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Combined Dictionary-Concordance of the Yucatecan Mayan Language
Iesus Mariae fillus sit mihi propitias, et clemens ne timeas a facie eoram, quia ego tecum sum, ut eruam te dicit Dominus: Hyerum: primero.
Como el corazón del hombre (según la luz de la Iglesia Agustino) nunca descansa, hasta llegar a su legítimo centro que es Dios: fecisti nos Domine ad te, et inquietum est cor nostrum donec requiescamus in te: y el mío desde la primera jornada a estas conversiones, había quedado con inquietud bastante; tanto por los óbices que al bien espiritual de aquellas almas, a quienes íbamos a buscar ocurrían con el quebrantamiento de humanas y divines leyes, como latamente en la primera parte lo traté; cuanto por la oposición que a mi fiel obrar la tirana adulación hizo, queriendo que los excesos de la maldad fuesen sombreados con la capa del ministerio evangélico que a mi cargo tenía; mas no admitiéndolo yo por el temor que a Dios debía, llegó dicha adulación a manchar mis escritos testimoniados y auténticos con el juramento del notario apostólico que se me había dada, como dando a entender que cuanto yo había escrito en la relación primera era mentira. Arguyendo para <17v> su verdad el poco fruto que se había hecho, porque no habíamos bautizado por entonces más que cincuenta y dos almas en diez pueblos que habían los soldados cogido; como si la culpa de la cavilosa codicia que espantaba aquellas almas en dichos pueblos, poblados con particulares fines de sus intereses, sin dar luger a que los ministros evangélicos entrásemos primero con la embajada de la ley de Dios, tuviera alguna cabida con nosotros, que antes eso era lo que reprehendíamos, con que así por lo dicho, como por las muchas aguas que imposibilitaban el progreso del viaje con algún riesgo de la vida aunque retrocedió el cuerpo por entonces el peso, no dio paso el espíritu inretrogreso; pues esperaba en Dios, que era el motor de mis pasos, que en ocasión más oportuna daría el espíritu en el dicho espiritual progreso, los pasos que tanto deseaba.
Con este espiritual consuelo, me volví a la provincia adonde estave hasta el día cuatro de octubre en que por noticias había escrito un español vecino de la villa de Vacalar (Bak Halal) llamado Francisco de Ariza al godernador como la nación de los gentiles ytzáes que por todos los de guerra eran ochenta mil indios a una embajada casual que les envío de que si querían ser amigos de los españoles; y abrazar la fe de Jesu Christo; dice que sin óbice alguno le respondieron que sí. Como el gobernador a esta sazón se halla con la empresa de abrir al camino de esta provincia para la de Guathemala, y no muy distante lo último que se iba abriendo de dicha nación de los ytzáes, alegróse mucho con tal nueva y la hizo notoria a todos, y entre ellos, a nuestro pielado superior para que diese algunos religiosos que fuesen a la dicha empresa. Como yo me hallaba ya con la patente de comisario misionero, y mi prelado sabía lo disgustado que había quedado el viaje pasado por el poco fruto, cuyo óbice ya dije había sido la demasiada codicia de los que <18r> gobernaban a los soldados, por cuya causa con ellos jamás volvería a la conversión, aunque sin armas siempre estaba pronto. Sabiendo todo esto mi prelado ine llamó anunciándome por muy folices nuevas el suceso, y que ya estaba en mi mano el lograr lo que tanto habia deseado que era ir a dichas conversiones de los gentiles ytzáes solo sin el óbice de soldados ni el estrépito de las armas. Yo, que por la santa obediencia estaba leido en la tabla capitular, así como la primera vez dije que mi voluntad no podía desatar los vínculos de la obediencia que ejercía, que otra obediencia, sí podía soltarlos: con esta respuesta, conoció el gusto que yo tema de ir, y me mandó por santa obediencia fuese a dicha empresa; admitíla gustoso, mas como la primera vez conocí los óbices que el demonio puso, y los que ahora podría ponerme sino para impedir el paso que yo llevaba con el auxilio de Dios por lo menos retardar el suceso, por oposición de los hombres capitanes, asistentes en el camino por donde yo había de pasar con la embajada de parte del gobernador y en nombre del rey nuestro señor; en respuesta de aquella carta arriba dicha: para evitar, pues, todo inconveniente, a la felicidad que podía dar Dios a nuestro viaje, pedí al señor gobernador los instrumentos siguientes: Don Martín de Vrssua y Arismendi, gobernador y capitán general de est as provincias de Yucatthán por Su Majestad etc.: Por cuanto el reverendo padre predicador fray Andrés de Avendaño, comisario de los religiosos que van a la conversión de los indios infieles que asisten entre estas provincias y las de Guathemala, está de próximo para dicha jornada, y conviene se les asista con todo lo necesario de caballos, y otras cosas para alla: por tanto, por el presente ordeno y mando al capitán Alonsso Garçía de Paredes, que lo es <18v> a guerra del partido de Çahcabchhen (Zahcab Chheen) y regidor perpetuo de la villa de Campeche y mi teniente de capitán general de dicha jornada y abrir el camino que de esta dicha provincia va a la referida de Guatemala, para su comunicación, que vista este despacho dé, y haga dar al dicho reverendo padre comisario y demás religiosos que van en su compañía a dicha reducción todos los caballos indios, y avío de las demás cosas que necesitaren para dicho efecto, sin poner en ello embarazo ni impedimenta alguno, por ser tan del servicio de ambas majestades. Fecha en la ciudad de Mérida en diez de diciembre de mil seiscientos y noventa y cinco años = Don Martin de Vrssua y Arismendi = Por mandado del señor gobernador y capitán general = Francisco de Ávila.
