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David Bolles
 

Combined Dictionary-Concordance of the Yucatecan Mayan Language

INSTRUCCION.

"Lo que vos D. Francisco de Montejo mi hijo habeis de hacer para la conquista y pacificacion de Yucatan y Cozumél, que en nombre de su Magestad y en mi lugar por el poder que tengo de su Magestad para ello, vos doy y vais á pacificar y poblar: es lo siguiente."

"Primeramente habeis de trabajar, que la gente, que con vos fuere, vivan y estén como verdaderos cristianos, apartándolos <169> de vicios y pecados públicos: y no les consistiendo maldecir á Dios, ni á su bendita madre, ni á sus santos, ni otras blasfemias contra nuestro señor. Y sobre esto habeis de estar advertido de lo castigar y no disimular cosa de lo que acaeciere en este caso."

"Llegado que seais á la Villa de San Pedro, que está depositada en el pueblo de Champoton, presentareis vuestra provision y recibido en cabildo; informaros eis, asi de españoles, como de los naturales de el pueblo de Champoton, si se les ha hecho algun agravio y se les ha tomado algunos indios esclavos contra su voluntad y hacerlos eis volver con todo lo demas que se les ha tomado. Y hacelles eis entender, que por la buena obra que han hecho en tener dos años y medio los cristianos y dadoles de comer, y lo que han habido menester y han de ser muy favorecidos y relevados de todo trabajo."

"Y juntando toda la gente os saldreis del dicho pueblo, dejando los indios muy contentos y sosegados, y llevando con vos algunos principales hasta el pueblo de Campeche. Y alli hablareis á los principales de el pueblo y hacelles eis entender, como vais á poblar aquella tierra y en nombre de su Magestad y mio, y administrallos en las cosas de nuestra santa fé. Y á los que no quisieren venir á conocimiento de Dios y obediencia de su Magestad habeis de castigar. Y á los que vinieren en ello, que han de ser muy favorecidos y amparados, y tenidos en justicia. Y hecho tomareis algunos principales del dicho pueblo: dos principales del pueblo de Champoton y los demas dejallos eis volver y entrar á la provincia de Acanul (Ah Canul), llevando muy gran recado en la gente que llevaredes no hagan daño, ni mal tratamiento á los indios de la dicha provincia, pues que todos aquellos están de paz, y siempre han deseado, que los españoles fuesen á poblar aquellas provincias."

"Y en esta provincia procurareis por haber un señor, que se dice Uva Chancan (Ul Uac Chan), que ha sido siempre amigo de los cristianos y el que mas ha ayudado en tiempos de la guerra. Y venido á do vos estuvieredes, sea muy bien recibido, agradeciéndole su voluntad y buenas obras que ha hecho, y trabajad de tenerle con vos y delante dél hablad á todos los principales de la provincia á lo que vais, y ellos os avisarán, si su provincia quisiere guerra. Y si la oviere, con maña enviarles eis á llamar, haciéndoles entender que si vinieren de paz, los recibireis en nombre de su Magestad y mio, y que serán muy bien tratados y recibidos y favorecidos. E que sino vinieren, enviarles eis á hacer los requirimientos que su Magestad manda, y no queriendo, dalles eis la guerra con mas sin perjuicio y daño de los españoles y de los naturales que se pudiere: conformándoos con lo que su Magestad manda."

"Y llegados al pueblo de Tihoó, que es la provincia de <170> Quepéche (Ah Ceh Pech), asentareis alli el cabildo é regimiento de la dicha Villa ó ciudad, y si os pareciere, que la comarca es tal, que lo sufra. Y de alli trabajareis de traer toda la tierra de paz. E si algunos no quisieren venir, darles eis guerra conforme que su Magestad manda."

"Y despues que tengais pacificadas las provincias que han de servir á esta dicha ciudad, que son las sujetas á la provincia de Acanul (Ah Canul), la provincia de Chacan (Ah Chakan), la provincia de Quepéche (Ah Ceh Pech), la provincia de Kin Chel (Ah Kin Chel), la provincia de Cocolá, la provincia de Tutul Xiu, y la provincia de los Kupúles (Ah Cupul), que son las provincias mayores de toda la tierra. Y aunque algunas provincias otras vengan de paz, no las repartireis, mas de que sirvan, hasta que haya lugar en el puerto de Conil de encomendarlos, y no por via de posesion de esta ciudad."

"Habeis de hacer el repartimiento de á cien vecinos y no menos; porque las provincias son grandes y los indios muchos: es menester vecinos, que los resistan y sojuzgen, y ha de ser esta la principal ciudad de todas. Y demas de los repartimientos que hicieredes y del repartimiento que yo he tomado para mi, dejareis algunos pueblos sin repartillos, para personas que convengan al servicio de su Magestad, porque asi se suele hacer en todos los repartimientos que se hacen en tierras nuevas."

"Y lo que conquistaredes y pacificaredes de todas las provincias de suso declaradas; hareis hacer visitacion general, y fecha, y sabido la cantidad de pueblos y casas de ellos; particularmente de cada pueblo, hareis deposito en los españoles vecinos, que os pareciere, conforme á la calidad y servicios de cada uno. Y en nombre de su Magestad darles eis las cédulas de repartimiento y encomienda de los indios y pueblos que ansi les encomendaredes, conforme á lo que su Magestad manda, sin tocar en los que yo he tomado para mí, y en los pueblos que os pareciere, que es bien que queden como dicho es."

"Y despues de fecho todo lo susodicho, trabajareis, que todos hagan sus casas y grangerias y labranzas, y vos el primero, para que todos tomen ejemplo de vos. Y trabajareis, que los indios sean muy bien tratados ó doctrinados, y vengan al conocimiento de nuestra santa fé católica y servidumbre de su Magestad, y con los buenos tratamientos que les hicieren, pierdan las malas costumbres y errónias que tienen y han tenido."

"Asimismo habeis de trabajar de abrir todos los caminos, ansi para Campeche, como para la mar derecho á la costa de el Norte, como á los pueblos principales, y en todo pondreis la diligencia y cuidado que fuere posible, porque yo vos confio. Y en todo porque sé, que sois persona que lo sabreis bien hacer, poniendo á Dios nuestro señor delante, y el servicio de su Magestad ó bien de la tierra y la ejecucion de la justicia, de lo cual todo os mandé dar y dí, está firmada de mi nombre. Fecha en Ciudad Real de Chiapa, de mil y quinientos y Cuarenta años." <171>

"Otrosi, que los pueblos, que yo tengo encomendados en mi en nombre de su Magestad: vos de nuevo en el dicho repartimiento que hicieredes. me los encomendeis y depositeis, y mi repartimiento que es en la provincia de Tutul Xiu, con todo lo á ella sujeto, y el pueblo de Techaque, con todo lo á él sujeto, y el pueblo de Campeche, con todo lo á él sujeto, y el pueblo de Champoton, con todo lo á él sujeto. Fecho ut suprá. El Adelantado D. Francisco de Montejo. Por mandado de su señoria Hernando de Esquivel, escribano de su Magestad."

Por esta instruccion bien claro consta, que si algunos desórdenes hubo en el tiempo, que los españoles tuvieron guerra con estos indios en los años antecedentes, y en los que se irán diciendo; no fué por falta de atencion en el Adelantado, pues tantas veces le repite á su hijo la tenga á las órdenes reales para el buen tratamiento de los indios. Haber en las guerras muertes, latrocinios, estrupos, raptos, y otras innumerables desdichas, que de ellas se ocasionan; no vió la primera luz en la conquista de este nuevo mundo. Cosecha es, que de suyo traen las guerras. Con ellas nacieron y con ellas (como accidente inseparable del sujeto) vemos, que permanecen, y para desdicha del linage humano perseveran. Porque el ánimo marcial á vista de lo que reputa por agravio, con la cólera irritada, con los desabrimientos, que el nombre de enemigos engendra; parece que de suyo se trae, prorumpir en semejantes afectos. Haya para la ejecucion la ocasion en la mano, y asi las ejecuciones de los afectos salen, como originados de tales principios. No quiero desviarme mas de la narracion, solo digo, que aun no está acabada la obstinacion de los indios en no querer sujetarse. Guerras faltan aun con ellos, si bien con mejor fortuna de los españoles, que en las precedentes.

Recibidos, pues, los poderes, esta instruccion, y todo lo demas necesario; volvió D. Francisco á Champoton, con la presteza que se ha dicho, y voló la nueva de que la pacificacion de Yucatan corria ya por su cuenta. Con ella se alentaron á venir unos de Nueva España, y otros de Chiapa, donde el Adelantado tambien con su autoridad, dádivas y promesas atraia muchos, y D. Francisco su hijo gastó para este fin lo que tenia, no solo ahora, pero antecedentemente, y despues, porque aunque era persona de valor y mancebo, era prudente y liberal, repartiendo lo que tenia con los conquistadores, como ellos mismos despues afirmaron, por una carta, que el cabildo de la ciudad de Mérida, recien fundada, escribió al rey, y asi con voluntad le asistian, y en su compañia toleraban los trabajos. Por un decreto, que en el libro de la fundacion de la ciudad de Mérida hay, parece habérsele dado en la Nueva España á D. Francisco, socorro de indios mejicanos, para ayuda de la conquista, porque acá se les señaló parte, donde hubiesen de vivir, <172> y aun en otro se trata del modo de tributo que habian de dar, que quedó muy moderado.

 

CAPITULO V.

