|
Combined Dictionary-Concordance of the Yucatecan Mayan Language
CAPITULO VII.
Van los religiosos á los pueblos de la Sierra,
donde son bien recibidos, y despues quieren quemarlos.
Como el Adelantado esperimentaba el gran fruto, que la predicacion de los benditos padres Villalpando y Benavente cogia, deseoso, que los indios de su encomienda gozasen de tanto bien, y pareciendo que era el mas cierto media, para que del todo se sosegasen, trató con ellos el gusto que tendria de que fuesen á ella. Dijoles, que juzgaba seria de mucha importancia, porque la gente del pueblo de Maní, y los comarcanos de toda aquella tierra (que comunmente se llama la Sierra) era mas lucida y poderosa de estas provincias, sujeta á Tutul Xiu, el que dió la obediencia sin guerra á los españoles, recien llegados al sitio de Mérida, cuando la fundaron. Pareció bien á los religiosos hacer esta entrada, presumiendo aquella gente mas dispuesta, pues sin la pertinacia que los demas habian dádose de paz á los españoles, y que asi obraria mas presto en ellos la divina palabra. Ejecutaron sin dilacion el intento, y asi salieron de la ciudad por fin del año de [1]547 á pié y descalzos con sus báculos en las manos. No estaban por aquel tiempo abiertos caminos como ahora, porque los indios solamente usaban unas veredas muy angostas, por donde caminaban: los montes eran muy cerrados, y en muchas partes espinosos, con que ya era necesario cortar ramas, ya pasar inclinados á la tierra por no lastimarse con las espinas, y á no haberlos prevenido que llevasen unos como capotes de pieles sobre los hábitos, llegaran sin ellos al fin de su viaje. El camino muy pedregoso, los calores mas crecidos por no bañarlos los vientos con la espesura de la arboleda, puede dar á entender el trabajo con que le pasarian estos religiosos. El celo santo de la conversion de las almas, y el fervor de caridad con que á ella se ofrecian, era el alivio de su cansancio, alegria espiritual de su trabajo, y escudo firme contra el temor de ir solos entre tanto número de infieles, espuestos á todo trance por amor de Jesucristo redentor nuestro.
Llegados al pueblo de Maní (cabecera de todos los de la Sierra) fueron bien recibidos de los indios, y requiriendo el territorio, dice el padre Lizana, que dieron órden se juntasen los caciques y principales de toda la Sierra en el pueblo de Oxcutzcab, dos leguas distante de Maní, por ser sitio mas en medio de toda la comarca, para comunicarles allí el fin de su venida. Por las probanzas de Hernando Muñoz Zapata parece haberse fundado el pueblo en el asiento de Oxcutzcab, despues de esto, visitando esta tierra el oidor Tomas López, con cuya <353> licencia los indios, que estaban en el sitio llamado Tixúl (que cae detras de la Sierra) poblaron el de Oxcutzcab, para que con la cercania los administrasen del convento de Maní. Por esto juzgo, que la junta fué en el de Maní, y por residir allí Tutul Xiu, y tambien por la ocasion del titular de aquella iglesia. Lo cierto es que los indios se juntaron, y les hizo una plática el padre Villalpando, diciéndoles, que bien se acordarian, que cuando el Adelantado los llamó á la ciudad de Mérida, habia sido para que los conociesen, y supiesen como eran los padres de sus almas, que les habian de enseñar la credencia de un Dios verdadero, y sus divinos misterios. Que con el deseo que tenian de enseñarselos, habian venido á visitarlos, y que habiendo de asistir á ella, era necesario les hiciesen morada donde vivir, y casa donde se recogiesen á oir la palabra de Dios, lugar á que los cristianos llamaban iglesia. Quedaron los indios al parecer muy contentos con la venida de los religiosos, y plática del padre Villalpando, y dijeron que luego les harian casa y iglesia, del modo que gustasen, con que se despidieron.
A otra dia sin mas dilacion se juntaron mas de dos mil indios, repartieron entre sí cortar y traer las maderas, otros los guanos, que es como hoja de palma, con que se cubren las casas por tejado, otros lo que sirve de sogas, con que se atan las maderas, y en aquel mismo dia quedó acabada una iglesia muy capaz, y casa donde viviesen los religiosos: no admirándolos poco ver la facilidad y presteza con que se habia hecho sin gastar un clavo en ella, ni haber costado á particular cosa alguna, porque todos los materiales se hallaron muy cercanos, Y sin singular dueño de ellos. Viéndose con iglesia y casa donde vivir, pidieron á los indios les enviasen sus hijos para doctrinarlos, á quienes con la sencillez de la infancia seria mas fácil enseñar los misterios de la fé y ley divina, con menos peligro de que bautizados idolatrasen ó ejercitasen los hechizos, que los adultos acostumbraban. Enviabánselos al parecer con voluntad y gusto, con que dieron principio á la enseñanza de la doctrina cristiana, catequizando asi á los adultos como á los niños. De estos bautizó alguno especialmente de los que tenia en su campaña, los cuales cobraron tanto amor á sus padres espirituales, que no se querian apartar de ellos, olvidando á los que les dieron el ser natural.
Entrado el año siguiente, aunque continuamente catequizaban y enseñaban á los adultos, para recibir el santo bautismo, á muchos no se les concedia, porque tenian indios por esclavos, que los vendian cuando les daba gusto, y se servian de ellos como de gente no libre. Informado el padre Villalpando del modo con que habian venido á la esclavitud aquellos pobres; teniala por injusta, y sentia que ilícitamente se servian de ellos los dueños, y asi á estos decia, que hasta que los pusiesen <354> en libertad, no estaban dispuestos para recibir la gracia del san:o bautismo. Con deseo de quitar este inconveniente les predicaba muchas veces, diciéndoles que segun derecho natural y divino, tenian obligacion de dar libertad á sus esclavos, pues lo eran injusta y tiranicamente, y que si como daban á entender, deseaban tanto recibir el santo bautismo, les diesen libertad, que así lo habian hecho los señores de Campeche y Mérida, que habian sido bautizados, que por solo esta causa no se les concedia. Propúsoles, como por no ser cristianos, eran esclavos del demonio, y que para conseguir la libertad de hijos de Dios, que en el santo bautismo se comunica, era necesario librasen á los suyos de la esclavitud en que los tenian.
Sentian los dueños haber de libertarlos con grave extremo, porque los apreciaban por su principal hacienda y riqueza, y les parecia que los religiosos los desposeian de lo que mas estimaban, y cuanto mayores señores, crecia en ellos mas el sentimiento, cuanto era mas crecido el número de esclavos, de quien se servian. Halló con esto el demonio entrada en sus ánimos para conjurarse contra los religiosos, y habiendo conferido que harian, determinaron de quitarles las vidas con muerte inhumana. Persuadidos, que á título de cristiandad los engañaban los religiosos, resolvieron quemarlos vivos con la casa y iglesia, que antes con tanto gusto les habian hecho. Esta resolucion, dice el padre Lizana, que fué á veinte y siete de Setiembre del año de mil y quinientos y cuarenta y ocho, habiéndola de ejecutar la noche siguiente víspera de el glorioso arcangel San Miguel. La divina providencia, que guia las cosas por los medios mas convenientes, previno el remedio contra esta maldad, con un caso que parece milagroso.
Estaban los benditos religiosos ignorantes de la crueldad con que los indios querian matarlos, y el dia en cuya noche habla de suceder, uno de los niños ya bautizados de los que asistian en su compañía, llegándose al padre Villalpando, le dijo estas razones, que parecen mas que de muchacho. Sacerdote dime, y responde á lo que te quiero preguntar. Dijole, di niño, que yo te responderé, y el niño le dijo: ¿Cuál es mejor, vivir ó morir? Admiró esta pregunta al padre Villalpando, por ser de una criatura que apenas tenia cinco años, y recien bautizado, y pareciéndole que aquel niño no hablaba por si, sino que el Espíritu Santo le habia comunicado su sabiduria en el santo bautismo, aunque le pudo responder, conforme á lo espiritual: que mejor era morir por Cristo redentor nuestro, segun la doctrina de san Pablo: viendo que era niño, y por saber su intento, le respondió á lo humano diciendo: Mejor es vivir que morir, porque el vivir es cosa natural, y el morir lo adquirimos por herencia causada del pecado. A esto dijo aquel angelito: pues padre, si quieres vivir húyete, porque los principales <355> nuestros os quieren matar, y esta noche os quemarán con vuestra casa y iglesia, si os estais aqui. Oido por el padre Villalpando tal razonamiento, le dijo al niño, que le agradecia el aviso: pero que aunque era tan criatura, conoceria como la potencia del Dios que les predicaba, era sobre la malicia y fuerza de los hombres en el suceso que veria. Que se fuese con sus padres aquella noche, y volviese á verle por la mañana. Replicóle el niño, y si os matan y queman, cómo os he de ver? Allá verás á la mañana, si vivimos ó morimos, y si no vienes á vernos y te vas al monte, quizás te engañarán. Respondióles el muchacho, mucho os quiero, yo vendré, aunque deje á mis padres en el monte, donde me llevan á esconder por lo que quieren hacer. Dió su bendicion el bendito padre al niño, y acaricióle en sus brazos, con que le despidió, y se fué á la casa de sus padres.