Don Martin de Vrssua y Arismendi, gobernador y capitán general de estas provincias de Yucatthán, Cosumel y Tauasco por el rey nuestro señor etc.: Por cuanto tango nombrado por mi teniente de capitán general, al capitán Alonsso Garçía de Paredes, que lo es a guerra del partido de Çahcabchhen (Zahcab Chheen)y regidor perpetuo de la villa y puerto de San Francisco de Campeche, para el camino que se está abriendo, para que estas provincias se comuniquen con las de Guatemala, y reducir al gremio de nuestra santa madre Iglesia los indios infieles que habitan en estas y ias referidas provincias y porque me hello con noticias ciertas de que Su Majestad (que Dios guarde) tiene expedidas diferentes cédulas a mi favor, en orden al empleo, referido, en que se está entendiendo, y conviene que el dicho capitán Alonso Garçía de Paredes en dicha jornada observe, guarde, cumpla y ejecute lo que Su Majestad tiene dispuesto en semejantes casos, como se declare por una real provisión, despachada en grabada a los diez y siete de noviembre del año pasado de mil quinientos y veinte <19r> y seis; cuyo tenor a la letra es como se sigue:
Don Carlos por la divine gracia emperador semper augusto, y Doña Juana, su madre por la misma gracia, reyes de Castilla, de León, de Aragón, de las dos Sicillias, de Jerusalén, de Portugal, de Navarra, de Granada, de Toledo, de Valencia, de Galicia, de Mayorca, de Sevilla, de Serdeña, de Córdoba, de Córcega, de Murcia, de Jaén, de los Algarves, de Algizira, de Giblartar, de las isles de Canaria, de las isles y tierra firma del mar océano, conde de Flandes y de Tirol etc. = Por cuanto nos somos certificados notorio, que por la desordenada codicia de algunos de nuestros súbditos, que pasaron a las nuestras isles y tierra firme del mar océano por el maltratamiento, que hicieron a los indios naturales de ellas dichas isles y tierra firme así en los grandes y excesivos trabajos que les daba, teniéndolos en las minas para sacar oro, y en las pesquerías de las perlas, y en otras labores granjerías, haciéndolos trabajen excesiva e inmoderadamente, no les dando el vestir, ni el mantenimiento necesario para su sustentación de sus vidas, tratándolos con crueldad y desamor mucho como si fuesen esclavos. Lo cual todo ha sido y fue causa de la muerte de gran número de los dichos indios en tanta cantidad que muchas de las islas y parte de tierra firme quedaron yermas y sin población alguna de los dichos indios naturales de ella y que otros viniesen, y se fuesen, y se ausentasen de sus propias tierras y naturalezas, se fuesen a los montes y otros lugares para salvar sus vidas, y salir de la dicha sujeción y maltratamiento, lo cual fue tan gran estorbo a la conversión de dichos indios a nuestra santa fe católica y de no haber venido todos ellos <19v> entera y generalmente en verdadero conocimiento de ella, de que Dios Nuestro Señor es muy de hacerse a procurar que por lengua de intérpretes que entiendan los indios y moradores de la tal tierra e islas digan y declaren como nos les enviamos, para les enseñar buenas costumbres y apartarlos de [los] vicios de comer carne humana e instruirlos en nuestra santa fe y predicársela para que se salven, y a traerlos a nuestro servicio, para que sean tratados muy mejor que lo son y favorecidos y mirados como los otros nuestros súbditos cristianos, y les digan todo lo demás que fuere ordenado por los dichos Reyes Católicos cuales habían de ser dicho manifestado [y] requerido, y mandamos que lleven el dicho requerimiento firmado de Francisco de los Cobos, nuestro secretario y del nuestro consejo, y que se lo notifiquen y hagan entender particularmente por los dichos intérpretes, una, dos, y más veces, cuantas pareciere, a los dichos religiosos, y clérigos, que convinieren, y fueren necesario, para que lo entiendan, por manera que nuestras conciencias queden descargadas; sobre lo cual encargamos a los dichos religiosos y clérigos descubridores y pobladores sus conciencias = Otrosí mandamos, que después de hechas dadas a entender la dicha amonestación y requerimiento a los dichos indios, según y como se contiene en el capítulo supra próximo; si viéredes que conviene, y es necesario para servicio de Dios y nuestro y seguridad vuestra, y de los que en adelante hubieren de vivir y morar en las dichas islas y tierra firme, de hacer algunas fortalezas <20r> o casas o llanas para vuestras moradas, procuraran con mucha diligencia y cuidado de las hacer en las partes y lugares donde esté mejor y se pueda conservar y perpetuar procurando que se hagan con el menos daño y perjuicio que ser pueda, sin les herir ni matar por causa de las hacer, y sin les tomar por fuerza sus bienes ni hacienda; antes mandamos que les hagan buen tratamiento y buenas obras y les animen y alleguen, y traten como a próximos, de manera que por ello, y por ejemplo de sus vidas de los dichos religiosos y clérigos, y por su doctrina, y predicación e instrucción vengan en conocimiento de nuestra fe y en amor y gana de ser nuestros vasallos y de estar y perseverar en nuestro servicio, como los otros nuestros vasallos súbditos y naturales = Otrosí mandamos que la misma forma y orden guarden y cumplan en los rescates y en todas las otras contrataciones que hubieren de hacer e hicieren con los dichos indios sin les tomar por fuerza, ni contra su voluntad, ni les hacen mal ni daño en sus personas y dando a los dichos indios por lo que tuvieren y los dichos españoles quisieren haber satisfacción [y] equivalencia de manera que ellos queden contentos = Otrosí mandamos que ninguno pueda tomar ni tome por esclavo a ninguno de los dichos indios, so pena de perdimiento de todos sus bienes y oficio, y ministra a las personas a lo que la nuestra merced fuere salvo en caso que los dichos indios no consintiesen que los dichos religiosos y clérigos estén entre ellos y los instruyan a buenos usos y costumbres, y que les prediquen nuestra santa fe católica y que no quisieren darnos la obediencia y <20v> no consintieren, resistiendo y defendiendo con mano armada que no se busquen minas ni saquen de ellas oro y los otros metales que se hallaren en estos casos. Permitimos que por ello, y en defensión de sus vidas y bienes, los dichos pobladores puedan con acuerdo hacer de los dichos religiosos y clérigos siendo conformes y firmándolos de sus nombres a hacer guerra y hacer en ella aquello que los derechos que nuestra santa fe y religión cristiana permitan y manden que se haga y pueda hacer en otra manera ni en otro caso alguno so la dicha pena = Otrosí mandamos que los dichos capitanes ni otras gentes no puedan apremiar, ni compeler a los dichos indios que vayan a las dichas minas de oro ni otros metales, ni a pesquerías, ni otras granjerías suyas propias, so pena de perdimiento de sus oficios y bienes para nuestra cámara, pero si los dichos indios quisieren ir a trabajar de su voluntad, bien permitimos que se puedan servir y aprovechar de ellos como de personas libres tratándoles como tales, no les dando trabajos demasiados, teniendo especial cuidado de los enseñar en buenos usos y costumbres y apartarlos de los vicios y de comer carne humana y adorar los ídolos del pecado y delito contra naturaleza y de los traer a que se conviertan a nuestra fe y vivan en ella, y procurando la vida y salud de los dichos indios como de las suyas propias, dándoles y pagándoles por su trabajo y servicio lo que merecieren y fuere razón haber considerada la calidad de sus personas y condición de la tierra y a su trabajo, siguiendo, cerca de todo esto el parecer de los dichos religiosos y clérigos; de lo cual todo, y en especial el buen tratarniento de los dichos indios, les mandamos que tengan particular cuidado, de manera