Salen los españoles de Chanpoton, y la que les sucedió,

y como poblaron la Villa de Campeche

Como ya estaba la pacificacion de Yucatan por cuenta de la solicitud de D. Francisco, puso todo conato en dar principio á ella, y como se dice en una relacion antigua, se determinó con resuelta voluntad á entrar en la conquista. Los indios, como conocieron las veras con que trataban ya el negocio, se acedaron, viendo tiraba aquello á la permanencia de los españoles contra su voluntad. Muchas veces se disimulan cosas por parecer poco durables, y que ellas se solicitan su fin, y pudo ser, que los indios que eran tenidos por amigos, lo fuesen fingidos, entendiendo no permaneciesen por lo poco que en tantos años habian grangeado, y asi no halló aun á los que su padre decia en la instruccion, tan afectos como se imaginaba. Parece haber esto sido asi, porque saliendo de Champoton para Campeche, dió no muy lejos con un gran número de indios, que formaban un batallon. Procuraron resistir el pasage, pero no pudieron, porque los desbarataron los españoles, y se acercaron algo á Campeche. Alli asentaron real, por no volver pié atras de lo comenzado; pero los indios sintiendo haber sido desbaratados de los nuestros, desde entónces se fortificaron mas, de suerte, que dice aquella relacion, que no se dió paso adelante, sin hallar nuevas albarradas y defensas, que en lo restante se ganaron con muertes de algunos conquistadores, heridas de los mas de ellos, en que morian tantos indios, que á veces les servian de reparo, y impedimento á los españoles, que habian de pasar por encima de los cuerpos muertos para pelear con los vivos, y hubo dia de tres batallas con ellos, con que los nuestros á veces se hallaban fatigadísimos. Asi se dice en aquella relacion.

Reconocida, pues, que la resistencia que habian de hallar en los indios de alli adelante; se determinó, que antes que el ejército marchase, fuesen cuatro soldados, personas de valor, que reconociesen el estado en que los indios los aguardaban. Entre ellos he hallado en sus probanzas, que Alonso Rosado fué uno de los asignados. Fué necesaria la prevencion, porque llegando á descubrir el pueblo, que llaman Cihoo (que se dice estar en la provincia de Telchac) hallaron á los indios fortificados y prevenidos, no solo para defenderse, sino tambien para ofender á los españoles. Volvieron los corredores de campo al real, y dieron noticia, como los indios estaban de guerra. Cauteló esto los ánimos de los españoles, para ir con mejor disposicion <173> á la entrada, y que la confianza de su valor no fuese ocasion de algun desacierto, como suele suceder. Levantaron el real, y fueron para allá, y llegando á vista del pueblo de Cihoo, conocieron estar sus moradores de guerra, porque ellos y sus comarcanos con vigilancia le guardaban. Tenian hecha una fuerte trinchera (que los nuestros llamaban albarrada) de maderas fuertísimas, tierra y piedra, con que defender la entrada por donde venian, siendo lo restante monte cerrado, cuya aspereza le guardaba Dispusieron su escuadron los españoles en la mejor forma que el sitio dió lugar, y acercándoseles, fué forzoso con las armas abrir paso á la entrada,que con osadia y obstinacion negaban los indios, con que se trabó una reñida contienda, matando luego en ella un español, que se acercó á la trinchera. Aventuró su vida entre aquella multitud, que la defendia Alonso Rosado, que fué el primero que la acometió, y entró: blanco á que la indignacion de los indios hizo tiro comun de sus flechas y armas arrojadizas que le tiraban. Socorrióle el séquito de los compañeros, que se hallaron muy cercanos, que á su ejemplo la entraron, y con su ayuda redimieron la vida de Alonso Rosado, que ya peligraba, porque le habian pasado un muslo con una flecha, que le atormentaba, sin cesar de pelear. Con la entrada de los españoles en la trinchera, y daño que sus armas hacian á los indios, comenzaron á aflojar, y conociéndolo, porque no peleaban con el corage que al principio, fueron apretándolos con mas veras y presteza, de suerte, que despues de algun rato se desbarataron los indios, y ganada la fuerza, fueron vencidos, desamparando el pueblo. Señoreáronse dél los españoles, y alli hallaron bastimento con que poder comer y descansar algunos dias. No murió mas que el español referido, y quedaron heridos otros nueve ó diez, feliz principio para una empresa tan árdua como la que acometian. Curaronse los heridos, y con algunos indios prisioneros, se trató de reducir di los huidos, que con promesa de perdon de lo pasado, y de buen tratamiento para adelante, tomaron mejor acuerdo; vinieron á pedir el perdon, que se les concedió, aunque afeándoles su obstinacion y dureza, pero con templanza: para que conociesen no buscaban su perdicion, y se hiciesen mas familiares al trato de los españoles. Testifica Francisco de Montejo, uno de los capitanes que se hallaron presentes, que se debió mucha parte del vencimiento de este dia al valor con que Alonso Rosado acometió la fuerza que los indios tenian para defenderse, y la perseverancia con que peleó herido, hasta que fueron desbaratados. Hoy es encomendera de este mismo pueblo una señora viznieta suya, que logra el premio de aquel trabajo.

Del pueblo de Cihoo, prosiguieron su viage al de Campeche, y no he hallado tuviesen encuentro alguno con los indios, ni razon de si en este pueblo los recibieron de paz, ó que les <174> pasó con ellos. Digo otra vez, como en otra parte dije, que será posible algun dia pese á los interesados, rogando he estado á todos me dén los escritos de sus ascendientes, á muchos no se les ha dado mas, que si no importara su gloria el quedar aqui escritos, de que yo no tengo omision voluntaria, como ni en decir lo poco que diré de la fundacion de esta Villa. A toda ella pongo por testigo, como fuí este año de mil y seiscientos y cincuenta y cinco personalmente, para haber de sacar esto en limpio del borrador, y poder escribir su fundacion, como la de la ciudad de Mérida y la de la Villa de Valladolid, porque aunque lo habia solicitado por muchas encomiendas, no tenia razon de ella, y sin mas de la que fuí, me hube de volver, porque ni aun los papeles antiguos de los archivos para que yo los trabajase y mirase, no se me dieron. Y asi digo solamente, que por el auto defundacion de la ciudad de Mérida consta, que alli se fundó una Villa con nombre de San Francisco de Campeche, y fué el año de quinientos y cuarenta, ó el de cuarenta y uno, y tengo por mas cierto el de cuarenta, pues fué lo primero que poblaron en saliendo de Champoton, y alli se dice, como su iglesia se edificó con titular de nuestra Señora de la Concepcion. Por este auto y por la instruccion del Adelantado dada á su hijo, consta claramente haber errado el bachiller Valencia en su relacion, diciendo, que el año de treinta y nueve estaba ya poblada esta Villa.

Asentadas las cosas de ella, como el tiempo dió lugar, siguiendo D. Francisco de Montejo la instruccion que su padre le habia dado, determinó bajar al sitio y poblacion de la provincia de Quepéche (Ah Ceh Pech) y fundar en Tihoo la ciudad de Mérida, como le era ordenado. No pudo salir personalmente luego, como quisiera: pero conociendo, que cualquiera dilacion era dañosa, despachó por delante al capitan Francisco de Montejo su primo, con cincuenta y siete ó cincuenta y nueve españoles (que esta poca diferencia he hallado en las informaciones que he leido) y él se quedó en Campeche á recoger los soldados,que cada dia venian, ya remitidos de su padre, con la nueva de como se iba mejorando la conquista. Salieron estos pocos españoles para Tihoo, y en gran número de probanzas que he leido para escribir esto, hallo uniforme correspondencia en la relacion que hacen de los muchos peligros de la vida, que tuvieron en el viage, por el corto número que eran, por la multitud de indios entre quien se metieron, ya conocidos por belicosos: por las celadas que les armaban, albarradas muy fuertes que á cada paso hallaban, y otros fuertes con que los impedian. Cegaban los indios los pozos y aguadas, que no era el menor daño, porque como no hay rios, ni fuentes en todo lo de acá dentro, con la sed pereciesen. Por donde habian de pasar, alzaban los bastimentos; ¿qué mayor guerra, que sed y hambre, cuando no hubiera otra. Llegaron á echar por los caminos <175> (que los mas parecen callejones cerrados de monte espeso á los lados) cuerpos de hombres, y animales muertos, y hasta ensuciarlas con cuantos escrementos de animales podian juntar, tanto suyos, cuanto de bestias, todo á fin de fatigarlos y infestarlos con aires inficionados. Todos estos trabajos iban tolerando en su viage: ponderacion parece, pero no lo es cierto, que no me atreviera á escribirlo asi, á no haberlos visto en tantas partes repetidos, que juntos con los calores de la tierra serian mas sensibles, que en otras regiones templadas.

Aunque en la instruccion dice el Adelantado, que Na Chancan (Ah Na Chan Can), Señor de la provincia de Acanul (Ah Canul), habia sido amigo de los españoles; en esta ocasion llegando á ella, ó no se atrevió por temor de los indios, ó ya habia mudado de voluntad, porque hallaron alzados los bastimentos, como en lo antecedente, aunque no he leido hubiese guerra en el paraje con los indios, que sin hacerles otro daño, que en el referido, dejaban pasar á los españoles. Llegaron á un pueblo, llamado Pokboc, en jurisdiccion de Acanul (Ah Canul), habiendo asentado alli real, y fortificádole algun tanto para descansar, una noche se pegó fuego al real. Como los indios eran conocidamente belicosos, y esperimentaban los castellanos lo mal que llevaban su compañia: atribuyeron aquel accidente á hostilidad originada de su pertinacia, y recurrieron todos á las armas, temiendo agresion de los indios tras el incendio, cuidando menos del que de esotro. Atendian á todas partes con el silencio de la noche, para ver por donde eran acometidos, pero por ninguna oian rumor de indios, que contra ellos viniese. Pasado algun rato y certificados, que no habia enemigos, cuando quisieron apagar el incendio, ya se habia abrasado casi todo cuanto tenian. Halláronse sin ropa que mudar, y sin bastimentos que comer, que fué mas bellaca burla, y asi al siguiente los hubieron de buscar con violencia, y las armas, porque de otra suerte no se la daban los indios. Dió noticia de este desmán el capitan á su primo, que quedaba en Campeche, y no he hallado quien llevó la nueva. Prosiguieron su viage al oriente á la provincia de Quepéch (Ah Ceh Pech) (aunque viniendo de Campeche tuerce al nordeste) donde está el sitio de Tihoo, en que habian de poblar la ciudad de Mérida, y á él llegaron el año de cuarenta, y no el de treinta y nueve, como dice Valencia en su relacion, de que ya he dado razon, y fuera causar referirla en cada parte. Aunque en ella pondria el autor toda solicitud, como cosa en que se daba noticia á su Magestad de la tierra en que nació; la averiguacion era dificil: el tiempo que gastó en ello (que me acuerdo muy bien, por estar yo leyendo entónces theologia en la ciudad de Mérida) fué corto, y sobre todo no poder haber tenido los escritos, que despues (por ventura) yo alcancé. Cuando llegaba haber de escribir la fundacion de la ciudad, pedí por peticion al cabildo de ella, se me diese del archivo razon cierta <176> de cuando fué, y otras particularidades que pedí. La respuesta fué agradecerme el cuidado, pero diciendo, que el archivo estaba muy disipado, y que no habia en el libro de la fundacion. Sentilo tanto, que estuve resuelto á no proseguir la Historia, pues no podia dar razon de ella, siendo la cabeza de este reino, y asi habia cesado. Tenia en su poder un caballero de la ciudad, un traslado auténtico de aquel libro sacado el año de mil y quinientos y setenta y ocho, por mandado del cabildo, que á la sazon era, y signado de su escribano y por voluntad especial que me tenia, me lo fijó; pero con palabra de que se le habia de volver. Confieso que me alegré, por poder proseguir con certidumbre, y singularidad sus cosas, y ocupar bien el tiempo, que ya iba en los últimos años de mi leccion, y tambien despues darle sin disgusto de quien me le dió al cabildo de la ciudad, que le puso en su archivo, como hoy le tiene, y al principio de él está copiada la instruccion del Adelantado, que queda referida, con que vuelvo á la narracion de los sucesos.