Aunque con esta nueva quedó el ánimo del padre comisario muy sosegado, conformándose con la voluntad de Dios en lo que fuese servido les sucediese; causó turbacion al padre Benavente la terrible muerte de fuego, que les amenazaba. Confortóle el padre Villalpando, y principalmente el divino auxilio, que ya le era consuelo con la esperanza de la corona de el martirio, y deseaba llegase la hora en que la habia de tolerar por Cristo vida nuestra. Fuéronse á la iglesia, y arrodillados delante de una imágen que tenian, exclamaron ante una cruz, diciéndole lo que San Andres, cuando vió en la que habia de ser crucificado. Ofreciéronse con corazones humildes á la Magestad Divina, para que segun su santa voluntad dispusiese de ellos. Hicieron oracion por aquellas almas engañadas del demonio, pidiendo á Dios les diese luz, para que le conociesen y que dispusiese lo que mas fuese de su santo servicio, y bien espiritual de aquellos infieles, que con su preciosa sangre y muerte de cruz habia solicitado. Acabada la oracion, se confesaron generalmente los dos, y cumplida la penitencia, pasaron lo restante de aquel dia en continua oracion con lágrimas, que presentaban ante la divina clemencia. viendo que ya venia la noche, se levantaron y entraron en su pobre casa, aguardando lo que el Señor ordenase, conformándose con su santa voluntad. Por bien cierta tendrian la muerte, pues demás de lo que aquella criatura les habia dicho, no parecieron aquel dia los indios como solian, ni habian usado de aquellas cortesias, que acostumbraban. Todo les ocasionaba tristeza en lo corporal, sin ver estos mártires de deseo, señal que pudiese asegurarles la vida, que con tantos afectos tenian ofrecida á la Magestad Divina.
CAPITULO VIII.
Libra Dios á los religiosos: son presos los agresores,
y consiguen que no mueran por el delito.
Oscureció la noche, y perseverando los religiosos en encomendarse <356> á Dios como quien esperaba la muerte, á su parecer cercana; no oyendo rumor alguno, ni sintiendo pareciesen los indios, de cuyas manos la esperaban; dijo el padre Benavente su comisario y prelado. Temo no sea ilusion del demonio, lo que se nos ha dicho para inquietarnos. Como siendo ya de noche, no vienen estos indios á matarnos, que ya lo deseo, pues san Pablo apetecia tal ventura, cuando dijo que deseaba morir para estar con Cristo. Respondióle el padre Villalpando, presto se vera lo que es: mas nosotros acordémonos de lo que el redentor dijo á sus discípulos, que dormian cuando él oraba cercano á la muerte. Velad y orad, para que no caigais en la tentacion. Esto pues, hermano y compañero, debemos hacer sin intermision, pues el mismo Señor de la vida oraba en el Huerto, cuando se le acercaba la hora del morir, y si bien sabia la muerte que habia de padecer, y la porcion superior estaba conforme con la voluntad de su Eterno padre; la inferior le hacia orar, diciendo que si era posible escusase su muerte, que el espíritu pronto estaba á morir; mas la carne era enferma, y temia: pero por último dijo, hagase tu voluntad. Pues nos vemos como en huerto ya cercanos á la muerte, como nos dijo el Señor por boca de un niño; dispongámonos á morir, y si la carne muestra flaqueza, el espíritu muestre osadía. Quisiera el enemigo hallarnos descuidados, y hacernos caer en tentacion: velando y orando vencerémos sus asechanzas, que es la medicina, que el redentor dió á sus discípulos, y la oracion es antídoto contra toda afliccion y trabajo.
Ocupados con estas santas pláticas, disciplinas y oracion, se llegó como las once de la noche, y entónces oyeron grandísima gritería y ruido, que venia acercándose á donde estaban. Descubrieron por una ventana de la pobre casa gran multitud de indios armados con tizones en las manos, flechas, arcos y dardos, que la iban cercando. Viendo esto se pusieron de rodillas cada uno con una cruz en las manos, ofreciéndose de nuevo á la disposicion divina, pidiendo y aguardando por instantes la rigurosa muerte que venian á darles, pues los tizones lo declaraban, y las armas que los indios traian lo decian. Habiendo cercado la casa, estuvieron mas de una hora amenazando á llegar, para ponerle fuego, y abrasar con ella á los religiosos, ó si salian fuera matarlos. Guardábalos la divina providencia para la conversion de aquellas almas, aunque en aquel punto tan obstinadas, y asi no dió lugar á que alguno de ellos diese paso adelante, ni arrojase tizon de la mano, con que se prendiese fuego. Continuaban los indios las voces y grita, diciendo á los religiosos mil oprobios, y que eran unos embusteros: pero ellos se estaban quedos en su casita, sin salir de ella, ni hablar palabra á los indios. Como ya habia pasado buen espacio de tiempo, y vieron, que los indios no ejecutaban su intento; siendo ya mas de media noche, se pusieron <357> á rezar maitines del glorioso San Miguel, encomendándose en su patrocinio. Acabáronlos, y no oian rumor alguno. Miraron por los resquicios de la casa, y no descubrian indias, ni señal de lo que habia precedido, de que estaban admirados, sin saber la causa. Presto los saco Dios nuestro señor de esta duda, quitándoles juntamente la congoja con que estaban, que parece un caso milagroso.
Habian dado nueva al Adelantado en Mérida de que los indios do Petu, (Peto) catorce leguas mas adelante al oriente de donde esto sucedia, se habian revelado, y negaban la obediencia. Para certificarse de la verdad, y poner el remedio conveniente despachó algunos soldados con un cabo, que entónces le llamaban caudillo, y para haber de pasar á Petu, aunque pudieron ir por otra parte, los guió Dios sin duda, para donde estaban los religiosos, llegando cuando rezaban los maitines cercados de los indios, los cuales como oyeron ruido de caballos y voces de españoles, desampararon el cerco, y se huyeron todos, dejando solos á los religiosos. Los españoles vinieron luego en busca de ellos, que como oyeron pisadas de caballos y voces castellanas, que los llamaban por sus nombres, salieron gozosos á darles el parabien de su venida. Preguntáronles que donde iban, y respondieron que á Petu, al remedio del alzamiento dicho. Dijéronles los religiosos, que sosegasen y descansasen sin pasar de allí, y aunque no les manifestaron entónces lo que les habia pasado con los indios, les advirtieron, que tuviesen centinela y guarda hasta que amaneciese, y que despues se tornarian á ver, porque importaba. Despidiéronse los españoles, y los dos benditos padres se fueron á la iglesia, donde cantaron el Te Deum laudamus con mucha devocion, dando gracias á nuestro Señor, por haberlos librado de un peligro tan próximo á la muerte, con un medio que solo su divina Magestad parecia haberle dispuesto, y de allí se fueron á descansar hasta la mañana.