que ninguna cosa se haga con cargo, y peligro de nuestras conciencias y sobre ello les encargamos las suyas, de manera que contra el voto y parecer de los dichos religiosos y clérigos no puedan hacer, ni hagan cosa alguna de las susodichas <21r> contenidas en este capítulo y en los otros que disponen la materia y orden que han de ser tratados los dichos indios = Otrosí mandamos que si, vista la calidad o condición y habilidad de los dichos indios, pareciere a los dichos religiosos y clérigos que es servicio de Dios y bien de los dichos indios que para que se aparten de sus vicios, y especial del delito, ebefando, y de comer carne humana y para ser instruidos y enseñados en buenos usos y costumbres y en nuestra fe y doctrina cristiana, y para que vivan en policía, conviene, y es necesario, que se encomienden a los cristianos, para que se sirvan de ellos como de personas libres, que los dichos religiosos y clérigos los puedan encomendar, siendo ambos, conformes según y de la manera que ellos ordenaren, teniendo siempre respeto al servicio de Dios, bien y utilidad y buen tratamiento de los dichos indios y a que a ninguna cosa nuestras conciencias puedan ser encargadas, de lo que hiciéredes y ordenáredes sobre lo cual les encargamos que ninguna no vaya ni pase contra lo que fuere ordenado por los dichos religiosos y clérigos en razón de la dicha encomienda, so la dicha pena y que con el primero navío que viniere a estos nuestros reinos nos envíen los dichos religiosos la información verdadera de la calidad y habilidad de los dichos indios, y relación de lo que cerca hubieren ordenado, para que nos lo mandemos ver en el nuestro Consejo de las Indias, para que se pruebe y confirme lo que fuere justo en servicio de Dios, y bien de los dichos indios, y sin perjuicio y cargo de nuestras conciencias y lo que no fuere tal, se encomiende y se provea como convenga al servicio de Dios y nuestro, sin daño de los dichos indios y de su libertad <21v> y vidas y se excusen los daños e inconvenientes pasados. = Item, ordenamos y mandamos, que los dichos pobladores, conquistadores que con nuestra licencia ahora y de aquí adelante fueren a rescatar y poblar y descubrir dentro de los límites de nuestra demarcación, sean tenidos y obligados de llevar la gente que con ellos hubiere de ir a cualquier de las dichas cosas de estos nuestros reinos de Castilla y de las otras partes, que no fuere expresamente prohibido, sin que puedan llevar ni lleven de los vecinos y moradores y estantes, en las islas y tierra firme del dicho mar océano, ni de alguna de ellas, sino fuere una o dos personas, en cada descubrimiento para lenguas y otras cosas necesarias, a los tales viajes so pena de perdimiento de la mitad de todos sus bienes para la nuestra cámara y poblador y conquistador y maestre que los llevare sin nuestra licencia expresa la guardando y cumpliendo los dichos capitanes y oficiales y otras gentes que ahora y de aquí adelante hubieren de ir y fueren con nuestras licencias a dichas poblaciones, rescates y descubrimientos, hayan de haber y gozar, y gocen y lleven los salarios equitaces provechos y gracias, y mercedes, que por nos y en nuestro nombre fuere con ellos asentado, y capitulado, lo cual todo por esta nuestra carta prometemos de los guardar y cumplir, si ellos guardaren y cumplieren, lo que por nos en esta nuestra y mandamos y no lo guardando, y cumpliendo, o viniendo, y pasando contra ello, o contra alguna parte de ello, de más de incurrir en las penas, de suso contenidas, declaramos y mandamos, que hayan perdido, y pierdan todos los oficios de mercedes de que por el dicho asiento, y capitulaciones habían de gozar. Dada en Granada a diez y siete días del mes de noviembre de mil y quinientos y veinte <22r> y seis años = Yo el rey = Yo Francisco de los Cobos secretario de su señoría y Católicas Majestades la hice escribir por su mandadod = Mercurín = Chanciller = frater gratia episcopus ex omne = Doctor Beltrán episcopas civitatencie = Registrada Juan de Samana Bibina = Por chanciller = Por tanto, por la presente ordeno y mando al dicho capitán Alonsso Garçía de Paredes vea el dicho real despacho que, inserto y en su cumplimiento, observe, guarde, cumpla, y ejecute lo dispuesto por Su Majestad sin ir ni pasar en manera alguna contra su tenor y forma, so las penas contenidas a los que contravinieren a ello. Hecho en la ciudad de Mérida en diez días del mes de diciembre de mil y seiscientos y noventa y cinco años = Don Martin de Vrssua y Arismendi = Por mandado del señor gobernador y capitán general Francisco de Ávila. Concuerda este traslado con el despacho original de que va hecha mención a que me refiero que entregue al señor gobernador y capitán general de estas provincias y de cuyo mandato hice sacar este testimonio para entregar al reverendo padre fray Andrés de Avendaño comisario de los religiosos que van a la conversión de los indios infieles, que habitan entre estas provincias y las de Guatemala, y va cierto y verdadero, escrito en seis hojas con ésta, el primero pliego de papel del sello cuarto y lo demás común, y fueron testigos a lo ver corregir y concertar el alférez don Joseph de Solis y Gregorio de Segura, vecinos de esta ciudad que es hecho en ella en diez días del mes de diciembre de mil seiscientos y noventa y cinco años = Hago mi signo en testimonio de verdad = Francisco de Ávila.
Con todos estos instrumentos, y la bendición de mi prelado, me partí, en el nombre de Dios de esta ciudad de Mérida, el día hace de diciembre <22v> de este año de seis cientos y noventa y cinco en compañía de mis padres compañeros que fueron el padre predicador fray Antonio Peres de San Román quien también me acompañó en la primera jornada; el padre predicador fray Joseph de Jesús Maria que de la otra misión del reverendo padre comisario fray Juan de Chaves, siendo su notario apostólico con la bendición y beneplácito del prelado superior, se pasó a mi misión, y el padre predicador fray Diego de Echavarría con un donado de la Santa Recolección: todos los cuales unidos en el amor de Dios, y caridad ardiente de rescatar las almas de aquellos infieles y gentiles ytzáes del poderío de satanás en que por su idolatría de tantos siglos estaban metidos, fuimos por los mismos pesos, y parajes que la primera vez hasta que llegamos a un pueblo de la nación de los cehaches llamado Batcab, en el cual encontramos al general Alonsso Garçía de Paredes con un capitán llamado don Pedro de Zuviaur; y [un] ingeniero o piloto que iba para la dirección del rumbo a que se iba abriendo el camino de esta provincia a la de Guatemala = El día siguiente que fue el de los santos reyes a seis de enero de este año de noventa y seis dije misa la cual oyó el ejército. Después de la cual salimos del pueblo para Chuntucí de la dicha nación de los cehaches que hay cuatro leguas de muy males caminos para en tiempo lluvioso, por los muchos anegadizos y peligrosos que hay en ellos, de unos parajes, que llaman en esta lengua akalchees (akal che) o hulbalex (hul haal), y en la castellana pantanos. Consta asimismo dicho camino de dos ríos a la primera legua, uno pequeño que no es permanente mas que en tiempo de aguas, como una aguada que en media camino se halla a la falda de una sierra que se sube en tiempo lluvioso con algún trabajo, aunque si lo es el otro río que cerca de las tres leguas se halla, cuya agua aunque es algo pesada, porque dicen es río de cobre, por eso mismo es muy <23r> fría y cría muy buenos paces, aunque no muy grandes, a la legua y media de este río, está dicho pueblo de Chuntucí que sólo consta de hasta echo casas juntas aunque hay otras muchas, en milperías distantes poco más o menos como media legua en circuito.