 

CAPITULO VI.

Asientan real los españoles en Tihoo, vencen una batalla.

Viene de paz el Señor de Maní,

y como mataron los de Zotuta á sus Embajadores.

Llegados á Tihoo los españoles, asentaron su real para mas seguridad en un cerro de los muchos que habia alli hechos á mano, y era el mayor que estaba en la cuadra, que hoy hace frente á la Santa Catedral, y de que hoy hay señales dentro en las casas. A pocos dias que alli estaban envió D. Francisco de Montejo otros cuarenta españoles, y estando ya juntos; leí testificado, y comprobado en la probanza de Hernando Muñoz Zapata, que llegaron algunos indios amigos, y les dijeron: "Que haceis españoles, como estais asi, que vienen contra vosotros mas indios, que tiene pelos un cuero de venado." Muchos debian de ser, pues usaron de este modo de hablar para significárselos. Los españoles, como era la primera ocasion, quisieron dar á entender, que no temian su multitud, y resolvieron ser agresores, yéndolos á buscar. Dejó el capitan Francisco de Montejo guarda en el real, y sabiendo que estaban al oriente los indios, fué en busca suya, y en un sitio cinco leguas de Tihoo (porque juzgo era Tixpeual, ó Tixkokob, pueblos que están á la distancia dicha, y al oriente) descubrieron á los indios bien fortificados. En viendo á los nuestros levantaron gran grita, haciendo ademanes, y visages; pero los españoles hicieron alto para repararse del cansancio. Alineado ya acometieron á los indios, que al principio defendieron sus albarradas con osadia, pero ganáronselas los españoles con muertes de no pocos indios, y con la pérdida de ellas perdieron el ánimo, y se pusieron en fuga. Quedaron los <177> españoles señores del campo, y no quisieron seguir el alcance, pareciéndoles bastante lo sucedido para haber amedrentado á las indios; pero engañaronse como se vió despues. Habida esta victoria, se volvieron al real muy contentos, dando gracias á Dios por tan buen principio.

Miéntras esto sucedia, solicitó D. Francisco el capitan general con toda presteza bajar de Campeche con todo el resto para poblar la ciudad de Mérida, como le era ordenado. Dejó á Beltran de Zetina por capitan, y justicia mayor de Campeche, con que asi por esto, como por estar enfermo de asma, no bajó á lo restante de la conquista, como queria; pero dió un soldado de á caballo proveido de armas á su costa, para que en lugar suyo sirviese. Junto ya el ejército, padecia necesidad de bastimentos, porque les acudian mal los indios, poco gustosos con su venida. Un dia los españoles que andaban de posta vinieron al general, diciendo habian descubierto gran gentio de indios, al parecer de guerra, que traian su camino para donde ellos estaban. Desde el cerro descubrieron la multitud, y entre ellos un indio, que traian en hombros sentado en unas andas. Teniendo por cierta la guerra, la primera diligencia fué, encomendarse á Dios, pidiéndole su ayuda, y adorando una Santa Cruz, que el capellan Francisco Hernandez puso patente á todos, prevenir las armas para la pelea. Llegando los indios cerca del cerro, se bajó al suelo el que venia en las andas, y acercándose mas, arrojó el arco, y flechas, y levantando las manos juntas, hizo señal que venia de paz. Luego todos los indios pusieron sus arcos y flechas en el suelo, y tocando los dedos con la tierra, los besaron despues, dando á entender lo mismo.

El indio que se bajó de las andas, comezó á subir la pequeña falda del cerro, y viéndole D. Francisco, salió algun tanto á recibirle, le hizo el indio una gran humillacion al juntarse, y fué recibido con amoroso aspecto, y cogiéndole el general por la mano, le llevó á su estancia, donde residia. Era este el mayor Señor de los que habia en esta tierra, llamado Tutul Xiu, descendiente de los que fueron reyes de toda ella, como se dice en otro lugar, y dominaba las comarcas de Maní, y sus sugetos. Vino voluntariamente á dar la obediencia y á ofrecerse á si, y á los suyos, para pacificar á los restantes, y trajo un gran presente de pavos, y pavas (que son las gallinas de la tierra) frutas y bastimento, con que se recrearon los españoles, pero mucho mas (ya se vee) con tener por amigo un Señor tan grande. Dijo Tutul Xiu, que movido del valor, y perseverancia de los españoles, habia venido á ser su amigo, y que tenia deseo de ser cristiano, y asi pidió al general se hiciesen algunas ceremonias cristianas para verlas. Hízose una solemnísima adoracion á la Santa Cruz, y atento Tutul Xiu, iba imitando cuanto hacian los españoles, hasta llegar á besarla arrodillado con muchas muestras de alegria. Grande fué la <178> que tuvieron los españoles, viendo lo que pasaba, y acabada la adoracion, notaron, como aquel feliz dia para ellos era el del glorioso San Ildefonso arzobispo de Toledo, á veinte y tres de enero, del año de mil y quinientos y cuarenta y uno, y entónces lo eligieron por su patron, aunque despues se les olvidó, y sucedió lo que adelante se dice. Acompañado vino Tutul Xiu de otros caciques vasallos suyos, cuyos nombres halle en una relacion escrita de indio, que son los siguientes.

Ah Ná Poot Xiu (Ah Na Poot Xiu), hijo de Tutul Xiu, Ah Ziyah gobernador sacerdote, Ah Kin Chi (Ah Kin Chi): estos se dice, que eran tenientes de Tutul Xiu en la cabecera de Maní. Yi Ban Can (Yiban Caan), gobernador del pueblo de Tekit, Pacáb (Pacab), gobernador del de Oxcutzcab, Kan Caba (Kancaba) del de Panabchen, que hoy está despoblado, Kupul (Kupul) de Zacalum, Navat de Teab, Uluac, Chan Cauich (Ul Uac Chan Cauich), no se dice de donde, Zon Ceh (Dzon Ceh) de Pencuyut, Ahau Tuyu (Ahau Tuyu) de Múna, Xul Cumche (Xul Kum Chan) de Tipilkál, Tucoch (Tucuch) de Máma, Zit Couat de Chumayel (Cit Couat Chumayel). Estuvo Tutul Xiu con los españoles sesenta dias, y despidiéndose de ellos prometió enviar sus embajadores á solicitar á los otros señores, aunque no eran sus vasallos, para que diesen la obediencia, y dejándoles gran provision de bastimentos se fué á Maní, cabeza, como se dijo de su señorio. Quedaron los españoles con increible gozo de ver lo sucedido, cuando menos lo esperaban, y que en fé de su verdad les dejaba tambien indios, que los sirviesen. No fué remiso Tutul Xiu en la ejecucion de su promesa, porque en llegando á Maní la puso por obra. Convocó á todos sus indios, y dióles noticia de su intento, y la amistad y concierto, que con los españoles dejaba tratada. Asistieron todos á ello, que el ejemplo de un rey es poderoso á llevarse tras si las voluntades de sus vasallos.

Despachó despues por embajadores á los caciques, que fueron con él á dar la obediencia á los españoles, para que solicitasen á los señores de Zotuta, llamados los Cocómes, y los demas orientales hácia donde está fundada la Villa de Valladolid (que comunmente el territorio de los Kupules, llaman) haciendo notoria su resolucion y amistad, que habia asentado con los españoles, en que habian convenido todos sus vasallos Amonestóles, que tambien lo hiciesen asi, pues vian, que estaban con ánimo de perseverar en esta tierra; hacian ya poblacion en Campeche, y determinaban hacerla en Tihoo. Trujoles á la memoria, como todas las veces, que habian tenido batallas con los españoles, les habia costado tantas vidas de naturales, como habian visto perecer á sus manos. Que él habia esperimentado en ellos los dias, que los comunicó buena voluntad, y que asi tenia por mejor su amistad, la cual les aconsejaba tratasen como él lo habia hecho, considerando los daños, que de lo contrario se les seguirian. Salieron los embajadores para el señorio de Zotuta, y llegando á la cabeza, asi llamada, <179> donde residian los Cocómes, y á la presencia de Nachi Cocón, principal señor de aquel territorio; le manifestaron su embajada. Respondió Nachi Cocóm, que aguardasen respuesta, que la daria dentro de cuatro ó cinco dias. En ellos mandó juntar todos los caciques á él sujetos, y consultado, que les parecia de lo que Tutul Xiu les enviaba á decir; resolvieron una perjudicial determinacion contra toda razon y justicia, y una alevosia notoriamente infame.