Amaneció, y en saliendo el sol, hicieron señal con la campana á misa, como acostumbraban, y para que se juntasen la doctrina los indios. Vinieron los españoles para oir misa y saber lo que les habian insinuado los religiosos: pero indios ni muchachos no parecieron, porque con el temor se habian huido detras de la sierra, llevando consigo sus hijuelos: solo vieron un niño que estaba como acechando. Reconoció el padre Villalpando, que era el que le habia dado la tarde antes noticia de la determinacion, con que los indios estaban, y llamándola vino muy contento, y le dijo: "padre qué vivo estás? Ahora digo, que tu Dios es muy grande y poderoso. Mis padres son idos al monte por guardarse de estos españoles, y por venirte á ver me huí, para cumplir mi palabra, que me alegro mucho de hallarte vivo: aqui me quiero quedar contigo." Enternecióse el padre Villalpando oyendo tales razones de un <358> niño tan pequeño, y le recogió en sus brazos, dándole su bendicion, y de verdad, que en tan corta edad, con la poca capacidad que en ellos esperimentamos, que causa admiracion las pláticas y razones, que con los religiosos tuvo, si ya no es que digamos que obraba la gracia de el Espíritu Santo recibida en el bautismo, lo que parece que la naturaleza aun no podia, ó para consuelo de estos religiosos, ó para confusion de los adultos, ó para manifestacion de su potencia. Refirió entónces el padre Villalpando á los españoles todo el suceso, y como aquel niño les habia dado noticia del, de que dieron muchas gracias á Dios, asi por la fidelidad de aquella criatura, como porque los hubiese traido, para remedio de tan grave daño, sin tener noticia de él.
Certificado el caudillo del caso, dió luego aviso al Adelantado de lo que pasaba, y quedose con los religiosos mientras le venia órden de lo que debia hacer, porque los indios no tuviesen algun descomedimiento. Sabido en la ciudad, que los indios de Petu no habian tenido alteracion alguna, que estaban quietos y pacíficos, y el peligro grande en que los religiosos habian estado á la hora, que allí llegaron los soldados despachados para Petu, causó al Adelantado, y á todos notable admiracion por no haberse podido averiguar, quien habia sembrado en Mérida el rumor de el alzamiento de Petu: con que todos entendieron haber sido disposicion divina, para librar de aquel peligro á los religiosos, que no se entendia necesitaban de algun favor humano.
Dió mucho cuidado al Adelantado, y á todos el caso, porque no fuese ocasion este ejemplar de tumultuar los demas indios, á cuya noticia llegase, y asi envió órden, para que se supiese quienes habian sido los principales agresores, y motivado tan inicua resolucion, para que procurando cogerlos el caudillo, se los enviase presos á Mérida con colleras y guardas para castigar su sacrílego delito. No se habia hallado presente, ni consentido á él el señor de Maní (que dice el padre Lizana se llamaba Ah Kukum Xiu, por donde parece habia ya muerto Tutul Xiu el que hizo paces con los españoles) y en sabiendo lo que pasó, vino á ver á los padres. Manifestó bien su buena intencion, y el pesar que del suceso tenia, pues cuando le dijo el caudillo la órden que habia dado el Adelantado, y que asi le buscase los delincuentes, porque de no hacerlo le habia de llevar á él preso, ya el buen cacique tenia cogidos veinte y siete indios los mas culpados, y se los entregó todos. El caudillo no fió de otra persona, que la suya el llevarlos á la presencia del Adelantado, y por temor de que llevando aquellos principales presos no hubiese nueva alteracion; nombró otro caudillo, que quedando allí con los mas soldados, cuidase de ello, y él con algunas partió con los presos para la ciudad de Mérida. <359>
Viendo el santo padre Villalpando, que aquellos miserables indios iban, donde por su delito recibirian el castigo merecido: como los amaba en Cristo, deseoso de el bien suyo, determinó ir en su compañia, por si con su presencia podia mitigar el rigor de la justicia. Quedandose el padre Benavente fué con ellos á la ciudad de Mérida, donde luego que llegaron, fueron puestos en la cárcel pública, y el Adelantado se holgó mucho viendo al bendito padre. Procedióse con via juridica contra los indios, que convencidos y confesando su delito, fueron sentenciados á quemar. Sentialo su padre espiritual entrañablemente, y con fervorosa caridad le ocurrió otro medio mas suave, y á su parecer eficaz, para provocar á enmienda á los indios, y asegurar lo futuro. Trató con el Adelantado, que para conseguirlo, fuesen los reos puestos en el último terror vista de el suplicio tan horrible; y que cuando ya entendiesen se queria ejecutar el castigo en ellos, á vista suya le pediria les perdonase, y que retardase concederlo, porque pareciese lo hacia obligado de sus ruegos, y que despues diese el perdon, con que entendia se grangearia mas, que con castigarlos. El Adelantado, que de su natural no era cruel, y tenia gran veneracion al padre Villalpando, asintió á su consejo y dispuso se ejecutase como lo ordenaba.
Llegado el tiempo en que se habia de hacer el castigo, se hizo un gran fuego, y trajeron á los indios á la presencia de el Adelantado que allí asistia. Juntóse gran concurso de indios, para ver la ejecucion de castigo tan poco esperimentado entre ellos, y mandé el Adelantado, que echasen vivos en el fuego á los delincuentes, pues ellos habian querido quemar vivos á los religiosos. El venerable padre Villalpando se arrodilló entónces delante del Adelantado, haciendo muchas súplicas por ellos. Mostraba el Adelantado enojo de que le estorbase el castigo, y con mayores instancias pedia les concediese la vida, alegando por ellos que estaban arrepentidos, y enmendarian lo pasado. Perseveró en esta piadosa accion, hasta que el Adelantado se dió por obligado de ella, y mandó que cesase aquel castigo, pero que atados como estaban se los entregasen, para que hiciese con ellos segun su voluntad. Dió muchas gracias al Adelantado por el favor que le hacia á él en condescender á sus ruegos, y á los delincuentes en perdonarlos. Recibiólos por suyos, y desatándolos los llevó consigo al convento, donde en lugar de algun grave castigo que esperaban, puestos en mano de aquel mismo á quien habian querido dar tan atroz muerte (ignorando á lo que se estiende la caridad cristiana) hallaron en su padre espiritual, caricias y regalo. <360>
CAPITULO IX.
Vienen mas religiosos de Méjico y España,
y celebrase el primero capítulo custodial de esta provincia.
Grande efecto resultó del caritativo amor con que el padre Villalpando usó con sus hijos, que iba regenerando en el señor, porque volviendo á Maní con ellos, daban mucho crédito á lo que les decia. Salió luego de la ciudad de Mérida para los pueblos de la Sierra, pareciéndole, que el tiempo que en llegar tardaba, podia ser ocasion de que se entibiasen los indios en el nuevo espíritu de cristianos, que habian comenzado á concebir. Como ya sabian todos lo que habia sucedido, cuando llegaron á Maní fueron recibidos con grandes alegrias y regocijos, porque no esperaban ver mas alguno de ellos, considerando la gravedad de su delito. Publicaban los delincuentes, como el padre Villalpando en vez de pedir contra ellos justicia, los habia librado de el castigo, impetrándoles con misericordia las vidas. Como era tan poco usado aquel modo de retribucion en su infidelidad, que el agraviado la pidiese para el delincuente; causó suma admiracion en los indios, resolviendo, que no era posible, no fuese bueno, quien tal hacia, ni dejase de quererlos muy mucho. Con esto formaron gran concepto de el venerable padre, dando crédito á lo que les decia. Tuvierónle singular respeto y obediencia en lo que les mandaba, que sin réplica, ni dilacion alguna era luego ejecutado. E:n cualquiera desconsuelo que se veian, recurrian á él, como á remedio de sus males, y compiadosísimas entrañas los recibia y consolaba. Tanto puede la virtud aun á vista de ánimos gentiles.
Domesticados con la fuerza dulce de la caridad los ánimos de los indios, y persuadidos á que debian los que tenian esclavos, darles libertad, lo iban ejecutando, con que ya el padre Villalpando hallaba mas disposicion, para darles el santo bautismo, que parecia deseaban con verdadero afecto. En pocos dias fué grande el número de los bautizados, y entre ellos el Sr. de Maní, que se llamó D. Francisco Xiu, á contemplacion del Adelantado, y toda aquella comarca estaba muy sosegada acudiendo con gusto á la enseñanza de la doctrina cristiana. A esta sazon dice el padre Lizana, que pareció al Sr. de Maní D. Francisco Xiu, que el asiento de Maní era mas á proposito para fundar el convento, por ser mas en medio de la comarca y haber mas piedra, y materiales para el edificio, que en el de Oxcutzcab; y que asi seria bien se pasasen los religiosos allá, como se hizo. Ya he dicho lo que siento en órden á esto. Lo cierto es, que en el pueblo de Maní se señaló sitio para iglesia y convento, que es donde ahora está <361> fundada, aunque todo por entónces se hizo al modo de las casas de los indios.