Salimos de dicho pueblo de Chuntucí al rumbo del sur, distancia de una buena legua, donde hay un grande anegadizo, o aguada, que en esta lengua le llaman Nohçib, en cuyo media se descubre una grande aguada que sin duda es origen o causa de algún gran río, de los que salen a la Laguna de Términos. A la media legua siguiente dimos con un pequeño cristalino río, que se dejaba entender tener su origen cerca de allá al oriente de un grande anegadizo, que se divisaba a la otra banda de este riachuelo como seis cuadras, descubrimos una confusa sendecilla al rumbo del sudeste, la cual siguiendo sin recelo, aunque armadas, con viva fe nos arrojamos siguiéndola por aquellos montes sin temer naufragio alguno, rezando el in exitu Isrrael de Egipto para imitar en su victoria, a los isrraelitas que por las ondas del Mar Bermejo pasando consiguieron. Seguimos dicha senda por alguna distancia con que dimos con el batchee (bat che) o señales que nos confirmó ser aquél el camino para la nación de los gentiles ytzáes. Tan confuso era el camino de suyo, que para discernir si era senda, o no, necesitaba de aquel batchee (bat che) que fue el que seguimos. A media legua de esta travesía dimos con un río pequeño, llámase ChinchinVcum (Chachan Ukum) en lengua de los cehaches; <23v> de allí a dos leguas encontramos otro río mayor llamado NohVkum (Noh Ukum), a la media legua después una gran aguada, llamada Akalcay (Akal Cay).
A las dos leguas y media sobre mano derecha se halla un gran cibal (zibal), llamado Yavilain (Yaabil Ain?); de allí a otras dos leguas y media una aguada llamada Chuncopo (Chun Copo) que es una aguada accidental en medio del camino, que hace bastante agua en tiempo lluvioso, por ser en medio de montes bajos y akalchees (akal che). Desde este paraje hay un gran barranco que en esta lengua se llama nohem (noh em), hay como legua y media este barranco. Llaman el infierno de los ytzáes por lo peligroso de su bajada, por ser preciso el camino que pasa por dentro de él, si bien, otros muchos pasamos más peligrosos y peores a este barranco por lo imposibilitado de pasar que nos habían pintado siendo preciso por ahí el paso, para lograr nuestra especial empresa, para mejor conseguirla y facilitar el paso, escogimos por patrón de él nuestro padre San Anttonio de Padua, por cuya intercesión, sin duda, se nos hizo el paso del tal barranco mucho más fácil de lo que nos habían pintado hasta aquí, no dejamos de pasar algunos montes ágrios y caminos ásperos, pero desde aquí fueron los peores, de cuantos hasta aquí había yo visto.
Dos leguas de este barranco, comenzamos a titubear en el camino respecto de haber encontrado con un gran río aunque seco entonces; mas en tiempo de aguas bien se deja entender lleva mucho caudal, por lo cual hallamos variedad de pisadas y batchex (bat che), mas a Dios y la fortuna por las corrientes de aquel río seco llamado Çohucum (Zoh Ukum) reconocimos algún lodo o señal de tierra en sus limpias guijas, con que siguiendo largo trecho aquel rastro, no sólo dimos en un recodo con un ojo de agua, para saciar nuestra necesidad, que ya la teníamos de beber, mas también a sus orillas reconocimos el batche (bat che), y senda perdida, con que en un punto <24r> tuvimos dos consuelos: allí dormimos aunque era muy temprano cuando llegamos por temor de carecer de agua, como nos había sucedido, mas a la mañana tuvimos ocasión en breve de enfadarnos de tanta agua, pues a poca distancia dimos con un río más enfadoso que caudaloso aunque era bastante el agua que llevaba para empaparnos porque no por todas partes pudimos pasarle sin echar por medio, este río por espacio de una legua se pasa muy cerca de cincuenta voces, que no sólo nos enfadó por tanto mojarnos pero mucho más porque a cada vuelta perdíamos el rastro o pisadas que seguíamos, con que tardamos lo bastante en pasar dichas vueltas.
Después de gran tormenta dicen se sigue la bonanza, mas a nosotros nos sucedió al contrario, porque, fiados en tanta agua, ni bebimos por ser de mañana, ni la cargamos entendiendo a cada paso encontrarla, mas lo que nos sucedió fue encontrar gran multitud de subidas y bajadas asperísimas, todas cuestas, y montes muy altos de yeso, que nos duró por espacio de cuatro leguas, que sobre ser de suyo tan áspero el camino, nos atosigó lo bastante la sed; en medio de esta angustia nos hallamos, cuanto de repente dimos con una bajada tan áspera, y pendiente cuanto dilatada y peligrosa, pues aun sin llevar carga nos íbamos valiendo de los árboles, por no resbalar y resbalando, no había donde parar hasta el profundo. En el cual vimos una horrorosa gruta de yeso, que entendimos tendría agua, mas no fue así.
Desde la cima pues de esta cuesta que digo, se descubría una gran distancia de monte bajo; de suerte que no sólo parecía otro hemisferio aquello, porque aun de sobre los árboles, no <24v> descubríamos la transversa parte, o correspondencia a esta altura. Presumimos hallarnos sin duda en otro nuevo territorio; y cerca de la nación ytzalana adonde íbamos en espacio de media legua a esta bajada dimos con un gran ojo de agua, que podía moler con su violencia muchos molinos, y cuanto gusto percibimos al verla, tanto disgusto nos causó el gustarla, porque ella nacía de la falda de un altísimo monte o risco, mas todo era de yeso, era de color entre aplomada y azufrada y así tenía también el peso y sabor. Mas no por eso dejamos de beberla, porque de peor sabor y peso nos pareció la sed, si bien poco nos aprovechó, porque en breve aquel peso, o mal sabor junto con la agitación del camino que anduvimos como una legua después encontramos con un gran cibal (zibal) adonde nos rancheamos para dormir aquella noche por haber hallado allí tan buena conveniencia.