Concertaron hacer una gran caza de monteria, como para festejar á los embajadores, y regalarlos con ella, y sacándolas de poblado con este pretesto á una espesa montaña, los llevaron á un sitio llamado Otzmál, donde los festejaron tres dias. Para remate de la fiesta, al cuarto se juntaron á comer debajo de un árbol grande y vistoso, que sé llama en su lengua Yaa (ya), en castellano Zapote, y habiendo alli continuado los bailes y regocijos de los dias antecedentes: el postre de la comida fué degollar á los embajadores, violando el seguro sagrado, que como á tales se les debia. Reservaron á Ah Kin Chi uno de ellos por personage de mas razon, para que llevase la nueva á Tutul Xiu de lo que con los demas habian hecho, y que aquella habia sido la aceptacion de su embajada, vituperándole con gran mofa de cobarde. No perdonó la bárbara crueldad á este, aunque quedó vivo, porque le sacaron los ojos con una flecha, y cuatro capitanes de Nachi Cocóm, le trajeron al territorio de Tutul Xiu, donde le dejaron con todo recato, y dieron la vuelta al suyo. El miserable habiéndole dejado solo, clamaba, dando voces, por si alguien á ellas viniese á socorrerle. Quiso su suerte, que le oyeron unos indios, y hallaron á Ah Kin Chi con la desventura referida, el cual llevado á la presencia de Tutul Xiu, dió noticia de la lastimosa tragedia á sus embajadores sucedida.

Este suceso fué el principio de la peligrosa batalla, que el bachiller Valencia refiere en su relacion (y diré presto) pero alli no refiere la ocasion de ella como fué, porque dice solamente que los de Zotuta y los demas orientales, á quien llaman Kupules, no quisieron condescender, con lo que Tutul Xiu les propuso; antes llevaron mal su resolucion, y de los que le habian seguido, y que no se lo dieron á entender. Solo determinaron no dar la obediencia á los españoles, contra quien desde entónces se confederaron de nuevo. Lo que puedo certificar es, y está patente hoy en las casas reales de Maní, que tienen por su armas, este suceso pintado de que blasonan, y se precian mucho los de aquel pueblo, y refieren el caso como queda escrito, y no conserváran esta memoria, á no haber sucedido asi. Demas que en una cédula real de 6 de Setiembre, de mil y quinientos y noventa y nueve años, dada en Monreal, en que se refiere otra del año de noventa y tres, se hace mencion de este suceso, dando por ellas el rey doscientos pesos de ayuda de costa á Gaspar Antonio indio, asi por ser intérprete general de esta <180> gobernacion, como por nieto de Tutul Xiu, y hijo de Ah Kin Chi, á quien sacaron los ojos con la flecha, y esta ayuda de costa con antelacion á las que hubiese de españoles, y que sucediese por haber muerto cuando se hubiese de ejecutar, una nieta suya, pero sin prelacion á las otras en unos papeles antiguos se dice, que Tutul Xiu fué personalmente á ver á los Cocómes, y uno de los degollados. Estos escritos que digo están con sobrada confusion, y no parece merecer crédito, adviértolo, por si alguien los tiene, porque un Tutul Xiu, á quien mataron los Cocómes, y desde cuando quedaron las enemistades entre estos linages heredadas, parece haber sido en tiempos antecedentes, ni los de Maní callarán la muerte de su principal señor. Tienen el suceso pintado, si bien el indio que le pintó, erró el número castellano, poniendo el año de treinta y seis, que no pudo ser. como se vee por lo referido, sino el de cuarenta y uno, que se va diciendo.

 

CAPITULO VII.

De una gran batalla, en que los indios fueron vencidos,

y como los españoles fundaron la ciudad de Mérida en Tihoo.

Miéntras sucedieron las muertes referidas de los embajadores de Tutul Xiu en el señorio de Zotuta; algunos señores comarcanos de la gran poblacion de Tihoo, vinieron á dar la obediencia á los españoles; ó á imitacion de Tutul Xiu, que como tan gran señor entre estos naturales, pudo ser, que su ejemplo les moviese, ó ya el ver, que en tantos años de guerra no podia prevalecer contra ellos; antes bien tenian la nueva determinacion de fundar la ciudad en aquel asiento, y que ya tenian por su amigo á Tutul Xiu y sus confederados, con cuyo socorro serian mas permanentes, hasta acabar de sujetar este reino. Teniendo tambien noticia Tutul Xiu del mal suceso de los suyos, la dió tambien á los españoles, para que se previniesen por lo que podia suceder, porque supo de Ah Kin Chi la conjuracion que quedaban tramando los Cocómes de Zotuta. Agúoseles el contento (como suele decirse) á los españoles y los principios de su quietud con los nuevos amigos, que ya tenian, y recelaron desde luego que no podia dejar de seguirse al hecho de los Cocómes, ó la ejecucion del intento que Tutul Xiu les avisaba, ó alguna otra novedad, que diese cuidado. Vinieron con él desde entónces, y le tuvo Nachi Cocom de ejecutar su intento, atrayendo á si todos los indios de la parte oriental de Tihoo, desde Ytzamal para venir á hacer guerra á los españoles.

Tardaron en juntarse, y prevenirse hasta el mes de junio, y ¿acabando, fué tanto el gentio que se congregó, que he visto papeles, que dicen fueron sesenta mil indios de guerra los que en esta ocasion bajaron contra los españoles, y en los que menos se <181> dice, son cuarenta mil, á quien allí llaman gandules, y este es el número, que el bachiller Valencia refiere en el escrito de su relacion, y los unos, y los otros convienen, en que eran indios valientes y briosos. Fuese el un número, ó el otro, era desproporcionadísimo, cuanto va de él al corto de pocos mas de doscientos españoles, que en Tihoo se hallaban. Llegaron los indios á Tihoo poco antes de San Bernabé apóstol, y segun colijo, fué la víspera, y descansando, al siguiente dia de la festividad de el santo, acometieron por todas partes al real, donde los españoles estaban asentados. Para ellos fué este dia peligrosísimo, porque los indios venian con resolucion de acabarlos, y á los españoles fué forzoso pelear, como quien tenian las vidas libradas solamente en el ánimo de sus corazones, y en el valor de sus manos. Bien las hubieron menester para semejante aprieto; pero sin duda obró mas la potencia divina, que el valor humano. ¿Qué eran tan pocos católicos contra tantos infieles. Sin duda á solas puñadas pudieran acabarlos. Asi lo confiesan en sus informaciones, que despues hicieron, dando gracias á Dios por la ventura de aquel dia. No aguardaron los españoles en el cerro, bajaron al llano los ginetes con sus caballos, los infantes con arcabuces, escopetas, ballestas, espadas y rodelas. Unidos, y guardándose unos á otros los de á caballo á los de á pié, se trabó una reñidísima batalla, como entre dos enemigos, que lo habian, unos por quedar de el todo señores de su tierra, y otros con ella y con la vida despues de tantos infortunios. Peleóse mucha parte de el dia. porque como los indios eran tantos, aunque morian muchos de los cercanos á los españoles, muchos mas sobrevenian descansados, con que no les daban lugar á sosegar un punto. Pero al cabo fué nuestro Dios y señor servido que los venciesen. En unos escritos antiguos se dice, refiriendo esta batalla entre Otras cosas, que se dió juéves á once de Junio de este año, que voy refiriendo de mil y quinientos y cuarenta y uno, que los indios la dieron por todas partes, teniendo retiradas, reparos y albarradas con defensas, que se les ganaron paso á paso, por haber tantos indios, como hojas en los árboles, en que hizo grandisimo efecto el socorro de la pólvora y los arcabuces, que mataron gran multitud de indios, y los ballesteros no pequeña. Los de á caballo hicieron gran destrozo, porque atropellando á unos, impedian la fuga á otros, que desesperados se metian por las lanzas y espadas, y como en gente desnuda se hizo gran carniceria. Quedaron montones de indios muertos, que á veces servian de reparo á los españoles, y á veces impedian seguir á los fugitivos, y los indios mataron algunos españoles y seis caballos, que fué mucha falta, por el gran provecho que hacian. Al cabo (dice) los alborotaron, y siguieron muy grande alcance, dejando los campos cubiertos de muertos. Ahuyentaron para siempre á los que vivos quedaron, que nunca <182> mas dieron batalla general en público, escepto cuando se revelaron los Kupules, como se dice adelante, porque desde este dia todos fueron asaltos y encubiertas, &c. Con sacarlos la divina clemencia del peligro grande de este dia, tuvieron mas reputacion los españoles entre los indios, viendo el destrozo que de ellos habian hecho, siendo tan pocos, cuando entendieron no quedara español vivo de los que en Tihoo se hallaban.

Desde este suceso por todo aquel año se ocuparon en atraer á todos los caciques comarcanos, y cuando ya les pareció estaban mas sujetos y tratables; entrado el año de cuarenta y dos resolvieron dar principio á la fundacion de la ciudad, por hallar el sitio con las calidades, que la instruccion traia. Hecha consulta, y concordando todos en esto: dia de la festividad de los Santos Reyes, á seis de enero del dicho año de 1542. D. Francisco de Montejo, como teniente de gobernador, justicia mayor, repartidor y capitan general, proveyó por ante Rodrigo Alvarez escribano del juzgado, un auto por donde juridícamente constase, como fundaba en nombre, y para servicio del rey, la ciudad, y en el auto dijo asi.

"Que por cuanto el Ilustre Señor D. Francisco de Montejo, Adelantado, gobernador y justicia mayor por su Magestad en estas provincias de Yucatan y Cozumél, con sus poderes le habia enviado á ella, asi á las conquistar y pacificar, como á poblarlas de cristianos y fundar las ciudades, y Villas y lugares, que al servicio de Dios y de su Magestad viese, que convenia. Y porque despues de venido, y efectuando lo que le fué mandado, conquistó y pacificó la provincia de Campeche y Acanul, en ella donde mejor le habia parecido convenir, pobló una Villa, que se llamaba la Villa de San Francisco, y edificó la iglesia de nuestra Señora de la Concepcion. segun mas largo se contiene en el libro del cabildo, que de la dicha Villa se hizo. Y que despues, que estaba bien poblada, y aquellas provincias pacificadas, porque era necesario venir á esta provincia de Quepéch (Ah Ceh Pech); vino, y la habia conquistado y traido de paz con otras muchas á ellas comarcanas: adonde esperaba en Dios nuestro Señor, naceria nueva conversion en los naturales de ellas. Y porque en los términos junto á esta provincia de Quepéch (Ah Ceh Pech) habia otras de guerra inobedientes, que no querian dar la obediencia á la iglesia, ni el dominio á su Magestad, y á él en su nombre y lugar, para que se les predicase el santo evangelio. Acatando á todo esto, y porque viéndole de asiento, los naturales no se revelarian, y porque á los de guerra pondria temor. Usando de los poderes que para ello tenia, y porque asi se le habia mandado por el Ilustre Señor Adelantado por una instruccion suya, firmada de su nombre; poblaba y edificaba una ciudad de cien vecinos, á la cual fundaba á honor y reverencia de nuestra Señora de la Encarnacion, y la dicha ciudad le de nombre á tal. La ciudad de Mérida, que <183> nuestro Señor guarde para su santo servicio por largos tiempos. Con protestacion que hacia, que si al servicio de Dios nuestro Señor y de su Magestad, ó al bien de los naturales fuese visto convenir mudarla con parecer del gobernador y señores del cabildo, se pudiese hacer, sin caer en mal caso, ni pena alguna, porque su intencion era buena y sana."