La noticia que el padre Villalpando habia dado por sus cartas (que queda dicho escribió desde Campeche, luego que llegó, diciendo el gran número de almas, que en esta nueva conversion hacia, y como era necesaria ayuda de ministros para ella) ocasionó, que el muy reverendo padre comisario general Fr. Francisco de Bustamante enviase otros seis religiosos á esta tierra, que llegaron á ella por fines de el año de cuarenta y ocho. Venia por su comisario y prelado el padre Fr. Juan de la Puerta, hijo de la santa provincia de Castilla: los nombres de los demas, ni el padre Lizana los refirió, ni he hallado escrito que los asigne. Ocupado halló la venida de estos religiosos al padre Villalpando en la administracion de Maní y sus comarcas. Causó gran consuelo á él y á su compañero el padre Benavente, á quien dejó en Maní, y partió para Campeche á pié y descalzo, como salia á recibirlos. Como no venian á estar ociosos, ya habian salido de Campeche, y asi los hallo en el camino. Alegráronse mucho viendo al apostólico varon, y juntos todos caminaron para la ciudad de Mérida á verse con el Adelantado, y desde allí repartirse, conforme la presente necesidad pedia. Antes que ellos llegasen, tenia ya la devocion de el Adelantado, prevenido saber,que dia habian de entrar, y asi salió personalmente á recibirlos al camino con muy lucido acompañamiento de los mas nobles conquistadores, en cuya compañia entraron los religiosos en Mérida, concurriendo los mas de los españoles y muchos indios, que con su alegria y regocijo manifestaban el contento que tenian de verlos.
Fueron los religiosos derechos á su convento, y entrando en la pobre y corta iglesia, que entónces tenian, hicieron oracion dando gracias á Dios por el cumplimiento de su viage. Por no haber capacidad para hospedarlos allí, los llevó consigo el Adelantado, haciéndoles hospicio en su casa, donde los tuvo algunos dias regalándolos. El bendito padre Villalpando sé fué con toda presteza á Maní á ver sus nuevos hijos, cuya memoria siempre estaba en su alma impresa, donde quiera que asistia, y quedaron los recien venidos en casa de el Adelantado. Considerando, que su hospicio habia de ser por algun tiempo, aunque estaban en casa de seglar, escogieron pieza, donde puesto un altar, les sirviese de coro. Allí se recogian á sus religiosos ejercicios, y á rezar el oficio divino á sus horas, como pudieran en el mas recoleto convento: con que satisfaciendo á sus obligaciones, resultaba grande edificacion del estado secular, y aumento de la devocion, que el Adelantado y los demas conquistadores tenian á nuestro santo hábito. Aumentose el consuelo de todos, que el año siguiente por el mes de Agosto llegó el padre Fr. Juan de Albalate, que habia ido á España con otros seis religiosos, que el real consejo <362> de indias le habia dada, para la administracion de estos naturales, y asi fué esta la primera mision, que de España vino directamente asignada á esta provincia. Los religiosos que en ella vinieron, fueron los padres Fr. Alonso de Alvarado de la santa provincia de Santiago, Fr. Diego de Landa, Fr. Francisco Navarro, Fr. Antonio de Valdemoro, Fr. Antonio de Figueras y Fr. Pedro de Noriega, todos cinco de la de Castilla, y de quienes se trata adelante, aunque no como se debe por falta de escritos, que nos singularicen sus apostólicas vidas y heróicos trabajos. Con este aumento de religiosos, se trató de celebrar capítulo custodial, que por ser el primero singularizaré, como el padre Lizana le escribe y como él sucedió en realidad de verdad. "Dice el padre Lizana, que el padre Fr. Juan de la Puerta, comisario de los religiosos que vinieron de Méjico, traia órden para celebrar capítulo custodial con los frailes que en la tierra hubiese, y elegir custodio y difinidores, para que la eleccion que se habia hecho de custodia pasase adelante, y que convocados los frailes de Campeche y Maní al principio de el año de 49 por la páscua de Espíritu Santo, celebraron su capítulo en la ciudad de Mérida, y salió electo en custodio el V. varon Fr. Luis de Villalpando, que hasta entónces habia sido comisario no mas: difinidores el bendito padre Fr. Lorenzo de Bienvenida, que entró por Bakhalál, y el padre Fr. Miguel de Vera, á quien llamaron el remendado, y confirmadas sus elecciones, fué electo por guardian del convento de nuestro padre San Francisco de Mérida el padre Bienvenida. difinidor primero, y de Campeche el padre Vera difinidor segundo, y el padre Pesquera de los recien venidos con el padre Fr. Juan de Herrera, y padre Fr. Angel Maldonado fueron nombrados para las doctrinas de Maní y su comarca, y á los demas frailes repartieron en Mérida y Campeche; todo lo cual ya concluso, fué nombrado de consentimiento de todos los frailes el padre Fr. Juan de la Puerta para procurador de la corte del emperador, y que trajese Frailes á esta provincia." No sé como se dejó llevar de relaciones ó pláticas, que oiria; pues como ahora para estos escritos se ha hecho, recurriendo al archivo de la provincia la tabla capitular que hay permanece, le dijera con certidumbre lo sucedido, que fué en esta forma.
El muy R. padre comisario general vino personalmente á visitor los religiosos, y ver los progresos que en la nueva conversion de los indios habia, y habiendo hecho lo primero, y esperimentado lo segundo, habiendo tambien llegado yá la mision de España que se ha dicho, celebró el primero capítulo custodial á veinte y nueve de Setiembre de mil y quinientos y cuarenta y nueve años, en que fué electo custodio el venerable padre Fr. Luis de Villalpando al año justo de como en Maní le habian querido quemar los indios con su compañero. <363> Fueron difinidores el mismo padre custodio el primero, padre Fr. Lorenzo de Bienvenida segundo, padre Fr. Francisco Navarro tercero, y padre Fr. Miguel de Vera cuarto. Por esta misma tabla parece tener ya nombre de conventos el de la ciudad de Mérida, su guardian, electo el padre Fr. Juan de la Puerta referido: el de Campeche, su guardian el padre Fr. Diego de Bejar: el de Maní, guardian el padre Fr. Juan de Albalate; y el de Cunkal, guardian el venerable padre custodio y el de Ytzamal, guardian el padre difinidor Fr. Lorenzo de Bienvenida. No solamente en esta tabla capitular se hallan asignados los guardianes, pero aun tambien los compañeros, que habian de vivir con ellos en cada convento: costumbre que se observó en esta provincia, hasta el capítulo provincial celebrado el año de 1603 desde cuando parece haber quedado al arbitrio de los reverendos padres provinciales, asignar los compañeros y moradores de cada convento, segun la necesidad que en él se ofrece. Presidió el capítulo el muy R. padre Fr Francisco de Bustamante, como consta de tabla firmada de su nombre y sellada con el sello de su oficio de comisario general. Este fué como nacimiento de esta santa provincia de San José de Yucatan, por lo cual con tanta singularidad le he escrito, en que con los cinco conventos que se han nombrado, quedó en forma de custodia, sujeta miéntras lo fué, á la de Méjico.
Aunque el padre Fr. Juan de la Puerta quedó en el capítulo electo guardian del convento de la ciudad de Mérida, como eran aun los religiosos tan pocos, para tanto número de pueblo, como en Yucatan habia, pues para toda la provincia de Valladolid tan populosa, y de tanto gentío no se habia podido hacer fundacion de convento, se trató que fuese religioso de la provincia por procurador á España, representando la necesidad que de ellos habia, y parece que convinieron en que era el mas á proposito para materia de tanta importancia el padre Fr. Juan de la Puerta. Fué el Adelantado del mismo parecer que los religiosos, y asi le dió cartas para el emperador y real consejo de las indias, en que significaba el gran fruto que se hacia en la conversion de estos indios y la necesidad urgente que tenian de ayuda de ministros. Recibió el padre Fr. Juan de la Puerta los despachos, que la provincia y el Adelantado le dieron, y concediéndole por su compañero al padre Fr. Angel Maldonado, fué á Méjico, donde el muy R. padre comisario general, que tenia gran satisfacion de su virtud y prudencia, le confirmó el oficio de procurador, que la provincia le habia dada, y encomendó otros negocios, para que le dió recaudos, y papeles suficientes, con que fué á España en la Flota del año siguiente de 1550. No he hallado la resulta de este viage, solamente me parece, que este religioso fué despues electo obispo de este obispado, como se dijo en el libro cuarto. <364>
CAPITULO X.