Y llegados pues a este cibal (zibal) de Tan xuluc mul (Tan Xuluc Muul) que fue antes de ponerse el sol, una hora tuvimos que mirar y admirar, con gusto y recreación, porque el agua que hallamos fue muy delgada y buena; el rancho lo hallamos hecho porque sin duda continuaban los ytzáes aquel paraje, o por vía de paseo, o por la casa que la hay mucha por aquellos parajes. Tuvimos que mirar y admirar en unos mules riscos o edificios tan altos, que casi se perdían de vista, y como cogía la vista en descombrado dándoles el sol de lleno, se recreaba en verlos, y los admiraba por tan altos que sin exageración parece imposible que pudiese hacerse a mano aquella obra a no ser con ayuda del diablo. Que dicen adorar allí en un ídolo afamado; nosotros con el buen celo que nos asistía determinamos de subir a quebrarlo, y, lo que es de mi parte, saben los más que me conocen; que corresponde la ligereza de mis pies a lo ardiente del celo de destruirle, mas ni hallé rastro por donde los idólatras <25r> suben, y aunque lo hallara, siempre se me hacía la subida difícil, según su mucha altura por todas partes.
Fue esta serranía corriendo todo el rumbo que llevábamos por espacio de cinco leguas, con subidas y bajadas peligrosísimas por ser los más pasos por medio del costado de las serranías de yeso, y en sus profundos unas aguadas muy grandes eran pasos tan estrechos, que con ir a pie y sin carga, nos íbamos de árbol en árbol valiendo por no deslizarnos en aquellos despeñaderos. Con estos trabajos dimos, al cabo de cinco leguas, con un gran peten de agua de que sin pensar nos vimos rodeados, y aunque por el agua tuvimos gusto, se nos ahogó, con lo incómodo del paraje para dormir y con el susto de no haber podido descubrir parte por donde navegar, o vadear dicho peten para pasar por la mañana adelante. No obstante echamos el pecho al agua y la resignación en Dios dispusimos allí nuestro albergue, algo incómodo, por la falta de guano y sobra de mosquitos, que si esta plaga por el aguacero que allí nos cogió fue pequeña, la mucha agua que llovió nos hizo la otra tormenta pesada
Esta aguada o peten se llama Ychmuxan (Ich Muul Xaan), de la cual hasta el Chakan Ytzá (Chakan Itza) hay tres leguas, la más parte de ellas de unos montes muy bajos, o zarzales, porque todo está mesturado, que ni bien son akalchex (akal che) ni dejan de serlo; ellos son grandes anegadizos imposibilitados de andarse en tiempo de aguas, y aun en tiempo de secas; sólo los podrá andar quien quisiere purgar bien sus culpas, mas por otro fin sólo un desesperado; porque los tales montes son de los que llaman tocolchees (toloc che), esto es, un laberinto o confusión o ensalada de todas yerbas y plantas espinosas, que no sé como sacamos hábitos, ni piernas de entre ellos. Indicio eran todos estos dolores y amarguras del gusto que en dicho día habíamos <25v> de recibir; en todas las tres leguas dichas, se da a cada paso, con un río de mediano caudal aunque no se pasa, sino que siguiendo sus riberas se puede encontrar como encontramos con los chakan ytzáes (Chakan Itza), como a las tres de la tarde víspera del nombre de Jesús, que celebra mi religión sagrada a trece de enero.
Pasar el dicho río a la otra parte que se llama Çaclemacal (Zac Le Macal), y dar con la primera rancheria de los chakan ytzáes (Chakan Itza) todo fue uno, en que posponiendo y olvidando todos los trabajos antecedentes se dio nuestro corazón por satisfecho y pagado, con el gusto y consuelo espiritual que recibimos viéndonos a la boca de la mina en que habíamos de encontrar la piedra preciosa o culta o para adorno glorioso de nuestra corona si merecíamos morir por la fe que con el auxilio de Dios íbamos a plantar; o para el fructuoso jugo de aquellos trabajosos pasos, que con dicha ayuda del cielo pretendamos sacar. Conseguimos lo último, sin haber merecido lo primero, o por no haberse llegado el tiempo, o por carecer (para tanta gloria) del mérito que se requiere; si bien tuvimos bastante gloria en experimentar bastantes motivos, para tan dichoso fin, aunque también conocimos no ser voluntad de Dios pues no sólo nos dio prudencia para disimularlos, mas también bastante prontitud y viveza para dar solución a las repentinas tentaciones que nos hacían.
Entramos, pues, en esta primera ranchería sita a la transversa parte del dicho río llamado Cademacal (Zac Le Macal) como cuatro cuadras de distancia. En cuyo medio dimos con una india, mujer del hermano del cacique Ah Can, pariente cercano del reyezuelo del Petén Ytzá, la cual con dos hijuelos suyos, venían a dicho río por agua, mas así que nos columbraron a los tres religiosos vestidos con el traje de nuestros hábitos, nunca de ellos visto, y a los cuatro indios cantores que con nosotros iban, con el traje de las tilmas <26r> o ayates, que usan muy diferente del traje de ellos y del de los tres indios cehaches, que llevábamos por guías, salieron alborotados, madre, e hijos como si los matáramos, que no fue poco el trabajo que tuvimos en apaciguarlos con palabras suaves y amorosos halagos, aunque fue mayor el que tuvimos en sosegar los ánimos de su cañado el cacique y demás máquina de indios, que en un instante a sus gritos, se juntaron, con ánimo todos de ejecutar con nosotros la guerra, pues todos vinieron con sus arcos y flechas en las manos.