Considerando como católico, que la veneracion del Culto Divino es como una llave maestra, que abre los tesoros de las misericordias divinas, para que corran las afluencias de la gracia al espíritu, y los bienes temporales á las necesidades de los cuerpos; lo primero que se ordenó, fué escoger sitio y lugar para fundar iglesia, y asi prosigue en el auto diciendo: "Otrosi, para que la dicha ciudad de Mérida, no decaiga, y de continuo permanezca; mando al reverendo padre cura, Francisco Hernandez, que en lo mejor de la traza, que en la dicha ciudad se hiciere, tome solar y sitio para hacer la iglesia mayor, adonde los fieles cristianos oigan doctrina, y les administren los sacramentos, y le doy por apellido nuestra Señora de la Encarnacion, la cual tomaba por abogada: asi para que de continuo le diese gracia, y ensanchase la santa fé católica, como para que tenga debajo de su guarda, y amparo la dicha ciudad de Mérida, y los cristianos que en ella moraren." Antes que pase adelante, no puedo dejar de advertir, que no ha un año entero, que cuando vino de paz Tutul Xiu, señor de Maní, por haber sucedido en dia de San Ildefonso, le eligieron por patron, y ahora con la devocion de la Vírgen Santísima no lo ejecutan; pero la Magestad Divina zela sin duda el cumplimiento de las promesas hechas á los Santos, y dispuso que se ejecutase por el modo admirable que se dice adelante, dándosele por titular á aquella iglesia.

Dado como primicias de la tierra que poseian, el primero y mejor lugar á Dios, procedió el capitan general al gobierno político. Nombró por primeros alcaldes al capitan Gaspar Pacheco, y á Alonso de Reynoso, y luego doce regidores, que fueron Jorge de Villagomez, Francisco de Bracamonte, Francisco de Zieza, Gonzalo Mendez, Juan de Urrutia, Luis Diaz, Hernando de Aguilar, Pedro Galiano, Francisco de Berrio, Pedro Diaz, Pedro Costilla, y Alonso de Arevalo. Dió el justicia mayor las varas á los alcaldes, que hicieron el juramento acostumbrado, y luego los regidores, con que fueron recibidos sin contradiccion alguna al uso, y ejercicio de sus oficios, y quedó firmado de todos, y signado de Rodrigo Alvarez escribano del juzgado. Fué aquel dia muy alegre para todos, y acabado lo referido se fueron á sus alojamientos. El siguiente dia siete de enero, recibieron en cabildo á Juan López de Mena por escribano público del consejo de la ciudad, dándole todo el poder necesario para el ejercicio de su oficio. Por tenedores de los bienes de difuntos, nombraron al alcalde Gaspar Pacheco, y al regidor Francisco de Zieza, <184> y el nuevo escribano de cabildo por mayordomo de la ciudad á Alonso de Molina, y por procurador á Francisco de Lubones, y todos hicieron su juramento. Tenia título, y provision de alguacil mayor de la ciudad Cristóbal de San Martin, y presentándola este dia en cabildo, fué recibido al oficio. Luego determinaron, que de cuatro en cuatro meses fuesen cuatro regidores diputados de la ciudad, á quien encomendaron mucho la atencion al bien comun de ella, como el oficio lo trae consigo de la obligacion. Tratóse luego de poner toda solicitud en dar principio á la traza de la fundacion material de la ciudad, y que se edificasen viviendas en la mejor forma que fuese posible, y escogióse el sitio en contorno del mismo cerro, donde habian estado de real, por ser llano, y porque la multitud de piedra movediza, que en él y otros cercanos habia, era gran comodidad para obrar, y ahorro á los indios de trabajo. Entre aquel cerro, y otro como el hecho á mano, que está á la parte oriental de la ciudad; se determinó fuese fundada, y eran tan grandes, que con la piedra que habia en el que estaban, se obraron cuantos edificios hay en la ciudad, con que quedó todo el sitio llano, que es la plaza mayor hoy, y sus cuadras en contorno, y con la del de la parte oriental, se edificó nuestro convento por caerle cercano, despues se han hecho muchas casas, y todo el convento y iglesia de la Mejorada, que tambien es nuestro, y tiene material para otros muy muchos, que se quieran edificar.

 

CAPITULO VIII.

De lo que se fué ordenando para el gobierno de la ciudad,

y fundan una cofradia á Nuestra Señora.

Ya no parecia conveniente, que en república formada, y que comenzaba á gozar de la quietud, que tanto deseaban, se permitiese esceso alguno, si algo se habia tolerado con la poca que el tiempo de guerra ocasiona, y asi despues viérnes trece de enero, estando la justicia y regimiento juntos en cabildo, Cristobal de San Martin alguacil mayor, dijo: "Que porque los moradores, y habitantes vivan en par, y no cometan delitos, pedia que con voz de pregonero, á altas voces se pronuncie el árbol de justicia, y cuchillo para castigo de los malhechores y ejemplo de los vivientes, y que asi lo pedia de parte de su Magestad." Y habiéndolo oido el cabildo, mandó que aquel mismo dia se pregonase, como el alguacil mayor lo pedia, y al escribano de cabildo hiciese mandamiento, y pregon de ello en la plaza pública, á donde hubiese el mayor concurso de gente, y para ejecucion de lo que proveian, señalaron árbol de justicia en un cerro, que estaba á la parte de Levante. Decretaron en el mismo auto, que si alguna persona estuviese <185> quejoso de algunos maravedis ó pesos de oro, ó otro cualquier agravio, pareciesen ante los alcaldes ordinarios, los cuales les harian justicia, guardando derecho á todas las partes. Publicóse aquel dia el decreto en la plaza que estaba señalada, con que se fué asentando el gobierno de la ciudad, pues es ciertísimo, que no hay mayor seguro para la conservacion de una república, que la observancia de la justicia y las leyes, refrenando el castigo de las culpas, la osadia de cometerlas, asi como el premio de los servicios que se le hacen, esfuerza los animos de los que la habitan, para que acosta de sus vigilias y trabajos, procuren su mayor lucimiento. ¿Por qué que sentirán los que mas la han servido, viendo son los mayores prémios dados á quien no le ha sido de provecho alguno?

No apresuraban fábricas materiales á la ciudad, por no exasperar luego á los indios amigos con el trabajo, ni endurecer los ánimos de los que no lo eran, y asi por algunos dias no parece hubo cosa digna de memoria, hasta que á catorce de abril renunció la vara el alcalde Alonso de Reinoso, por necesitar de ir fuera de esta tierra. Luego se trató de nombrar otro y asi se dice en el libro de cabildo. "Que convenia haber dos alcaldes, porque si el uno saliere, haya otro, que tenga los vecinos en justicia, y que todos de unánime conformidad nombraban á Francisco de Bracamonte regidor de la ciudad, por ser persona en quien concurrian las calidades que su Magestad mandaba para el oficio de alcalde, de que Alonso de Reinoso habia hecho renunciacion, y que tenga cargo de su justicia." A veinte y cinco del mismo mes se arrendaron los diezmos, y porque se habia ordenado que se pagasen de las gallinas, maiz y cera, que en las casas de los vecinos se gastasen, se trató en cabildo, que el procurador de la ciudad en nombre de ella hiciese (dicen) un requirimiento al señor D. Francisco de Montejo, ó apelacion, que se haga de lo que mandó que se diezmasen gallinas de las que dieren, para comer los indios, y cacao que ellos rescataren, pues de cosecha no lo tienen, ni hay tal grangeria de ello, y de las frutas que los indios trajeren para sus amos, de la tierra. Respondió el procurador, que haria el requirimiento, pero no hallé razon de qué se determinó á esto; solo consta no haber firma en aquel cabildo de D. Francisco de Montejo, ni en los demas que se hicieron hasta diez y ocho noviembre de este año.

Fué la causa, que se trataba con toda solicitud de pasar á la parte oriental de la ciudad de Mérida, á pacificar las provincias de Coni y Choáca (Ah Chauac Ha) (que los indios llaman Chauachaá) y sus comarcas, en las cuales, como queda dicho, habian poblado primero una ciudad en Chichen Ytzá, que despoblaron. Estaban muy rebeldes los naturales de ellas, sin querer darla obediencia, aunque el año antes, dia de San Bernabé, habian tenido tan gran derrota en la batalla que se dió en el sitio de <186> Tihoo, por cuya causa no se atrevian á hacer guerra descubierta, acometiendo, pero era necesario hacerla. No solo se ofrecieron pasar á aquella pacificacion los que en la ciudad no habian quedado acomodados, sino tambien muchos de los ya vecinos, que pudieran en ella descansar, porque no lo hicieron, hasta que toda la tierra quedó sujeta. El primero de los vecinos, que se ofreció á esta jornada, fué Juan López de Mena, el escribano de cabildo, que para ir renunció el oficio el veinte y siete de abril, y fué dado á Juan de Porras, y este dia parece firma del alguacil mayor, que hasta entónces no la hay en los cabildos precedentes Parece tambien andar algo inquietos los indios comarcanos, porque á veinte y dos de mayo en un cabildo fueron admitidos dos tenientes de el alguacil mayor, y la causa se dice allí, por si sucediese (como podia) encargar alguna salida de la ciudad al alguacil mayor, para visitar los pueblos de su comarca, y inquirir si los indios intentaban alguna novedad, como se encargaba á otros. Tambien el procurador Francisco de Lubones, no solo pasó sino que se desavecindó de Mérida, para poder ser vecino de la Villa, que habian de poblar. Por esta causa nombraron procurador á Melchor Pacheco, hijo legítimo de el capitan Gaspar Pacheco, alcalde actual, á cinco de setiembre de aquel primer año de la fundacion de la ciudad. Obligáronle á hacer mas apretado juramento, que á su antecesor, porque se dice allí, promete de defender y amparar la república de todas, y cualesquier personas que la quisiesen perturbar, aunque sea rey ó príncipe escepto su Monarca y señor natural, ó su gobernador, y capitan general: obligándose de ir y salir fuera de esta gobernacion, si para este fin fuese necesario, con que para ello se le diese ayuda de costa alguna, con que la ciudad le dió su poder para todos casos.