Mandádse tomar residencia, y quitar los indios
de encomienda al Adelantado, y porque causa lo uno y otro.
No habla sucedido cuanto al estado secular cosa notable hasta este tiempo: pero como en las nuevas leyes, que se habian dado para estos reinos, se mandaba, que ningun gobernador, ni oficial real tuviese indios de encomienda, y el Adelantado, como conquistador retuviese los suyos, vino nuevo órden para que se le quitasen. El padre Lizana dice, que este año de cuarenta y nueve vino de España (con el padre Albalate, que trajo los religiosos) el licenciado Herrera asignado por oidor de la real audiencia de Méjico, y que visitó esta tierra y residenció al Adelantado. Persuadome, á que quien le tomó residencia fué el licenciado Santillan oidor, que residia en la misma audiencia, porque en una real provision de diez y seis dias de el mes de Junio del mismo año de mil y quinientos y cuarenta y nueve, se le dá facultad, para que viniendo á Yucatan, le quitase los indios que tenia, y averiguase otros escesos, que se decia haber cometido el Adelantado en el tiempo de su gobierno, con que si el otro caballero le estuviere residenciando, no parece habia necesidad de esta nueva comision. En ella se refiere como en preámbulo, que en fraude de las nuevas leyes estaban muchos indios encomendados en cabeza de las mugeres, hijos y hijas de los gobernadores y oficiales reales, con que gozaban de los indios, como sino hubiera dicha prohibicion de leyes, descendiendo al motivo singular de esta comision, se dice:
"Y somos informados, que como quiera, que por la dicha nuestra audiencia real fué proveido, que los dichos indios se quitasen á la muger, hijos é hijas del dicho Adelantado MonteJo, no se habia hecho ni cumplido: antes dicen que está la mayor parte de aquella tierra en el dicho Adelantado Montejo y en su muger, y en D. Francisco de Montejo, y en su muger, y en un entenado suyo, hijo de su muger, y para ello se han hecho muchos fraudes y cabilaciones. Especialmente dicen que habiéndose dado provision, para que se le quitasen los indios al dicho Adelantado y á sus hijos é hijas; tuvo forma con el que la llevaba, que se la entregase, para que no se pudiese usar de ella y de otra provision que llevaba, en que so mandaba, que no se entremetiesen en la jurisdiccion de la villa de la Victoria del Rio de Grijalba á fin de cobrar de los indios, que le mandaban quitar, todos los tributos de un año adelantado, perteneciéndonos á nos. E que el título con que habia hecho coger los dichos tributos, habia sido con decir, que los habia dado á un su sobrino; y de ello habia mostrado cédulas <365> de depósito y la fecha de ellas de tiempo atras. Y que para hacer lo susodicho, habia fecho detener las provisiones. E que visto por un alcalde ordinario de la dicha villa de la Victoria el fraude, que el dicho gobernador hacia á nos y á nuestra real hacienda: él y un regidor, que se llamaba Alonso Bazan, como oficiales nuestros tomaron á la persona, que por el dicho Adelantado cobraba los tributos, y lo que de ellos habia procedido, é lo pusieron en el arca de las tres llaves. E que sabido por el Adelantado, fué á la dicha villa con mano armada, despues de haberle sido notificada la dicha provision, para que no fuese juzgado, y prendió al dicho alcalde y regidor, y los llevó presos á Yucatan. Y él de nuevo crió otros oficiales criados suyos, que tuviesen cargo de nuestra hacienda, y procuró, que le tuviesen por gobernador en ella, á fin de vengarse de los oficiales, y dar los indios que él tenia á personas de la dicha villa pagándolos; lo cual hizo asi que vendió algunos indios naturales por intereses que le dieron. E que asimismo somos informados, que el dicho Adelantado Montejo en Champoton hace un ingenio de azúcar é para él ha tomado, é toma la tierra á los indios de aquella provincia, y les quitó sus labranzas, siendo los dichos pueblos mios, conviniendo descargar los dichos tributarios, en ocuparlos en grangerias. Y que sobre todo lo susodicho el dicho Adelantado no ha dado repartimiento á ningun conquistador, sino á todos sus parientes y mugeres é hijos, á entenados y nietos: dicen que no so. lo á los legítimos, sino á los bastardos. E dicen que hizo á los indios de Champoton y Campeche, que fuesen á la guerra, é hiciesen esclavos, é asi dicen que se hicieron muchos de ellos, asimismo como mugeres contra las nuestras leyes por nos fechas, é que se venden contra toda razon y Justicia, lo cual es causa de se despoblar las dichas provincias. Y que no contento el dicho Adelantado con todas las cosas susodichas, hace casas, estancias y grangerias en las dichas provincias con nuestros indios: no lo pudiendo, ni debiendo hacer, y fatigándolos y haciéndolos trabajar demasiadamente. Y que asimismo otras personas han hecho y cometido en las dichas provincias muchos y graves delitos dignos de prision y castigo, á lo cual convenia proveerse y remediarse como cosa importante."
Tal fué la relacion, que al emperador en el real consejo de las indias se habla hecho de lo que en Yucatan habia sucedido; pero parece haber sido escesiva, pues para lo que en ella se dice de no haber encomendado el Adelantado indios á conquistador alguno, sino á sus parientes, están aun hoy dia en contrario muchísimas cédulas de depósitos, que se exhibieron luego que se acabaron de sujetar, las cuales observan sus descendientes originalmente para mayor calificacion de sus méritos en la conquista. Acerca de hacer esclavos á los indios y venderlos, ya se ha dicho lo que pasaba y queda escrito en el libro <366> tercero. Pero como nunca falta quien se queje (ó es rara vez) de los que gobiernan, habia sucedido al presente, y juntándose la retencion de los indios, de que el Adelantado gozaba, como conquistador: habiéndosele de quitar por las leyes generales, y deseando el emperador certificarse de la verdad, se despachó esta real provision, que por su contesto parece ser de residencia, y en ella inmediatamente á la relacion referida, se dice.
"Y visto por los del nuestro consejo de las indias, queriendo proveer en ello, confiando de vos, que sois tal persona, que guardareis nuestro servicio, y el derecho á cada uno de las partes, y que con todo cuidado y diligencia pretendereis entender en lo que por nos os fuere mandado y cometido: es nuestra merced y voluntad de vos lo encomendar y cometer, y por la presente vos lo encomendamos y cometemos. Porque vos mandamos, que luego que esta veais, vais con vara de nuestra real justicia á las dichas provincias de Yucatan, Cozumél, y ante todas cosas, quiteis los indios, que tuviere el dicho Adelantado Montejo y á su muger é hijos, y á los nuestros oficiales de las dichas provincias: salvo á los hijos varones á quien se encomendaron los tales indios, siendo ya casados los tales hijos, y viviendo sobre si al tiempo que se los encomendaron. Lo cual asi haced y cumplid, aunque las encomiendas de las tales mugeres é hijos y hijas se hayan hecho, antes de las nuevas leyes ó despues. Y porque las dichas nuevas leyes de ordenanzas tenemos proveido para el de bien de los conquistadores é hijos de ellos, para que puedan vivir y permanecer en esas partes, que los indios que se quitaron por disposicion de las dichas nuevas leyes y ordenanzas, se pongan en la real corona y de los tributos de ellos se de para sustentacion y entretenimiento de los dichos conquistadores, y si ellos son muertos de sus hijos, que no tienen repartimientos: proveereis, que los tributos que rentaren los pueblos de indios, que asi quitaredes al dicho Adelantado é á su muger, hijos é hijas, y á los nuestros oficiales de las dichas provincias de Yucatan y Cozumél; entre tanto, que nos proveemos en la perpetuidad de aquellas provincias lo que convenga: repartireis entre los conquistadores, que no tuvieren repartimiento, y en los hijos de ellos y en algunos buenos pobladores. Lo cual asi haced y cumplid, sin embargo de cualesquiera suplicaciones, que de esta nuestra carta se interpongan. Informaros eis, como y de que manera han pasado las tales cosas de suso en esta nuestra carta contenidas, y que fraudes se hayan hecho en nuestra real hacienda, y que personas hicieron y cometieron lo susodicho, ó cualquier cosa ó parte de ello, y de los otros delitos que se han hecho en la dicha provincia, y por cuyo mandado lo hicieron, y quien les dió para ello consejo, favor, y ayuda, á los que en ello hallaredes culpados, prendedles los cuerpos, y asi presos, llamadas y oidas las partes á quien tocare, hareis sobre ello justicia por vuestra sentencia ó sentencias asi interlocutorias, <367> como difinitivas, &c." Y despues prosigue poniendo todas las cláusulas, que en semejantes comisiones acostumbran ponerse. Solo singulariza, que para la ejecucion, asi de lo contenido, como de otra cualquiera cosa que se le cometa, asista el tiempo que por el virey D. Antonio de Mendoza le fuese asignado.