Mas como deseábamos sembrar en sus empedernidos corazones el grano puro de la semilla evangélica y que tuviese más jugoso logro de la que cayó entre los tríbulos y espinas, comenzamos, como legítimos obreros de Christo, a labrar la tierra de sus corazones con el asador amoroso de los halagos, abrazándolos alegres, como quien había encontrado con la oveja de tantos siglos perdida, sufriendo todo el peso de sus desmedidas acciones y aspectos coléricos (de que los más temblaban), el peso de nuestras mansas palabras, y la medida de nuestras prudenciales acciones; dándoles, juntamente, algunas cosas de las de Castilla que llevábamos como necesario requisitas, para atraer sus indómitos ánimos, ¿qué más los suavisó? y aquieto eso, que cuantos halagos les habíamos hecho. Fue esta entrada a dicha población o ranchería el día trece de enero en que mi seráfica religión celebra las vísperas del santo nombre de Jesús, y a la misma hora de vísperas dicho se venía, que en tal día y con tan seguro arnés por armas, habíamos de conseguir (por difícil que fuera la empresa) con felicidad la victoria; pues ni el pequeñuelo Dabid llevó otras para arruinar a aquel oprobio de <26v> Isrrael, el gigante monstruo Golias; ni padre para dar la salud al tullido, como ni para avasallar a los báratros soberbios del infierno es menester otro instrumento. Pacíficos y alegres sus ánimos, nos festejaron aquella tarde y noche con tal confusión de alaridos y voces en sus cantos, que a no considerar eran salvajes de aquellos rústicos montes, y estilo en ellos, aquellas descompasadas alegrías, padecerían nuestros corazones algunas zozobras de tristeza, y más teniendo por objeto nuestra vista, aquellos esculpidos, rayados y pintados rostros, hechos viva efigie del demonio. Díles a todos cómo iban viniendo a la novedad, algunas gargantillas y otros dijes y menudencias para sus mujeres e hijas, y para los varones, algunos cuchillos, a cuya codicia se llegaban de nuevo, todos, obligándome a darles segunda vez, que todo lo hacía yo gustoso, lo uno por la abundancia de ello, que los bien hechores por su buen celo me habían dado, y lo otro por atraerlos a nuestra santa fe católica que más que por el oído, les entra por el ojo, por ser codiciosos en extremo. Llegáronse a ver lo que me restaba en unas petaquillas, en que llevaba para el reyezuelo un vestido entero, al uso de los indios de esta provincia, el cual me dio el gobernador. Y otras cosas que llevaba para los principales del Petén Ytzá por captarles la voluntad mejor, sin otras cosas necesarias a nuestro ministerio y sustento: cuyo ruego me hicieron, llevados de su grosera curiosidad, cuanto, de su excesiva codicia; y apenas condescendí mostrándoles lo que llevaba en dichas petaquillas, cuando con insaciable deseo comenzaron a codiciarlo todo, haciéndose señora antes la ejecución de palparlo, y querérselo llevar todo, que la atención humilde de pedirlo.
Díles algún gusto en que todo lo vieran, pero el mayor lo tuvieron después ellos y todo fue por el dicho motivo de atraerlos a la fe que, como he dicho, les entra por el ojo; pero mejor entró el ojo de ellos en la fe <27r> de quedarse con todo a la primera ocasión que se ofreciera (como lo hicieron) dejándonos a nosotros con sola la fe de que lo llevábamos, mas sin la fe de que otra vez lo veríamos. Amaneció Dios al otro día, y todos puntuales acudieron cada uno a ver lo que mejor hecho su codicia el ojo y con grandes muestras de amor cargaron con todos nuestros trastes, y bastimento (salvo las sacristías, que no las llevamos, hasta saber la seguridad del suceso) sin dar lugar a que ninguno de los cantores que llevábamos cargase cosa alguna, con esto nos pusimos en camino que tira al rumbo del oriente para el Petén Ytzá, que hay cerca de cinco leguas, acompañándonos todos los indios comarcanos del Chakan Ytzá con sus mujeres e hijos, dando gritos de contentos para excitar a los demás, a que nos acompañasen; de esta manera fuimos hasta el embarcadero de la laguna, por donde se entra al dicho Petén Ytzá; en cuya orilla se halla un pequeño pueblo, llamado Nichh, que consta de hasta diez casas, en una de ellas vi a un indio, el más viejo que hasta allí había visto en la nación de los cehaches (Ah Ceh Ach), ni hasta ahora, en la de los ytzáes, porque tienen de costumbre que, en pasando de cincuenta años, degollarlos, porque no aprendan a ser brujos y los maten: salvo a los sacerdotes de sus ídolos, a quienes respetan mucho; y éste sin duda, debía de serlo.
En el distrito de dicho camino, hay muy grandes cuestas y gran espesura de montaña, muchos cedros y caobanos, que en esta lengua se llaman punabes, sin otros muchos que por no molestar no refiero: hay muchos anegadizos llamados akalchees (akal che); hay asimismo tres ríos, el uno mediano, que por despeñarse de un alto risco, hace bastante estruendo; los dos aunque también, bien de alto, no son tan caudalosos, si bien a nosotros todos nos mojaron por estar extensas <27v> sus corrientes, y no haber puente para pasar los llegados al dicho pueblo Nichh, cuyo cacique se llama Ah Tut, y este pueblecito es cabeza del Chakan Ytzá el cual consta de otros pueblecillos pequeños, pero de muchas rancherías, y cada una de ellas consta de su cacique y capitán: si bien todos los chakan ytzáes con sus mujeres e hijos (según yo vi) serán hasta seiscientas almas, poco más o menos.