No se ofreció hasta diez y ocho de noviembre juntar cabildo, y este fué para ordenar una cofradia, con título de nuestra Señora de la Encarnacion, habiendo antes conferido, que era bien se procurase aumentar el culto divino. Asi juntos; en la iglesia, hallándose presente D. Francisco de Montejo, fué la resolucion en esta forma. "Que porque esta ciudad es nuevamente fundada, y nuestro Señor la guarde y ampare, á su honor y reverencia se ordenó la cofradia de nuestra Señora de la Encarnacion, y para regirla y gobernarla se nombraron por diputados para la dicha cofradia á los alcaldes Gaspar Pacheco y Francisco de Bracamonte: por mayordomos á Juan de Sosa y Rodrigo Nieto; por escribano de ella á Juan de Porras."

"Y para firmeza de ello, y que mayormente sea nuestra Señora servida, y en cofradia no haya falta, se hicieron ordenanzas mas largamente, segun en el libro de la cofradia se contiene. Fué nombrado y elegido (dicen) para que no descaeciese la veneracion de la reina de los angeles. el muy magnifico <187> señor teniente de gobernador y capitan general por patron general de la cofradia, el cual siendo presente lo aceptó, segun mas largamente se contiene en el libro de la dicha cofradia. Asi solicitaban los conquistadores con la veneracion de la Reina de los Angeles su patrocinio."

Asi se iba dando asiento en la república de Mérida, y para mejorarlo, porque los vecinos padecian mucha incomodidad, viviendo en las casas de rancheria, que habian tenido de real, juntándose cabildo á veinte y nueve de Diciembre, pidieron á D. Francisco de Montejo, que por cuanto querian hacer casas, y moradas en que vivir, que su merced les mande dar traza de la ciudad, donde edifiquen sin perjuicio. A esto respondió, que le placia, y sacando un pergamino grande, donde traia dibujada la ciudad, firmado de su nombre, se le entregó al cabildo. Venia en él señalado solar á cada uno, puesto su nombre en el espacio de blanco, que hacia cada solar, para que por el se rigiesen, y que el padron se fijase en el libro de cabildo para cuenta y razon de lo que á la república conviniese. Luego señaló quinientos pasos en contorno para ejido y arrabales, con protesta de que si fuese necesario aumentarle, se pudiese, y luego se mandó nadie edificase en aquel espacio cosa alguna, pena de perderla. Tambien se decretó en este cabildo, que ninguno entrase en él con armas ofensivas, ni defensivas, pena de perdimiento de ellas, por evitar, que si alguna controversia se ofrecia entre los de cabildo, con ocasion de tener sus armas, no pasase á suceder alguna cosa escándalosa á la república.

Andaba ya la conquista de la provincia de Choáca (Ah Chauac Ha) muy viva por este tiempo, y sin duda la pobreza, que en esta tierra esperimentaban, por falta de las minas, movia á muchos querer salirse de ella, y algunos pedian licencia con pretesto de que salian á buscar cosas pertenecientes para permanecer en ella. Cualquiera falta era dañosa, no solo á la nueva poblacion de la ciudad, pero mas para la pacificacion de lo oriental, donde se necesitaba de gente. Nunca falta en una república quien zele el bien comun, y asi en esta ocasion el regidor Gonzalo Mendez propuso en cabildo lo siguiente. "Que esta tierra se andaba pacificando, y era nuevamente poblada, y de los naturales de ella no se tenia entero concepto, y que el dicho señor teniente de gobernador habia hecho repartimiento general, y muchos vecinos están para irse fuera de esta gobernacion, diciendo ir á cosas á ella cumplideras, sin dejar su casa poblada con una persona, armas y caballo, que sirva el mismo ejercicio que hasta allí ha servido, de lo cual se recibe notorio agravio: requeria al dicho señor teniente de gobernador, una y dos, y tres veces, y mas las que de derecho debia, no dé lugar, ni licencia, para que los conquistadores salgan fuera de la tierra, por el perjuicio que se seguia. Y si asi lo hiciese, haria lo que debia: donde no, que si algun daño sobre ello <188> se recreciese, sea á culpa del dicho teniente de gobernador, y no la suya." Pidió testimonio de este requirimiento, y oyéndolo Cristobal de San Martin, alguacil mayor, le pidió tambien. Respondió D. Francisco, que ejecutaria lo que le era pedido, y que habiendo de dar alguna licencia, daria tambien parte al cabildo, para que examinase las causas, que proponia quien la pidiese, y que si aprobasen ser justificadas, concederia licencia, y no en otra forma.

Esta resolucion se ejecutó con tanto rigor, por lo mucho que convenia no saliese ningun vecino, que pidiendo Juan López licencia para ir á Méjico por cierto herrage, y otras cosas necesarias, y diciendo, que iba por mandado del teniente de gobernador; ni aprobaron la causa, ni convinieron en que se diese la licencia, hasta que él mismo en cabildo certificó ser asi, y que él le despachaba, como en su peticion decia, y al cabo se la concedieron, con tal, que el teniente de gobernador le limitase el tiempo, segun viese que convenia. Tambien á Francisco de Arzeo, que habia sido de los primeros regidores fundadores de la Puebla de los Angeles; habia concedido el teniente (antes que se hiciese este requirimiento, y acuerdo dicho) licencia para salir fuera de esta gobernacion, y habiéndose detenido para dejar á su muger, y familia la mejor disposicion que pudiese, miéntras volvia; y aunque ya entrado el año de cuarenta y tres le habian hecho regidor de Mérida, y aunque alegó, que los gastos de la conquista le tenian alcanzado, y iba á buscar socorro, para mejor proseguir en el servicio de su Magestad, y de la ciudad misma, y que asi no se debia entender con él, pues su muger y hijos le obligarian á volver presto. Todo esto no bastó, para que se le diese licencia, sino dejaba un hombre con sus armas y caballo, para que reside (dicen) por cuanto habia de salir entónces mucha gente á la guerra, y no habia quien quedase en la ciudad. Y al mismo Francisco de Arzeo parece por el libro haberle hecho firmar esta denegacion de lo que pedia con los demas del cabildo. Con este cuidado miraban por la conservacion de la ciudad, ordenando para ella, y su gobierno lo que se ha referido en la paz, y al mismo tiempo lo necesario para la guerra, que se estaba manejando á la parte oriental, como se dice en el capítulo siguiente.

 

CAPITULO IX.

Salen de Mérida á la conquista de Choáca,

y como fueron vencidos los Cocómes de Zotuta.

Luego que D. Francisco de Montejo hizo el nombramiento de la ciudad de Mérida, y ordenó su justicia, regimiento, y demas oficios de república, como se ha dicho; dió noticia á <189> su padre el Adelantado, que entónces residia en la Ciudad Real de Chiapa del estado en que las cosas de esta tierra iban, y la ocupacion en que se hallaba con la nueva fundacion de la ciudad. El Adelantado, porque no se perdiese tiempo en lo que tanto se habia gastado, y no se cortase la hebra (como suele decirse) á los buenos sucesos, con que la pacificacion se iba mejorando: á trece dias del mes de marzo del año que se va refiriendo, de mil y quinientos y cuarenta y dos, dió su poder por ante Gaspar de Santa Cruz al capitan Francisco de Montejo su sobrino, y de quien ya se ha hecho mencion algunas veces, en que dice. "Que por cuanto para la conquista y pacificacion de las provincial de Yucatan habia proveido por su lugar-teniente de gobernador y capitan general de ellas á D. Francisco de Montejo, el cual habia poblado la Villa de San Francisco y la ciudad de Mérida, donde era necesario se ocupase á hacer repartimiento general, conforme á la provision de su Magestad, é instruccion que para ello tiene, y tiene otras cosas tocantes al servicio de su Magestad á que acudir; á cuya causa no puede ir, ni hallarse presente al poblar, conquistar y pacificar de los pueblos, y naturales, que han de servir á la Villa, que está por poblar en Conil ó mas adelante, donde se hubiere de poblar y porque para la dicha conquista y pacificacion y poblacion de la dicha Villa soy informado, que vos Francisco de Montejo soís hábil, y suficiente, y que bien y fielmente hareis lo que por mi en nombre de su Magestad vos fuere mandado. Por ende por la presente en nombre de su Magestad vos elijo y nombro por mi lugar-teniente de gobernador y capitan de la dicha Villa, que asi se ha de poblar en la provincia de Conil, ó donde mas adelante se poblare. A la cual dicha conquista vos mando, que vais con la gente de españoles y amigos, que para lo susodicho con vos se juntare. En las cuales provincias en la parte donde la Villa se hubiere de poblar en los pueblos de ella comarcanos, y en los demás, que á ella hubieren de venir á servir, podais hacer, y hagais vuestros llamamientos, y requirimientos á los naturales de los tales pueblos y provincia, para que vengan á dar la obediencia y dominio á su Magestad. Y no queriendo venir despues de ser requeridos las veces que su Magestad por su instruccion real. Provision manda, les hareis guerra con la dicha gente de españoles y amigos, que con vos se hallaren, hasta tanto, que los dichos naturales dén la dicha obediencia, y vengan de paz. Y ansi pacificados podais entrar y poblar la dicha Villa en nombre de su Magestad, en la cual despues de poblada, y nombrada podais hacer, y hagais eleccion y nombramiento de alcaldes y regidores, y escribano y de todos los demás oficiales, que os pareciere que convienen. Los cuales como dicho es, hagais y nombreis y elijais en nombre de su Magestad: y ansi elegidos, y nombrados, despues que hayan hecho <190> el juramento y solemnidad, que en derecho se requiere; todos juntos en cabildo y ayuntamiento hagais la traza de la dicha Villa, en la cual podais poner todas aquellas armas, é insignias, que en nombre de su Magestad, y para la ejecucion de su real justicia se suelen poner, que para todo lo susodicho vos doy poder cumplido en nombre de su Magestad, &c."