Mediante este órden, llegó al Adelantado el tiempo de haber dar residencia del que habia gobernado á Yucatan en guerra y paz. Aportó á Campeche el oidor que le habia de residenciar, y dado aviso al Adelantado de su llegada, envió á su hijo D. Francisco con otros principales vecinos de la ciudad de Mérida, para que en su nombre le diesen el bien venido y le recibiesen. Llegados á Campeche visitaron al oidor, que con muchas cortesias agradeció la que el Adelantado habia tenido, enviando á su hijo, y la que los otros caballeros habian manifestado yendo á visitarle. Vinieron juntos á la ciudad de Mérida, y manifestado el órden superior, que el oidor traia, fué recibido al ejercicio de su comision. Publicó la residencia, y en el interin que se habia de hacer advocó el oidor en si el gobierno de esta tierra. Aunque habia quejosos del Adelantado, generalmente fué sentido el suceso, asi de los religiosos, como de seculares y indios, porque era muy caballero en su proceder y noble persona, amigo de pobres, benigno y dotado de muchas buenas prendas, que le hacian amable aunque tuviese algunos defectos como hombre: cuál hay perfecto en todo? Ya se vió en el libro tercero lo que de él, y de su hijo D. Francisco escribieron los principales conquistadores juntos en cabildo al emperador, recien fundada la ciudad de Mérida, cuando despacharon al primero procurador general á los reinos de España.
CAPITULO XI.
Quitánse los indios al Adelantado.
Va con su residencia á España, y muere: y dicénse sus sucesores.
Publicada la residencia del Adelantado, quedó la administracion de justicia y gobierno de Yucatan en el oidor que la actuaba, en cuyo tiempo sucedió que se huyeron algunos negros esclavos de los españoles á los montes, y juntos de los que andaban alzados una tropa de hasta veinte ó mas; entraban algunos pueblos de los indios, á quien hacian mucho mal y daño, quitándoles lo que podian, y cometiendo otros delitos, que pedian presto remedio. Para que este tuviera el fin que era necesario, nombró el oidor á Alonso Rosado conquistador, por cabo y caudillo de los algunos españoles, que los buscasen y trajesen presos, y no dándose á prision, usasen del último remedio arcabuceándolos ó matandolos de cualquiera suerte que se pudiese. Salió Alonso Rosado con su gente, y padeciendo <368> algunos trabajos por los montes, dió vista á los negros fugitivos, los cuales hallándose sin armas, y cercados de los españoles con ellas, se rindieron y fueron llevados prisioneros á la ciudad de Mérida. Entregados al oidor, los puso en la cárcel, hasta que por via jurídica fueron castigados segun sus delitos. Reputóse la prision de estos negros, por servicio considerable en esta tierra; porque demas de los daños, que con ella se evitaron, se sosegó un rumor que ya corria, de que algunos indios intentaban revelarse contra los españoles, con el color y ánimo que les daban aquellos esclavos, temerosos de que habian de venir á manos de la justicia, y ser castigados, como despues lo fueron.
Sucedió tambien, que muchos indios de la parte del mediodia de esta provincia, que llaman la Sierra, se habian retirado á lo interior de la tierra (que dista entre esta y la de Guatemala) huyendo de la comunicacion de los españoles, y de la enseñanza cristiana. Considerando el oidor el de servicio grande que á Dios y al rey, se hacia con esta fuga, ordenó al capitan Francisco de Montejo, que como se dijo, lo fué de la conquista, que entrase por aquellos despoblados, y procurase atraerlos á los pueblos de su naturaleza. Salió aquel capitan con gente de la ciudad, y anduvo por las montañas y rancherías, congregando con medios pacíficos muchos indios. Distaban algunos mas de setenta leguas de la ciudad, y cuarenta de la mas cercana poblacion. Entre estos distantes supo el capitan de una tropa de indios acuadrillados, y no pudiendo ir, lo encomendó á Alonso Rosado, uno de los que con él iban, y que prendió antes á los negros, dándole algunos españoles para que fuesen con él. Hallaron á los indios, y de suerte los persuadió, que se dieron de paz y los trajo al capitan. Congregose con esta salida número muy considerable de indios, que se repartió á los pueblos de su naturaleza, con que quedó esta tierra de Yucatan quieta por entónces. Consta lo uno y lo otro de las probanzas auténticas que se hicieron y he leido.
Dícese, que duró el tiempo de la residencia tres mesas, en el cual el oidor ordenó algunas cosas para útil de los indios, y su buen tratamiento, y para el aumento de su cristiandad. Reformó otras en cuanto á los españoles, que como en repúblicas recien fundadas, le pareció convenir para su mejor gobierno. Quedaron estas memorias por mayor, y no he hallado instrumentos con que singularizar lo sucedido en la residencia al Adelantado. Segun lo mandado en la real provision referida en el capítulo antecedente, le fueron quitados los repartimientos de indios, que le cupieron en el general, que de todos los de esta tierra se habia hecho en la conquista de ella conforme á lo capitulado. He oido decir á algunos, que le fueron quitados por resulta de la residencia: pero como se ha vista, no fué sino porque llegasen á la debida ejecucion las nuevas leyes <369> generales dadas para estos reinos, y asi perdió por ser gobernador, lo que no se le quitara siendo conquistador particular: pero debió de preponderar el bien universal, que se pretendia á estos reinos con la ejecucion de dichas leyes, al daño particular que de ella resultaba al Adelantado, aunque tuviese derecho por via de conquistador á la posicion de los indios, que le habian sido encomendados, pues no tenia otra recompensa de tantos gastos, como habia hecho. Por esta causa despues Doña Catalina su hija pidió restitucion de ellos, y en litigio, que con su real fisco tuvo, durando muchos años, como se dará razon en el capítulo siguiente, hizo el rey merced de una renta muy considerable en esta tierra en recompensa de ellos. Quedaron en la corona real hasta este tiempo, si bien nuestros reyes, como tan piadosos, no han gastado las rentas de ellos en gastos suyos, sino que quedaron para ayudas de costa, que se dan á los que no alcanzan encomiendas, y todas se reparten á personas beneméritas de esta tierra.
Concluida la funcion del oidor, se fué á la real audiencia de Méjico, y quedó el gobierno en los alcaldes ordinarios de la ciudad y villas, cada uno en su distrito por algunos mesas, hasta que la misma audiencia envió quien gobernase á todo Yucatan, con título de alcalde mayor, como se dice adelante. El Adelantado n. Francisco de Montejo se fué con su residencia á España á dar cuenta de sus acciones en el real consejo de indias, y allá en España murió. Dice dél Bernal Diaz de el Castillo en su historia "El adelantado D. Francisco de Montejo fué de mediana estatura, el rostro alegre y amigo de regocijos, é buen ginete: cuando pasó acá seria de edad de treinta y cinco años, y era mas dada á negocios, que para la guerra, era franco y gastaba mas de lo que tenia: fué Adelantado y gobernador de Yucatan, murió en Castilla." Esto dice este autor, que le comunicó tanto, como se deja entender. En Doña Beatriz de Herrera su legitima muger hubo durante el matrimonio á Doña Catalina de Montejo, que le sucedió en el adelantazgo, y los demas derechos de su padre. Casó esta señora Doña Catalina de Montejo en la ciudad de Méjico con el licenciado Alonso Maldonado, que fué el primer presidente de la real audiencia de los Confines, cuando se quitó el gobierno de Honduras al Adelantado, como refiere el padre Remesal en su historia de Chiapa, y por la herencia de la muerte fué despues Adelantado de Yucatan. El licenciado Maldonado y Doña Catalina, tuvieron por hijo legítimo á D. Juan Maldonado Montejo, que por muerte de su padre fué Adelantado. Siéndolo, y alcalde ordinario de la ciudad de Méjico, renunció, y hizo donacion del adelantazgo, y todo lo que á él pertenecia en D. Alonso Suarez de Solis su sobrino y hijo de Cristóval Suarez de Solis y Doña Aldonza de Guzman, vecina de Salamanca en España, cuya descendencia goza el título <370> y preminencias de Adelantado de Yucatan, de que se dá mas razon en los dos capítulos siguientes.
