permitió la Magestad Divina, para gloria suya y honra de su siervo, un caso admirable luego que murió. En la playa de la mar entre Champoton y Campeche, venia un español llamado Pedro de Cáseres para la villa, y desde léjos descubrió un hombre que al contrario iba para Champoton. Acercándose le pareció que era un difunto compadre suyo, y quiso Dios que sin turbarse le dijo: Compadre no sois vos fulano? Respondió yo soy. Replicóle el Pedro de Cáseres. Pues cómo, no sois difunto, Respondióle si soy, y el Señor me dió licencia para que me apareciese á vos y os pida cumplais con unas obligaciones de misas que yo tenia á cargo y me descuidé, de suerte que cuando quise cumplirlas no tuve con qué. Estoy detenido en el purgatorio, hasta que se satisfaga lo que debo, y dijole las que eran. Asi os pido me hagais este bien, y iré luego á gozar de Dios. Prometióle Pedro de Cáseres cumplir lo que le habia pedido, y luego le dijo el difunto: Para que creais que soy vuestro compadre y no se os olvide lo que habeis prometido, sabreis que abrá una hora que el obispo Landa murió en la ciudad de Mérida, y fué tan querido de Dios, y su siervo fiel que fué á gozar de la bienaventuranza, y pasó por el purgatorio, como pasa el relampago de oriente á poniente, que apenas le vimos, cuando ya pasó y de esto soy testigo, y vereis por esto ser yo y la necesidad que tengo. Quedaos con Dios, y no volvais el rostro á mi, cuando me vaya que no os estaré bien. El buen hombre ó por curiosidad, ó porque asi lo permitió Dios, para mas manifiesto testimonio desta verdad; volvió el rostro á ver al difunto, y fueron tales las llamas en que le vió, y el espanto que le causó, que le quedó el rostro torcido á quel lado miéntras vivió y el color pálido.

Llegó á Campeche como á las tres de la tarde, y preguntó si habla nuevas de Mérida, y dijéronle que no, y él dijo entónces, pues el obispo murió á las nueve del dia. Preguntáronle que como lo sabia, que ni aun habia nueva de que estuviese enfermo, y no respondió mas de que presto se sabria. Despues de media noche llegó la nueva de la muerte del obispo. y como por ella se supiese que habia sido á la hora, que el Pedro de Cáseres habia dicho, le llamaron y obligaron á que dijese como lo habia sabido, pues cuando lo dijo, á lo mas habria <478> seis horas que el obispo habla muerto, y sabian que venia de Champoton, que cae mas adelante al occidente de Campeche. Entónces contó el case como le habia sucedido, y comprobólo con su rostro torcido y color pálido, que antes no tenia: con que todos lo creyeron, y dieron gracias á nuestro Señor, que asi habia querido manifestar la gloria de su siervo, y cuya misericordia sea bendita por siempre. Amen.

Por su muerte quedó el gobierno en el Dean y cabildo, sedevacante D. Cristóval de Miranda Dean, D. Francisco de Quintana Arcediano, D. Lorenzo de Monterroso Chantre, D. Leonardo Gonzalez de Sequera tesorero, y Pedro Perez de Vargas racionero, que gobernaron hasta el año siguiente que vino sucesor D. Fr. Gregorio de Montalvo, tercero obispo de Yucatan.

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