He referido á la letra este poder que fué dado para la pacificacion de lo oriental de estas provincias, para que conste, como las guerras, que los españoles tuvieron en ellas con los indios, estos las ocasionaron, no queriendo dar la obediencia, y que siempre fueron requeridos con la paz, que les ofrecian los españoles, como cristianos, y obedientes á los mandatos de su rey, que asi lo disponian, para seguridad de la real conciencia, á que tanto se ha atendido, desde que se descubrieron estos reinos.

Como en las nuevas fundaciones suelen haber algunas contradicciones y disgustos sobre quien ha de gobernar, ya por los oficiales de república, ya por los de guerra, para obviar todo inconveniente (como de cosa contingente) previno remedio el Adelantado, declarando en el poder mas adelante. "Que le daba por recibido, y admitido desde luego á los dichos oficios por si á caso hubiere para ello alguna contradiccion, y dándole toda su autoridad para todo lo tocante á justicia civil, y criminal, como lugar-teniente de gobernador suyo en la Villa, que habia de poblar con todos los requisitos, que segun derecho se necesitaba." Aunque como se ha visto venia esta pacificacion cometida al primo de D. Francisco, este caballero, á quien no ocupaban tanto las necesidades de la atencion al gobierno de la ciudad, y la concordia de los ciudadanos ayudaba á ello, para facilitar la materia; determinó salir con una parte de los soldados por una vanda, y que su primo Francisco de Montejo fuese por otra, para que viéndose opresos por diversas, no se juntasen en uno, y diesen la obediencia, que tanto rehusaban. Por el mes de mayo, año de cuarenta y dos, salieron de la ciudad de Mérida D. Francisco el hijo del Adelantado con su gente para la provincia de Zotuta, cuyos señores, como se ha visto, eran los Cocómes: y por la otra parte, que está mas conjunta á la mar su primo con la demas gente. Los indios de Conil. Choáca (Ah Chauac Ha), y todos los comarcanos, que comunmente llaman con nombre de Kupules, eran los mas belicosos de todo este reino, y bien se les echó de ver, pues aunque casi todo lo restante de él habia dado la obediencia, ellos permanecian indómitos, en su porfia, y estaban dispuesto á resistir la llegada de los españoles, que ya esperaban cierta, aunque no sabian el tiempo determinado de ella.

El intento de D. Francisco era llegar adonde estuviesen los Cocómes, que como mas poderosos tenian con sus persuaciones, y abrigo á los demas rebeldes, para que sujetos éstos con las armas, sino querian la paz, y buen tratamiento; los restantes con mas facilidad se sujetasen. Conoció por el camino, que necesitaba <191> de las armas por hallar alguna oposicion de indios de guerra, y con quien no se detenia mas de lo que era necesario para pasar adelante, hasta que llegó á la comarca de Zotuta. Halló á los indios con las armas en las manos, y no valiendo los requirimientos, correspondieron los españoles con las suyas, y hubieron de proceder á batalla, por estar ya los indios en campo para ella. Si bien al principio resistieron, fué poca su perseverancia para tolerar el rigor de las manos españolas, que presto los desbarataron. Comenzaron á retirarse á los montes, cuya espesura era su refugio en viéndose perdidos. Siguieron la victoria los nuestros, y yendo una tropa de soldados en alcance de otra de fugitivos, con el calor de la guerra, Alonso Rosado menos atento á lo que pudo sucederle, se apartó de sus compañeros, tanto, que se halló perdido en la espesura de los montes, sin mas recurso, que á sus manos y diligencia, sin camino ni vereda que le guiase, para volver al ejército, ni quien le pudiese defender de la multitud de indios, que el vencimiento tenia desparramados por aquellos montes. Juntóse despues el ejército, y aunque se hallaron pocos heridos, y esos sin riesgo, faltó Alonso Rosado, que por entónces entendieron algunos habria sido muerto. Sabiendo D. Francisco del alcance en que se habia empeñado, por si en él se habia perdido, ó era tiempo en que le pudiesen socorrer; envió dos escuadras de infantes con algunos caballos, que le buscasen por diferentes partes salieron, pero aunque con toda solicitud le buscaron, no le hallaron, con que volvieron al ejército sin él, y todos le tuvieron ó por muerto ó por preso en poder de los indios para ser indigna víctima de sus abominables sacrificios, y sentian, que entre todos hubiese sido desgraciado. Detuviéronse alli, y pasados dos dias, cuando ya no le esperaban, llegó al real, habiéndole valido su cautela, con que ocultándose con la espesura de el monte á algunas tropas de indios que descubrió en estos dos dias, se libró de tan manifiesto peligro, aunque admiró verle sin heridas, si bien traspasado con la fatiga de la hambre y sed que habia padecido.

Por la otra parte el capitan Francisco de Montejo, y los que con él iban, no hallaron mejor resistencia en los indios, que siempre estaban inquietos; nunca parece daban la obediencia de voluntad, forzados con las armas se sujetaban, que fuera nunca acabar referir los encuentros todos que tuvieron. Juntáronse los dos capitanes, habiendo D. Francisco sosegado la parte del señorio de los Cocómes, y procedian pacificando lo restante para poder con seguridad fundar la nueva Villa en Conil, en que gastó D. Francisco algunos meses por la resistencia que hallaban, y por cuya causa, como se ha visto el cabildo de la ciudad de Mérida, con tan singular cuidado zelabe, que no se diese licencia para salir de esta tierra á español alguno. Dejando ya aquello en buen estado, aunque no <192> de todo punto pacifico, volvió á la ciudad de Mérida, donde iba sucediendo lo que en el capítulo antecedente queda referido, con que cumplió aquel año.

Primero dia del de mil y quinientos y cuarenta y tres, se juntó el cabildo de la ciudad de Mérida, para elegir nuevos alcaldes y regidores, en cuya propuesta que hicieron, hubo alguna variedad, y convinieron de hacer remision de la eleccion, como la hicieron en el teniente de gobernador y justicia mayor D. Francisco, "para que escoja y nombre (dicen) los que viese eran mas convenientes para ejercer el bien de la república, conforme á lo que su Magestad manda, á lo cual encargaban su conciencia, y todos juntos á una voz le requirieron hiciese aquel dia el nombramiento, sin poner dilacion alguna. Asi luego inmediatamente dijo el justicia mayor. Que en cumplimiento de ello, y como era uso y costumbre, y su Magestad mandaba, señalaba y nombraba de entre los propuestos para alcaldes á Pedro Alvarez y á Gonzalo Mendez, y por regidores á Gaspar Pacheco y Francisco de Bracamonte, que acababan de ser alcaldes, á Francisco de Arzeo, Francisco Tamayo, Melchor Pacheco, Juan de Sosa, Rodrigo Alvarez, Juan Bote, Hernan Muñoz Baquiano, Estevan Yñiguez Castañeda, Julian Donzel, y Juan de Salinas;" y confirmándolos, se les entregaron las varas á los alcaldes, y todos hicieron el juramento acostumbrado, y los demás quedaron gustosos con la nueva justicia y regimiento. A tres del mismo mes nombraron por procurador á Pedro de Chavarria, con autoridad de sostituir su oficio en cuantos fuese necesario, y despues á catorce, tomando cuentas á su antecesor halló en su poder solos doce pesos de oro de minas pertenecientes al consejo, y estos de tres sentencias, y con ser tan corta cantidad aun la tenia en conocimientos, que otros habian hecho, obligándose á pagarlo por ellos, y eran para las obras públicas de la ciudad. Tan corta ha quedado en tener algunos propios, que para las fiestas y necesidades públicas que se ofrecen, es forzoso, que el gasto le hagan los del cabildo de sus haciendas, y recurrir á personas particulares que ayuden. No hay que admirar, siendo esta tierra tan poco á proposito, y no habiendo haciendas en que perpetuar rentas para esto, que los conquistadores no lo asentasen. {o pueden los fundadores de una república dejar todas sus cosas en la perfeccion que pide.

 

CAPITULO X.

Tratase de vender indios esclavos para fuera de Yucatan,

y no se dió licencia para ello.

Aunque no he visto desde cuando haya entrado Alonso Pacheco en el oficio de contador del rey, ya lo era este segundo <193> año de la fundacion de la ciudad de Mérida, y como persona por cuya cuenta corria tenerla de los intereses reales, á 19 de enero pidió en cabildo por peticion presentada, que de los esclavos, que de alli adelante se hiciesen y herrasen en esta provincia y gobernacion, ante todas cosas fielmente mandasen sacar el quinto para su Magestad, segun las ordenanzas y fueros, que sobre esto estaban hechos. Y asimismo quintasen, y mandasen quintar todas las otras cosas de que el rey debia haber quinto, y que de todas se diese á los presentes oficiales reales, como se habia hecho en aquel consistorio (asi dice) juntamente con el parecer del muy magnifico señor D. Francisco de Montejo, capitan general y teniente de gobernador. Que de hacerlo asi, harian lo que debian, donde no les protestaba el requirimiento, y para que nunca le parase perjuicio, pedia dél testimonio. Respondióle el cabildo, que lo que pedia era cosa tocante á gobernacion, y consiguientemente al teniente de gobernador y capitan general, que no estaba presente para responder, que cuando estuviese en cabildo, sobre lo que proveyese en órden á lo pedido, dirian su parecer, con que no se resolvió cosa alguna en esta materia aquel dia. aunque los presentes, que eran los dos alcaldes y seis regidores, firmaron su respuesta, porque los demás se ocupaban en algunas salidas para tener con sosiego las comarcas de la ciudad, y principalmente en la pacificacion de lo oriental, donde como se ha dicho, se andaba trabajando, y habian comprometido en los presentes para determinar lo que de nuevo se ofreciese.