D. Francisco de Montejo hijo del Adelantado y capitan general de esta conquista, que con poderes de su padre pobló y fundó la ciudad de Mérida, y las tres villas de Campeche, Valladolid y Salamanca, y sujetó con efecto toda esta tierra al dominio del rey, aunque vivió despues del padre; no le sucedió en la herencia, por no ser habido en legitimo matrimonio, aunque engendrado en tiempo, que el Adelantado le podia contraer con su madre, llamada Ana de Leon, persona soltera, no obligada á matrimonio, ni religion, como ni tampoco el Adelantado. Habiendo tenido relacion el señor emperador Carlos Quinto de este defecto en el nacimiento de este caballero por su real carta, provision y privilegio dado en Valladolid á seis dias del mes de Abril de mil y quinientos y veinte y siete años, secretario Francisco de los Cobos, usando de la autoridad real, dice: "Por ende por hacer bien y merced á vos el dicho Francisco de Montejo: por la presente hacemos legitimo hábil, y capaz al dicho Francisco de Montejo vuestro hijo, para que pueda haber y heredar todos, y cualesquier bienes, asi muebles, como raices, que por vos el dicho Francisco de Montejo en vuestra vida, ó al tiempo de vuestra fin y muerte, por vuestro testamento, é postrimera voluntad é por vuestra manda, é donacion, e por otras cualesquier personas le fuéren dados, dejados e mandados en cualquier manera, bien asi, é tan cumplidamente, como si de su propio nacimiento fuese de legitimo matrimonio, nacido é procreado, con tanto que no sea en perjuicio de vuestros hijos legítimos, y de legitimo matrimonio nacidos, si alguno teneis ó tuvieredes de aqui adelante, ni de los otros vuestros herederos ascendientes é descendientes por línea derecha extestamento, ó ab intestato. E para que de aqui adelante pueda tener é ser admitido á todos y cualesquier oficios reales, y concejiles, y públicos, que le sean dados y encomendados por nos. ó por otras cualesquier personas, asi, é tan cumplidamente, como los pueden tener los que son de legitimo matrimonio nacidos. E para que pueda haber, y haya, y le sean guardadas todas las honras, gracias, franquezas y libertades, y todas las otras cosas, que han y deben tener los que son de legítimo matrimonio nacidos, aunque sean tales, que segun derecho deba ser hecha espresa y especial mencion en esta nuestra carta de legitimacion. É para que pueda decir é razonar: Ca Nos de cierta ciencia, é propio motu, é poderio real absoluto, de que en esta parte querémos usar, como reyes y señores naturales no reconocientes superior, en lo temporal le hacemos legítimo, hábil y capaz, para todas las cosas susodichas, é alzamos y quitarnos dél toda infamia, mácula, é defecto, que por razon de su nacimiento le pueda ser puesto en cualquiera manera, asi en juicio, como fuera de dél &c. y prosigue espresando <371> leyes contrarias, que deroga por este privilegio, con el estilo que en semejantes mercedes se acostumbra."
Aunque asi nobilitado D. Francisco, no pudo perjudicar al derecho, que Doña Catalina como legítima tuvo, y permaneció en esta tierra con la estimacion que le era debida, quedando por suyas las casas, que el Adelantado fabricó en la plaza de Mérida. Casó este caballero con Doña Maria del Castillo, cuyos hijos fueron D. Juan de Montejo, Doña Beatriz de Montejo, y Doña Francisca del Castillo. Murió D. Francisco por el año de mil y quinientos y sesenta y cuatro, tan pobre por haberle quitado los indios encomendados, que para haber de casar las dos hijas, antes que muriese, se empeñó de suerte, que cuando falleció, debia de veinte y cinco á treinta mil pesos, de que hubo de hacer informacion la viuda Doña Andrea, para pedir al rey la socorriese con una ayuda de costa, conforme á su calidad, porque padecia estrema necesidad, que era las medras con que la dejaba su marido despues de tantos servicios á que solamente correspondia una encomienda de indios, que su hijo D. Juan poseia, como cualquier particular conquistador, y el hijo no la podia alimentar por haberse obligado á pagar todas las deudas del padre, para descargo de su conciencia, y el empeño se habia hecho para casar las dos hermanas D. Juan casó con Doña Isabel Maldonado, que tuvieron por hijos á Don Juan de Montejo Maldonado, y á Don Francisco de Montejo, y á Doña Andrea de Montejo Maldonado. En D. Juan, que murió el año pasado de mil y seiscientos y cuarenta y dos, sesó la sucesion de D. Francisco por via de varon. Quedaron en igual grado de parentezco por linea femenina D. Francisco de Solis Casaus, regidor perpetuo de la ciudad de Mérida, y capitan de la compañia De caballos, que hay en ella cuando esto se escribe, y el maestro de campo D. Juan de Salazar Montejo. Este caballero heredó por mayoría las casas, que labró el Adelantado en la plaza mayor do la ciudad de Mérida, y quedaron vinculadas en D. Francisco, que no parece haber otra cosa de herencia. Casó D. Juan con Doña Ignacia de Padilla, y los sucederá su hijo D. José de Salazar Montejo. Esta es la descendencia de aquel caballero hasta el tiempo presente.
CAPITULO XII.
Doña Catalina de Montejo pide restitucion de los indios
quitados á su padre, y litigio que en ello hubo.
Dicho en el capítulo antecedente, como los indios de encomienda, que cupieron al Adelantado D. Francisco de Montejo en el repartimiento general de esta tierra, se le quitaron por ser gobernador de ella, será bien decir en el presente lo que de ello resultó, por si no hubiere otro lugar tan á proposito, aunque no sucedió en el tiempo que voy refiriendo. Fué pérdida <372> tan considerable para el Adelantado, y sus sucesores, como se deja entender, quitarle estos indios, porque en las rentas de sus tributos tenia afianzado el descanso de sus trabajos y recompensa de los grandes gastos, que en tantos años habia hecho, porque se hallaba alcanzado y necesitado; pero no consiguió la restitucion de ellos en lo restante que vivió. Quedó su hija Doña Catalina por su heredera legitima, y siguiendo la justicia, que su padre alegaba tener, para que le fuesen restituidos; presentó en el real consejo de las indias, por medio de un su procurador Juan de Uribe, una peticion en once de Noviembre de mil y quinientos y sesenta y un años, en que hacienda relacion de la capitulacion, que su padre hizo con el emperador, y que mediante ella le habian sido encomendados estos indios, que se le habian quitado por ser gobernador, la cual merced se contenia en la capitulacion dada por su vida. Pidió, que le fuesen vueltos con los frutos y rentas, que hubiesen rentado y rentasen, hasta la real restitucion. Lo cual si asi no se hiciese, dijo el procurador, que los dichos sus partes habian sido engañados con autoridad de príncipe, por la merced, que de esta gobernacion se le habia hecho, pues por ella fueron quitados los indios, y todo el provecho que en esta tierra tenia,con otras muchas cosas que allí alegó.
A este pedimento se proveyó, que se diese traslado al fiscal real, que á la sazon era el doctor Francisco Hernandez de Liebana, el cual respondió, no habia lugar á lo pedido, porque el Adelantado no habia hecho la conquista de Yucatan, ni fundado las poblaciones, que con él se habia capitulado, ni usado los oficios, que se le habian prometido, ni cumplida enteramente la capitulacion, por lo cual no habia derecho alguno para lo que se pedia. Que el Adelantado habia tenido pleito con el fiscal, sobre la residencia, que se le habia tomado, asi de esta gobernacion, como de los demas oficios que habia tenido, por donde se podria entender lo que habia servido, y que se juntase la residencia, para que viese, juntamente con lo que Doña Catalina pedia.