Comimos en dicho pueblo muy bien por darles gusto, que en ello mostraban tenerlo, y nos festejaron con sus instrumentos, desde las doce del día en que llegamos, hasta las dos de la tarde en que, por respuesta de la previa embajada que envié al reyezuelo de mi llegada a sus confines, vinieron de ochenta canoas para arriba, llenas de indios embijados y vestidos de guerra, con grandísimos carcajes de flechas, aunque todas echadas en las canoas, todas convoyando, y acompañando al reyezuelo que con cerca de quinientos indios, nos salió a recibir. Embarcáronnos con gran ímpetu, sin hacer caso de la música, de las chirimias con que le esperábamos, ni de la paz, que - como a embajador de ella en nombre del rey nuestro señor, que Dios guarde - le llevaba; con acciones bien impolíticas, ni de nuestra parte pudimos ejecutarla, porque sin dar lugar a ella, comenzaron de arrancada a llevarnos por la laguna (que por aquella parte tendrá tres leguas de atravesía en distancia). A poco receso de su orilla, un sobrino del rey, a quien yo había galardonado con algunos dijes, de Castilla, codicioso de una hechura de un Santo Christo, que yo al cuello llevaba, habiéndoselo negado en dos ocasiones que me lo había pedido, al entregar yo un machetón con su cuchillo al reyezuelo su tío, con demasiado atrevimiento echó la mano a la de su tío, y arrancándole el cuchillo de la vaina, volvió a mi pecho y, pasándome el cuchillo por la garganta, cortó de un golpe la <28r> cinta de que pendía y me llevó el Santo Christo. Reñíle su desmedida acción, y lo que me dijo fue: - "Pues, si no me lo has querido dar, ¡qué tengo de hacer!" Con que ya se deja entender, que si no se les da lo que ven, y piden, corre por puntos riesgo la vida del que se lo negare. = Al ver esto el rey su tío se lo rió, en lugar de reprehenderlo, y comenzó a parlar conmigo cosas muy ajenas de aquella primera vista, con más vanidad y soberbia que un Lucifer. Con esta atropellada entrada no nos dieron lugar a cuidar de nuestros trastes, aunque los chakan ytzáes lo tuvieron para ponerlos a tan buen recaudo, que hasta ahora no los hemos vista, dejándonos desde entonces, sin más alivio, que el hábito de a cuestas; ni más sustento, que él de su bárbara liberalidad quisiera darnos a gran trecho, que íbamos de la laguna, se le ocurrió al reyezuelo una tentación como del demonio que se la dictaba y nativa a su imán y cruel corazón, por infundirme algún miedo, para que el mío padeciese alguna tristeza o alteración, mas hallóse frustrado su intento lo uno, porque desde que salí de Mérida para dicha nación, iba prevenido a morir; lo otro, porque con el conocimiento, de que ellos eran tan bárbaros en sus cosas, estaba prevenido el valor a sufrir cuantos oprobios pudieran decir; como a tolerar por Dios que infundía el ánimo, cualquiera ademán, fuera de toda razón; echóme de repente dicho rey la mano sobre mi corazón para ver si le tenía yo alborotado y al mismo tiempo me lo preguntó: yo, que antes estaba muy contento, por ver se iban logrando mis deseos, y el trabajo de mis pasos, le respondí: "¿Porqué ha de estar turbado mi corazón? Antes estaba muy contento, viendo que yo soy el dichoso que da cumplimiento a vuestras profecías <28v> de que habéis de ser cristianos, cuyo bien os vendrá por vía de unos barbados del oriente y que según esas señas de sus profetas, éramos nosotros; por venir de la banda del oriente muchas leguas, surcando mares, sin más interés que llevados del amor de sus almas, llevándoles (a costa de muchos trabajos) aquel beneficio que el verdadero Dios les hacía." Y hace tiempo con alguna soltura mía, le eché también mi mano a su pecho y corazón, y preguntándole también si le tenía turbado, me dijo que no. A que le replique: - "Pues si tú no te alteras de verme a mí que soy ministro del verdadero Dios, diferente en todo a tí, en hábito, costumbres y color que al demonio infundo miedo, y no le tiene tu corazón, ¿cómo quieres que yo lo tenga, a solos hombres como yo, a quienes con todo gusto, vengo de proposito a buscar, sólo por el amor que a sus almas tengo, y más habiéndolo conseguido, para anunciarles la ley del verdadero Dios que me envía, como lo oiréis en llegando al peten?" Con esto, mudando de conversación, intentó el demonio tomarle por instrumento para ponerme en otra tentación mayor.
Es costumbre entre ellos, que el día antes de matar a alguno o sacrificarle, particularmente si es de los forasteros, a su pueblo, el darles alguna cosa de comer, o la bebida que ellos usan de posole caliente, u otra de cacao, que es con que los convidan: no ignoraba yo todos estos ritos por lo que refiere la historia haber hecho en las dos ocasiones que han entrado religiosos de mi religión sagrada allá; aunque sola en la una mataron al padre fray Diego Delgado, por culpa de unos españoles que le siguieron. Como tal, me preguntó dicho rey, si tenía yo hambre. Yo, aunque acababa de comer, alcanzando el lance, porque no conociese su maldad en mí alguna cobardía, dije, que sí. <29r> Y que si había algo de comer me diesen al punto. Mandó hacer alto, a todas las canoas, y me hizo dar de unos chilequiles o tamales de yerbas que llevaban para darnos de propósito, en media de aquella laguna; comílo con ansia, y preguntéle muy contento, si habia más. Aquí me replicó: - "¡Pues, qué te ha sabido bien!" Lindamente le dije yo: - "Y comiera más, si hubiera." Díjeselo con algún gracejo, con que se rieron todos muy en forma, y me dieron otro, que lo comí con el mismo gusto, en que se quedaron admirados todos a vista de mi soltura.
Con esto, continuamos el viaje hasta el Petén Ytzá, que se halla en media de dicha laguna, como en media también de otras islas, o petenes. En la orilla del desembarcadero se halla la casa del dicho reyezuelo, distancia de media cuadra, en cuyo media público de la calle está una pedazo de pilar de piedra redonda, cuyo círculo, como tres cuartas de ancho y una cuarta de alto; es de piedras colocadas con la mezcla de cal y çah cab (zahcab), que por acá se acostumbra, y el media rehinchido y embetunado, de suerte que es como una mesa, redonda su peaña, sobre la cual y del cimiento de dicha columna de piedra hacia la parte del poniente, sale, inserta una carátula, de piedra muy mal formada. A la cual adoran junta con la columna de piedra, el reyezuelo y los demás de su familia y parcialidad; llámase la tal columna, con el título que le dan culto, yax cheel cab, que quiere decir en su idioma, el primer árbol del mundo, y como en sus cantares antiguos he entendido (que hay pocos que los entiendan) quieren dar a entender que le dan culto, por haber sido aquel el árbol, de cuyo fruto comió nuestro primer padre Adán, que en su idioma se llama <29v> Ixanóm (Yax Anom). Por lo poco que se conservó, en gracia y la carátula que está en dicho cimiento de la dicha columna, le dan culto, con el título del hijo de Dios muy sabio. En su lengua le llaman Ah Cocahmut (Ah Cocay Mut).
En el instante que desembarcamos y vi dicha columna y carátula, vine en el conocimiento de ello, porque ya lo tenía yo leído en sus papeles antiguos y vista en los anahtees (anahte) que usan, que son unos libros de cortezas de árboles, bruñidos, y dados con yeso. En los cuales tienen por figuras y caracteres pintados pronosticados sus sucesos futuros. Por los cuales instrumentos, sabía yo cómo se hallaban en dicho Petén Ytzá el dicho ídolo de yax che cab; él de Cocahmut. El de Ytzimna Kauil (Itzam Na Kauil) que quiere decir caballo del demonio, inventado este ídolo por ellos desde que Cortés entró allá, antes de la conquista de esta provincia, pasando desde el puerto de Chanpoton al de Honduras, por haberles encomendado allí un caballo suyo despeado, y como se les murió porque le daban a comer carne, y otras cosas ajenas de su sustento. Lo erigieron en una figura que hicieron de caballo de cal y canto y lo adoraron para que no entendiera el español que de poca estimación y aprecio había muerto.