Ya que se ha tocado esto de los esclavos, me pareció decir lo que acerca de ello pasó en el discurso de este año en Mérida. Porque de los habidos en guerra, segun la capitulacion licenciaba; pretendian los vecinos valerse, vendiéndolos fuera de esta tierra, para pagar sus deudas y socorrer otras necesidades. Estaban tan empeñados, que faltando dineros, como no hay minas, y no queriendo los acreedores recibir los géneros de la tierra, porque no se labraba ó tejia buena ropa como ahora) despues que los españoles han enseñado mejor á los indios, y asi decian, no tener salida de ella: á veinte y nueve de diciembre de el año pasado, hizo el cabildo un decreto, en que dice: "Que por no haber oro, ni plata, y querer cobrar en esto los acreedores, los conquistadores y pobladores recibian agravio, é si se hubiese de llevar á ejecucion venian á darlo que vale diez por uno. Lo cual por nos visto, queriéndolo proveer con justicia, mandamos, que pasen en los dichos pagamientos, ropa de algodon, que en esta tierra se hace, porque así conviene á la paz y conformidad de los dichos conquistadores y pobladores, y al bien y pro comun de la dicha ciudad. Y mandaron á las dichas justicias, que ahora son, ó fueren de aqui adelante, lo manden pagar en la manera susodicha, apremiando á cualesquiera acreedores, que reciban asi las dichas <194> pagas, &c." Y alli señalan la ropa y el precio con que se hubieron de convenir unos y otros, porque aunque los acreedores quisieran, segun el concierto, sus pagas en oro, no lo habia, como con verdad decia el cabildo en su provehimiento.

Este les habia valido para componer lo pasado, pero por el mes de agosto siguiente, llegó un navio al puerto de Campeche con ropa y provisiones de Castilla, de que necesitaban mucho los conquistadores, que se hallaban faltos, asi de dineros, como de grangerias ó rescates de la tierra. Habiéndose tenido noticia de su llegada en Mérida, y deseando proveerse de lo que necesitaban: Pedro de Chavarria, como procurador general, á catorce de agosto, presentó en cabildo una peticion, en que decia. "Que procurando el bien comun de la ciudad, parecia ante sus mercedes, por cuanto á su noticia habia venido, que en el puerto de Campeche estaba surto un navio, que venia á la contratacion de esta tierra, asi para llevar esclavos de ella, como las muestras de las grangerias que tenia, y que habia traido cantidad de ganados y otros alimentos convenientes á los vecinos pobladores de estas provincias, los cuales el maestre de el navio no habia vendido, ni queria vender, asi por no haber de presente ropa de la tierra que le dar, como ni oro, ni plata, con que pagárselo á causa de la pobreza de esta tierra." Este inconveniente decia, que se podia evitar con que los esclavos, que en esta gobernacion estaban detenidos, de que no se seguia ningun provecho á los que los tenian, ni á las provincias comarcanas á la ciudad, porque algunos se soltaban, y huyéndose iban haciendo alborotos, y amotinando pueblos. Que este inconveniente se evitaria, si el teniente de gobernador diese lugar á que los esclavos saliesen de estas provincias, y se seguiria otro mayor bien, que seria, que el navio llevase muestra de ellos (segun esta propuesta, no se habian enviado á barrisco, como se dice) y la fama de que esta tierra estaba poblada, y que habia en ella con que poder pagar las mercaderias se dilatase, y estendiese. Pedia que esto se hiciese conforme al órden que el rey tenia dado, en que mandaba, que concurriendo el parecer de la justicia, oficiales y prelado eclesiástico, que obligasen por conveniente; se podian sacar esclavos libremente y sin pena alguna para las islas, y otras partes de la Tierra firme. Requirió al cabildo hiciese parecer al teniente de gobernador, y que hecha junta, como en la provision real, que presentaba, se mandaba: se determinase lo que pedia, pues era tan en provecho de esta tierra, y que de no venir en ello, le hiciesen todos los pedimientos, requirimientos y protestaciones á la ciudad convenientes. Y que protestaba de quejarse del cabildo, como de personas que no procuraban el bien comun de esta tierra, y que para mas firmeza de su peticion, hacia presentacion de la real provision que alegaba, la cual estaba en poder de Rodrigo Alvarez, escribano de gobernacion, <195> que y todo lo que se proveyese, se le diese por testimonio.

Recibió el cabildo la peticion de su procurador, y á diez y ocho de Agosto mandaron á Rodrigo Alvarez, que exhibiese la provision real, de que en ella se hacia relacion, y á Juan de Porras escribano del cabildo, que les diese un traslado del capítulo tocante á los esclavos, que se alegaba. Era la provision del Sr. emperador Cárlos Quinto de gloriosa memoria, cuya determinacion decia asi. "Otrosi, permitimos (nótese este término) que concurriendo el parecer de la justicia, oficiales, prelado, ó religioso, para que convenga sacar de la tierra algunos indios, que se cautivaren por esclavos, guardada la forma susodicha, los puedan sacar, é contratar á las islas,y las otras partes de Tierra firme, que para ellos fuere declarado, sin embargo de la prohibicion de lo en estas ordenanzas contenido." Este era el permiso, que el augustísimo emperador tenia dado, pero era del año de mil y quinientos y treinta y cuatro, en Toledo á veinte de Febrero. Íbase esta materia, como tan grave, estrechándose mas cada dia. saliendo siempre órdenes reales, dirigidas á la mayor libertad de los indios, y á sacarlos de toda forma de esclavitud, que no fuese muy justificada y conforme á todo derecho. Hizo notorio el cabildo el requirimiento referido al teniente de gobernador D. Francisco de Montejo, á tiempo que ya habia echado un bando, y pregon en la ciudad, que no se sacasen fuera de ella esclavos algunos sin su órden y licencia, porque con las necesidades que tenian, debian de prevenirlos, entendiendo se tomaria resolucion conforme á lo pedido.

Viendo que el bando pregonado no daba á entender, que se conseguiria la pretension propuesta; requirió el cabildo á D. Francisco (aunque con mucha cortesia) diciendo. "Que el decreto era alterado, y á esta tierra no cumplidero, siendo, como era en contra de lo que su Magestad tiene mandado, y que si no renovaba el decreto, la ciudad y pobladores padecerian trabajo, porque el navio que se ha dicho, habia venido á ver si ya habian poblado, y que muestras de grangerias habia en esta tierra, para traer á ella las mercaderias necesarias, y que esto cesaria, no habiendo licencia para sacar esclavos, porque por otra cosa desta tierra, no querian darlas, y que esta tierra quedaba perdida, si los ganados y demás cosas se volvia el navio con ellas, y lo que peor era, que con la noticia que llevase de la pobreza que habia; no vendria otro con las que tanto necesitaban, y esta provincia quedaria perdida, y el trabajo de haberla conquistado seria en vano, pues parecia, que de necesidad se despoblaria, estando tan faltos de géneros de Castilla sin que no podian pasar los españoles." Protestáronle, que se quejarian al rey, como de juez que no cumplia y obedecia las reales provisiones, y que todos los daños y pérdidas, que á esta tierra viniesen, por no dar la licencia que le pedian, lo cobrarian de sus bienes del teniente de gobernador y capitan general <196> que la negaba, y pidieron al escribano que presente estaba, testimonio de el requirimiento y protestacion que le habian hecho. Habiéndolo oido D. Francisco, no dijo por entónces otra cosa mas de que les responderia, con que se salieron de cabildo.

Pasaron tres dias, y D. Francisco no daba respuesta, ni se resolvia á cosa de lo que se le habia pedido, y asi juntando cabildo á 21 del mismo mes, determinaron hacerle otro requirimiento, y hablando con el escribano le dijeron. "Escribano, que presente estais, dadnos por testimonio escrito en el libro de nuestro cabildo, signado de vuestro signo, firmado de vuestro nombre, como pedimos, é requerimos al señor teniente de gobernador, que presente está, siendo llamado á nuestro ruego, que responda al requirimiento, que el cabildo pasado hicimos, con protesta, que de nuevo le hacemos, que si calladamente se eximiere del cumplimiento de lo que le estaba pedido: el cabildo y ciudad á su costa enviará á los reinos de España á quejarse de su merced, como de teniente de gobernador, que no provee las cosas que tocan á la poblacion y bien de los vecinos, con lo demás que en el requirimiento primero le habian protestado." Respondió el teniente, como la primera vez, tan solamente, que lo oia, y viendo los del cabildo, que no respondia abiertamente, y con claridad á lo que se le pedia; reclamaron diciendo. Que por si, y en nombre de la república volvian á requirirle con la provision y protestas, que le tenian hechas. Con estos aprietos, que de parte del cabildo se hacian á D. Francisco; pidió que le enseñasen el capítulo de la provision, con que le requerian, y habiéndole visto, dijo: Que conforme á ella, haria llamamiento y junta de la justicia, prelado y oficiales, para que se ejecutase lo que por ellos fuese acordado, y que de todo haria sabidor al cabildo, pero que en las protestas no consentia en todo ni en parte, para que le pudiesen parar perjuicio, y firmó esta respuesta. Con todos estos aprietos referidos no parece haber conseguido la licencia que se pedia, para vender los indios esclavos fuera de la tierra, porque en todo lo restante de aquel año no hay escrito alguno por donde conste, que la junta mandada en la real provision y prometida en aquel cabildo, se haya hecho, ni tratadose mas de el caso, como cosa que no se debió de determinar, dado que para ello hubiese junta, por donde se echa de ver habia ya en esta tierra gran modificacion en lo tocante á esto, y que comenzaban ya á ejecutar las nuevas leyes dadas en Barcelona á veinte dias de el mes de Noviembre de el año antecedente de mil y quinientos y cuarenta y dos, que aun no podian estar publicadas, y que cuando lo fueron, llenaron de afliccion y tristeza estos reinos todos, y entre ellas habia un capítulo, que decia. "Iten ordenamos y mandamos, que de aqui adelante, por ninguna causa de guerra, ni otra alguna, aunque sea so título de rebelion, ni por rescate, ni de otra manera, no se pueda hacer <197> esclavo indio alguno: y querémos que sean tratados como vasallos nuestros de la corona de Castilla, pues lo son. Y en otro siguiente se dice. De aqui adelante por ninguna via se hagan los indios esclavos, asi en los que hasta aqui se han fecho contra razones y derecho, é contra las provisiones é instrucciones dadas." En este capítulo se mandó poner en libertad los que no mostrasen sus dueños título con que legítimamente los poseian. Pero los de esta tierra parece podian mostrarle, segun lo capitulado y rebeldia de los indios para los esclavos precedentes á este tiempo, aunque no ya para las guerras desde él.

COGOLLUD.TM1 Continued
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