Diósele traslado, y su procurador respondió, que haber poblado su padre, y no otra persona esta tierra, constaba por cosa notoria, y que sino habia usado los oficios concedidos, habia sido, porque no los habia podido ejercer antes de poblarla, y que despues habia venido á la corte á suplicar se cumpliese con él la capitulacion, y habia muerto en la corte estando en esta pretension, por lo cual no se habia podido concluir. Que siempre en todas las cédulas, y provisiones le habia llamado el rey Adelantado de Yucatan. Como Doña Catalina pedia, no solo los indios quitados, sino el cumplimiento de toda la capitulacion, alegó no solamente el servicio de esta conquista, sino todos los que el Adelantado habia hecho antes, y los de otras partes, durante el tiempo que tardó en pacificarse, y poblarse Yucatan. Que el pleito de la residencia era otra materia diversa, y ya estaba dada sentencia. Que la ley de quitar indios, aunque en cuanto á algunos gobernadores <373> fuese justa, en cuanto á su padre no lo era, pues si entendiera, que por gobernador se habia de hacer despues ley, que se le quitasen los indios, no se obligara á lo que se habia obligado en la capitulacion, ni gastado lo que gastó. Que asi suplicaba, no fuesen molestados con pleitos, y siniestras relaciones los que habian servido, y gastado sus haciendas en ello. Mandóse dar traslado al fiscal, y por él se concluyó á ello, sin embargo, y fué habido este pleito por concluso. Visto por los señores del consejo, por autos de vista, revista, recibieron las partes é prueba, para los reinos de España y Indias.
Estando en este estado el procurador Juan de Uribe, en nombre de Da. Catalina, á cuatro de Junio de mil y quinientos y sesenta y dos años, presentó en real consejo otro pedimento, y en el hizo larga relacion de todos los servicios del Adelantado su padre. Como habia pasado á las Indias en compañia del capitan Pedro Arias Dávila, con quien sirvió al Rey en Tierra firme, y de allí pasando á isla de Cuba, vino con el capitan Francisco Hernandez de Córdova, cuando se descubrió esta tierra, segunda vez con el capitan Juan de Grijalba, cuando se dió la primera vista á la Nueva España: tercera con D. Hernando Cortés, cuando se conquistó, siendo capitan, como se ha dicho en esta historia y consta de otras. Como fué el primer español que pisó la tierra de la Nueva España, el primer procurador, que de ella llevó el primer presente de plata, oro y otras cosas al emperador. Vuelto á la Nueva España á dar cuenta de su legacia, á pocos dias que en ella estuvo, todo el reino le volvió á enviar por su procurador general al mismo emperador. En este segundo viage capituló con su magestad la conquista de Yucatan, que con tan grandes gastos propios vino á ejecutar el año de mil y quinientos y veinte y siete, durando hasta el de cuarenta, verse de todo punto pacífica esta tierra donde habiendo capitulado fundar dos lugares de españoles, pobló cuatro. Que por mandado del mismo emperador, en el interin que se pacificó Yucatan, donde tenia á su hijo con los conquistadores, habia conquistado y poblado la provincia de Honduras á su costa (y yo he vista en muchas probanzas de los conquistadores de esta tierra de Yucatan servicios hechos en aquella conquista.) allí pobló la ciudad de Gracias á Dios, donde primero residió la audiencia real de los Confines, que se pasó á Guatemala; las villas de San Pedro y Comayagua, Valladolid, y otros pueblos. Que nada de esto le habia sido gratificado; antes le habian quitado los indios en aquella tierra por ser gobernador, como en Yucatan. Que atento á tantos servicios, ya que los indios quitados no se restituyesen, se le hiciese merced en recompensa de otros, que restasen tanto como ellos en Yucatan, ó otra tanta renta en la caja real de Méjico, y que el consejo descargase la real conciencia, entre tanto que el pleito se determinaba. <374>
Dióse traslado al fiscal de su magestad, que ya lo era el licenciado Gerónimo de Ulloa, y pidió tiempo para hacer mas probanzas por los mismos artículos, lo cual le fué concedido por autos de vista y revista con la mitad de el término probatorio, con que las partes fueron recibidas á prueba para en los reinos de España. Aunque por parte de Doña Catalina fué pedida, y hecha publicacion dentro del término, ni por la suya, ni por la del fiscal se presentó probanza alguna. Despues siendo el licenciado López de Sarria fiscal, hizo un pedimento,en que suplicó, se mandase suspender la vista, y determinacion de este pleito, hasta que se juntase con él la residencia, y otros papeles, que contra el Adelantado presentaba, y en particular una corte, que el virey, que á la sazon era, habia escrito tocante á la conquista de esta tierra. Esta corte juzgo, que fué la respuesta de la cédula que vino al virey, y queda referida en el libro segundo. Proveyóse auto mandando, que el fiscal dentro de cierto término presentase realmente el proceso y escrituras de que hacia relacion, con apercibimiento, que pasado el término se veria y determinaria el pleito. Notificóse al fiscal y pasóse el término, que vista por los señores del consejo por autos de vista y revista, á veinte y siete de Mayo de mil y quinientos y setenta y seis años se proveyó, que se diese cédula para el virey de la Nueva España, y para el gobernador de Yucatan, con relacion de lo pedido por Doña Catalina de Montejo, y de lo que contenia la capitulacion que alegaba, para que enviasen relacion particular de lo contenido en la dicha relacion, especificando, en que cosas habia sido gratificado el Adelantado D. Francisco de Montejo, y si se le habia dada alguna cosa equivalente en recompensa de lo que se pedia y qué habia sido: y si tenian inconveniente, alguna ó algunas de las cosas contenidas en el pedimento de Doña Catalina, y que valor podrian tener cada una de ellas, y si se seguia perjuicion á alguna persona, y que perJuicio era. Y en caso que se hubiese de hacer alguna equivalencia á Doña Catalina, por razon de lo dicho, en que se le podia hacer, y lo que mas les pareciese convenir sobre ello.
Despachada real provision en órden á esto, y recibida de». por es la relacion que se pedia, y pareceres, fueron presentados en el consejo. Replicó el fiscal de el rey, el doctor Marcos Caro, en cuatro de Marzo de 1585 años (tanto tiempo pasó en estas diligencias) que la relacion no cumplia con lo que se habia mandado en los autos de vista y revista, que asi lo que se habia hecho era de ningun valor y pedia que por tal se declarase. Dióse traslado á Doña Catalina, que pidió, que sin embargo, pues no habia necesidad de nuevo parecer, se determinase el pleito y habiéndosele dada traslado al fiscal, á veinte y dos de Abril de mil y quinientos y noventa y siete años, se pronunciÓ un auto mandado, que se cumpliese con los de <375> vista y revista proveidos, y informasen de nuevo el virey y gobernador de Yucatan y que se buscase la residencia del Adelantado. Luego á veinte y siete del mismo mes replicó Juan Garcia de Solis, procurador, en nombre de D. Juan Maldonado de Montejo, hijo de Doña Catalina (que parece ser era ya difunta) suplicando de este auto, diciendo era nulo, agraviado y de revocar, y que se habia de mandar determinar esta causa difinitivamente, sin dar lugar á mas dilacion, pues se trataba de cumplimiento de contrato oneroso con la magestad real, conforme á derecho, y por las reglas de justicia conmutativa. Porque era notorio por las probanzas hechas, que el Adelantado habia cumplido con la capitulacion: y el fiscal no habia podido probar cosa en contrario en mas de treinta y dos años, que habia puesto de dilacion para la determinacion de esta causa, y despues de una larga alegacion concluyó: que el Adelantado habia sido dada por libre de la residencia, como constaba por los autos de ella. Dióse traslado al fiscal, que respondió á ello, y pidió, que se cumpliesen los autos proveidos. Confirmolos el consejo á veinte de el Mayo siguiente, si bien revocando se buscasen los autos, que en esta causa habia hecho el doctor Palacio (cuya venida á esta tierra se dice adelante) y tambien lo de la residencia del Adelantado. Lleváronse los pareceres de el virey y gobernador de Yucatan, habiéndose pasado en esta diligencia seis años, porque se presentaron en el consejo á trece de Noviembre de mil y seiscientos y tres años. En esta suspension se estuvo el pleito otros diez, hasta que á 6 de Diciembre de 1613 años, D. Alonso Suarez de Solis, sobrino del Adelantado D. Juan, hizo nuevo pedimento por la causa que se dice en el capítulo siguiente.
COGOLLUD.TM1 Continued
Return to top of page |