Esta figura conservan hasta hoy y le dan culto. Como también a una estatua de un hombre hecha del cal y canto, sita en una cima de un mogote, al cual llaman Kinchilcoba (Kinchil Coba), el cual dicen que es su vigía y centinela que los defiende de todos los contratiempos, que les pueden suceder. Otros muchos ídolos públicos tienen que por ser tantos, casi como casas de sacerdotes y calles de parcialidades tiene la isla, no los refiero por no molestar. Como tampoco se los quise <30r> quebrantar ni prohibir, dando lugar con esta acción prudencial, a introducirme con ellos para atraer sus ánimos, al fin que yo pretendía, que era su conversión; no tomaron asunto de eso, para echarnos, frustrándose los trabajos, que por entrar allá padecimos, como lo hicieron, el año de mil seiscientos y diez y ocho con los reverendos padres Fuenzalida y Vruita que entraron allá: y por haberles quebrado un ídolo, los echaron con confusión, sin dar lugar a que hiciesen fruto alguno. Para dar culto a dichos ídolos, hay nueve casas muy grandes hechas en forma de las iglesias de esta provincia todas nuevas, con vestigios, de otras que se han quemado, aunque las vuelven a hacer, como vi en dos que estaban reedificados. Estas tales casas tienen como vara y media de pared, del anchor de seis cuartas; las tres tendrá el pretil o asiento, en contorno que del medio para dentro sale, y las tres lo restante, que está para arriba; de suerte, que uno y otro, forman dos hiladas de asientos, alrededor de dichas iglesias. y todo revocado y bruñido.
De esta misma hechura es el salón que el reyezuelo Ah Canek tiene por antesala a su casa, en que recibe a los huéspedes, como a nosotros nos recibió aunque se le añade el tener el suelo embetunado y bruñido, lo cual no tienen los adoratorios dichos. En la entrada de dicho salón está una mesa grande de piedra de más de dos varas de largo, y en proporción el ancho, colocada sobre pilastras de piedra, con doce asientos de lo mismo en redondo para los sacerdotes. Esta es la mesa del sacrificio, que llaman en <30v> su idioma mayactun. Objeto primero que percibió nuestra vista en aquel primer recibimiento, que con las tentatorias, antecedentes de la laguna, pudimos presumir que ahí nos dieran la muerte y más viendo que era tanto el número de gente que concurrió a la novedad de vernos que sobre llenarse todo el salón por adentro, taparon los que ahí no cupieron, por afuera en circuito todas las luces que el salón tenía, y le entraban por sus rededores, quedándonos en tan oscuras tinieblas, que con estar sentado yo en medio de mis padres compañeros, sólo por el tacto nos percibíamos, mas no se nos pasó por la imaginación tal cosa, sino que entendimos que ahí era el hospicio para todos. Ahí nos dieron de beber de la bebida que acostumbran, que se llama posole, esto nos lo dieron tibio, porque así lo estilan beber. Después de lo cual, como ya no había que hacer mas que decir el intento a que íbamos. Como las embajadas así de parte de mi prelado, como de la del gobernador iban por escrito y en dicho salón por las tinieblas dichas no se podían leer, le dije al reyezuelo que saliésemos a la luz de afuera para leerles las embajadas dichas que les llevaba. Así lo admitió, llevándonos a uno de los adoratorios que dista de su casa como tres cuadras, uno de los más altos sitios de aquel peten o isla. Ibannos siguiendo toda aquella multitud de gente, al parecer con alegría, aunque chicos y grandes, hombres y mujeres iban con algún atropellamiento, subiéndose <31r> a los altos para vernos: señales todas de alegría y admiración; que todo era para mí, asunto y motivo que excitaban mi memoria, a tenerla, de aquel recibimiento tan alegre, que hicieron a Christo mi redentor, el Domingo de Ramos los moradores de Jerusalén. Como a la subida que hizo Sacheo al árbol sicómoro, en cuya memoria de dichos misterios encomendaba a Su divina Majestad el acierto de mis acciones y el progreso de mis pasos que iba dando.
En esta forma llegamos a dicho adoratorio que tiene más distrito que el salón del reyezuelo aunque en su fábrica es lo mismo; ahí columbramos un cajón colgado, en el cual divisamos (aunque de paso) una caña o hueso de pierna o muslo, muy grande que parecía de caballo y confieso que, aunque tuvimos mucho que hacer aquella tarde, que fue el tiempo que en aquel adoratorio estuvimos, anduvimos poco avisados, pues ni preguntamos qué hueso era aquel, ni nos acordamos en los demás dias irlo a ver más despacio. Ocurriósenos esta advertencia fuera ya del peten cuando no tenía remedio que fue para mayor dolor, porque nos acordamos entonces, si acaso era aquel hueso del caballo que les dejó Cortés, que lo tengan guardado como reliquia, o para memoria, supuesto que a su estatua (como dije arriba) le rinden cultos. En fin, saqué las cartas de la embajada y para que la oyeran, no costó poco trabajo, el que se sentaran y callaran: hice parecer a todos los sacerdotes, que son los maestros de la ley, a mí presencia y a todos los caciques, <31v> capitanes y principales de todas las parcialidades de aquella isla o peten, y haciéndolos sentar por su orden junto al rey, entre sacándolos de la plebe, donde estaban, les comencé a leer la embajada que el gobernador por escrito enviaba, en nombre del rey nuestro señor. Y a pocos puntos que les había leído, viendo los ademanes y poca atención con que estaban, conocí que no entendían lo que yo les leí y habiéndoselo preguntado respondieron estas palabras: - "Manucan a can tu dzot kanil caxicin. (Ma nucaan a can tu dzot kanil ca xicin.)" Que quiere decir: - "No entendemos lo que hablas." = Entonces dejando de leer la carta porque estaba (aunque en su idioma) más corrupto, del estilo antiguo, con que ellos hablan, el cual había yo estudiado de propósito; y explicándoles dicha embajada, en estilo antiguo, y entreverándoles una espiritual plática, del bien que tendrían con la amistad de los españoles y recibir su ley y el bien que recibirían sus almas recibiendo el santo bautismo, puerta primera a la nueva regeneración, como para entrar a ver la cara de su criador y verdadero Dios, poderoso en toda parte, necesaria; sin la cual ablución sus almas se perderían y todo lo cual fue explicado con algún fervor, mesturándoles algunas palabras, de sus profecías que les hacían pro tunc al caso. Oyéronlo, gustosos, porque lo entendieron todo; y, levantándonos todos para salir de dicho adoratorio (que ni en él, ni en los demás, hay ídolos porque, como he dicho, lo tienen públicamente en las calles), respondieron estas palabras: - "Cato vale (Ca to uale):" que es como si dijeran: - "Pensaremos lo primero, que tiempo hay <32r> para responder aguárdate."
AVENDANO.EDT Continued
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